Traducción de Friedrich Nietzsche: La relación del discurso de Alcibiades con los otros discursos del Banquete platónico (1864) –[Über das Verhältniss der Rede des Alcibiades zu den übrigen Reden des platonischen Symposions (KGW I, III, pp. 384-388)].

June 2, 2017 | Author: Sergio Sánchez | Category: History Of Platonic Tradition, Friedrich Nietzsche, Socrates, Ancient Greek Philosophy, Filología, Filosofía, Filosofía Antigua, Symposium, Grecia Antigua, Platonic dialogues, Platón, Diálogos platônicos, Filología Griega, Platonismo, Filología Clásica, Diálogos de Platón, Filosofía, Filosofía Antigua, Symposium, Grecia Antigua, Platonic dialogues, Platón, Diálogos platônicos, Filología Griega, Platonismo, Filología Clásica, Diálogos de Platón
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La relación del discurso de Alcibiades con los otros discursos del Banquete platónico (1864)* Deseo poner inmediatamente en evidencia cómo entiendo la relación de los cinco primeros discursos con el discurso de Sócrates: me parece completamente errónea la afirmación según la cual, en esos cinco discursos, Platón ha compilado sólo concepciones equivocadas sobre Eros, para oponerlas a la única concepción correcta de Sócrates. Éste mismo no escatima su aprobación a tales discursos, sino que vuelve sobre todos ellos reconociendo a cada particular concepción el lugar que le corresponde. Más bien creo que desde el primero al último discurso tiene lugar una marcada progresión en la que cada nueva concepción aumenta y amplia a la precedente en algún aspecto esencial; los oradores ven cómo el concepto de Eros cobra forma ante ellos con creciente claridad: hasta que al fin Sócrates remata la cúpula del edificio que ellos gradualmente han erigido, no lo vuelve a derribar. Naturalmente, esto vale sólo en relación a las concepciones fundamentales de cada uno: lo que los otros añaden como ornamento a sus intervenciones, es repetidamente rechazado por Sócrates como no justificado. El discurso de Fedro sólo delimita el ámbito en el que se mueve la cuestión: describe a Eros como el dios más antiguo y como el generador de los más grandes bienes. Dejo de lado aquí, naturalmente, el significado que los discursos individuales tienen para la caracterización de los personajes, y sólo destaco los pensamientos fundamentales. – Pausanias explica el Eros de la diosa celeste como el amor que tiene como fin el ennoblecimiento activo o pasivo del hombre. Erixímaco amplía el significado de Eros a todos los seres vivos de la naturaleza, en tanto que los dos primeros oradores sólo presentan el amor en sus efectos para el hombre. Aristófanes dice que Eros se apoya en cierta necesariedad de la naturaleza, la ley de la afinidad electiva. Por último, Agatón denomina a Eros amor por lo bello, que genera todas las cosas buenas y grandes en la naturaleza, en el arte y por doquier. En resumidas cuentas, el concepto de Eros que resulta de estos discursos es: Eros es el amor por lo

* Über das Verhältniss der Rede des Alcibiades zu den übrigen Reden des platonischen Symposions (KGW I, III, pp. 384-388).

bello como ley natural ordenada a la concepción y la producción del bien. La definición de Sócrates no suena de manera esencialmente diferente: Eros es el amor que tiene por fin el procrear en lo bello, lo que él identifica como impulso a la inmortalidad [Unsterblichkeittrieb] inherente a la naturaleza espiritual y física. En la gradación hacia el Eros más alto por él fijada, destaco la nota particular de que en ella volvemos a encontrar los diferentes puntos de vista de los oradores. Desde ya, Fedro sólo es, como de costumbre, el “obstetra” de los discursos que siguen. Pero Pausanias, en cuyo discurso no se ha de pasar por alto su amor por Agatón, encarna el punto de vista del hombre, en tanto que todavía ama a un ser bello, sea corpóreo o espiritual. Erixímaco es amante de todo cuanto es bello tal como se revela en la entera naturaleza. Aristófanes se encuentra ya en el grado superior propio del amor por el arte y la ciencia, al igual que Agatón, a quien como poeta trágico, según me parece, Platón ha dado un puesto más alto que a Aristófanes: un juicio que ya no compartiríamos hoy: el hombre espiritalmente más grande es por mucho Aristófanes. Por último, Sócrates mismo alcanza el grado que Diotima había señalado como el más alto, el del amor por lo bello primordial; no dudamos de que sí lo ha alcanzado, pero Sócr mismo no nos lo dice ni puede, según es su carácter, decirlo. Describe bien cómo en el pasado se había enredado en el mismo error que ahora Agatón; a aquella gran concepción él la ha adquirido. Pero en qué medida ella haya ocurrido en la vida, y si, en general, pueda ser concretada, es algo que debe quedar incierto para el lector del diálogo. Alcibiades entra en escena para representar el amor por lo bello primordial en su efecto en la vida práctica del hombre; y precisamente el efecto de este amor en el hombre individual como es el caso de Sócrates, y la reacción que un hombre colmado de tal amor suscita en otro, como es el caso de Sócrates en Alcibiades. Aquí está la razón de por qué Platón ha elegido precisamente a Acibiades para describir este efecto. Si para encomiar a Sócrates se hubiese presentado uno cualquiera de sus jóvenes, el efecto hubiese sido incomparablemente más débil. Por el contrario, Alcibiades es un apóstata de Sócrates, un joven del todo extraño a la filosofía. El influjo de Sócrates sobre semejante hombre, ciertamente genial, constituye la más admirable prueba que podía aportar Platón de la mencionada reacción. Además, Alcibiades no sabe nada de los discursos precedentes: ante la sorpresa de quienes escuchan, muestra el lado práctico del hombre consagrado a lo bello primordial, en tanto Sócrates muestra su lado teór. Platón lo representa ebrio a fin de dejarlo en mayor libertad de expresarse sobre cosas que deberían evitarse en un diálogo más serio y circunspecto;

pero su mención era necesaria, máxime si se trataba de hechos históricos. La contraposición entre el discurso de Sócrates y el de Alcibíades ha de ser considerada como la contraposición entre dos naturalezas, en tanto cada uno expresa sus más profundos sentimientos, uno por boca de la profetisa inspirada por el dios, el otro en la inspiración que da el vino; sus más profundos pero también análogos sentimientos por lo bello primordial; identificándolo uno en la idea, el otro en la remisión a la realidad [Wirklichkeit]: Sócrates es el amante de lo bello primordial, pero también Alcibíades es amante de lo bello primordial. Pero a la vez, qué diferencia de naturalezas: tan moralmente sublime el uno como moralmente corrupto el otro; tan bello en el cuerpo el uno como feo el otro; tan sobrio y dueño de sí el uno como ebrio y excitado el otro. Es claro que estos puntos de vista se refieren por igual a la filosofía y a la construcción artística del diálogo.

Se ha de reparar en que con la aparición de

Alcibiades tiene lugar un brusco cambio de tono; constituye un recurso artístico de los más audaces el hecho de que en el instante en que el discurso de Sócrates ha llevado a quienes escuchan, por así decirlo, a la alta mar de lo bello, irrumpa la turba de borrachos y exaltados y que, no obstante ello, el discurso de Sócrates no sea banalizado, sino antes bien potenciado. El discurso de Alcibiades es obra de Eros tanto como lo es el de Sócrates. Pero el discurso de Alcibíades obra a través de hechos, el de Sócrates a través de ideas; y los hechos actúan con mayor fuerza y eficacia que las ideas proferidas. Los discursos de Sócrates y de Alcibíades se desenvuelven de manera similar a los de Agatón y de Aristófanes y a los de Erixímaco y Pausanias, sólo en una esfera superior. Sócrates, Agatón y Erixímaco son los pensadores más grandes; Alcibiades, Aristófanes y Pausanias obran a través de hechos y de mitos: en lo que concierne a Pausanias, se debe observar, en efecto, que tiene siempre presente su propio amor por Agatón. Los tres pensadores elevan a Eros al ámbito más vasto de las artes y las ciencias de su incumbencia, Erixímaco considera a Eros como médico, Agatón como poeta y Sócrates como filósofo. A través de la contraposición entre Sócrates y Alcibíades sale al fin a la luz esa doble naturaleza demónica del propio Eros, a mitad de camino entre lo divino y lo humano, el espíritu y los sentidos; al igual que, por otra parte, a través de la irrupción de Alcibíades el diálogo mismo recibe esa coloración admirable, ese oscilar entre tonalidades de color opuestas que es posible seguir hasta en los mínimos detalles y que reverbera en el lenguaje mismo. Y de igual modo evoca la maravillosa fusión del discurso con el placer del vino.

La irrupción de Alcibíades aparece como el punto de inflexión de la acción dramática, como asimismo del desarrollo filosófico en dirección de la realidad; y, si se me permite osar una comparación, Platón ha conectado todas las partes del diálogo en este punto nodal, de manera no diferente de cómo Zeus recogió las distintas partes y pieles de los hombres y las unió con el cordón umbilical en un único nudo.

Traducción de Sergio Sánchez



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