1942. Si pretendiera hacer una biografía erudita de Ramiro Ledesma, fundador de las J. 0. N. S. y creador del nacional sindicalismo, me esforzaría en acoplar datos entresacados de papeles viejos y viejas amistades, este libro os presentaría una vida acabada y perfecta, como suelen servírnosla esos biógrafos que recuerdan todas las cosas de la vida que nos relatan, todas menos el espíritu. Y no es que olviden los rasgos anímicos; por el contrario, lo recuerdan a veces con prolijidad abrumadora, es que el espíritu de un hombre no está entre esos viejos papeles que hablan de su juventud o de sus ascendientes y los lugares en que vivieron, no recurre a estos versos testimonios más que quien no es capaz de encontrar otros o quien no ve en las incidencias de la vida cotidiana más que materia para esos viejos papeles y asunto de conversación para esos viejos confidentes. La tarea de investigar lo que hicieron los padres de Ramiro o lo que pensaron hacer es harto fácil, los conozco, los veo con frecuencia, no tendría que hacer más que preguntárselo. Y cuando estuviera bien pertrechado de datos y documentos, me hallaría en tal confusión. que no acertaría a ordenarlos de un modo satisfactorio, y es que la indagación erudita presupone la ausencia de la vida y tiene siempre el frío de la muerte. Lo que fue Ramiro antes de que yo le conociera carece de interés, no sólo porque no tenga más que una relación lógica con lo que fue más tarde Ramiro,. sino porque cada hombre comienza a vivir en una época unos son precoces, otros no dan señales de su ingenio hasta la madurez y otros no maduran hasta la senectud. Ramiro nace para la historia de su Patria cuando sufre el primer desengaño intelectual. las ideas de la Ilustración le atraen de una manera irrefrenable, casi siempre lleva algún libro de Kant o de Fichte bajo el brazo, parece que su vida ha encontrado ya una misión clara e infrangible. Por si el rigor que comporta la filosofa no fuera bastante, estudia matemáticas con avidez v cursa estos estudios al mismo tiempo que los filosóficos en la Universidad de Madrid. No cree en la divulgación de la ciencia, pero tampoco le interesa que las masas tengan ideas rigurosas sobre los problemas que inquietan a los hombres con dotes y con preparación, y no es que creyera Ramiro, como por otras razones creemos ahora, que se puede vivir muy bien sin rigor ni preparación científica, que una hora de amor nos haga más felices que una vida de conocimiento ni que sea necesaria la teología para salvarse, Ramiro no piensa en estas cosas, su fe en la ciencia es tan ingenua y tan apasionada como la que sintieron los hombres de la Ilustración, como no quiere más que el rigor y el conocimiento que nos procura la ciencia, busca el aislamiento por todas partes y no frecuenta la amistad más que cuando le puede proporcionar esparcimiento para sus hallazgos o estimulo para nuevas ideas. Por eso en esta época de estudio y meditación busca nuevos alientos en la obra de Nietszche, v, aunque parezca paradójico, encuentra sosiego al par en obras tan profundamente científicas como la Crítica de la razón pura de Kant Y en obras tan poco científicas como las de Federico Nietzsche. Es cierto que parece contradictoria a primera vista esa devoción por cosas tan profundamente inconciliables, pero esa contradicción no se encuentra en la vida que halla en ellas satisfacción, sino en el pensamiento que las coteja fríamente y se complace en destacar antagonismos. La vida de Ramiro tenía entonces necesidad de la Ilustración, que exalta la ciencia sobre todas las cosas, v de las obras de Nietszche, que buscan en todas partes el vigor de lo humano y lo exaltan con una fuerza y un lirismo ya jamás igualados. Una cosa es lo que Ramiro pensaba y otra cosa bien distinta es lo que sentía. Como dato que aclara un tanto esta fuerte contradicción, que ya se insinúa en la vida del fundador de las J. O. N. S., recuerdo que en los días de más fuerte preocupación por los problemas de la filosofía ka
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Report "Ramiro Ledesma en la crisis de España. Emiliano Aguado"