Psicologia Social Perspectivas Teoricas y Metodologicas Alvaro

PSICOLOGIA SOCIAL: PERSPECTIVAS TEÓRICAS Y METODOLÓGICAS'" por J o sé L u is A l v a r o E s t r a m ia n a siglo vein tiu n o e d it o r e s MÉXICO ESPAÑA m I J% \ siglo veintiuno editores, sa CERRO DEL AGUA. 248 04310 MfcXICO D F ÍNDICE oC siglo veintiuno de españa editores, sa C PLAZA í> 28043 MADRID ESPAÑA * ki H M Z .S ! f)<t, £ ? c . <f AGRADECIMIENTOS ..................................................................................................................... XI P R Ó L O G O ...................................................................................................................................................... XIII INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................. XVII Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier procedim iento (ya sea gráfico, electrónico, óptico, químico, mecánico, fotocopia, etc.) y el almacenamiento o trans­ misión de sus contenidos en soportes magnéticos, sonoros, visuales o de cualquier otro tipo sin permiso expreso del editor. 1. I. II. III. COMIENZOS DE LA PSICOLOGÍA SO C IA L................ HISTORIA, ACUMULATIVIDAD DEL CONOCIMIENTO Y PSICOLOGÍA SOCIAL. BREVES APUNTES INTRODUCTORIOS ................................................. LA PSICOLOGÍA COLECTIVA......................................................................................... V ÓLKERPSY CH O LO GIE : ANÁLISIS HISTÓRICO Y CONSECUENCIAS 1 238310 Primera edición, septiembre de 1995 © SIGLO XXI DE ESPAÑA EDITORES, S. A 1 3 4 9 10 PARA LA PSICOLOGÍA SOCIAL CONTEMPORÁNEA....................................... *IV. LA PSICOLOGÍA DE MASAS.............................................................................................. V. LA PSICOLOGÍA DE MASAS: APUNTES PARA UNA PSICOLOGÍA SO­ CIAL DE LAS MULTITUDES ............................................................................................. Calle Plaza, 5. 28043 Madrid © José Luis Alvaro Estramiana DERECHOS RESERVADOS CONFORME A LA LEY Impreso y hecho en España Printed and made iti Spain 2. Diseño de la cubierta: Pedro Árjona ISBN: 84-323-0895-1 Depósito legal: M. 30.358-1995 Fotocomposición: EFCA, S. A. Parque Industrial «Las Monjas». C/ Verano, 38 Torrejón de Ardoz. 28850 Madrid Impreso en Closas-Orcoyen, S. L. Polígono Igarsa Paracuellos de Jarama (Madrid) ORÍGENES DE LA CO N CEPCIÓ N PSICOLÓGICA EN PSICOLOGÍA S O C IA L I. LA TEORÍA INSTINTIVISTA ............................................................................................. 19 19 23 26 ■"II. III. EL MODELO INDIVIDUALISTA, CONDUCTISMO Y EXPER1MENTALISMO: TRES RASGOS PARA UNA PSICOLOGÍA SOCIAL PSICOLÓGICA. BREVES APUNTES SOBRE LA PSICOLOGÍA SOCIAL HASTA EL PE­ RIODO DE POSGUERRA........... .................................... ................................................... VI In d ice ín d ic e vil 3. M ARCOS TEÓRICO S EN PSICOLOGÍA SO CIAL ..... I. LA TEORÍA DEL INTERACCIONISMO SIMBÓLICO .......................................... 32 32 37 6. EL MODELO ESTRATIFICADO DE LA A C CIÓ N Y EN FO Q U E S T E Ó R IC O S A FIN E S. PR O PU E STA S PARA LA PSICOLOGÍA S O C IA L 94 II. OTRAS TEORÍAS O ENFOQUES EN PSICOLOGÍA SOCIAL. AFINIDA­ DES CON EL INTERACCIONISMO SIMBÓLICO .................................................. III. EL PARADIGMA CONDUCTISTA EN PSICOLOGÍA SOCIAL: CONDUCTISMO SO C IA L........................................................................................................................ 7. 41 42 47 50 52 54 58 59 PE RSPE CTIV A S M E T O D O LÓ G IC A S EN P S IC O ­ LOGÍA SO C IA L .......................................................................................................... I. TÉCNICAS CUANTITATIVAS VERSUS TÉCNICAS CUALITATIVAS II. TÉCNICAS CUANTITATIVAS Y TÉCNICAS CUALITATIVAS: ¿SÓLO UNA CUESTIÓN EPISTEMOLÓGICA?........................................................................ 98 99 100 101 10 3 104 106 108 114 111.1. Conducta e intercambio social.................................................. 111.2. De las teorías del aprendizaje social al conductismo sociocognitivo..................................................................................... ^ IV. EL COGNITIVISMO EN PSICOLOGÍA SOCIAI......................................................... III. MÉTODO HIPOTÉTICO-DF.DUCTIVO VERSUS MÉTODO INDUCTIVO. EL PAPEL DE LA TEORÍA ................................................................................................. IV. LA ACUMULATIVIDAD DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO V. RAZÓN CAUSAL FRENTE A INTERPRETACIÓN VI. EL EXPERIMENTO DE LABORATORIO. DISEÑOS EXPERIMENTALES O DISEÑOS CORRELACIONALES...................................................................................... VIL EL EXPERIMENTO DE LABORATORIO: ¿UN PARADIGMA METO­ DOLÓGICO PARA LA PSICOLOGÍA SOCIAL? ....................................................... VIII. REFLEXIONES FINALES PERO INACABADAS EN TORNO A LA METO­ DOLOGÍA .................................................................................................................................. Teorías de la consistencia. La disonancia cognoscitiva de Festinger........................................................................................... * IV.2. Las teorías de la atribución......................................................... IV.3. La noción de esquem a ................................................................................ IV.4. Sesgos y errores en la cognición................................................ V. ASPECTOS INDIVIDUALES Y SOCIALES DE LA COGNICIÓN SOCIAL .. • IV. 1. 60 \ 4. LA PSICOLOGÍA SOCIAL EU RO PE A 65 8. * I. RELACIONES INTERGRUPAI ES, IDENTIDAD SOCIAL Y CATEGORIZACIÓN ....................................................................................................................................... II. LA PSICOLOGÍA SOCIAL DEL CAMBIOtLA INFLUENCIA MINORITA­ RIA ................................................................................................................................................. III» LA “TEORÍA” DE LAS REPRESENTACIONES SOCIALES ................................. 66 NOTAS FINALES ACERCA DE LAS CARACTERÍSTI­ CAS Y OBJETO DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL ............. 116 125 EPÍLOGO .............................................................................................................................................. 70 74 BIBLIOGRAFÍA ............................................ ..................................................................................... ÍNDICE DE NOMBRES..................................................................................................................... 127 145 5. DEL INDIVIDUALISMO AL SUBJETIVISMO. ¿U N A NUEVA PSICOLOGÍA S O C IA L ? I. NATURALEZA, HISTORIA Y RELATIVIDAD DEL CONOCIMIENTO SO­ CIAL .............................................................................................................................................. 83 83 86 88 II. SUBJETIVISMO Y OBJETIVIDAD EN PSICOLOGÍA SOCI A l.............................. III. PARTICULARISMO VERSUS PSICOLOGÍA SOCIAI. TRANSÍ JUl .TURAL ... IV. CONSTRUCTIVISMO VERSUS OBJETIVIDAD ........................................................ 90 ambos inacabados.Como un cruce de caminos entre los destinos indi­ vidual y colectivo de hombres y mujeres. Ambos tentativos. Carlos Fuentes ... pero ambos narrables y mínimamente inteligibles si previamente se dice y se entiende que la verdad es la búsqueda de la verdad. Distintas son las personas que de una u otra forma han contribuido a su culmi­ nación. María Ros. A todos ellos mi agradeci­ miento por el tiempo que dedicaron a discutir conmigo diferentes as­ pectos de este libro. Tomás Ibáñez. También a Javier Abásolo por su estímulo intelectual y confianza personal y a Felipe Contreras por su trabajo en las correcciones de pruebas. tan “invisible” como necesario. Sagrario Ramírez. N ydza C o­ rrea. José Ramón Torregrosa y Josefina Zaiter. la ayuda de Teresa Garlake y de Colin Fraser fue de un gran valor en la elaboración inicial de este libro. Otras personas han contribuido con sus críticas y sugerencias a la finalización del mismo: Joelle Bergere. Frederic Munné. D urante mi estancia en la U niversidad de Cam bridge. Florencio Jiménez Burillo. Alicia Garrido. Eduardo Crespo. José Luis Sangrador.AGRADECIMIENTOS Este libro está escrito en diferentes momentos y lugares. . En el segundo capítulo se analizan algunos estudios iniciales de lo que podríam os denom inar. Se trata. En el primero. resulta interesante para poder situar histórica­ mente la polémica entre dos concepciones divergentes de la psicolo­ gía social. aunque analizadas en algunos textos o artículos a lo largo del presente siglo. Llevar a cabo esta última tarea correría el riesgo de convertirse en un catálogo de teorías. desde una visión histórica y crítica. no resultaría una tarea baladí para la psicología social contemporánea si entende­ mos que ésta debe ser más social y menos individualista. Ambas tradiciones de pensamiento. los estudios de Floyd Allport vendrán a . de un nuevo protagonismo social de las masas. han sido ignoradas sistemáti­ camente por una psicología social predominantemente individualista. im­ portantes a finales del siglo XIX. métodos y aplicaciones para el que dispo­ nemos de una ingente bibliografía cuyo ritmo de publicación excede al de la lectura reposada de cualquier persona. de un camino selectivo antes que de un análisis exhaustivo de todo lo que hoy en día es o constituye el ser histórico de la psicología social. se describen de forma crítica las aportaciones de la psicología de los pueblos de Wundt y las aportaciones de la psicología de las masas. La contraposición entre los dos m a­ nuales de psicología social de McDougall y de Ross.PRÓLOGO Este libro constituye un esfuerzo de síntesis de lo que es uno de los posibles caminos en el análisis de la psicología social. Las páginas que so­ meto a tu paciente criterio de lector todavía anónimo están divididas en ocho capítulos. Algo posteriores. la recupera­ ción de estos textos. En unos momentos como los actuales. aparecidos en el mismo año de 1908. Ambas forman el entra­ mado de lo que autores como Blanco (1988) denominan tradición grupal en psicología social. siguiendo de nuevo a Blanco (1988). tras unas breves consideraciones sobre la natura­ leza histórica del conocimiento psicosocial. como tradición individualista. ante todo. de resurgimiento de los nacio­ nalismos y de reforzamiento de los movimientos sociales en todo el mundo. No en balde. así como para analizar otras corrientes teóricas afines. El seguimiento del primero de los aspectos anteriormente señalados se realiza en los capítulos dedicados al análisis de algunas teorías contemporáneas en psicología social. En el capítulo quinto. Finalmente. Así. la teoría de la identidad social y la teoría de las representaciones sociales forman los tres enfoques teóricos a los que está dedicado este capítulo.XIV J o s é Luis A lvaro E stram iana P ró lo go XV consolidar dos aspectos claves del paradigma dominante en la disci­ plina. por otro. por un lado. una menor in­ cidencia. Los diferentes modelos de la atribución recogerán el testigo de este predominio durante la década de los setenta para. intentan ofrecer una síntesis de lo recogido en páginas anteriores y señalar algunas herra­ mientas teóricas y metodológicas desde las que construir una psicolo­ gía social más social y más abierta a diferentes metodologías. Al mismo tiempo. capítulo octavo. tendrá. uno de los rasgos distintivos de algunos de los modelos teóricos que constituyen dicha psicología social es su reivindicación de una dimensión más social para la misma. a su vez. La descripción de aspectos claves del modelo propuesto por Floyd Allport es. Todas estas teorías y modelos expli­ cativos pueden ser analizados desde dos de los ángulos desde los que interpretar críticamente los cambios en los paradigmas dominantes en psicología social. Los marcos teóricos que aquí se exponen forman el entra­ mado de la psicología social contemporánea y dan continuación a la constitución histórica de la psicología social tratada en los dos prime­ ros capítulos del libro. La inclusión del interaccionismo simbólico. como son su carácter individualista y su fe en la metodología experimental. obviamente. así como de otras teorías que guardan una mayor similitud con los planteamientos de este marco teórico. y entre modelos cognitivos y modelos conductistas. le seguirá una reacción de teorías cognitivas. por ejemplo. 11 capítulo cuarto es una incursión en la denominada psicología social europea. y que sirven para definir una concepción teórica de la disciplina. una de las posibles guías con las que ir estudiando los cambios en la psicología social acaecidos en los últi­ mos años. Un tercer elemento. también puede ser analizada desde esos mismos ángulos a los que me acabo de referir. con una especial referencia al ex­ perimento de laboratorio. y que son la contraposición entre explicaciones sociales e individuales. la división entre teorías centradas en el medio y teorías centradas en el individuo nos será útil para situar las diferentes concepciones del interaccionismo. Las conclusiones finales. ceder terreno a la consolidación de diferentes propuestas y modelos que configuran el paradigma sociocognitivista en nuestros días. como es el contexto behaviorista en que se enmarcan sus estudios. Entre la publicación de la psicología social de Floyd Allport en 1924 y la psicología social de posguerra ocurren hechos significativos en el decurso de la disciplina que han sido cubiertos señalando algu­ nos de los desarrollos tanto teóricos como empíricos más importan­ tes que tienen lugar en este periodo. al surgimiento de las teorías sobre el in­ tercambio o de la comunicación persuasiva de los años cincuenta. La psico­ logía de las minorías activas. como la de la disonancia. . que serán predominantes en los años sesenta. no obstante. La finalidad de los capítulos ter­ cero y cuarto es la de ofrecer una visión crítica de algunos de los principales desarrollos teóricos que han tenido lugar en las últimas décadas. No olvidemos que el interac­ cionismo se propone como una teoría conductista pero sin exclusión de los procesos mentales. En el capítulo sexto se definen las características de algunos mo­ delos no reduccionistas de explicación del comportamiento social. el capítulo séptimo está dedicado a los aspectos me­ todológicos de la psicología social. a propósito de las posturas expresadas por psicólogos sociales como Gergen o Bar-Tal y Bar-Tal. se lleva a cabo una crítica de lo que podríamos denominar como el nuevo enfoque individualista en la psicología social actual. si­ guiendo el modelo de Gergen (1982). y en psicología social. como explicaciones centradas en el medio y explicaciones centradas en el individuo. sino que es con­ sustancial a la propia historia del conocimiento social. mientras que la segunda pretendería destacar el carácter autónomo de la conducta y la determinación de las estructuras sociales por procesos de carácter individual. por un lado. y han consti­ tuido y constituyen. en nuestra disciplina sobre el tipo de explicación más adecuado al comportamiento humano. en la actualidad. diferentes formas en las que diversos dualism os —su b jetiv id ad -o b jetiv id ad .INTRODUCCIÓN Durante los últimos años asistimos a un debate en las ciencias socia­ les en general y. en la actualidad. acción-con­ ducta. y la realidad construye a la persona. individualism oholismo. Ciertamente. etc. naturaleza-cultura. lo cierto es que los paradigmas do­ minantes en psicología. M ien­ tras que en Platón el individuo. explicación-comprensión. por otro. Si bien hay un cierto reduccionismo en esta división entre ambos tipos de psicología social. ambas tradiciones filosóficas se corresponderían con dos líneas de pensamiento diferentes. ne­ cesita de la asociación con sus semejantes. como las que representan Platón y Aristóteles. Este debate ha adoptado. Tiene antece­ dentes tan lejanos como los que caracterizan a posiciones filosóficas contrapuestas. para convertirse en un ser social.— han constituido los ejes de una polémica central para la psicología social. p. más concretamente. Ambas corrientes de pensamiento pueden ser denominadas. idealism o-m aterialism o. Ciertamente. para Aristóteles el hombre es un ser social por naturaleza. dos psicologías sociales diferen­ ciadas: una psicología social psicológica y una psicología social socio­ lógica. 59) denomina cambios entre dos supuestos diferentes como son: la persona construye la realidad. responden a lo que Buss (1978. y sigue adoptando. La primera vendría caracterizada por enfatizar el carácter determinante de las instituciones sociales en el comportamiento individual. no se trata de una polémica nueva. Siguiendo a Graumann (1988). los principales para- . descri­ bir mi visión de la psicología social. Diferentes autores nos alertan acerca de la necesidad de una reconstrucción histórica de la disciplina (Blanco. y tiene como hilo conductor el análisis de aspectos que considero que son claves para ejemplificar mi concepción sobre la psicología social. que nos han de­ jado constancia de ello en los ya numerosos manuales de psicología social existentes. C ollier y otros. Esa labor ya ha sido realizada. en uno u otro para­ digma teórico o metodológico no es algo intrascendente para la psi­ cología social. entre nosotros. al tiempo que justifica y legitima la ortodoxia del quehacer presente de ese mismo saber. de forma excelente. suponen cam­ bios de uno a otro de los supuestos mencionados. 1991). por otros autores tanto españoles como extranjeros. 1991. No es mi preten­ sión. ACUMULATIVIDAD DEL CONOCIMIENTO Y PSICOLOGÍA SOCIAL. Asimismo. La elección de los temas aquí desarrollados es. en cuya base se encuentra la raison d'étre de la psicología so­ cial. 1979). HISTORIA. realizar un repaso de los antecedentes filosóficos de las diferentes formas de entender la psicología social. quien afirmaba que «la disciplina ha alcanzado tal grado de desarrollo y sofisticación que permite que muchas de sus conjeturas pronto se conviertan en teoremas comprobados». tanto en su vertiente psicológica como sociológica (véase Jiménez Burillo y otros. psicólogos sociales como Meliá (1987). en este libro. BREVES APUNTES INTRODUCTORIOS Asistimos en los últimos años a un renovado interés por la historia de la psicología social. como ya quedó dicho. Algunos de estos psicó­ logos sociales nos recuerdan que situar los comienzos de la psicología social en uno u otro estudio. 185). 1993. M orawski. supuesto donde asentar . Situar un origen supone dar una historia al quehacer de una forma de conocimiento. Lück. la propia historia de una forma particular de conocimiento social va dando a quienes la practican la idea de una acumulatividad del saber dentro del paradigma teórico-metodológico al que se está adscrito. Esta noción de la acumulatividad del saber no es ajena ni a la psicolo­ gía social en su conjunto ni a la psicología social española. afirman que una de las características que definen a la psicología social es la de te­ ner un carácter acumulativo. cada vez más confuso y extenso. sino tan sólo identificar algunos de los dualismos que han nutrido las polémicas habidas entre los que se dedican a su estudio para. Ibáñez. por desvelar los determinantes sociohistóricos de la producción del conocimiento psicosociológico. Lejos de mis objetivos.X V III J o s é Luis A lvaro E stram iana 1. 1987. Collier y otros. El establecimiento de principios o leyes universales según las cua­ les se regularía el comportamiento humano. en uno u otro autor. Se trata de la resolución de una paradoja. 1987. el realizar un análisis exhaus­ tivo de las diferentes teorías y modelos que constituyen el entra­ mado. selectiva antes que exhaustiva. 1990. como son el conductismo. de lo que conocemos como psicología social. Stephan y Stcphan. 1991. Idea ya expresada con anterioridad por numerosos psicólogos sociales. el enfoque cognitivo. p. Reciente­ mente Pettigrew (1991) destacaba como una de las causas de la debili­ dad de la teoría generada en la psicología social contemporánea el hecho de centrarse en efectos aislados y no acumulativos. para mí sólo aparente contradicción entre lo individual y lo social. como por ejem plo Zajonk (1980. También. 1992. Graumann. el psicoanálisis y la psicología humanista. COMIENZOS DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL digmas teóricos en psicología. I. finalmente. por tanto. Las páginas siguientes de este libro también pueden ser objeto de esta última crítica. en donde se erige como uno de los pilares de la disci­ plina el método experimental utilizado en las investigaciones de Triplett. A llport. parte de su historia. antes de que Triplett publicase los resultados de sus experimentos —Haines y Vaughan (1979) nos muestran cómo la fecha en que Triplett publica sus estudios no puede darse como un acontecimiento histórico en la psicología social por la sencilla razón de que Triplett no fue el primer psicólogo social experimentalista— y de que Ross y McDougall vie­ ran impresos sus manuales. 1991)... políticos y sociales. 145-146]. En último término. y éstos forman... Tampoco que un autor considerado como fundamental en un caso ni tan siquiera sea men­ cionado en otro texto de psicología social (véase Collier. ya existían dos tradiciones que pueden ser consideradas como precursoras y constituyentes de la psicología . 1991.. Partiendo de esta concepción. apro­ piado para las explicaciones en psicología social. en donde no queden excluidas perspectivas diferentes para su comprensión. es un claro ejemplo de lo que acabo de señalar. que en un manual de la disci­ plina se incluya una teoría excluida en otro. no es sólo en un pasado escrito sino también en un conocimiento atento a los cambios sociales e influido por di­ chos cambios en donde debe radicar el rumbo de la psicología social.]. Asi­ mismo nos alerta de cómo cualquier pugna de intereses —y la ciencia no es ajena a intereses económicos. el análisis histórico nos muestra ejemplos de acomodación ideológica del cono­ cimiento generado en las ciencias sociales (véase Bergere. II. en definitiva.. publicada en 1954 y reeditada en 1968 y 1-985. pues como en todo texto los presu­ puestos teóricos y metodológicos del autor guían la selección de los autores y teorías que sirven para ilustrar sus ideas.]. Y esto no es válido sólo para sus objetivos sino también para sus pre­ supuestos teóricos y sus prácticas metodológicas. pp..] hablar de una psicología “desenmascaradora” desde presupuestos socio­ lógicos y/o históricos (por ej. LA PSICOLOGÍA COLECTIVA Si atendemos a lo que se ha venido en considerar como los comien­ zos de la psicología social. no es. Así. Minton y Reynolds. 1988). Nos encontraríamos entonces con una prác­ tica experimental semejante a la actual pero orientada por un programa utó­ pico [Fernández Dols. quien afirma que: [. Desde mi punto de vista. por ejemplo. Una historia que está sujeta tanto a omisiones como a múltiples reconstrucciones. marxistas) carece de sentido desde el interior de la propia psicología. sino que se encuentra inmerso en el devenir histórico y cultural de toda sociedad. W. parece que no tendríamos otro remedio que mencionar a Triplett (1898) y sus estudios experimentales o ha­ cer referencia a la fecha de 1908. en última instancia— entre grupos enfrentados lleva a cada uno de ellos a realizar una particular reconstrucción histórica del conocimiento que legitime sus ideas. la idea de que son posibles otras formas de in­ terpretación histórica de la disciplina. El problema básico reside en reconocer que las ciencias sociales tratan del com porta­ miento humano y que éste no está sujeto a las regularidades del mundo físico. 1993) y metodológico. momento en el que se publican los manuales en psicología social de Ross.2 J o s é Luis A lvaro E stram iana C o m ien z o s d e la p sico lo g ía so cia l 3 la acumulatividad del conocimiento social. Sin negar la importancia que para el desarrollo de la psicología social ha tenido la práctica experimental. dicho trabajo puede desarrollarse perfectamente con el esquema de la actual psicología social: basta con que el conjunto de signos que ésta genera se articulen en torno a un proyecto de crítica utópica [. del que trataré a continuación. ya que ésta construye su objeto desde una tradición de pensamiento distinta [. 1990. Frente a una idea mecanicista del progreso científico. No obstante. No debe extrañarnos. Introduction to Social Psycbology. Social Psycbology. en este libro pretendo de­ fender la necesidad de un pluralism o teórico (véase Munné.. Esto no quiere decir que no sea posible ningún tipo de acumulatividad en el conocimiento de la realidad so­ cial. por tanto. de poder. En el análisis del pensa­ miento psicosocial tienen cabida presupuestos sociológicos e históri­ cos. pero la hace contingente del contexto histórico y social. nos encontramos con interpretaciones históricas de la psicología so­ cial como la de G. El establecimiento de leyes probabilísticas garantiza dicha acu­ mulatividad. y de McDougall.. El caso de Wundt. Esta idea puede ejemplificarse en un intere­ sante libro de un psicólogo social como Fernández Dols (1990). una parte importante de psicólo­ gos sociales considerarían que todo aquello que no esté sustentado por la lógica expcrimentalista no debería formar parte de la historia de la psicología social. sin embargo. conocedor de las ideas de Lazarus y Steinthal. Steinthal (1823 1899). la Vólkerpsychologie debe ser entendida como complementaria de una psicología de la conciencia individual. y un filólogo. a mi juicio. las costumbres y los mitos. salvo en lo que se refiere a los estudios sobre lenguaje y pensamiento. 1983). El desarrollo mental de cualquier comunidad no puede ser entendido como el desarrollo de la conciencia individual. en relación a Lazarus y Steinthal. sentimiento que va a cobrar una fuerza especial con el surgi­ miento del nacionalismo (véase Dazinger. Lazarus (1824-1903). esenciales para entender los antecedentes históricos de la Vólkerpsy­ chologie. de ahí que la investi­ gación de las funciones y productos del pensamiento a través del mé­ todo introspectivo sea en este caso inadecuada. Diferente será el caso de Wundt y su Vólkerpsychologie. los encargados de dar a conocer en el ámbito científico. Como tal. es diferente a la que ambos mantienen por su rechazo del isomorfismo entre procesos individuales y procesos interindivi­ duales y su preocupación por el estudio de la evolución humana a través de sus creaciones mentales. las ideas derivadas de esta nueva ciencia No es. 37) da de la Vólkerpsycholo­ gie . H. aquello que configura un modo armónico de hacer. debería ser el objeto y marco de la psicología social. es decir. VÓLKERPSYCHOLOGIE: ANÁLISIS HISTÓRICO Y CONSECUENCIAS PARA LA PSICOLOGÍA SO CIAL CONTEMPORÁNEA La división político-administrativa y el desarrollo de una conciencia nacional son dos de las características de la Alemania del siglo XVIII. del espíritu que es la Vólkerpsychologie. podemos distinguir tres planos dife­ rentes en la trayectoria e interés intelectual de Wundt: creación de una psicología experimental. más que por una psicología dife­ rencial de las características de comunidades culturales diferentes. in­ tentando enlazar ese análisis o reconstrucción histórica con lo que constituye una visión de lo que. Para W undt (1916). a través de los veinte volúmenes de la revista Zeitschrift fu r Vólkerpsychologie und Sprachwissenschaft (1860). hasta W ilhelm Wundt (1832-1920) cuando la Vólkerpsychologie cobra su formulación más detallada en una ex­ tensa obra de diez volúmenes: Vólkerpsychologie: Eine Untersuchung der Entwicklungsgesetze von Sprache. M. como son el lenguaje. 1900-1920). 1983). brevemente. De acuerdo con Farr (1983). de una metafísica científica y de una psi­ cología social. las men­ tes. constituyen los comienzos de la psicología social en Rusia. Analizaré. donde se nos ofrece un desarrollo conceptual y teórico de la psicología social —ciertamente Wundt no utiliza el término psicología social más que en una ocasión (Lück. Serán un lilósofo. de pensar e instalarse frente al mundo. las aportaciones de ambas psicologías.4 J o s é Luis A lvaro E stram iana C om ien z os d e la p s ico lo g ía so cia l 5 social moderna: la psicología de los pueblos y la psicología de las masas. La descripción que Blanco (1988. es esencialmente un producto del pensamiento social alemán y de los esfuerzos de creación del Estado-nación ale­ mán. de aquello que hace de varios individuos un solo pueblo. III. La psicología experi­ . Mythus und Sitte (W undt. p. Para estos autores es esencial que junto a una psicología individual exista una psicología de los pueblos constituida por el estudio de sus productos culturales. sin embargo. razas y comunidades y encontrar las leyes que están regulando las m anifestaciones concretas de los diversos Volksgeist. las almas de los diferentes pueblos.VEl estudio de los procesos mentales como un producto cul­ tural e histórico y la importancia atribuida al lenguaje en la construc­ ción de un pensamiento compartido sobre el que se asienta la idea de nación. es la siguiente: La psicología de los pueblos es una especie de historia psicológica de la hu­ manidad cuyo objetivo se centra en describir cómo son los espíritus. de acuerdo con Budilova (1984). Casi cincuenta años antes de que Wundt publicase sus primeros escritos sobre la Vólkerpsychologie aparecen en Rusia los primeros en­ sayos sobre una psicología de carácter etnográfico que. Esta nueva disciplina en­ cuentra en la comunidad cultural — Volk— el punto de referencia esencial para explicar esas formas de comportamiento colectivo que trascienden a los individuos y que no pueden ser entendidas más que por la asociación de éstos en una comunidad cultural y por referencia a un espíritu o mente común — Volksgeist— a todos ellos. 1987)— con influencia en el desarrollo de las ciencias sociales contemporáneas así como en la propia psicología so­ cial actual (véase Farr. La postura de Wundt. de aquello que convierte la diversidad en comunidad. son los rasgos principales de esta “psicología social” rusa^ La falta de un desarrollo teórico y metodológico será la causa de que esta psicología etnográfica quede sin desarrollar. lo cierto es que el rechazo mostrado por Wundt a una explicación psi­ cológica de los procesos mentales colectivos. no debe olvidarse que no puede haber V ólkerpsychologie fuera de los individuos que entran a formar parte de relacio­ nes recíprocas. como productos de una experiencia colectiva a la que el individuo aislado no puede tener acceso. es decir por estados de la con­ ciencia individual [Durkheim. al proveer de los principios necesarios para una interpretación de los complejos procesos de la conciencia individual [Wundt. 1916. Éste será para nosotros el criterio que defina el objeto de la V olkerpsychogie [. como el análisis conductista de Mead será capaz de ilustrar el proceso de ontogénesis de la mente a través de la comunicación de gestos significantes. . el lenguaje. para quienes los procesos cognitivos superiores no son fenómenos naturales sino que tienen una géne­ sis sociohistórica. No nos ha de extrañar que la traducción al inglés de los tres primeros volúmenes de su Psicología de los pueblos lleve el subtítulo de Apuntes para una psicología histórica del desarrollo de la humani­ dad (1916). pero es gracias a su influencia. la religión. p. la división entre psicología experimental y Vólkerpsychologie no sólo refleja. se ve com­ plementada por el estudio de los procesos mentales como creaciones colectivas (el lenguaje. inexplicables en términos de una con­ ciencia individual. al presuponer la acción recíproca de muchos. mantenidos por la asociación de los miembros de una comunidad: La V ólkerpsychologie puede ser considerada como una rama de la psicología [. sino que da respuesta a una interesante polémica en psicología social: de un lado. etc. por lo tanto. la Vólkerpsychologie de Wundt es un intento de estudio de la génesis de la mente humana como producto social e his­ tórico. de otro. Si bien se ha entendido que la influencia de W undt en Durkheim se debe más a su enfoque positivista que a su Vólkerpsychologie. porque sólo en términos de gestos que son símbolos significantes puede existir el pensamiento [Mead. sólo que en este caso se trata de contextualizar dicha relación.. no pueden ser entendidos más que como productos del pensamiento colectivo. es un suplemento importante de esta última. W undt en su Vólkerpsychologie podemos encontrarla en Vigotski (1896-1934) y Luria (1901-1978). una psicología ge­ neral. como es la dificul­ tad de Wundt para relacionar el proceso de comunicación con el sur­ gimiento de los procesos mentales.]. a quien este último visita en Leipizg (1885-1886). ya desarrollada de forma pormenorizada en los diez volúmenes que constituyen su Vólkerpsychologie. En definitiva.. 3]. Asimismo. 90].. U na postura m uy sim ilar a la defendida por La relación entre los procesos mentales y el lenguaje la encontra­ mos de nuevo en Vigotski y en Luria. 1934/72. La primera. la incidencia de Wundt sobre Mead es notoria. Ciertamente hay diferencias entre ambos. La idea de que la cultura es un proceso colectivo sujeto al devenir histórico es central en el pensa­ miento de W undt. a través de sus estudios sobre el lenguaje de gestos. Su objetivo es el estudio de los productos mentales que son creados por una co­ munidad humana y que son. Si bien esta última descansa en los principios de la V ólkerpsychologie. La influencia de la Vólkerpsychologie de Wundt en Durkheim. p. para la que propone el método introspectivo como método de análisis de los procesos mentales individuales. la V ólkerpsychologie es un elemento indis­ pensable de la psicología de la conciencia individual.] en el análisis de los procesos mentales superiores. Para Wundt. de darle unas coordenadas sociohistóricas y no meramente ontogenéticas. su estudio como productos sociales. Es en este texto donde Wundt explica las razones que le llevan a adoptar el nombre de Vólkerpsychologie y que. si atendemos a su contenido. sin embargo. Si bien la figura y los temas planteados por Wundt en su Vól­ kerpsychologie aparecen escasamente reflejados en los manuales de psicología social. diversas cuestiones planteadas por este psicólogo alemán son esenciales para entender algunos aspectos de la psicología social actual.). aunque diferenciada de la del sociólogo francés —ya quedó señalada la proximidad entre la definición que Wundt da de Vólkerpsychologie y una concepción no reduccionista de la psicología social— presenta analogías con la no­ ción que Durkheim tiene sobre el hecho social como algo externo al individuo e irreductible a una explicación psicológica: Nos parece totalmente evidente que la materia de la vida social no puede ex­ plicarse por factores puramente psicológicos. los mitos. la religión. 15].6 J o s é Luis A lvaro E stram iana C o m ien z o s d e la p s ico lo g ía so cia l 7 mental de Wundt. de forma tal que también la V ólkerpsychologie presupone una psicología individual o. En primer lugar. como generalmente se la denomina. etc. en el contexto de la experiencia social: La existencia de la mente o de la inteligencia sólo es posible en términos de gestos como símbolos significantes.. la interpretación de los procesos cognitivos superiores como procesos individuales y.. originados en el transcurso de la historia. p. 1895/1976. vemos que se trata de una psicología social histórica. el arte. es también im por­ tante para comprender la concepción sociológica de este último. como productos de la asociación de las personas. 311). 1988). Conciencia/representación individual-conciencia/representación colectiva son los dos extremos de una contradicción en la que se va a encontrar la psicología social desde sus orígenes y de la que trataremos posteriormente. lo que es aún más importante. 1988). así como de no haber considerado la posibili­ dad de estudiar la interacción social como objeto de su psicología so­ cial. y acontecimientos posteriores a la muerte de Wundt en 1921.8 J o s é Luis A lvaro E stram iana C om ien z os d e la p sico lo g ía socia l 9 La influencia de Wundt en Durkheim (1898) es también percepti­ ble en su separación entre representación individual y representación colectiva (Dazinger. señalar lo que su Vólkerpsychologie puede aportar para la psicología social contemporánea. Diversos acontecimientos. Es cierta­ mente arriesgado asumir la validez universal de este modelo. como es el caso de Emile Durkheim. Opiniones similares a la expresada por Dazinger las encontramos en otros psicólogos sociales como Jaspars (1986). en los que se asociaba su psicología cultural con el surgimiento del nacional-socialismo. 1986¿i). como producto de dicha interacción. la última se correspondería con el campo de estudio de la sociología. Los orígenes de la psicología social se encuentran asociados a esta segunda perspectiva de carácter sociológico. entre lo individual y lo social. a través de cul­ turas. el individualismo metodológico. Dazinger. IV. 1983. o Farr (1990). LA PSICOLOGÍA DE MASAS La psicología de masas. 1983). 1983. Lo que aquí interesa destacar es no sólo la in­ fluencia que los estudios de Wundt ejercieron en el pensamiento de fi­ guras tan destacadas para la psicología social como George Herbert Mead. o para la sociología. que resalta su carácter precursor en los orígenes de la psicología como ciencia experimental y olvida su Vólkerpsychologie: claro ejemplo por otra parte de una psicología social de carácter sociológico. sin embargo. bien a una repre­ sentación distorsionada de su pensamiento. en la que el objetivo es el estudio de la vida mental colectiva. entre los qué cabe destacar el predo­ minio conductista en psicología. la religión. 1983. que no será traducida al inglés más que muy parcialmente. síntesis que encontraremos formulada en Mead con su concepto del self y su estudio de la interacción social (Dazinger. Lo que la Vólkerpsychologie ofrece es un modelo alternativo donde los procesos psicosociológicos son tratados como atributos de un sujeto colectivo constituido por la interacción de las personas y su acción común no intencionada. para quien la recu­ peración de los postulados teóricos y metodológicos de la Vólkerpsy­ chologie es necesaria para el renacimiento de una psicología societal. y su apertura hacia métodos no experimentales en el estudio de los productos de la mente colectiva como el lenguaje. y de la cultura. y por tanto no reductibles a una psicología individual. Recuperar los postulados de Wundt para la psicología social con­ temporánea no sólo constituye un ejercicio de memoria histórica sino que es. quien des­ cribe excelentemente este hecho de la siguiente forma: Los psicólogos y los psicólogos sociales a menudo encuentran dificultades en considerar los procesos sociales en términos diferentes a los que provee el modelo de sujetos independientes que persiguen fines individuales. tan sólo m uy recientemente ha empezado a tener en consideración los temas centrales de la Vólkerpsychologie. constituida por el estudio de las propiedades de la conciencia individual. junto con la Vólkerpsychologie. quien propone una psicología social de orientación sociológica como la que encontramos en los inicios de la Vólkerpsychologie. bien a ignorar su Vólkerpsychologie. las costumbres o los mitos. 1983. como acaba de quedar descrito. La primera sería objeto de la psicología. Farr. Farr. han llevado. Sin embargo. La importancia de la Vólkerpsy­ chologie de W undt para la psicología social actual es clara y así ha sido destacada por autores como Dazinger (1983. subculturas y en un tiempo histórico. importante para una psicolo­ gía social contemporánea que. resultado de la interacción entre individuos (véase Graumann. tanto en la formación de toda organización social como en la explicación de todo estado psi­ cológico individual. 1986a\ Graumann. 1990. tal y como indica Graumann (1988). el estudio de los procesos mentales como produc­ tos históricos y sociales. Ciertamente. son aspectos a tener en cuenta en una concepción no reduccionista de la psicología social. al describir la teoría de las representaciones sociales como un intento de superación de ambos polos en dicha polémica. constituyen los enfoques principales en la formación moderna de la psicología so­ . sino. característico de una gran parte de la psicología. p. la influencia del paradigma positivista (Farr. la psicología social de Wundt adolece de una mayor síntesis entre su psicología individual y su psicología colectiva. la importancia atribuida al lenguaje. Ortega y Gasset (1930/83). El estudio de las masas constituirá una preocupación desde la que se irá construyendo la psicología social europea. y de la diada a los procesos cogmtivos que transcurren en la cabeza del individuo» (Ibáñez. 1988). sino más bien. sino también en Rusia (véase Budilova. No sólo en Ita­ lia y Francia (véase Blanco. el simple hecho de que se hayan transformado en masa les dota de una especie de alma colectiva. quien acusa a Le Bon de haber plagiado sus ideas. la psicología de masas tiene unas coordenadas sociohistóricas. p. Una psicología social que con el devenir del tiempo «ha redu­ cido su objeto de interés. pensar y actuar de un modo com­ pletamente distinto a como lo haría cada uno de ellos por separado [Le Bon. y el in­ dividuo deja de comportarse racionalmente para dejarse llevar por el espíritu irracional de aquélla. Un recorrido por algunos de los autores más representativos en el estudio de la psicología colectiva nos servirá como pretexto no sólo para indicar los orígenes de la psicología so­ cial europea sino también para hacer una reflexión sobre la importan­ cia de la incorporación de los estudios de psicología colectiva en el quehacer de la psicología social actual. nos permitirá analizar uno de los debates que mayor tensión ha generado entre los defensores de ambas tradiciones. Este alma les hace sentir. En las páginas siguientes no ha sido mi pretensión hacer un exa­ men pormenorizado de los estudios de psicología de masas realizados en los inicios de nuestra disciplina. dar una idea del carácter no indivi­ dualista. Es en la Psicología de las masas de Le Bon (1895/1983) donde en­ contramos un claro reflejo de los factores anteriormente señalados. una concepción negativa del com­ portamiento de la masa.10 J o s é Luis A lvaro E stram iana C o m ien z o s d e la p sico lo g ía socia l 11 cial. LA PSICOLOGÍA DE MASAS: APUNTES PARA UNA PSICOLOGÍA SOCIAL DE LAS MULTITUDES Como toda forma de conocimiento social. los orígenes de la psicología social se encuentran aso­ ciados a los estudios sobre la psicología de las masas. carácter o inteligencia. Le Bon comparte con otros autores contemporáneos. influida por los estudios de Le Bon y Tarde. V. todas las características positivas que definían el comportamiento individual se difuminan. si exceptua­ mos la tradición psicosocial rusa. 1984). pasando de las masas al grupo. la creciente industrialización y consiguiente urbanización y creci­ miento de las grandes ciudades. La comparación entre esta tradición psicosociológica y lo que Blanco (1988) llama la tradición individualista. del grupo a la diada. y que no es otra cosa que una psicología social psicológica. se preo­ cupará por el tema publicando su libro La rebelión de las masas. de la psicología social en sus orícgenes. En palabras de este autor. aunque de forma más tardía. En opinión de este autor. por similares o distintos que puedan ser sus géneros de vida. por ser un siglo de cambios acelerados e inestabilidad social: los procesos revolucionarios en diferentes lugares de Europa. el temor al poder de las masas. al formar parte de la masa organizada. y el miedo a su irrupción en el devenir de la historia son los factores que provocarán la reacción de las clases dominantes y por ende de los científicos sociales «alineados» con la ideología de las mismas. El siglo XIX se caracteriza. sus ideas no son novedosas y se encuentran en escritos anteriores. los desplazamientos migratorios. 1990. como lo demuestra la publicación por Park (1904/72) de su diserta­ ción doctoral. Los mecanismos a través de los cuales se puede explicar el proce­ der inconsciente e irracional de las masas son la sugestión y el con­ tagio: . 29]. Si bien el libro de Le Bon conoció una rápida difusión. pierden su fuerza. será ajena a esta tradición. Las ideas de Le Bon tam bién tendrán in flu en cia en Freud * (1921/69). En definitiva. el surgimiento de los diversos movimientos nacionalistas y la cada vez mayor influencia de los sindicatos. 57). Tampoco Alemania. principalmente. forman un conjunto de factores 1895/1983. y donde la diferencia entre masas y público constituye uno de sus ejes centra­ les. poder expresado a través del sufragio universal o de un proceso revolucionario. el ascenso de las masas es sinónimo del de­ clinar de la raza y de la civilización. al menos en sus objetivos. p. Asimismo en España. al hilo de alguno de sus autores más representativos. ocupaciones. que determinan todo un periodo de convulsiones y agitación política en la mayor parte de los países europeos. autor de Les foules criminelles. El hecho más llamativo que presenta una masa psicológica es el siguiente: Sean cuales fuesen los individuos que la componen. como los de Gabriel Tarde o de Scipio Sighele (1891). Acabamos de señalar el predominio en Tarde de una visión pesi­ mista de las multitudes. pero queda por hacer una psi­ cología del público. las ideas frente a la pasión. Una multitud de hombres reunidos es mucho mas crédula que cada uno de ellos por separado. La importancia de Tarde reside también en el hecho de que. la credulidad como características del comportamiento colectivo. es. los efectos de las masas sobre el com­ portamiento individual ya no son vistos de forma unidireccional. es su prodi­ giosa credulidad que recuerda al comportamiento de un hipnotizado [. la tendencia a transformar in­ mediatamente en actos las ideas sugeridas. a di­ ferencia de los estudios dominantes dentro de la psicología colectiva. y a través de la opinión modifica el devenir social y político. En su polémica con Durkheim. una conciencia social. comparte con este autor ciertos supuestos comunes. y de un nuevo líder de masas. a través de la sugestión y el contagio. indica que ésta no debe preocuparse tanto de las multitudes como del público. nismo social. La propia idea que Tarde tiene de la imitación es similar a la de un es­ tado hipnótico. aunque diferenciada de la de Le Bon. donde el campo de la conciencia. una continua­ ción en el área de in flu e n c ia an g lo sa jo n a . dado que los procesos sociales se explican por la combinación de la interacción mental —de la influencia de unas men­ tes sobre otras a través de la imitación y el contagio— y de la innova­ ción de ideas. al contrario que las multitudes. El p u n to de v ista . The Group Mind (1920). entendido en este otro sentido. a las que caracteriza de intolerantes. El segundo se de­ riva de los descubrimientos epidemiológicos sobre el contagio bacte­ riológico de Louis Pasteur (1822-95) y de Robert Koch (1843-1912). los acerca al estado de sueño o de hipnosis.a gran excusa de las multitudes. 73]. sino como el producto de «las relaciones recíprocas entre las conciencias» (Tarde.]. p. 1901/86. 1901/86. si bien en éste predomina en mayor medida lo racional frente a lo irracional. La idea que Gabriel Tarde (1843-1904) tiene sobre la conducta colectiva. es la característica principal de una nueva y diferente multitud. 1981/85¿*).12 J o s é Luis A lvaro E stram iana C . que no lo sitúa tan lejano de la doctrina supraindividual de Durkheim.om ienzos d e la p sico lo g ía socia l 13 La desaparición de la personalidad consciente. 41). 42). un nosotros. en sus abominables excesos. y que aplicados a la explicación del comportamiento colectivo devie­ nen en contagio mental. 1901/86. sin em bargo. que de práctica terapéutica es adaptada como modelo de influencia social por los psicólogos de las masas. de la ley de la unidad mental de las masas de Le Bon. p. el público. que exista fuera y por encima de las conciencias individuales» (Tarde. más ho­ mogéneo en sus opiniones y menos variable. 1895/1983.. como vemos en Le Bon y otros autores de la época. 32]. es invadido por entero por la primera idea que se le ofrezca | Tarde. es decir. la irracionalidad. como una coleclividad puramente espiritual. como es la irrupción de la prensa escrita y su amplia difusión en las ciudades. al no poder sustraerse a un cierto determi- De nuevo la sugestión. una concepción de la masa organizada como una enti­ dad psicológica diferente e independiente de la de sus miembros. con la consiguiente creación de corrientes de opinión que agrupan a personas distintas y alejadas en­ tre sí. p. la prensa escrita: Se ha hecho una psicología de las multitudes. Un hecho nuevo. El primero deriva de la suges­ tión hipnótica. son las principales características de la masa. Con respecto al público señala que. la orientación de los sentimientos y las ideas en un mismo sentido. p. Ambos modelos dan pie a Le Bon para lo que el mismo denomina como ley psicológica de la «unidad mental de las masas». porque el hecho solo de tener su atención concentrada sobre un único objeto es una especie de monoideísmo colectivo. físicamente separados y entre los cuales sólo existe una cohesión mental [Tarde. el estado hipnótico. De acuerdo con esta concepción. el predominio de la personali­ dad inconsciente. «un es­ píritu colectivo. orgullosas e irresponsables. Ya no es él mismo sino un autómata cuya voluntad no puede ejercer dominio sobre nada [Le Bon.. El pensam iento de Tarde no está. 1904/86. como una dispersión de individuos. singular­ mente reducido. Sus diferencias con respecto a Le Bon y Durkheim provienen de su concepción más psicosocial de la conducta. La psicología de masas no sólo queda restringida al ámbito ita­ liano y francés. Graumann (1988) resume el origen de la psicología de las masas basándose en dos modelos diferentes. exento de contradicciones. p. sino que encuentra en el segundo volumen de la psi­ cología social de McDougall. o del espíritu grupal de McDougall: l. En consecuencia. la explicación del comportamiento colectivo se deriva de unos prin cip io s idénticos (véase M o sco v ici. como la aplicación de las nociones de sugestión e hipnosis a la explicación de la conducta colectiva. Tarde mantendrá que la conciencia colec­ tiva no tiene una existencia independiente de los individuos. 43]. Por lo que respecta al análisis que hace Ortega del com porta­ miento colectivo. A pesar de que el propio autor indica que su obra posterior no es más que una conti­ nuación de las concepciones expresadas en su primer trabajo. ¿ Las acciones grupales o colectivas dejan de ser la suma o el reflejo de acciones individuales o expresión de tendencias particulares de sus miembros. representan un esfuerzo por dar cuenta de ambas dimensiones del comportamiento humano. Pero dejemos hablar a Ortega: . En consonancia con esta concepción teórica del grupo desarro­ llada por McDougall.. 6]. el comportamiento de los individuos se ve modificado.. su posterior incursión en la psicología colectiva le lleva a abandonar su anterior enfoque individualista. 40-41]. sirva como botón de mues­ tra su idea acerca de lo social: [. 1920. Sin embargo. de un espíritu de grupo que se impone sobre las conciencias individuales. No obstante. Su defensa de una psicología instintivista y de una «teoría sociológica» del comportamiento colectivo nos recuerda en gran medida la separa­ ción de W undt entre psicología experim ental y psicología social. como los astronómicos o químicos. Son problemas de máxima concreción. p. lugar.14 J o s é Luis A lvaro E stram iana C om ien z os d e la p s ico lo g ía so cia l 15 expresado por M cDougall en esta obra contrasta fuertemente con el de su Introduction to Social Psycbology (1908). 1920. M cDougall. los contrastes son evidentes. hasta cierto punto se despersonaliza. pp. cuando form a parte de la m uchedum bre. etc. Al formar parte de un grupo. su autoconciencia. no se da cuenta de que es una personalidad distinta [. y que tan poderosamente influye en cada uno de ellos debido a que es algo más poderoso. Y el único método de pensamiento que proporciona alguna probabilidad de acierto en su manipulación es la «razón histórica» [Ortega y Gasset.]. observamos una concepción de la estructura psico­ lógica del hombre masa claramente psicosocial. Lo que diferencia a aquél de éste es la existencia de una conciencia colectiva.. Es el grupo organizado como tal..] Mientras que el desarrollo de la mente individual está moldeado por la sociedad en la que se desarrolla. 1983. más globalizador que la mera suma de esos indivi­ duos [McDougall. en consecuencia sólo podemos en­ tender la vida de esas sociedades si consideramos la interrelación entre ambos elementos [McDougall. abstrac­ tos. El lector interesado por las posibles aportaciones de la filosofía orteguiana a la psicología social puede leer los artículos de O vejero (1992) y Torregrosa (1986).. pero que no tiene existen­ cia más que en la estructura organizada de las mismas: La influencia que ejerce el medio en el individuo como miembro de un grupo organizado no es ni una suma de sus miembros individuales ni algo cuya existencia no sea mental. p . se da una disminución del sentido de la responsabilidad personal [.os problemas humanos no son. 1920. porque son históricos. pierde. Ortega ya hablaba de la re­ belión de las masas como el fenómeno característico del siglo XX. alejada del determinismo social (Le Bon. en cierta medida. cuya existencia está en las personas que lo componen. su opinión de la muchedumbre no se aleja de la que hemos visto con anterioridad en otros autores: En prim er lugar. 134].. esta última es a su vez el producto de la inte­ racción de las mentes que la componen. La introduc­ ción de un punto de vista genético y de una visión globalista en el estudio de la mente humana son los nuevos pilares donde se asienta su psicología social: [. I anto W undt como M cDougall y Tarde. habrá que esperar todavía para que la psicología social logre integrar el estudio de lo individual y de lo social. el individuo. 1930/83. algo que sí lo­ grará Mead con la introducción del concepto del self y Kurt Lewin con su noción del «espacio vital». M ientras que en su primera obra predo­ mina una concepción instintivista como motor y explicación de la actividad humana.]. 1924) con los que se ha estudiado el comportamiento colectivo. 1920. Una segunda condición que coopera con la anterior en mantener los proce­ sos intelectuales de las muchedumbres en un nivel bajo es que sus miembros son altamente sugestionables [McDougall. En segundo No está de más recordar que esto fue dicho más de cuarenta años antes de que Gergen (1973) publicase su polémico artículo acerca de la psicología social como historia.) o psicológico (véase Allport. La necesaria conexión entre los procesos individuales y colectivos se halla de nuevo en una encrucijada paradójica para McDougall.12]. No quisiera acabar estas líneas sin mencionar el estudio de O r­ tega y Gasset (1930/83) sobre el comportamiento de las masas. pero que no existe en la mente de nin­ guno de ellos. p. o más correctamente del hombre masa. M ucho antes de que M oscovici (1985¿) «descubriera» la era de las masas. Así. Nuestro mundo es la di­ mensión de fatalidad que integra nuestra vida. su forma de insta­ larse en el mundo.). a la necesidad de investigar otros aspectos de la realidad ligados a nuesrtra vida cotidiana y de especial trascendencia como. Es cierto que el pesimismo de Ortega surge del análisis de las masas en un contexto de auge de las ideologías autoritarias y de deca­ dencia europea. una idea negativa de las masas. comparativamente. si socialmente lo que caracteriza a la masa es su incapacidad para dirigir su destino. Ortega no ve en el comportamiento colectivo ningún mecanismo por el cual la masa necesariamente se imponga sobre el individuo. No somos disparados sobre la existencia como la bala de un fusil. no obstante. Lo dicho anteriormente no presupone que los análisis de O rtega sean ajenos al juicio ideológico-valorativo del autor. salvo excepciones (p. Garzón y Rodríguez. mientras el estudio de las minorías activas propuesto por Moscovici ( 1 9 7 6 / 8 1 ) ha dado lugar a todo un conjunto de investigaciones en psicología social experi­ mental.16 J o s é Luis A lvaro E stram iana C om ien z os d e la p s ico lo g ía socia l 17 La vida no elige su mundo. p. En cuarto lugar. Si bien psicólogos sociales como Graumann ( 1 9 8 7 ) o Javaloy ( 1 9 9 0 ) han señalado que el estudio del comportamiento colectivo es una de las tareas inacabadas de la psicología social actual. cabe señalar los diferentes estudios en los que se analizan los fenómenos de masas desde diferentes tradiciones teóricas en psicología social como el interaccionismo simbólico. M ilgram y Toch. Sin embargo. No es de extrañar que Ortega encuentre en el es­ pecialista científico el ejemplo prototípico de hombre-masa: incapaz de tener una visión globalizadora debido a su conocimiento especiali­ zado y particularista..] una explicación de la conducta colectiva en la sociedad actual no es posi­ ble sin recurrir a los medios y en esto los datos de la investigación confirman lo que la gente tiene por cierto. Tal y como. Turner y Killian. entre otros).]. en un mundo determinado e incanjeablc: en este de ahora. como ocurre. una línea tan prolífica de pensamiento. lo que define a la masa no es su número sino su cualidad. necesa­ riamente. desde luego. en cierta medida. 1 9 9 0 ) . el estudio de la conducta colectiva nos lleva.. por ejemplo. McDou­ gall. el impacto de los medios de comunicación.. supone reconocer su importancia en la vida social e individual del hombre contemporá­ neo. abre una puerta al estudio de la masa desde una perspectiva no reduccionista. IX ) en la introducción de su libro sobre la influencia de los medios de comunicación de masas: [. acertadamente. etc. 170-171J. y no al comportamiento colec­ tivo. Ortega critica al hombre-masa de ese tiempo. en este sentido. su psicología de las masas ( 1 9 8 1 / 8 5 ¿ í) no haya generado. cuya trayectoria está absolutamente determinada [.) o desde un determinismo individualista (Allport. psicológicamente el hombre masa se identifica con el hombre medio incapaz de actuar de acuerdo con ideas propias.. ej. 1 9 8 1 / 8 5 ^ . Prueba de ello es que. 1 9 9 0 . en los estudios ya citados. porque es imposible entender el comporta­ miento de las personas sin hacer referencia al comportamiento colec­ tivo y viceversa. por ejemplo. 1 9 6 9 . Pero esta fatalidad vital no se parece a la mecánica. pero. etc. 1 9 8 9 . Gaskell. Este último factor explicaría por qué. sino que vivir es encontrarse. ningún principio inexorable que imponga su ley determinando final­ mente su comportamiento. Ciertam ente incom­ pleta pero merecedora de ser tenida en cuenta. . para Ortega. indica Roda ( 1 9 8 9 . los procesos colectivos no han sido objeto de in­ vestigación o reflexión sistemática por parte de los psicólogos socia­ les. anclado en el devenir his­ tórico de su tiempo y circunstancia. contrapuesta a la de elite o m inoría selecta. pp. la teoría de la categorización social o la teoría de las representaciones sociales (véase Gaskell. al no alejarse de ese contexto histórico. Blumer. lo cierto es que. en tercer lugar. porque puede facilitar la articulación de una teoría psicosociológica de los fenómenos de masas normal­ mente considerados desde el determinismo social (Le Bon. 1930/83. como intrínsecamente perverso. 1 9 5 7 . si excep­ tuamos su efecto más bien indirecto en las investigaciones sobre in­ fluencia social. Gran parte de lo que hacemos.. Moscovici. Persiste en Ortega. en segundo término. no se trata de un pesimismo ahistórico abstraído del contexto cultural. pensamos y sentimos se encuentra m ediatizado por la realidad simbólica que aquéllos crean. Es así como el pensamiento de Ortega. Por último. 1 9 8 5 ) . Las razones principales habrá que buscarlas en el desarrollo del individualismo metodológico y el auge del paradigma experimentalista dentro de nuestra disciplina (véase Jiménez Burillo. puede hacer que se ensanchen aún más las fronteras metodológicas del experimentalismo en nuestra dis­ ciplina. Todo esto vale también para la vida colectiva [Ortega y Gasset. el pesi­ mismo que Ortega mantiene con respecto a la masa no deriva de nin­ gún carácter patológico de ésta. Retomar el estudio empírico sobre los fenómenos colectivos es importante por varios motivos: en primer lugar. ORÍGENES DE LA CO N CEPCIÓ N PSICOLÓGICA EN PSICOLOGÍA SOCIAL En resumen. 3]. una tradición del pensamiento psicosociológico. el medio social juega un papel secundario. así. toda la compleja vida de las sociedades se ve modelada por aquéllas.18 J o s é Luis A lvaro E stram iana 2. En esta explicación instintivista de la actividad humana. origen de toda actividad humana individual o colectiva: Quítense estas disposiciones instintivas con sus poderosos impulsos y el or­ ganismo será incapaz de realizar actividad alguna. por ejemplo. McDougall. influye en dichas tendencias innatas incrementando su complejidad pero dejando invariable su naturaleza. La preocu­ pación por los fenómenos colectivos nos sitúa en un punto de vista diferente al del individualismo de muchos estudios en psicología so­ cial. p. el instinto de huida se corresponde con una respuesta emocional de temor. tal y como señalan autores como Gaskell (1990) o Farr (1990). considerará como objetivo específico de la psicología social: Mostrar cómo. Cada instinto se corresponde con una respuesta emocional que lo identifica. en su texto de 1908. p. 44]. 1908. o el instinto de repulsión con una reacción emocional de disgusto. reaccionando en el curso de su desarrollo e influyendo en el indivi­ duo [McDougall. Esa inclinación y capacidad de la que nos habla McDougall no es otra que la que proveen las disposiciones instintivas. en definitiva. LA TEORÍA INSTINTIVISTA La división entre las concepciones psicológica y sociológica del com­ portamiento humano queda reflejada en los primeros manuales de psicología social. dadas las inclinaciones y capacidades naturales de la concien­ cia individual. La experiencia puede modificar la conducta del individuo a través de su influencia sobre las percepcio­ . Los impulsos son las fuerzas mentales que dan forma a todos los aspectos de la vida de los individuos y de las sociedades [McDougall. la investigación sobre la conducta colectiva es una de las formas de recuperar e introducir. constituyendo un marco privile­ giado para el desarrollo de una psicología social más sociológica. 1908. permanecería inerte y sin movimiento como un precioso reloj de pared al que se le hubiesen quitado las agujas o un motor a vapor cuyo fuego se hubiese apagado. I. al tiempo que recupera la idea de la relevancia social de los mismos. La teoría comunicativa de Wundt va a servir a Mead para elabo­ rar su posición con respecto a la aparición del lenguaje significante. Como vemos. A su vez. siendo un producto social. en Ross se destaca una concepción en la que es la imitación el principio explicativo de la misma. difusión y transmisión del lenguaje. a su vez. Interac­ ciones que. la acción de individuos extraordinarios inlluye en la transformación del medio y el progreso social. por el contrario. Para Ross. se propone estudiar las causas y las condiciones que hacen del individuo un ser social. Para McDougall se trata de encontrar los instintos sociales que determinan la con­ ducta social. los mitos. 405). Ln ella considera que la comunicación simbólica es el resultado del desarrollo del gesto vocal que se da en una situación de interacción social. Para el fundador del interaccionismo simbólico. la uni­ formidad en las creencias y los sentimientos determina tanto la for­ mación de grupos sociales como las relaciones entre ellos. ya seña­ lada por psicólogos sociales como Blanco (1988). sino que se centra también en las in­ fluencias sociales del medio sobre la persona y los grupos o forma­ ciones sociales. fuertemente influenciado por Tarde. según Ross. merece ser tenida en consideración para comprender algunos aspectos en la evolución posterior de algunas corrientes de pensamiento dentro del interaccio­ nismo simbólico. por el contrario. La orientación instintivista de McDougall contará con partidarios y detractores desde un principio. están determinadas por los principios de in­ vención y de sugestión e imitación. en un reconocimiento explícito a Tarde.. Por último.]. propone. para McDougall. como consecuencia de la interacción con otros. es muy claro al respecto: El campo de las interaccioncs y relaciones personales ha sido explorado y no se puede decir que ofrezca problema serio alguno [. pero los componentes emocionales de los ins­ tintos son. su autor pro­ pone una psicología social fundamentada en tres características prin­ cipales. La publicación del artículo «Social psychology as counterpart to physiological psychology» (Mead. una teoría de la in­ tercomunicación social. Lo que en un principio es la expresión de emociones indivi­ duales se convierte. Ross. 406].20 J o s é Luis A lvaro E stram iana O r íg en es d e la co n cep ció n p sico ló g ica en p s ico lo g ía socia l 21 nes de ciertos objetos. de modos de vida impuestos por su posición en el sistema social. p. Lo que nos hace falta resolver es cómo sencillos procesos interindividuales dan lugar a resultados tan espectaculares y difusos como el lenguaje. y así sucesivamente en una interacción indefinida [Mead. los mitos y otros pro­ ductos similares. En él. el repertorio posible de actitudes que un organismo diferente puede adoptar ante los mismos: La importancia de los instintos en la organización social de la conducta o comportamiento no está en el hecho de que una forma que pertenece a un grupo social hace lo que otros hacen. mediante los instintos. El propio Ross (1904. Aunque las in­ teracciones mentales tienen una importancia clave en el esquema ex­ plicativo de Ross. de naturaleza inmutable. resulta reveladora de la influencia de McDougall sobre el pensamiento de Mead.. p. a los contactos mentales o a las interacciones mentales» (Ross. sino que la conducta de una forma es un estímulo para que otra lleve a cabo un determinado acto y que este acto se convierta de nuevo en un estímulo para que la primera reaccione de una de­ terminada manera. p.. considerando a la psicología so­ cial como parte de la sociología: «La psicología social se ocupa de las uniform idades debidas a causas sociales. En segundo lugar. 1908. 1909. principalmente. Aquéllos son los responsables de que el organismo reaccione de formas particulares ante cierto tipo de estímulos y de que dichas respuestas se conviertan en nuevos estí­ mulos que contienen. Tanto los procesos mentales individuales como la es­ tructura mental de los grupos dependen. Ross (1908). 3). dependen [. Mead. El objetivo y nivel de análisis que ambas orientaciones atribu­ yen a la psicología social es lógicamente divergente. fundamentalmente. una visión de la naturaleza humana basada en la noción de instinto social. su psicología social no se reduce a una psicología de las relaciones interpersonales. La construcción.].. una definición de la psicología social claramente diferen­ ciada de la ofrecida por McDougall.. 1909). una teoría de la identidad como conciencia social. La aparición del gesto simbólico y del . mientras que en McDougall el comportamiento puede ser explicado. según Ross. como es la concepción desarrollada por Blumer. es decir. las definiciones de McDougall y Ross difieren cla­ ramente. en la base de la comunicación.] de dos fenómenos elementales como son la combinación original de ideas en la mente individual —invención— y la ac­ ción de unas mentes sobre otras —sugestión e imitación—. Su influencia sobre uno de los teó­ ricos de la psicología social con mayor repercusión en los psicólogos sociales de orientación sociológica como George H. las costumbres [.. la existencia de instintos sociales en el hombre es condición necesaria para el surgimiento de la conciencia. En primer lugar. No nos debe extrañar que Mead considerase que la psicología fi­ siológica debería formar parte de la psicología social. La postura defendida por M cDougall en Introduction to Social Psychology fue fuertemente criticada con posterioridad por su inca­ pacidad para explicar la variabilidad de la conducta. ej: Ardrey. desafortunadamente. Holt. 1970. las características del receptor. por tanto. Collier y otros (1991. Desde el momento de su publicación. p. se defiende que. por tanto. en el autor más citado en los textos de psicología social escritos por sociólogos. más recientemente. como objeto de estudio de la psicología social. CONDUCTISMO Y EXPERIMENTALISMO: TRES RASGOS PARA UN A PSICOLOGÍA SOCIAL PSICOLÓ GICA Las concepciones «supraindividualistas» del comportamiento hu­ mano. erróneamente iden­ tificada con el determinismo del movimiento eugenésico y sus ideas racistas. nos recuerdan. el nú­ mero de veces que se repetía el mensaje. 1991). El trabajo de Ross ha permanecido relegado en los trabajos con­ temporáneos en psicología social. 1909. convirtiéndose. de las que. citado en Graumann. Allport publica en 1924: en él se señala. Estos autores encontraron que la persuasión variaba con la credibilidad del comunicador y la organización de los argumentos (incluyendo la repetición.. Floyd Allport considera necesario que la psicología . así como de los estudios sobre in­ fluencia social. 1924. su Social Psy­ chology será prácticamente ignorada por los psicólogos sociales de formación psicológica. Eibl-Eibesfeldt. EL MODELO INDIVIDUALISTA. Contrasta este olvido con la agudeza de algunos de sus análisis. Allport (1924). el tamaño del grupo de referencia y II. Allport seguirá el modelo «behaviorista» desa­ rrollado por E. 1983) y. El interés en el análisis de sus ideas reside en haber constituido el punto de confluencia de los elementos del paradigma dominante en psicología social: el análisis conductista. en los comienzos de la sociedad humana. Janis y Kelley (1953). 1988). la pertenencia al grupo y la personalidad). Durklieim. McDougall. Allport. la raza y el tempera­ mento. Su teoría de los instintos sociales caerá en el olvido hasta la aparición de postulados semejantes defendidos por algunos etólogos (p. El desarrollo de una psicología social de carácter individualista es la causa principal de que. el individualismo metodoló­ gico y la investigación experimental. van a ser el centro de ataque de F. en donde. 1978. por ejemplo. p. En este texto. el pensamiento de Ross no haya formado parte de la tradición dominante de la disciplina. es decir. F. de notable influencia en la psicología social de los años cincuenta: Ross creía que la sugestión variaba en función del prestigio del orador. así como por su concepción biologicista de la naturaleza humana. la conducta social en­ tendida como «las estimulaciones y reacciones que surgen entre los individuos y la parte social de su medio. entre los mismos individuos» (F. Elementos que han corrido di­ versa suerte. ha tenido que existir esta condición que es la interacción de actos surgidos de los instintos sociales [Mead. por el contrario. la existencia de una situación so­ cial de interacción. Mientras que el enfoque conductista ha ido declinando en favor de modelos de carácter cognitivo. El surgimiento de la conciencia reflexiva tiene su origen en la conciencia del otro. pp. como señala Pepitone (1981. Es. las evidentes analogías entre el concepto de sugestión en Ross y los estudios de Hovland y colaboradores sobre la comunica­ ción persuasiva. el individualismo metodo­ lógico y el diseño experimental han seguido teniendo una influencia notoria en la psicología social. conciencia social antes que conciencia individual. Ahora bien. etc. 1980). Is America Safe fo r Democracyf (véase Collier. La concepción conductista es claramente perceptible en el manual de psicología-social que F. 30-51).22 J o s é Luis A lvaro E stram iana O ríg en es d e la co n cep ció n p s ico ló g ica en p sico lo g ía s o cia l 23 pensamiento presuponen. por sociobiólogos como Wilson (1983). las formas de interrelación que fundamentan la aparición de una conciencia reflexiva dependen de esas tendencias a actuar de una forma predeterminada ante ciertos estímulos que son los instintos sociales: Anterior al surgimiento de la conciencia reflexiva dentro de la cual existimos. el sexo. se hará eco en su libro de 1921. como la edad. o la que ilustra Ross (1908) en su Social Psychology. B. 3). 407]. «representadas» por autores como Le Bon. la con­ ciencia debe formar parte del estudio de la conducta (véase Jiménez Burillo. Lorenz. aunque de forma secundaria. Minton y R ey­ nolds. a diferencia del conductismo radi­ cal de Watson. Este tratamiento se aproxima al de Hovland. A este respecto. Allport. el sentimiento. disminuida. el cual facilita respuestas que no son otra cosa que la liberación de impulsos o tendencias preexis­ tentes. como la respuesta individual a los estímulos del medio. entre otros trabajos. 1924. el indivi­ duo la raison d ’étre de la multitud. 2]. Nada diferencia. la voluntad o el propó­ sito. 1924. (. sin embargo.• intensificada a través de la presencia de la multitud. para F. 295]. «la psicología social es la ciencia que estudia la conducta del individuo en tanto en cuanto ésta estimula a otros individuos. defensa que ha influido no­ tablemente en el devenir de la psicología social y que constituye. muy al contrario. El último aspecto que hay que destacar en este psicólogo ameri­ cano es su defensa del experimentalismo. H. 284) hace con respecto a las lim ita­ ciones del mismo: La realidad de la vida social de los grupos en referencia a las interrelaciones que los individuos mantienen entre sí es mucho mas compleja que la de las situaciones experimentales descritas con anterioridad. con la afirmación del grupo como una entidad psicológica independiente de la de sus miembros. sino de la secuencia estim ulación-transm isión neuronal-reacción. H. atención. la psicología social no se diferencia de la psicología individual. Allport la conciencia no puede ser nunca un principio explicativo de la conducta. p. pero aquélla tiene su origen en los impulsos individuales [F. en su psicología de las multitudes. una de las principa­ les diferencias con respecto a la tradición sociológica en psicología social. A llport irá m odifi­ cando sus posiciones conductistas y evolucionando hacia una psico­ logía social más cognitiva (véase Collier. afirma. más aún. por importantes que puedan aparecer a nuestra conciencia inmediata. Su respuesta no sólo provee el motivo para la conducta colectiva sino que limita su dirección. Los experimentos sobre facilitación social llevados a cabo por Allport (1924) en el Harvard Psychology Laboratory entre 1916 y 1919 mostraban que la realización de una ta­ rea se veía incrementada con la sola presencia de otras personas reali­ zando esa misma tarea. asociación de palabras) se realizaban con mayor frecuencia en situaciones de grupo que en si­ tuaciones de aislamiento. el estímulo social predom inante en una situación multitudinaria es de carácter sugestivo. Con el transcurso del tiempo el propio F. Es por esta razón que. La con­ ciencia a menudo acompaña esta cadena de sucesos. junto con su énfasis en los procesos individuales. no parece haber sido tenido muy en cuenta por los defensores del paradigma experimental es la adverten­ cia que el propio Allport (1924. p. no obstante. en alusión al pensa­ miento de Mead. Mientras que para G. Mead la conciencia juega un papel activo en la determina­ ción de la conducta. La acción es facilitada Para F. Sin embargo. 1924. o es en sí misma una reacción a la conducta de aquéllos» (Allport. La falacia grupal se corresponde. por tanto. Allport. diferentes acti­ vidades mentales (razonamiento. En resumen. p. Para este autor. la existencia de una supuesta con­ ciencia colectiva. es totalmente negada: la con­ ducta no es más que una suma de actos individuales. en consonacia con el pensamiento de Holt. por tanto. Mead. llegando incluso a afirmar que tomamos conciencia de nosotros mismos a través de los otros. una situación grupal o colectiva de una individual: Los miembros de una multitud pueden ser sugestionados en las manos de un líder. Allport. Los fenómenos grupales deben ser explicados no ya en función del comportamiento de los individuos. la calidad de dichos procesos se veía. Su posición no es sólo reductible a la del in­ dividualismo metodológico. 12). Allport. por tanto. 1991). sino que en diversos momentos deja en­ trever un m ecanicism o de carácter bio lo gicista. según este autor. . Minton y Reynolds. por ejemplo.24 J o s é Luis A lvaro E stram iana í )r¿gen es d e la co n cep ció n p s ico ló g ica en p s ico lo g ía socia l 25 social realice un estudio descriptivo de la conciencia. tal y como la concebía G. Es. pero nunca establece un vínculo de unión en dicha cadena [F. de un espíritu grupal. pero dicha sugestión debe estar siempre en consonancia con alguna po­ derosa respuesta del individuo en la misma dirección. Esa presencia constituía un estímulo social que desencadenaba un incremento de las respuestas asociadas a la consecución de un objetivo común. la conciencia del grupo no es más que la acción uniforme de individuos sometidos a estímulos comunes y que res­ ponden de forma singular. El carácter individualista de la psicología social de F. sustituye el concepto de interacción de carácter consciente en la explicación de la acción social por la noción de interestimulación fisiológica. Sus estudios sobre la influencia grupal en el individuo son una excelente ilustración del mismo. Allport es desarrollado. es que la conciencia no es tanto un pro­ ducto de la interacción social. Un dato que. sino en últim a instancia por procesos de origen fisiológico derivados de estímulos sociales: La explicación no se deriva del deseo. para él. la idea predominante en Allport. Así. p. Asimismo. habría que destacar la aparición de Espíritu. A través de los escritos de antropólogos como Franz Boas. 1936). “estatus” y “ro l”. 1989). III. Su noción de esquema se ha convertido en un con­ cepto clave en los estudios sobre cognición social. que culminará con la publica­ ción postuma de la teoría del campo (1951). un conjunto de conceptos como los de “institu­ ción”. depen­ diente de factores sociales y culturales. “cultura”. en el Handbook of Social Psychology de Murchison. También su defensa del individualismo es matizada en un artículo posterior (véase F. 1929. Unos años más tarde. Likert. persona y sociedad (Mead. En primer lugar. Entre estas publicaciones. La con­ cepción defendida por este psicólogo social frente a las de Kantor (1924). 1925¿z y 1925¿». Allport so­ bre las actitudes. a la que también contribuirá la creciente utilización del método experimental. se encuentra presente en las investigaciones de Bartlett sobre la memoria. 1932) dará un gran im­ pulso a la investigación desarrollada en psicología social. la publicación del capítulo de G. En resumen. y que pueden considerarse como pioneros en un cambio en psicología social de un enfoque individualista como el que representa F. H. y de la que se tratará en páginas posteriores. Ruth Benedict. se publican importantes trabajos en los que se difunden d i­ versos marcos teóricos. 1984). Kroeber (1917) o Bogardus (1924). el experimentalismo y la concepción individualista. contribuirá al apuntalamiento de una perspectiva más individualista. En esta década de los años treinta. Cabe destacar también los estudios experimentales de Bartlett (1932) sobre la memoria y los factores sociales del recuerdo. Floyd A llport constituye un punto de referencia obligado para entender el acontecer de la psicología social. realizado a linales de la década por Newcomb (1943.26 J o s é Luis A lvaro E stram iana O rígen es d e la co n cep ció n p sico ló g ica en p s ico lo g ía socia l 27 aunque los resultados obtenidos en los experimentos sean de utilidad. Por último. M argaret Mead y Ralph Linton. alejada de concepciones más sociológicas de las actitudes como las mantenidas por Thomas y Znaniecki (1918) en su estudio sobre la migración de campesinos polacos a Estados Unidos y sus consecuen­ cias sobre ei cambio de valores y actitudes (véase Jaspars y Fraser. 14) han indicado que la medición de las actitudes es el logro principal de la psicología social de los años treinta y cuarenta (para un estudio histórico de la investigación sobre las actitudes. el desarrollo de las escalas de actitud (Bogar­ dus. Lazarsfeld y Zeisel (1933/72) sobre las consecuencias psicosociales del desempleo. donde. 1988). W . si bien sigue manteniendo su crítica a la idea del grupo como poseedor de una entidad supraindividual independiente que se impone sobre las mentes individuales. la psicología social mostrará una cierta preocupación por la variabilidad cultural de la conducta y las diferencias asociadas a pautas de socialización y perso­ nalidad. Esto impulsó la consolidación del estatus científico de la disciplina. véase Rodríguez Pé­ rez. o el estudio longitudinal de Bennington. Thurstone. las ge­ neralizaciones derivadas de los mismos deban realizarse con cautela. Sus ideas ten­ drán una notable influencia en el desarrollo posterior de la psicología (social) cognitiva. para quienes los fénomenos sociales no pueden ser reducidos a fenómenos psíquicos (véase también Blanco. 1934/72). 1991). desde un punto de vista metodológico. el enfoque sociométrico para el estudio de las relaciones y estructuras grupales de Moreno (1934). El predominio de la concepción más psicológica de las actitu­ des ha generado en nuestros días la «profusión» de numerosos estu­ dios en los que se utiliza la “teoría” de las representaciones sociales elaborada por Moscovici y otros psicólogos sociales. 1958/82) sobre el cambio de actitudes y pautas de conducta en función de los grupos de refe­ rencia. reconoce como erróneo considerar a la psicología social como disci­ plina individual. Autores como Graumann (1988. obra clave para el desarrollo del interaccionismo simbólico. La idea actual de esquema como organización estructurada de conocimiento. la psicología topológica de K. BREVES APUNTES SOBRE LA PSICOLOGÍA SOCIAL HASTA EL PERIODO DE POSGUERRA Entre la publicación de la Psicología Social de Allport en 1924 y la psicología social de la posguerra ocurren algunos hechos significati­ vos que es preciso dejar reseñados. en 1935. formando los fundamentos en los que se asentará la concepción dominante de la disciplina. Allport. será hegemónica en la psicología social psico­ lógica. p. junto a la aparición de excelentes investigaciones de campo. hay que destacar la influencia de la antropología cul­ tural. Allport por otro de carácter grupal (véase C ollier y otros. utilizados profusamente en el . como la de Jahoda. 1962). y los estudios experimentales sobre el efecto autocinético que servirán a Sheriff (1936) para elaborar su teoría sobre la formación de normas. desde fuera de la disciplina. Lewin (1935. en la que primarán. En los años cuarenta.] los teóricos del aprendizaje conceden cada vez más atención al proceso de imitación. privación relativa. de forma notable.. Si bien el desarrollo metodológico y la aplicación del conoci­ miento a la resolución de problemas sociales son las características principales de la disciplina durante este periodo. Doob. M iller. tan sólo trataban de utilizar sus conocimientos científicos y de todo upo para enfrentarse a problemas que requerían soluciones urgentes. cuestionarían la perspectiva de estos psicólogos. implicación en los objeti­ vos de la guerra. como Bond (1988) o Jahoda (1986). cuando se constituye la Society for the Psychological Study of Social Issues. caracterizada fundamentalmente por un desarrollo tanto interdisciplinar como de diversos métodos y técnicas de investigación. En el modelo propuesto por estos autores se asume que todo acto agresivo presupone la exis­ tencia de frustración y que la experiencia de frustración conduce a la agresión. Aunque el interés por los determinantes culturales de la personalidad pierden su impor­ tancia después de la segunda guerra mundial. En un primer libro. análi­ sis experimentales para el estudio de los efectos de la comunicación en el cambio actitudinal. Corno resumen de lo dicho. 18) señalan lo siguiente: [. se realizaron más de trescientos estudios y seiscientas mil entrevistas (para un re­ sumen de los dos primeros volúmenes. sirva la cita de un artículo de Smith (1983. tanto teórica como metodológica. En esta investi­ gación colectiva. los problemas plantea­ dos por la antropología cultural han seguido vigentes en algunos de los planteamientos de psicólogos sociales que propugnan una psico­ logía social transcultural. el periodo de la segunda guerra mundial marcará un giro en el predominio de los intereses teóricos de la dé­ cada precedente hacia una psicología social aplicada. cambio de actitudes. etc. no trataron de demostrar lo científicos que eran. Sin embargo. relaciones interraciales. 1988). hay bastantes pruebas de que puede haber aprendizaje por obser­ vación de la conducta de otros. incluso cuando el observador no reproduce . Do­ llard.—. también pueden darse reacciones no agresivas a la frustración. además de lo ya apuntado. estrés emocional. De manera análoga. la variedad de temas tratados —comuni­ cación persuasiva.. Bandura y Walters (1963/74. como las de Berkowitz (1962).. En un segundo libro. Investigaciones posteriores. Lumsdaine y Sheffield. y durante un periodo de cinco años. la psicología de la Gestalt y el psicoanálisis. la frus­ tración no siempre conduce a una conducta agresiva. Hovland.—. Mowrer y Sears (1939) expondrán su hipótesis de la frustración-agresión. También Bandura y Walters (1963) dan cuenta de diversos trabajos experimentales en los que la agresión puede producirse en ausencia de frustración. fundamentalmente desde tres marcos teóricos: las teorías del refuerzo. al desarrollo de las ciencias sociales. percepción selectiva. pero lo siguen tratando normalmente como una forma de con­ dicionamiento instrumental. su contribución a la teoría de los grupos de referencia y a los estudios sobre el cambio de actitudes (véase con respecto a este último tema el excelente trabajo de Roda. entre cuyos fines primordiales se encontraba la in­ vestigación de problemas sociales y la intervención social.28 J o s é Luis A lvaro E stram iana O ríg en es d e la co n cep ció n p s ico ló g ica en p s ico lo g ía socia l 29 campo de la antropología cultural. destacando la importancia del aprendizaje observacional... la frustración sólo llevaba a respuestas agresivas en presencia de mo­ delos agresivos. p. Es también en la década de los años treinta. M iller y Dollard (1941) expondrán su teoría del aprendizaje. también se producen aportaciones teóricas. durante la guerra. 1949) resultan paradigmáticos de este periodo.ns psicólogos. han contribuido. han mostrado su utilidad conceptual en otras investigaciones posterio­ res—. Bandura y Walters (1963) criticarán posteriormente la teoría. Sirva como ejemplo de dicha influencia. más concretamente en 1936. Su incidencia. satisfacción con el puesto de trabajo. destacando el papel de la imitación. papel de los grupos prima­ rios. Enmarcados en el conductismo social e influenciados por la teo­ ría del aprendizaje de Hull aparecerán las contribuciones de Dollard y otros (1939) y de M iller y Dollard (1941). 170) sobre la historia de la psicología social: I. se extiende hasta mediados de la década de los sesenta. demostrando que la relación entre frustración y agresión no es universal: aunque la frus­ tración puede llevar a una conducta agresiva. véase Lazarsfeld. 1949... 1949). y la profundidad conceptual con que fueron tratados —conceptos como nivel de expectativa. En los experimentos con niños llevados a cabo por ambos psicólogos. La di­ versidad de métodos empleados para la elaboración y examen de los datos obtenidos —cuestionarios para la medición de actitudes. tal y como lo concebían M iller y Dollard. en la que es perceptible la influencia de la for­ mación psicoanalítica de Dollard y M iller. p. el aprendizaje es el resultado de «respuestas instrumentales» en las que el refuerzo lleva a la repetición de la conducta imitativa. se incorporarán a los análisis reali­ zados por los psicólogos sociales (Jackson. A este respecto.. 1989). Para estos auto­ res. Los trabajos recogidos en Studies irt Social Psycbology in World War I I (Stouffer y cois. hay que destacar sus trabajos so­ bre formación de impresiones (1946) y sobre conformismo (1952). podemos decir que se caracterizan por dos o más relaciones que cuadran bien entre sí. En ellos se describen las condiciones y los mecanismos psicológicos que explican cómo. Dentro de tradición de la teoría de la Gestalt hay que destacar los trabajos de Kurt Lewin. se tenderá a cambiar las relaciones unitarias mediante acciones y reorganizaciones cognoscitivas. Lewin. de órdenes inmorales emitidas por una autoridad y que implican la posibilidad de causar daños físicos a terceros. 21-22) reconocerá su deuda con H eider en la formula­ ción de su teoría de la disonancia cognoscitiva al citar el libro de H ei­ der (1958). Milgram (1973/80). Iras la finalización de la segunda guerra mundial. 1988. servirá de punto de referencia para otras investigaciones posteriores. Solomon Asch y Fritz Heider. respectivamente. 1988). Dos artículos de Fritz Heider (1944. El estudio de Adorno y cois. en ausencia de intimidación. por tanto. estos últimos de una gran importancia por su efecto en las investiga­ ciones sobre influencia social. por ejemplo. Si no se puede llevar a efecto el cambio. El propio Festinger (1957/75. la importancia dada a la expe­ riencia psicológica en la explicación de la conducta y su ahistoricismo son tres de esos rasgos. de lo contrario. la tragedia y el sufrimiento. Desde el punto de vista del desarrollo de la disciplina. (1950) publi­ carán su conocido estudio sobre el antisemitismo y los orígenes del prejuicio. Si se sustituye el término «en equilibrio» por la palabra «consonante» y el término «en desequilibrio» por la palabra «disonancia». como la de Festinger. teorías de alcance medio harán su aparición y los métodos y téc­ nicas de análisis se irán perfeccionando. La personalidad autoritaria : m uy probablemente. Las páginas siguientes recogen un análisis crítico de algunos de los marcos téoricos que han ido consolidando su presencia en el área o han ido apareciendo en las últimas décadas.30 J o s é Luis A lvaro E stram iana ( Orígenes d e la co n c ep c ió n p s ico ló g ica en p s ico lo g ía so cia l 31 las respuestas del modelo durante la adquisición y. Tam­ bién la psicología de las minorías activas de Moscovici (1976/81) ten­ drá. 1991). en sus trabajos experimentales sobre la obediencia a la autoridad. el espíritu de coo­ peración interdisciplinar se irá poco a poco desvaneciendo (véase Jackson. re­ conoce. desde el punto de vista humano. o. Acabada la segunda guerra mundial. la perspectiva cognitivista irá afianzando su predomi­ nio. la influencia de Asch. por lo menos hasta donde hemos llegado. The psychology of interpersonal relations. El imparable ascenso del nazismo llevó a numerosos científicos sociales europeos a la emigra­ ción y al exilio. sobre la atribución de causalidad en los procesos de percepción y sobre la noción de equili­ brio psicológico. se produce la aceptación. podemos rastrear. la fórmula de Hei­ der es casi igual que la nuestra. El experimentalismo como mé­ todo de análisis de la realidad social. Adorno y cois. la contribución de los psicólogos sociales a la resolución de los pro­ blemas cotidianos de las personas y el desarrollo de nuevas técnicas de análisis pueden mencionarse como dos de sus principales logros. pp. . véase Blanco. no recibe re­ fuerzo. Lewin no se re­ duce a esos tres rasgos y habría que señalar entre otros su interés por los estudios grupales así como su énfasis en la investigación encami­ nada a la acción social (para un detallado análisis de la psicología so­ cial de Kurt Lewin. O bien habrá tendencia a modificar estos sentimientos. Con respecto a Solomon Asch. inédito en esos momentos. Si no existe un estado de equilibrio. entre otras. 1946). diversos aspectos de su influencia en la psicología social contemporánea. la mayor contribución de la teoría psicoanalítica al campo de la psicología so­ cial. En el caso de K. y en el que este psicólogo recoge las ideas de sus dos pu­ blicaciones ya citadas: I)ice Heider: «Resumiendo esta discusión preliminar de los estados de equili­ brio o que se armonizan. entonces el estado de desequilibrio producirá tensión. apa­ recerán fuerzas dirigidas hacia ello. supondrán una contribución deci­ siva en posteriores teorías de la atribución y en el desarrollo de las teorías de la consistencia. El periodo analizado en este apartado trajo. y los estados en equilibrio serán preferidos a los de desequilibrio». Ciertamente. como las de Rokeach sobre el dog­ matismo (1963/82). una importante área de referencia. Así. en la controversia con el esquema conceptual de Asch y en la reinterpretación teórica de los resultados de sus experimentos sobre influencia mayoritaria. tanto en su teoría del campo (1951/78) como en sus diferentes escritos. por parte de per­ sonas normales. la figura de K. . es Mead quien elabora el conjunto de con­ ceptos teóricos que conocemos como interaccionismo simbólico. en polémica con W undt acerca de la re­ lación entre la mente y los procesos de comunicación. 1990). El método de descripción escogido tiene.] [Mead. 1934/72. como son la teoría de la identidad social. Todos estos autores desarrollan conceptos que serán retomados posteriormente por los trabajos de los interaccionistas simbólicos. De nuevo.3. Thomas (1863-1947).. este hecho diferen­ ciará radicalmente su teoría de la propuesta por el conductismo radi­ cal de Watson: No es posible negar la existencia del espíritu o la'conciencia o los fenómenos mentales. a quien ya he hecho referencia en páginas anteriores. una forma más sincrónica en la que se ha procurado no romper con el hilo argumental de pági­ nas anteriores. la conducta humana no es un camino unilineal hacia un fin predeterminado.. Mead. en apariencia.. precisam ente. sino un proceso de construcción activa mediante el cual los hombres luchan por “dar sentido” a su medio social y físico. LA TEORÍA DEL INTERACCIONISMO SIMBÓLICO El enfoque interaccionista puede ser considerado como el principal representante del pensamiento sociológico en psicología social. La conducta men­ tal no es reductible a conducta no mental. pero es posible explicarlos en términos conductistas que son. entre los que destaca la figura de George Herbert Mead (1863-1931). El estudio de algunos aspectos y autores de estas diferentes co­ rrientes teóricas nos irán sirviendo para exponer algunos aspectos del transcurrir temporal de la disciplina así como para ir perfilando algu­ nos elementos con los que definir el marco y los procedimientos de mi concepción de la psicología social. Si bien la publicación de las ideas de Mead (1909. I. pero introduce el análisis de la concien­ cia como esencial en todo estudio de la conducta. su legado intelectual no alcanzará una amplia difusión hasta después de la segunda guerra mundial (véase Ibáñez. I. La sociedad misma es cons­ truida mediante la conducta de las personas que juegan un rol activo en el desarrollo de los límites sociales que imponen a su conducta. I. Estos significados emergen de la interacción com­ partida de los individuos en la sociedad humana. las teorías del apren­ dizaje social. De esta forma. señalará que . ni resulta deseable hacerlo. Este proceso de “dar sentido” es internalizado en forma de pensamiento. Mead. A continuación se exponen de una forma crítica modelos como el interaccionismo simbólico y otras teorías afines.]. 1934) son bastante an­ teriores. parte del conductismo social en su esquema teórico. M eltzer. ya que el pensamiento es el proceso intraindividual de resolución de problemas que caracteriza la interacción in­ terindividual. El siguiente capítulo estará dedicado a la exposición de otras teorías. la teoría de la disonancia cognoscitiva. el conductismo sociocognitivo. sim ilares a los que emplea W atson cuando trata con fenómenos psicológicos no mentales [. p. John D ew ey (1859-1952) y W. las teorías de la atribución y las de la cognición social. la teoría del intercam­ bio. p. Pero la conducta o los fenómenos mentales pueden ser explicados en términos de conducta o fenómenos no mentales [. Charles Horton C o o ley (1864-1929). Si bien el término interaccionismo simbólico no se debe a Mead sino a Herbert Blumer. 58J. MARCOS TEÓRICO S EN PSICOLOGÍA SOCIAL M arcos te ó r ico s en p s ico lo g ía so cia l 33 La exposición de algunos de los principales marcos teóricos servirá de conexión entre la psicología social realizada hasta la década de los años cincuenta y la psicología social contemporánea. la dicotomía entre explicaciones psicológi­ cas y explicaciones sociales nos servirá de eje conductor en las si­ guientes páginas. la teoría de las minorias activas y la teoría de las representaciones socia­ les.a perspectiva conocida como interaccionismo simbólico comprende las si­ guientes ideas básicas: la influencia que los estímulos tienen sobre la con­ ducta humana es mediatizada por el contexto de significados simbólicos en los que aquélla tiene lugar. El interaccionismo simbólico tiene sus antecedentes en los enfo­ ques elaborados por W illiam James (1842-1910). conocedor de las ideas de Watson. Petras y Reynolds (1975. VII) dan la siguiente defini­ ción del interaccionismo simbólico: El segundo concepto im portante para entender la teoría de Mead es el de gesto. ] las actitudes de los otros. es incierto [Mead.. viduo se corresponde con la conducta social del grupo al que perte­ nece. la form ación del sí mismo se da como proceso social y evolutivo. Las diferencias entre las escuelas de Iowa y de Chicago. en la terminología adoptada por Mead. en el deporte tiene que adoptar la actitud de todo el grupo o. pues. El “yo ”. sino que es una característica de la interacción humana. como son las escuelas de Iowa y de Chicago. siguiendo a Meltzer. En conjunto. 188-189]. ( aiando uno se sienta a meditar algo. 88). Pero esta capacidad no es consustancial al individuo. en contraste con el “m í” involucrado en las actitudes que adopta. El enfoque de Mead no supone. Cuando los ges­ tos son conscientes. Mead ilustra dicho proceso ejemplificándolo en un en­ frentamiento entre dos animales en el que cada acto de uno se con­ vierte en un estímulo para el otro. así. una idea sobresocializada de la persona.. En una primera fase. 123). Para Mead. En la medida en que el niño adopta la actitud del otro y permite que esa actitud del otro determine lo que hará con referencia a un objetivo común. La capacidad de la persona de ser un objeto para sí misma sólo es posible gracias al lenguaje. 1971/82). relacionados todos juntos. 1934/72. cada acto de uno de los contrin­ cantes se convertirá en una reacción al mismo en una cadena de actos que dan lugar a una «conversación de gestos». Uriz Pemán. en la emergencia y no en la determinación. Supon­ gamos que se trata de una situación social que tiene que resolver. le confieren cierta persona.. De nuevo Mead ejemplifica esta idea utilizando dos nuevos conceptos como son los de “m í” y de “y o ”: El “yo ” reacciona a la persona que surge gracias a la adopción de las actitu­ des de los otros. Mediante la adopción de dichas actitudes. en esa medida se convierte en un miembro orgánico de la sociedad [Mead.]. La continuación de las ideas de G.a Escuela de Chicago [. En esa identificación con roles particulares está la base sobre la que se asienta su identificación con los otros como un todo. Blumer. Ahora bien. 202-204]. en el ejemplo citado. H. no en la estructura. 1992). Goffman. 1934/72. en la introspección simpática y no en las escalas de actitud. 1985. Mead queda reflejada en diferentes tradiciones de pensamiento interaccionista. posee ciertos datos que existen. Bien. éstos se convierten en gestos simbólicos. constituyen el “m í”. M ead. en oposición a la Escuela de Iowa. Mientras que en el juego el niño aprende a adoptar el papel de los otros. Se ve a sí mismo desde el punto de vista de uno u otro individuo del grupo. cada persona reacciona ante el mismo de forma diferente. pp. que uno adopta en cuanto afectan a su propia conducta.. en cuanto reacción a i'sa situación. de la siguiente forma: 1. pp. que es lo que permite la aparición de la persona: «Cuando ese gesto repre­ senta la idea que hay detrás de él y provoca esa idea en el otro indi­ viduo. ¿qué debe hacer? No lo sabe. 1934/72. así como en el enfoque dramatúrgico de E. hemos introdu­ cido el “m í” y reaccionamos a él como un “y o ” [. H. al poder adoptar las actitudes que otros tienen en rela­ ción con él mismo.. Kuhn (1964) enfatiza los aspectos estructurales que dan estabilidad a la interacción y deter­ minan la definición y conducta del yo. y no lo sabe nadie [. no se trata de actos conscientes.. H. p . del otro generalizado: El deporte constituye. el lenguaje simbólico es el que hace posible la apari­ ción de formas superiores de organización social que hacen surgir una conciencia reflexiva. si bien el surgimiento de la persona sólo es posible en la medida en que la actividad social organizada del indi­ Mientras que Blumer (1969/82) concibe la interacciónn y la defi­ nición de uno mismo como un proceso abierto. el niño se identifica con los roles de otros significativos como la madre. Petras y Reynolds (1975. pone el énfasis en los procesos.34 J o s é Luis A lvaro E stram iana M arcos te ó r ico s en p s ico lo g ía socia l 35 aquélla surge en el curso de la comunicación y experiencia social de las personas. sin embargo. podrían resumirse. un ejemplo de la situación de la que surge una per­ sonalidad organizada. En ella se destacan los aspectos simbólico-comunicativos como características distintivas del ser humano (véase Rose. la obra de Mead nos provee de una teoría de la so­ ciedad y de un análisis psicosocial de la conducta (véase Joas. pero las reacciones a ello no se han dado aún. y eso es algo que existe. p. Para M ead. En el enfoque dramatúrgico de Goffman (1959/87) la interacción es entendida como un proceso de realización dramática en la que los . represen­ tadas por M. Esta primera adopción de las actitudes de los otros sobre sí mismo es el requisito imprescindible para que el niño pueda ser también un ob­ jeto para sí. Este nuevo estadio del desarrollo de la persona es ejemplificado por Mead comparando el juego con el deporte. Kuhn y H. entonces tenemos un símbolo significante» (G. Estos indi­ viduos.]. este autor (Bandura. Por medio de los sím bolos. como es el caso del conductismo sociocognitivo de Bandura (1987). constituyen excelentes tratados de microsociología acerca de la manera en que las personas recluidas en instituciones totales. los sujetos confieren igualmente significado. a través de sus actuaciones. En las páginas siguientes se realiza una crítica a esta teoría. Fenomenólogos como Schutz . en otro. Se argumentaba que el paradigma dominante había sido el de una psicología social psicológica y que ésta debía tener un mayor carácter social. expone lo siguiente: La importante capacidad de utilizar símbolos. como el enfoque dramatúrgico de Goffman o la et­ nometodología. 1987.36 J o s é Luis A lvaro E stram iana M arcos teó r ico s en p s ico lo g ía socia l 37 individuos. entre los que podríamos destacar Internados (1961/70) y Estigma (1963/70). Además de la falta de relevancia de sus estudios. y en el Handhook o f Social Psychology (Lindzey y Aronson. p. aunque también tengan una clara conexión con el interaccionismo simbólico. como a nuevos marcos teóricos como el de la etogenia. Estas críticas desem­ bocarán en la llamada crisis en psicología social (véase Jiménez BuriIlo. el interaccionismo simbólico es un enfoque teó­ rico de gran vitalidad e influencia no sólo en sociología sino también en psicología social (véase Stryker. AFINIDADES CO N EL INTERACCIONISM O SIMBÓLICO A finales de la década de los sesenta y hasta finales de la década de los setenta surgen un numeroso conjunto de críticas al paradigma domi­ nante en el área. 27) define los objetivos de su perspectiva de la siguiente manera: [. quien. 1985) demuestran la preocupación por esta teoría psicosociológica. Así. definen y estructuran su identidad en el curso de las interacciones con otros. p. Este in­ forme se ocupa de algunas de las técnicas comunes empleadas por las perso­ nas para sustentar dichas impresiones y de algunas de las contingencias co­ munes asociadas al empleo de dichas técnicas. compar­ ten una visión subjetivista de la misma. merecerían el enfoque construccionista de Berger y Luckman (1967/79) y ciertas perspecti­ vas teóricas del concepto de rol. y pueden ser considerados como escuelas de pensamiento que derivan algunos de sus conceptos del interaccio­ nismo simbólico. proporciona un medio poderoso de cambio y de adaptación al entorno. introduce planteamien­ tos interaccionistas en su obra. esencialmente. Mención aparte. 1985). 1987). de Berkow itz (1983). El propio Goffman (1959/87. por ejemplo. sino también porque sus ideas forman parte de otras tradiciones de pensam iento. intentan influirse m utua­ mente m ediante el m anejo de im presiones.. Los análisis de Goffman han tenido influencia sobre los teóricos del etiquetado..] cuando un individuo se presenta ante otros tendrá muchos motivos para tratar de controlar la impresión que ellos reciban de la situación. su ahistoricismo y el uso del experimento de laboratorio como principal herramienta de análisis. Estos enfoques. 11. como el interaccio­ nismo simbólico. para quienes la conducta desviada es. las tradiciones de pensamiento sociológico en psicología social. tanto a teorías afines como la etnometodología o el enfoque dramatúrgico. pese a sus diferencias. o las que sufren un estigma o son es­ tigmatizadas. aún sin reconocerlo. La inclusión de un capítulo en el Advances in Experimental Social Psychology . numerosos autores critican también el reduccionismo psicológico imperante en la disciplina. La resonancia interaccionista de esta cita extraída de Bandura (1987) revela que la influencia de este enfoque trasciende los límites de su propio marco teórico. en un caso. que afecta prácticamente a to­ dos los aspectos de la vida. autonomía y reflexivilidad. en tanto en cuanto definitorias de la conducta humana. Este renovado interés llevaría también a una mayor atención. un producto de las definiciones sociales acerca de la misma. Todas estas característi­ cas. Como consecuencia de estas críticas. en la exposición de su teoría social cognitiva. Estos enfoques presentan rasgos comunes con el inte­ raccionismo simbólico. al ana­ lizar otros enfoques que se relacionan estrechamente con la teoría de Mead. tienen ciertas característi­ cas comunes: una concepción de la acción humana en términos de su intencionalidad. forma y continuidad a las experiencias vividas. La incidencia del interaccionismo simbólico en la psicología so­ cial es perceptible no sólo por su influencia directa en otros enfoques cuyos conceptos y explicaciones teóricas son deudoras del mismo. empiezan a aparecer reflejadas en mayor número en los manuales de la disciplina. Otros textos suyos. 39). En la actualidad. OTRAS TEORÍAS O ENFOQUES EN PSICOLOGÍA SOCIAL. En parecidos términos conciben los etnometodólogos la realidad social. Compar­ ten todos ellos la idea de que la persona no sólo es libre de escoger. 9]. no son las que desencadenan este proceso de autoindicación. 1991). lo que las personas hacen. lisis de Goffman (1959/87) se destacan los aspectos microsociales de las relaciones interindividuales frente a los determinantes estructurales ile la interacción social. 1972. como R. Las personas no son receptores pasivos que van aco­ modando sus necesidades a las demandas del medio. H. Los modelos anteriormente señalados continúan la tradición filo­ sófica alemana de la Versteben. en el enfoque etnometodológico la estructura social sólo tiene existencia como experiencia narrable. 1959/87).. Esta concepción de la acción social la encontramos también en el interaccionismo simbólico tal y como es entendido por Blumer (1969/82.38 J o s é Luis A lvaro E stram iana M arcos te ó r ico s en p s ico lo g ía socia l 39 (1972) entienden la conducta en términos de los significados atribui­ dos por los individuos. p. su carácter reflexivo le perm ite interpretar correc­ tamente el significado —intenciones y metas— de su acción. externas o internas que supuestamente influyen en el individuo pro­ duciendo su comportamiento. sino que. p. sino por el manejo de impresiones y la forma en que su conducta es percibida por los otros. al mismo tiempo. Todas las teorías analizadas comparten una visión opuesta al estructuralismo. La preocupación de los etno­ metodólogos radica en el estudio de lo que Weber denomina «con­ ducta significativa». Para descubrir estos últi­ mos el modelo presupone la obtención de relatos —las propias declaraciones de los actores acerca de la realización de sus actos—.. y en los aná­ Este carácter procesual del comportamiento es compartido por teóricos de la teoría del rol. 41): 1. 19]. en lugar de estar rodeado por objetos pre­ existentes que influyen en él y elaboran su conducta [. 300). El problema central en la explicación de la conducta social es la identifi­ cación de los significados que subyacen a la misma. para quien el análisis psicosocial de la acción y de las relaciones socia­ . p.a postura del interaccionismo simbólico sostiene que el propio agente cons­ truye su acción. la más adecuada. de los significados socia­ les que tanto ellos como otros dan a las acciones [Harré y Secord.] las fuerzas. Para etnometodólo­ gos como Cicourel (1964/82) la estructura social es ante todo un pro­ ducto de la interacción en la vida cotidiana. para el enfoque etogénico. El objetivo de las ciencias sociales para autores como Garfinkel (1967) es el estudio de las expresiones “indexicales” o significados compartidos en cualquier actividad cotidiana.. p. Estos mismos aspec­ tos pueden ser también encontrados en el enfoque dram atúrgico (Goffman. p. en donde la organización social es considerada como una consecuencia de la interacción social de los individuos preo­ cupados no por el cambio. el único ni más importante objetivo de la psicología social: Prestando atención a lo que las personas dicen acerca de sus acciones. y que ésta no es el mero desencadenante de la actividad pro­ ducida por la influencia de factores determinantes sobre su organización. concepción si­ milar a la del método etogénico defendido por Harré (1983. El análisis de cómo las personas dan sentido a sus acciones no es. actitudes sentimientos... como signifi­ cado compartido sujeto a un cambio continuo. entre el repertorio de conductas posibles.. cuya preocupación principal es el análisis del significado que los individuos dan a su acción. sin embargo. Como el propio Blumer (1969/82.]. en lugar de ser un mero producto de la conducta [. La realidad social es construida a través de los significados surgidos de la experiencia individual y de la interacción social. la et­ nometodología ignora las acciones mismas —y esto en el fondo. De forma similar. Para la etnometodología la realidad es ante todo una actividad reflexiva e interactiva. deseos.]. ideas y demás factores. 1988. es central para la psicología social [H ewitt. estímulos orgánicos. Para este modelo teó­ rico la sociedad humana es el producto de interpretaciones continuas que se dan en el curso de la interacción. Tampoco lo abarcan ni lo explican las presiones del medio. para quienes la estructura social debe ser entendida como un proceso de interacción en el que los roles son definidos y negociados de forma constante en el curso de la interacción. sino ante todo actores que reconstruyen simbólicamente el mismo. el objeto de la psicología social lo constituye la identificación de los mecanismos generativos que dan lugar a la conducta [. construida socialm ente (véase C aballero. 81) señala en otro lugar: La descripción correcta es que el individuo construye sus objetos basándose en su propia y continua actividad. Mien­ tras que en el modelo teórico expuesto por H arré y Secord (1972) y H arré (1983) se enfatiza el comportamiento autónomo. Turner (1962) o Strauss (1963). Su acción es cons­ truida o elaborada. constituyen factores determinantes de dichas cons­ trucciones simbólicas. si bien hay dos aspectos que deberían incorporarse a su esquema teórico. 1983)—. 1991). Los elementos teóricos y metodológicos que propongo para la psicología social en capítulos posteriores pretenden tener en cuenta dichos aspectos estructurales. sin por ello negar que la realidad social es construida simbólicamente en el curso de la interacción social y que. sin embargo. en donde se rechaza la idea de que el estudio de las institucio­ nes sociales pueda ser realizado a través del estudio de las interacciones cara a cara. en definitiva. Los procesos de interacción simbólica en los que se da la aparición de la persona como ser social son imprescindi­ bles para entender ésta. 181): [. fundamen­ talmente. El interaccionismo simbólico. El modelo de análi­ sis propuesto por Harré es el del drama. está sujeta al cambio. En este sentido. el interaccio­ nismo simbólico constituye un modelo teórico de gran utilidad en el análisis psicosocial de la conducta humana en la medida en que incor­ pore al mismo una concepción estructural. obtener el respeto del prójimo y evitar su desprecio. se propone estudiar la interac­ ción social como si de una representación dramática se tratara. 91). aunque con diferentes matices —por ejemplo. En resumen. 1975. p. así como los diferentes enfoques y escuelas de pensamiento que acaban de ser mencionados constituyen. tal y como sucede en el enfoque que del interaccionismo nos ofrece Stryker (1987. mostrarse moralmente valiosos y estéticamente atractivos». puede acabar encubriendo toda la verdad. en el que se tienen en cuenta los aspectos simbólicos y estructurales de la realidad social: «el yo guía y organiza la conducta y es moldeado a través de la interacción con otros. junto con las teorías aquí reseñadas. Su relevancia como marcos de comprensión teórica consiste. Al igual que en el enfoque dramatúrgico de Goffman (1959/87). pero de nin­ gún modo lo es el objeto mismo.40 J o s é Luis A lvaro E stram iana M arcos te ó r ico s en p s ico lo g ía socia l 41 les debe centrarse en el «orden expresivo». Reducir el objeto a su construcción en el proceso com unicativo es reducirlo a ser objeto del lenguaje y de pensa­ miento.] decir que los objetos se constituyen en la interacción simbólica es decir algo que. 1987. no objeto real.. por tanto. el cual hace referencia a la motivación de los actores sociales por «mantener su honor y digni­ dad. o el enfoque estructural que de la teoría interaccionista tiene Stryker (1983. recogiendo algunos aspectos de la tradición con­ ductista y neoconductista. han elaborado distintas nociones. así como las tensiones entre los grupos y clases socia­ les en cada época. da la conducta. La paradoja del hombre consiste en ser constructor de su medio y estar subordinado al mismo. el en­ foque etogénico no niega una explicación estructural de la acción (Harré. como las . los últimos análisis de Goffman (1983). El comportamiento de las personas está sujeto al sistema de significados que éstas realizan sobre sí mismas y sobre los otros en el curso de la interacción. El primero es que la conducta humana no puede ser reducida a sus aspectos simbólicos. Stryker.. La percep­ ción del objeto es siempre resultado de la interacción simbólica. unos marcos útiles de interpretación del com porta­ miento social. pero caeremos en un idealismo social si estas interacciones aparecen aisladas de la estructura social en la cual se dan. p. siendo cierto. Los significados compar­ tidos en el curso de la interacción deben ser entendidos en un con­ texto más amplio de relaciones desiguales de poder. 1983). Así lo entienden concepciones del interaccionismo simbólico como la ya referida de Kuhn (1964). Dicha revisión excedería los lím ites planteados en este libro. realizar algunos comentarios sobre al­ gunas teorías que. debe prestar más atención a los aspectos estructurales y no sólo microsociales de dicha conducta. III. en el carácter simbólico atribuido a la conducta humana. el interaccionismo simbólico. Esta paradoja no puede ser explicada de forma completa sin tener en cuenta que los contextos históricos y culturales en que se No creo necesario desarrollar aquí un amplio y detallado resumen de las diferentes teorías conductistas y neoconductistas con los diferen­ tes modelos de explicación del comportamiento o las distintas formas de condicionamiento —el lector interesado puede consultar excelen­ tes revisiones en m anuales como el de M unné (1989) o P inillos (1980)— . Como señalan Carabaña y Lamo de Espinosa (1978. pero son las estructuras sociales las que moldean la interacción». la crítica principal que los enfoques aquí expuestos comparten con el interaccionismo simbólico es la de su escasa aten­ ción a la estructura social (M eltzer y otros. EL PARADIGMA CO NDUCTISTA EN PSICOLOGÍA SOCIAL: CO NDUCTISM O SOCIAL Por otro lado. Quisiera. Al igual que la teoría de Thibaut y K elley (1959). 1985. Pero detengámo­ nos antes en indicar algunos contenidos de dos marcos teóricos de re­ ferencia casi obligada. Serán estos tres auto­ En el esquema que vertebra la psicología de Homans (1961) es importante hacer referencia a su noción de «justicia distributiva» para explicar el comportamiento que regula las relaciones de intercambio entre dos personas. paulatinamente. la teoría del locus de control de Rotter (1966). Aunque la investigación sobre el in­ tercambio social ha atraído la atención de la sociología y la antropo­ logía social. per­ diendo su importancia ante el predominio durante los años sesenta de la teoría de la disonancia cognitiva y de los diversos enfoques de la teoría de la atribución y de la cognición social durante los setenta y ochenta. tanto menos valiosa le resultará dicha recompensa. p. para inferir leyes sobre el com­ portamiento social sólo hay que observar detenidamente aquellos principios que determ inan el com portam iento in d iv id u al. El reduccionismo psicológico. Cuanto más valiosa sea la recompensa de una actividad para una persona. Es decir. tanto más pro­ bable es que ésta lleve a cabo esa actividad.. como señala Rodríguez Pérez (1993. la teo­ ría de la facilitación social de Zajonk (1965). Una prueba de este cambio lo constituye la reorientación de alguna de estas teorías. como la de la indefensión aprendida de Selig­ man (1975). etc. Cuanto más sea recompensada la actividad de una persona. Si una persona no recibe por su actividad la recompensa que esperaba o recibe un castigo que no esperaba. tanto más probable es que ésta realice esa actividad. 1982. 1989). en pugna con modelos de explicación cognitivista irán. Morales. m. entre otras. Jiménez Burillo. pp. El lector in teresad o en co n trará am plios resúm enes en diferen tes textos (Blanch. pues su objetivo es explicar el comportamiento individual y social a partir de principios psicológi­ cos. «se nos presenta un modelo racional de ser humano en el que su con­ ducta esta orientada y regida por la conservación y maximización de sus intereses». tanto teórico como metodológico. estos principios fundamentales. han tenido una influencia decisiva en otros enfoques del intercambio como son la teoría de la equidad y la teoría de la elección racional (véase Jiménez Burillo. ma­ yor es la probabilidad de que la persona realice esa actividad u otra seme­ jante. o la de la indefensión aprendida de Seligman (1975). mostrará una actitud agresiva que le servirá de recompensa. Cuanto más haya recibido una persona una recompensa determinada en un pasado inmediato. desde las que intentan expli­ car la conducta social. 1953). como son la teoría del intercambio y la teoría del aprendizaje social. quienes.42 J o s é Luis A lvaro E stram iana M arcos te ó r ico s en p s ico lo g ía socia l 43 de intercambio. con Hovland a la cabeza (Hovland. Para Homans (1970/82. las teorías del aprendizaje social y los estudios sobre persuasión y cambio de actitu­ des de la escuela de Yale. res los que nos sirvan como referente en la exposición de este enfo­ que teórico en el que. que pasa a formar parte de las teorías de la atribución tras la reformulación de Abranson y otros (1978). es consustancial a la teoría de Homans. son cinco: 1. Conducta e intercambio social Una de las corrientes de pensamiento derivadas del conductismo que mayor auge ha tenido en psicología social está formada por el grupo relativamente homogéneo de teorías del intercambio social. 3. to­ mados en gran medida de la psicología de Skinner. a su vez. la teoría del aprendizaje de M iller y Dollard (1941). cuando los beneficios obtenidos por una per­ sona no son proporcionales a sus inversiones es poco probable que la relación de intercambio continúe. Janis y Kelley. así como en la monografía de Morales (198 ib). 1981 b). en psicología social destacan las aportaciones de Thibaut y Kelley (1959). De igual forma. 1985. El modelo propuesto por este último autor parte del supuesto de que el comportamiento social se rige por las mismas reglas que el comporta­ miento individual. entre las que cabe in­ cluir el estudio ya clásico de Dollard y otros (1939). Otras teorías de alcance medio. las relaciones de intercambio no se darán a menos que las recompensas obtenidas por quienes partici­ pan en la interacción sean proporcionales a sus estatus sociales y a sus inversiones. Homans (1961) y Blau (1964/82). 5. Estas teorías. La influencia del modelo conductista en psicología social es per­ ceptible en diversas teorías como las del intercambio. la teoría de Homans explica la conducta humana en términos de intercambio. la teoría de la autopercepción de Bem (1967). 73). Para este autor. Si la actividad de una persona se ha visto recompensada en el pasado. 4. aprendizaje vicario. Munné. 92-100). 2. también serán deudoras del paradigma conductista y neoconductista.i. A este reduccionismo habría que añadir como característica fun­ . se limita a las acciones que son contingentes a las reacciones recompensantes de otros y que cesan cuando estas reacciones esperadas no se producen. Su postulado bá­ sico es que toda conducta social necesita para su mantenimiento que sea reforzada o. Al ampliar de esta manera el concepto de resultado. Si bien esta teoría tiene un marcado carácter individualista. pero dejaron de lado el estudio de las consecuencias de la recompensa sobre el comportamiento.] el hecho de que las recompensas y los costos no se experimentan como absolutos: la importancia psicológica de una recompensa varía según las ex­ periencias pasadas de la persona y las oportunidades presentes. tal y como se concibe aquí. En contraposición a la teoría de Homans. Si una con­ ducta social no es reforzada dejará de realizarse. el inter­ cambio social puede reflejar cualquier conducta orientada a metas social­ mente mediadas [. Si bien El grupo humano está organizado en torno a las ideas de­ rivadas de la teoría funcionalista. recompensada. Estas matrices representan las diferentes es­ trategias y combinaciones de estrategias que pueden darse entre las personas en el curso de su interacción. Algunos de los aspectos de la teoría de estos dos psicólogos sociales son revisados posteriormente por ambos autores al analizar aquellas interacciones en que la relación no está guiada tanto por el beneficio propio como por el interés por el otro (véase Collier.. En pocas palabras. del •■nivel de comparación» y del «nivel de comparación para las alternati­ vas». a mi juicio. en tanto que en Social behavior..]. Al comienzo de la exposición de su teoría del «emergentismo so­ cial». en donde pretende determinar las uniformidades del comportamiento intragrupal. Tiene que estar orientada hacia metas que sólo se pueden satisfacer por medio de la interacción con otras personas y tiene que proveer los medios para la obtención de tales metas [. Blau (1964/82) pro­ pone dar una explicación más sociológica de los procesos de inter­ cambio. Sirva como ejemplo de dichos principios el siguiente: «cuanto mayor sea la frecuencia con que las personas interactúen unas con otras. El grupo humano (Homans. los psicólogos del refuerzo. di­ ferentes grados de satisfacción.. 158). dependerán. Homans (1961) parte de los principios del condicionamiento ope­ rante de Skinner. 120). toda interacción puede ser explicada en función de una relación de inter­ cambio en la que dos o más individuos interactúan para conseguir metas que les son mutuamente beneficiosas. El objetivo de este sociólogo es el de estudiar cómo formas y procesos complejos de asociación emergen de formas de asociación más simples. en cambio. Ambos autores ejemplifican su análisis de los procesos de dependencia en las relaciones interindividuales me­ diante el uso de matrices. pretensión compartida en su primer libro. en [. El intercambio social. pp. Minton y Reynolds. dicho en otros términos. 4 y 5) define el concepto de intercambio de la siguiente forma: Para que una conducta desemboque en intercambio social ha de satisfacer dos condiciones. En este libro. Tradicionalmente los guestaltistas pusieron de relieve que las re­ compensas se perciben en relación con un contexto. su mérito consiste.. p. Thibaut y K elley publican The social psychology o f groups. T hibault y Kelley establecieron un puente entre los conceptos de los teóricos de la Gestalt y los psicólogos del refuerzo. Las elecciones de cada partici­ pante determinan diferentes costos y recompensas y. estableciendo para ello una serie de principios generales de validez transcultural. 1959/77). acentuaron las consecuencias de la recom­ pensa pero no las condiciones que determinan el modo en que se la percibe.44 J o s é Luis A lvaro E stram iana Xlarcos te ó r ico s en p s ico lo g ía socia l 45 damental su intención de establecer “leyes” generales del comporta­ miento humano. 1991.. el reduccionismo psicologista y el establecimiento de principios generales que regulan el comportamiento de las perso­ nas son dos rasgos que. el «nivel mínimo para que la relación permanezca». pues asume que entendiendo las relaciones de intercambio que se dan en la diada es posible explicar las relaciones de los grupos sociales. La satisfacción o atracción de una relación social. en definitiva.. independientemente de su contexto normativo o cultural. tal y como indican Deutsch y Krauss (1965/84. 1989). El primer concepto hace referencia al nivel mínimo que los resul­ tados de una interacción deben tener para que dicha interacción resulte satisfactoria. ambos autores presentan una teoría de las rela­ ciones interpersonales y el funcionamiento grupal. de acuerdo cón ambos autores. Munné.]. más fuertes podrán ser sus mutuos sentimien­ tos amistosos» (p. En 1959. así como su per­ manencia o extinción. dan continuidad teórica y meto­ dológica a su obra. es decir. De esta forma. En palabras del propio autor: . El conjunto de proposiciones establecido por H o­ mans para explicar el comportamiento social se refiere al individuo. El segundo concepto hace referencia a la comparación entre los resultados obtenidos en una interacción con los que se derivai ían de llevar a cabo otras interacciones. Blau (1964/82. 2. Estas críticas no anulan el carácter explicativo de la teoría ni su fecundidad a la hora de guiar la investigación de temas como la te­ rapia conyugal. modelen la lógica de los procesos sociales. insostenible. explicar la vida y la es­ tructura sociales en términos de los principios de intercambio. Se trata. es universal c intemporalmente válido. y ante la que reaccionarán psicólogos como Bandura. En otras palabras. La teoría del intercambio de Blau propone un modelo universalista de conducta racional estructu­ rado en torno a relaciones de intercambio que se explicarían por los mismos principios que regulan la actividad económica en las socieda­ des de mercado. no se detienen en su análisis (véase Morales. sin negar la im­ portancia del refuerzo. por observación de otras personas. XVI]. las diferencias de estatus y de poder características de la estructura social son vistas como consecuencia de intercambios desiguales de recompensas socia­ les. Pese a esta afirmación de Blau. X III): hn una sociedad en que casi todo puede estar sometido al valor de cambio es ile esperar. La teoría desa­ rrollada por Bandura (1976/82. es sumamente arriesgado. p. prototípico del conductismo radical.il modelo E-R. las teorías del inter­ cambio aquí expuestas no se apartan de dos de los pilares sobre los que se ha construido el paradigma dominante en psicología social. casi tautológicamente.. hoy por hoy. 16). siendo la ley de la oferta y la demanda la que regularía los mismos. En resumen. En resumen. sino de forma vica­ ria. es decir. para ello recurre a principios psicológico-individuales. por tanto. y creo que. En úl­ tima instancia. o. su enfoque teórico sigue siendo psicologista. derivados de los análisis de los procesos recíprocos que componen el intercambio social. y según Blau. pues si bien su interés es el de fundamentar una teoría sociológica que explique la formación de la estructura social y no la conducta individual. Así. en mi opinión. 1976/82). en el que se pro­ pone una noción del comportamiento humano demasiado mecanicista como para poder perdurar en la explicación de la conducta. la interacción social está basada en ten­ dencias psicológicas básicas como son la atracción entre los indivi­ duos y sus deseos de recompensa (Blau. es un individualista meto­ dológico.]. incluso. La teoría del aprendizaje social de Bandura es también una crítica . destaca que en numerosas ocasiones el apren­ dizaje no se da como consecuencia del refuerzo. de ahí a pre­ tender que estamos ante un modelo de hombre y sociedad que se correspon­ den con una supuesta naturaleza humana inmutable y ahistórica.. como era el caso de Homans. de una psicología social ahistórica y etnoccntrica. por ejemplo. p. la distribución de poder dentro de la familia o la co­ municación informal (véase Morales. Asimismo. no soy un reduccionista psico­ lógico. en definitiva. en donde el aprendizaje y la conducta son considerados como el resultado de si­ . que las teorías del intercambio reflejen o.. denominación que él prefiere [Blau. 1981 b). “beneficio”. culta una comprensión global de los fenómenos que pretende expli­ car. basadas en la teoría del aprendizaje de H ull y en el psicoanálisis. U na explicación sociológica debería tener también en cuenta cómo la estructura social determina intercambios desiguales.. y no explicar la conducta individual implicada en el intercambio recurriendo a principios psicológicos [. aunque los diferentes enfoques que de la teoría se han expuesto presuponen la existencia de procesos simbólicos en toda relación de intercambio. 1963/74) supone un cambio de perspectiva con respecto a dicho modelo. 1982. además de la falta de especificidad conceptual de nociones como “valor”. lo que en parte explica su olvido de la génesis social e histórica de estos conceptos. Un nuevo enfo­ que de la teoría es el propuesto por Bandura (1962) y Bandura y Walicrs (1963/74). y como señala Torregrosa (1982.46 J o s é Luis A lvaro E stram iana M arcos teó r ico s en p s ico lo g ía socia l 47 Mi desacuerdo con la teoría de Homans brota de esta concepción en la que el intercambio tiene una naturaleza estrictamente social. y que. Ahora bien. anticipando las consecuencias de la propia conducta.. 1981 b). 1982. En él se cuestiona la importancia que los primeros teóricos del aprendizaje social asignaban al papel del refuerzo en el aprendizaje por imitación. “recompensa”. p. más bien. Este hecho difi­ ii 1. Bandura y Walters. como son el reduccionismo psicológico y el establecimiento de prin­ cipios universales del comportamiento humano. se destacaban los procesos de imitación y refuerzo. De las teorías del aprendizaje social al conductismo sociocognitivo Ya quedó indicado en páginas anteriores que en las primeras formu­ laciones de M iller y Dollard (1941) sobre la teoría del aprendizaje so­ cial. El objetivo de la teoría del intercambio para los sociólogos es. “nivel de com­ paración para las alternativas”. Los principios que dirigen los intercambios entre las personas son similares a los que se aplican en la teoría liberal económica. mientras que Homans lo es. Bandura (1962. 48 J o s é Luis A lvaro E stram iana M arcos teó r ico s en p s ico lo g ía socia l 49 tuaciones de refuerzo provenientes del medio. en relación con este último punto. se incluyen los elementos cognoscitivos en forma de «procesos simbóli­ cos». alejada de reduccionismos de uno u otro signo: Las perspectivas psicológicas del determinismo. Este úl- Con posterioridad. Las ca­ racterísticas del medio son. En este modelo unidi­ reccional. los postulados teóricos de Bandura han subrayado algo que muchas de las teorías en psicología social parecen ignorar: el «determinismo recíproco» entre el medio y la conducta de las personas. se recurre a una noción de autorregula­ ción del comportamiento. afirmando que se trata de una interpretación hedonística del esquema E-R. su teoría de la autoeficacia. Pero. concibe la conducta como el resultado de la interacción de factores am bientales. El entorno ejerce un control a través de las «limitaciones de la situación» y del repertorio de posibles respuestas a la acción de los otros. el comportamiento social obedece a una causalidad múltiple en la que. como teoría socioconductista. El reconocimiento de este factor es básico. la concepción del comportamiento social que subyace a esta teoría es estrictamente psicosociológica.]. aunque sin citarlo. 1977). Los determ inistas personales prefieren cultivar las potencialidades de auto-dirección. pero hay algo m uy simple: su influencia en las secuelas causales no puede eliminarse [Ban­ dura. entre los que se incluyen las potenciali­ dades de que está dotada la persona. las competencias adquiridas. mien­ tras que los humanistas tienden a restringir su interés al control personal I Contrariam ente a la visión unidireccional.. La ética autocéntrica de la auto-realización tiene que ser moderada por la con­ sideración de las consecuencias sociales de la conducta personal. En cualquier caso. los logros humanos son el resultado de la interacción recíproca de las circunstancias externas con nu­ merosas determinantes personales. es el medio el que influye sobre el individuo. y así ha sido considerado por psicólogos so­ ciales como Himmelweit (1990). tal vez porque la misma es considerada. condicionan la naturaleza y el alcance de la práctica social. enmarcándolas en el paradigma individualista de nuestra disciplina. El propio Bandura (1987) propone una nueva definición para su enfo­ que: teoría social cognitiva. 1976/82). 24]. o Jahoda (1989). Para Bandura. comúnmente. En ella. Algunos autores como Munné (1989) han calificado la teoría de Bandura de conductismo sociocognitivo. Los conductistas generalmente subrayan las fuentes ambientales de control. por último. la conducta propositiva y autorregulada. Esas mismas diferencias en las características del entorno condicionan y delimitan la conducta. tras enfatizar en un primer momento la im portancia del aprendizaje observacional (Bandura y W alters. reaccionando este de forma pasiva ante las presiones del mismo. Bandura. no sólo se tienen en cuenta los factores personales como mecanismos de explicación que se situarían entre el estímulo y la respuesta. la teoría propuesta por Bandura. por tanto. si el ambiente . para quien supone una de las características imprescindibles en pos de una psicología social no reduccionista. Sin embargo. 241-242]. todos estos aspectos de la teoría del aprendi­ zaje social son desarrollados y profundizados por Bandura (1987). Por el contrario. el pensa­ miento reflexivo y un nivel alto de iniciativa personal [Bandura. La psicología social no parece haber tenido demasiado en cuenta la teoría del aprendizaje social de Bandura. escapándose así del determinismo del con­ ductismo radical. Los determ inistas del ambiente tienden a utilizar sus métodos al servicio de modelos de conducta preescritos institucionalm cnte. Volveré sobre este último punto cuando trate de las concepciones relativistas en psicología social. además de los factores externos y personales. para quien es un requisito necesario en la construcción de una psicología social más «societal». acercando sus ideas al campo de la cognición social y recogiendo. las aportaciones del interaccionismo simbólico. limo enfoque conductual y el humanismo tienen mucho en común [. En ella se enfatiza el papel de la capaci­ dad simbólica de la persona. 1963/74).. Podrán repudiarse las activida­ des cognoscitivas en el marco del condicionamiento operante. pasada ya de moda ante el auge del cognitivismo. 1976/82. 1976/82. p. se enfatiza la importancia del aprendizaje vicario —basado en el recuerdo de los efectos de las conductas de otras personas y que hace posible anticipar las consecuencias que se derivan del propio com­ portamiento— y. como otros aspectos de la teorización. una condición necesaria para una elección real en el curso del comportamiento. pp. personales y com portam entales (Bandura. No todos los medios posibilitan un mismo grado de posibilidades para una conducta autónoma y autodirigida. el aprendizaje por observación y las autopercepciones de eficacia (véase. sino que se señala el papel que juega la cognición en la conducta: Las teorías que niegan que los pensamientos regulan las acciones no se pres­ tan fácilmente a explicar la conducta humana. Para ilustrar el predominio del carácter individualista de la psico­ logía social cognitiva me centraré en el análisis crítico de distintas teorías. «el estudio de los gru­ Este supuesto de la psicología cognitiva no difiere en gran medida cuando nos trasladamos a la psicología social. 343]. merece la pena citar el interesante artículo de Sampson (1981. La cada vez menor influencia del paradigma conductista y neoconductista en psicología social. 1987. Si el modelo conductista presentaba en la concepción de la psico­ logía social de Allport el marco donde desarrollar su concepción in­ dividualista de la psicología social. EL COGNITIVISMO EN PSICOLOGÍA SOCIAL Pese a las matizaciones posteriores introducidas por Floyd Allport (1962) en sus planteamientos individualistas. pos es en última instancia un problema de psicología individual. IV. 1987. el modelo cognitivo en psicología social ha sido construido sobre el punto de vista del individuo como procesador activo de la información. 734) sobre los aspectos ideo­ lógicos de la psicología cognitiva: Id conductismo nos da una idea de la persona como receptor pasivo sobre el que un mundo activo escribe sus mensajes. su sustitución por el modelo cognitivo tam­ poco ha supuesto un cambio radical a este respecto. los fac­ tores cognitivos y demás factores personales y las influencias ambien­ tales operan de forma interactiva como determinantes recíprocos». 1963/74). el entorno es sólo una potencialidad hasta que es actualizado por las acciones adecuadas. en el mejor de los casos. siendo predominante en la psicología social contemporánea. según el cual «la conducta. un individualismo ilustrado. y el predominio del paradigma cognitivista. modelos e hipótesis que constituyen el núcleo de lo que co­ nocemos como sociocognitivismo. la explicación de fenó­ menos grupales o colectivos en términos individuales ha encontrado una enorme resonancia ulterior. p. En este sentido. un cambio en dicho modelo individualista. 1989) hace de ella un marco de interpretación al que los psicólogos sociales deberíamos prestar más atención. a pesar de las transformaciones acaecidas en el paradigma dominante de la psicología social. son los individuos quie­ nes luchan en las batallas y son los individuos los que deciden la paz». tal y como podemos comprobar en esta cita de un psicólogo social cognitivo como es Eiser: En sus supuestos teóricos. 1986. aquél es. p. y cómo esta interpretación depende de los atributos de los estímulos y de las expectativas previas y niveles de comparación previos del perceptor [Eiser. Aunque este reduccionismo individualista no aparece tan explí­ cito como en la conocida e ilustrativa sentencia de un psicólogo social como Berkowitz (1962. según la cual. Si bien la preocupación mostrada por los primeros teóricos de la Vólkerpsychologie y la psicología de masas por los procesos de ca­ rácter colectivo pierde importancia con el dominio en psicología del paradigma conductista. el cognitivismo ha cambiado esta perspectiva ofreciéndonos una realidad pasiva sobre la que la persona cognilivamente activa escribe. lo cierto es que sigue persistiendo en gran parte de la psicología social esta misma visión. p. 230J. no es una propiedad fija que de forma inevitable se imponga a los individuos [Bandura. 44) al referirse al con­ cepto de «reciprocidad triádica». desarrollos ulteriores como los de Bandura (1976/82. 1976/82. p. en las páginas siguien­ tes se incluyen algunas reflexiones sobre la necesidad de que en los estudios sobre procesos cognitivos se tenga en cuenta una perspectiva . Al paradigma cognitivista en psicología puede criticársele el que haya sustituido un individualismo de carácter reactivo por. en muchos de los estudios realizados. lo que unido a su rigor teórico y metodológico (Munné. La hipótesis principal es la de que el efecto de cualquier estí­ mulo depende de cómo es éste categorizado e interpretado por el perceptor. un producto de las acciones de los individuos: En general. no supondrá. Son los individuos los que deciden ir a la guerra. con su énfasis en la consideración de que las personas no son meros objetos sometidos a la influencia del me­ dio sino que es en el procesamiento de la información de dicho me­ dio donde radica una explicación correcta del comportamiento. constituyen explicaciones más sociales del com portam iento hum ano. 167). a su vez. Bandura y W alters. Esta misma idea es desarrollada por Bandura en su exposición de la «teoría cognitiva social» (Bandura. p. Asimismo.50 J o s é Luis A lvaro E stram iana M arcos teó r ico s en p s ico lo g ía so cia l 51 influye en la conducta. El crecimiento de la economía de mercado y el consumo reforzaron el “ethos” americano del individualismo posesivo. la consonancia cognitiva más que la disonancia era el mejor modelo para una conducta psi­ cológica típica. a continuación. con el objeto de superar el sesgo individualista de una gran parte de los estudios en psicología social cognitiva. la teoría de la disonancia es incapaz de explicar por qué o en qué circunstancias surge la disonancia. corí posterioridad. reduce lo que es un proceso estructural e interpersonal a un proceso intra- . El supuesto que subyace a los diferentes enfoques que podemos agrupar en este marco teórico —teoría del equilibrio de Heider (1946). Teorías de la consistencia. p. 1980). Así. sino su inteligibilidad en dife­ rentes contextos sociohistóricos: La teoría de la disonancia depende del presupuesto de que las personas no pueden tolerar cogniciones contradictorias. La base de dicha intolerancia no parece estar genéticamente dada. La disonancia ni puede explicarse exclusivamente en términos psico­ lógicos ni puede ser entendida si no es formando parte de un con­ texto normativo y valorativo. Estos contextos normativos son cons­ trucciones sociales antes que individuales. Es en ellos donde se define el carácter disonante de cualesquiera dos elementos. La contradicción cognitiva es. Todo lo más. los primeros existencialistas celebraron el acto inconsistente. En este sentido. p. antes que nada. Desde esta perspectiva histórica a la que se refiere Gergen. 318). no son los mecanismos psi­ cológicos de reducción de la disonancia los que deben ser objeto de preocupación para el psicólogo social. El propio autor es muy claro al afirmar que el contexto social no cambia en nada la naturaleza individual de los procesos de reduc­ ción de la disonancia. En este sentido. han propuesto. En la teoría de Festinger.. por la contradicción de elemen­ tos comportamentales. señalar que todo organismo tiende a su reduc­ ción. como pretende Festinger. resulta pertinente la consideración que C ollier. es po­ sible evaluar tanto el contenido de la teoría de la disonancia cognosci­ tiva como su evolución en el marco de la psicología social.i. cognitivos o motivacionales de carácter diso­ nante.]. particularmente en el campo del cambio de actitudes. La proposición motivacional básica de esta teoría es la de que todo organismo tiende a una situación de equilibrio. una contradicción entre sistemas de creencias ancladas en identidades grupales. como la teoría de la autopercepción de Bem (1967) o la teoría del manejo de impresiones de Tedeschi y otros (1971). hasta hace poco tiempo. De las teorías incluibles en este mo­ delo. 1968/82). la dificulta o la facilita (Festinger y Aronson. a un mayor número de investigaciones. iv. M inton y Reynolds (1991. En resumen. de la congruencia de Osgood y Tannenbaum (1955) y de la disonancia de Festinger (1957/75)— está basado en la idea de la persona como un organizador cognitivo.52 J o s é Luis A lvaro E stram iana M arcos teó rico s en p s ico lo g ía socia l 53 interaccionista. En una sociedad orientada hacia el consumo. el foco de atención se encuentra en los mecanismos indivi­ duales de reducción de la tensión psicológica que provoca toda diso­ nancia. esta tendencia motivacional diri­ gida a reducir la tensión que origina la disonancia no es generalizable a todas las personas. por ejemplo. la persona tiende a restablecer dicho equilibrio. y difícilmente puede considerarse como una disposición individual (véase Huici. Su enfoque cognitivo-motivacional del cambio de actitudes supone un giro importante en el predominio de las explicaciones de los teóricos del refuerzo durante los años cuarenta y cincuenta. el conflicto es visto como una fuerza disruptiva que interfiere con las habilidades personales para perseguir el interés propio en una atmósfera de armonía y equilibrio [. H ay personas que sienten de forma muy d i­ ferente con respecto a dichas contradicciones. la teoría de la disonancia cognoscitiva de Festinger (1957/75) es la más conocida y la que ha dado lugar. inter­ pretaciones alternativas de los resultados ofrecidos en las investiga­ ciones de Festinger. dicho en otros términos. ra­ cional y consistente del medio. 211) hacen al respecto: El supuesto central de las teorías de la disonancia y de la consistencia es que el conflicto es estresante y que las personas buscan el equilibrio y la armonía. la teoría de Festinger sitúa en la mente de los indivi­ duos lo que es un producto social o. simplemente parte del supuesto de su existencia para. lo cual no es más que un reflejo de las tendencias sociales que tienen lugar tras la segunda guerra mundial. Como señala Gergen (1973. Sin embargo. Es en esta área de estudio donde radica la princi­ pal aportación de la teoría. persistiendo su influencia en los años setenta (véase Aronson. 1987<z). Cuando dicho equilibrio se quiebra. A su vez. otras perspectivas teóricas. La disonancia cognoscitiva de Festinger Las teorías de la consistencia cognitiva ocupan un lugar preeminente en la psicología social de los años sesenta. 54 J o s é Luis A lvaro E stram iana M arcos teó r ico s en p s ico lo g ía socia l 55 psíquico. Parte de la existencia de la disonancia sin tener en cuenta cuáles son las circunstancias sociales, culturales e históricas que hacen que los elementos de una misma situación sean percibidos o no como disonantes por distintos grupos sociales. O tra de las críticas realiza­ das a esta teoría se refiere a la vaguedad conceptual con la que está formulada y a la falta de validez metodológica de los experimentos realizados para contrastar las hipótesis derivadas de este enfoque. Fi­ nalmente, a diferencia de Festinger, podemos concebir la contradic­ ción de cogniciones opuestas, no como antecedentes de procesos uni­ versales de reequilibrio que tienen lugar en la mente del individuo, es decir, como un proceso intrapsíquico, sino como la consecuencia de sistemas de creencias sociales contradictorios. Dichos sistemas de creencias sirven para el mantenimiento de la identidad grupal e indi­ vidual. Surgirá disonancia allí donde la identidad grupal se vea ame­ nazada. Los cambios cognitivos o en la conducta no tienen por qué basar su explicación, exclusivamente, en la búsqueda del equillibrio individual tras la aparición de la disonancia, y pueden también ser in­ terpretados como el resultado de una amenaza a la identidad grupal o colectiva. Asimismo, la disonancia puede ser interpretada, como se­ ñala Crespo (1982, p. 254), como un cuestionamiento del sentido de la acción. Pese a las críticas señaladas, la teoría propuesta por Festinger y colaboradores es una perspectiva original que ocupa un lugar desta­ cado en la historia reciente de la psicología social, al poner en cues­ tión las predicciones de los teóricos del refuerzo y proponer una teo­ ría alternativa al cambio de actitudes. punto de vista que podemos calificar de reduccionismo metodológico individualista, al considerar que la unidad de análisis es la persona. Un aspecto clave de dicha psicología será para este autor el estudio de los procesos de atribución. Tal y como el propio Heider señala: «Las atribuciones en términos de causas personales e impersonales (...) son un factor determinante de nuestra comprensión y reacción ante el medio» (1958, p. 16). La necesidad de las personas de establecer las causas de los sucesos sociales como un elemento esencial de sus rela­ ciones interpersonales constituye la idea central de los posteriores de­ sarrollos de la teoría de la atribución. Explicar el proceso mediante el cual la persona construye sus inferencias causales acerca del medio y cómo dichas inferencias constituyen mecanismos cognitivos centrales para la compresión del comportamiento, serán los objetivos de los psicólogos de la atribución. De estas nuevas teorías, dos son de particular importancia: la teo­ ría de las inferencias correspondientes de Jones y Davis (1965) y el modelo de la covariación de Kelley (1967, 1973). M uy brevemente, el modelo presentado por Jones y Davis parte de la consideración de que la persona que observa una acción atribuirá dicha acción a dispo­ siciones personales si infiere que la conducta se corresponde con una disposición e intención estable por parte de quien la realiza. De acuerdo con Jones y Davis (1965, p. 222): Se asume que, generalmente, el perceptor comienza con la acción pública de otro [...] entonces toma ciertas decisiones sobre la habilidad y el conoci­ miento que le permitan enfrentarse con el problema de atribuir intenciones particulares al actor. La atribución de intenciones es, a su vez, un paso nece­ sario para la asignación de características más estables al actor. iv.2. Las teorías de la atribución Los diferentes enfoques que constituyen la teoría de la atribución tie­ nen su origen en los análisis de Heider (1944,1958), aunque no alcan­ zarán una importancia clave en la psicología social cognitiva hasta la década de los setenta. Fleider (1958), con su libro The psychology of interpersonal relations, y años antes con su estudio «Social perception and phenomenal causality», constituye un punto de referencia inelu­ dible en la construcción de las teorías posteriores sobre la atribución, como son las de Jones y Davis (1965) y Kelley (1967, 1973). Si bien Heider (1958) es consciente de las limitaciones de su enfoque, su pre­ tensión es la de construir una psicología del sentido común desde un Cuando el perceptor infiere que el actor conoce las consecuencias de su acción y tiene la capacidad para llevarla a cabo, el origen de d i­ cha acción será atribuido a una disposición del actor. Dos principios, el de «los efectos no comunes» y el de «la deseabilidad social», determinan la probabilidad de que el actor realice una inferencia correspondiente. Cuanto menores son los efectos no co­ munes, por ejemplo, cuando la acción escogida tiene un sólo efecto, o cuanto más inusual o socialmente no deseada es una acción, mayor será la probabilidad de atribuir esa acción a una disposición personal. En el modelo propuesto por Kelley, el que una persona atribuya la causa de una conducta o acción a la persona que la realiza, a la enti­ 56 J o s é Luis A lvaro E stram iana M arcos teó r ico s en p s ico lo g ía socia l 57 dad a la cual va dirigida su acción o a las circunstancias, dependerá de tres factores: distintividad, que hace referencia a si la persona se com­ porta de igual forma o de manera distinta en otras situaciones, con­ sensualidad, que hace referencia a si la persona se comporta igual que otras personas ante la misma situación o de forma diferente, y consis­ tencia, que hace referencia a si la persona se comporta igual o de forma diferente en distintos momentos del tiempo ante la misma si­ tuación. Ateniéndonos al principio de covariación propuesto por Ke­ lley, la presencia o ausencia de cada uno de los tres factores mencio­ nados dará lugar a un tipo diferente de explicación causal. Por ejemplo, la conducta que refleja una alta consistencia, una baja distin­ tividad y un escaso consenso, será atribuida a la persona; se atribuirá a las circunstancias cuando la conducta de la persona tiene una baja consistencia, alta distintividad y bajo consenso; por último, cuando la información de una conducta refleja una alta consistencia, una alta distintividad y un alto consenso, la atribución de responsabilidad se realizará no sobre la persona que realiza la acción sino sobre el objeto de la misma. Kelley reconoce que su modelo de covariación es un modelo idealizado, al suponer que la persona ha realizado múltiples observaciones y dispone de la información necesaria para la atribu­ ción de causalidad. Lo normal es que una inferencia causal se dé partiendo de una sola observación. En este caso, según Kelley (1973), el proceso de atribución se realiza sobre la base de una configuración de las causas plausibles de la acción o de la conducta observada. El supuesto principal que subyace a la teoría de K elley (1973, p. 112), que a su vez recoge de la teoría de Heider (1958), es que cuando realizamos una inferencia atributiva lo hacemos de forma análoga al científico: Se asume que el hombre de la calle, el psicólogo ingenuo, utiliza una visión ingenua del método científico. No hay duda de que su versión no es una buena réplica de la del científico [...]. Sin embargo, posee ciertas propiedades generales comunes al análisis de la varianza tal y como éste es utilizado por los científicos del comportamiento. teorías formuladas desde una perspectiva conductista, como la de la indefensión aprendida, han sido reformuladas en términos atributi­ vos, y nuevos modelos teóricos como el de Weiner (1986) han hecho su aparición, incorporando elementos de carácter motivacional. Fi­ nalmente, se ha ido desarrollando todo un conjunto de hipótesis acerca de los sesgos y errores producidos en los procesos atributivos, entre los que podríamos destacar: el del «error de atribución funda­ mental», que consiste en la tendencia a atribuir la conducta a factores personales, obviando las características situacionales; el de «las dife­ rencias actor-observador», que consiste en atribuir nuestra propia conducta a factores situacionales, mientras que la misma conducta, cuando son otros quienes la realizan, tiende a ser atribuida a factores personales; y, por último, el del «efecto del falso consenso», que hace referencia a la tendencia a pensar que nuestras acciones son comparti­ das por otras personas y no el reflejo de disposiciones personales (para un resumen más detallado de los errores o sesgos de atribución, véase Echevarría, 1991; Hewstone, 1992; Hewstone y Antaki, 1988; Pennington, 1988; Ross y Nisbett, 1991, etcétera). Las críticas realizadas a los diferentes modelos y/o enfoques que forman lo que se ha venido en denominar teoría de la atribución han sido numerosas. Si exceptuamos algunos enfoques recientes (véase Echevarría, 1991; Hewstone, 1992; Huici, 1987a\ Pennington 1988),' en los que los procesos de atribución son estudiados en el marco de las relaciones intergrupales, sociales y culturales, las teorías expuestas se caracterizan por ignorar el contexto social en el que se dan los di­ ferentes estilos atributivos. La tendencia de estos enfoques a explicar la asignación de causalidad como un proceso interindividual olvida la causación social de las atribuciones, favoreciendo una explicación in­ dividualista. Esta concepción de los procesos de atribución y el isomorfismo establecido entre la persona y el psicólogo se olvida, en úl­ timo término,'de analizar los determinantes ideológico-culturales de las atribuciones. Resumiendo, la crítica que H owitt y otros (1989, p. 110) realizan a los sesgos o errores de atribución puede hacerse extensible a una gran parte de los estudios sobre atribución: Los teóricos han asumido que estaban estudiando principios generales de los juicios sociales. Los sesgos se entiende que son universales, que afectan a to­ dos los perceptores sociales, independientemente de su origen social, y son vistos como propiedades inherentes del proceso perceptual [...] así, por ejem­ plo, la distinción entre explicaciones personales y situacionales, y el sesgo ha­ Las teorías brevemente descritas constituyen tres contribuciones esenciales en la teoría de las atribuciones. Desde que fueron formula­ das, la proliferación de estudios ha ido en aumento hasta fechas muy recientes. Nuevos enfoques han complementado los ya existentes; 58 J o s é Luis A lvaro E stram iana M arcos te ó r ico s en p s ico lo g ía socia l 59 cia la primera, no refleja, necesariamente, ningún aspecto de la naturaleza hu­ mana. Alternativam ente, puede ser visto como ideas actuales acerca de las personas y la moralidad [H owitt y otros, 1989, p. 110]. iv.3. La noción de esquema Además de los estudios sobre los procesos de atribución, otro campo de análisis, central en las investigaciones sobre cognición y cognición social tras la finalización de la segunda guerra mundial, focaliza su atención en los procesos de decodificación de la información (véase Grande y Rosa, 1993). La idea que subyace a este enfoque es la metá­ fora del ordenador: de forma similar a aquél, los individuos son con­ cebidos como procesadores de datos. Se trata en última instancia de conocer las leyes que regulan el procesamiento, almacenamiento y utilización de la información en analogía con el funcionamiento computacional. Este modelo racionalista tan influyente en la psicología experimental cognitiva tiene también una gran influencia en psicolo­ gía social. Un concepto clave en este enfoque es el de esquema. Según Fiske y Taylor (1984, p. 140) un esquema social se define como una estructura cognitiva que representa el conocimiento organizado acerca de un concepto dado o clase de estímulos [...]. El concepto de esquema man­ tiene que la información es almacenada de una forma abstracta [...]. En otras palabras, el conocimiento original de las personas nos permite decidir qué in­ form ación es relevante para un determ inado tema o esquema, y, de esta forma, lo que es central para el procesamiento de la información. En resu­ men, el conocimiento originario acerca de las personas y de las situaciones permite a los perceptores sociales dar sentido a nuevos encuentros. definitiva, una idea contradictoria, pues nos presenta una noción del individuo como generador de conocimiento, y por otro lado postula que dicho conocimiento está sometido a idénticos procesos para to­ das las personas, los cuales regulan la forma en que percibimos el mundo. Dichos procesos mentales no se derivan exclusivamente de aspectos sociales o históricos sino también de rasgos de carácter cog­ nitivo e individual. En cualquier caso, y sin negar la utilidad de estos postulados para la comprensión de la conducta, aíslan al ser social del medio histórico y cultural, al no considerar que la simetría entre los modelos cibernéticos y la mente humana es en sí misma un producto social de nuestra época, como lo fueron los modelos hidráulicos en la explicación de la agresión en su momento. Por otro lado, la noción de esquema debería incorporar los aspectos afectivos, motivacionales y normativos de la conducta (véase Zajonk,1980) y no reducir todo proceso de categorización social a un proceso de categorización cog­ nitiva. Finalmente, cabe señalar la crítica que a este enfoque han reali­ zado autores como Forgas (1981, p. 5), quien señala que, si bien las investigaciones sobre el procesamiento de la información deben ser tenidas en cuenta en psicología social, ésta no puede constituir parte esencial de la psicología social por su carácter individualista y no so­ cial, así como por la ambigüedad del enfoque: La psicología social no es, en primer lugar, el estudio de cómo procesadores individuales y aislados se las arreglan para dar sentido a los estímulos que se les presentan. Es un campo dedicado a comprender la conducta social nor­ mativa y motivada. El estudio de las estrategias del procesamiento de la in­ formación es sólo uno de los muchos campos que deben ser estudiados. El contenido de los esquemas orienta el conocimiento de las per­ sonas, del yo, de categorías sociales más amplias, como las que carac­ terizan las relaciones intergrupales y los procesos de estereotipación, de situaciones sociales concretas (guiones), o, finalmente, sirven para seleccionar la información relevante a un esquema (Fiske y Taylor, 1984). Tanto el concepto de esquema como la tipología de esquemas parten, sin embargo, de dos nociones contradictorias entre sí: la pri­ mera hace referencia a la idea de persona como perceptor que cons­ truye activamente la realidad social, la segunda está centrada en la búsqueda de los principios cognitivos según los cuales se regula el procesamiento de toda información. La cognición social nos da, en iv.4. Sesgos y errores en la cognición Otra área de investigación dentro del enfoque cognitivo en psicología social parte de la concepción del individuo como procesador imper­ fecto que simplifica la información que recibe, lo que provoca distor­ siones en la percepción del medio. De acuerdo con este modelo, di­ chos errores en la evaluación de situaciones físicas o sociales son debidos, principalmente, a principios cognitivos de carácter psicoló­ gico: tendencia a interpretar situaciones ambiguas en función del grado de accesibilidad a alguno de los elementos que las caracterizan, mayor accesibilidad a explicaciones de carácter emocional que racio­ 60 J o s é Luis A lvaro E stram iana M arcos teó rico s en p s ico lo g ía socia l 61 nal, negación de información que contradice nuestras creencias pre­ vias, acentuación de las diferencias entre objetos pertenecientes a ca­ tegorías diferentes, etc. (véase Leyens y Codol, 1988). Una gran parte de la evidencia experimental en que se basan estos resultados tiende a ignorar, de nuevo, los aspectos más sociales de dichos procesos an­ clándolos en una supuesta naturaleza idéntica para todos los organis­ mos. Estas explicaciones hacen que los mecanismos de percepción in­ dividual se conviertan en principios generales con los que explicar nuestros errores en la interpretación cognitiva del medio. Al no reco­ nocer las variables sociales, culturales e históricas implicadas en los procesos perceptivos, se naturalizan los mismos convirtiéndolos en atributos comunes a todos los individuos. M uy probablemente, tanto los errores o sesgos atributivos como otras distorsiones en la cognición serían más el reflejo de sesgos culturales que propiedades psicológicas de la mente. En este sentido, los psicólogos sociales cog­ nitivos deberían preocuparse más por indagar acerca de la validez transcultural de sus afirmaciones realizando estudios comparados con los que poder confirmar o refutar la universalidad e invariabilidad de los procesos cognitivos descritos (véase Collier y otros, 1991). Por legítima que esta preocupación pueda ser, es cada individuo quien se apropia y transforma el conocimiento social de los grupos y culturas a los que pertenece. La pregunta que debemos plantearnos no es ni la naturaleza social de la cognición ni la expresión de esta naturaleza social en el compor­ tamiento individual, sino el contenido y los mecanismos en que ésta se basa. En tanto en cuanto procesos de conocimiento social —elaboración y comu­ nicación— pueden ser revelados no solamente a través del complejo estudio de las relaciones entre grupos e individuos, sino también a través de un estu­ dio estrictamente cognitivo de los mecanismos de recepción y reconstrucción de personas individuales. Si bien el reduccionismo psicológico caracteriza una gran parte de las investigaciones que constituyen el enfoque sociocognitivo (véase Huici, 1987#; Rodríguez Pérez, 1993; Sangrador, 1991#), no todos los psicólogos sociales que han defendido esta corriente teórica han sus­ tentado los mismos planteamientos. Autores como Zajonk (1980, p. 203) señalaban a este respecto que, sometidas a un examen más detenido, la percepción social y la cognición so­ cial nos muestran rasgos bastante diferentes de los mostrados por los estu­ dios realizados por los psicólogos experimentales. La percepción social y la cognición social crean una realidad social, afectando tanto al perceptor como a los objetos percibidos. V. ASPECTOS INDIVIDUALES Y SOCIALES DE LA CO G N ICIÓ N SOCIAL Tanto la teoría de la disonancia cognoscitiva como los enfoques que acaban de ser mencionados reducen la explicación del com porta­ miento social a principios psicológico-cognitivos de carácter univer­ sal. No es de extrañar que finalmente estos procesos de carácter cog­ nitivo sean entendidos como mecanismos perceptivos de carácter asocial. Heider ya señalaba en 1944 (Heider, 1944, p. 358) que la or­ ganización perceptiva del medio físico sigue las mismas leyes que la percepción de unidades sociales. Una concepción similar la encontra­ mos posteriormente en numerosos estudios de psicología social en los que los mecanismos reguladores de la cognición social se derivan de la aplicación de los mismos principios encontrados en la investiga­ ción en psicología cognitiva, reduciendo las características y el con­ texto social de la cognición a sus aspectos perceptivos o de procesa­ miento de la información (véase Eiser, 1986). Recientemente, Leyens y Codol (1988, p. 109) afirmaban, refi­ riéndose al carácter social de la cognición, que: Pese a estas críticas, a las que habría que sumar las de otros psicó­ logos sociales, (p. ej., Forgas, 1981), en el sentido de que los estudios sobre cognición suponen procesos que no pueden ser reducidos a la sola investigación del procesamiento de la información, lo cierto es que el carácter social de la cognición como proceso y producto de la interacción sim bólica no ha sido suficientem ente reconocido, p ri­ mando una imagen mecanicista de las leyes que regulan los mecanis­ mos cognitiyos de los cuales depende el comportamiento. No obs­ tante, es dentro de esta última concepción, anclada en la corriente de pensamiento del interaccionismo sim bólico, donde podría darse un m ayor desarrollo de la psicología social cognitiva, pues si bien el interaccionismo simbólico nos provee de un marco teórico donde in­ terpretar la conducta humana en su especificidad, no dispone de un cuerpo de herramientas tanto heurísticas como teoréticas de alcance medio donde poder explicar el entramado complejo de producción del conocimiento que todo proceso de interacción simbólica implica. Si bien la unión de ambas corrientes no es tarea fácil ni exenta de indican una adecuada línea a seguir en los estudios sobre el papel de la cognición en el comportamiento hu­ mano. el marco teórico y los procesos intermedios con los que analizar la realidad social. deberían incorporar también tradiciones de pensamiento que. 1991#) y sustituir una visión mecanicista —bús­ queda de principios generales que regulan los procesos cognitivos in­ dividuales— por una visión más histórica y menos individualista de los mismos. Lu­ ria y Yudovich (1984) y Leontiev (1959/81). en donde se analizaron los cambios colectivos en los sistemas cognitivos de su habitantes como consecuencia de los cambios económicos. Esto hace que los postulados del so­ ciocognitivismo no sólo no sean incompatibles con los del interaccio­ nismo simbólico sino que la conjunción de ambos marcos teóricos constituiría una posibilidad de fructífero desarrollo para la psicología social. Finalmente. 186]. p. más que considerar que hay elementos comunes en­ tre el cognitivismo y el interaccionismo simbólico —ciertamente en­ tre ambas teorías existen elementos comunes. respectivamente. A si­ mismo. por ejemplo. 1991#). hay que destacar el estudio dirigido por Luria y realizado entre los años 1931-32 en una región del Uzbekistán. En resumen. religiosos y culturales acaecidos tras la introducción de las re­ formas sociales propiciadas por la revolución bolchevique. aún sería preciso dar un paso más. por su carácter sociológico —caso de la sociología de Weber o las ideas interaccionistas de Mead— o por su naturaleza descriptiva y no experimental —p. la aportación fundamental del interaccionismo simbólico al campo de la cognición social es la de considerar la génesis de los pro­ cesos mentales como el producto de la interacción simbólica. po­ líticos.. Luria (1976/87). así como la relación entre cognición y conducta (Sangrador. todo proceso cognitivo no puede ser estudiado más que en relación a los procesos comunicativos. p. los estudios sobre cognición en psicología social deberían prestar más atención a la génesis sociocultural de las estructuras cognitivas (Sangrador. ej. la imaginación y análisis de su vida in­ terior— tienen un carácter histórico y se modifican al modificarse las condi­ ciones sociales de vida y al asim ilar el individuo nuevos conocim ientos [Luria. Si bien el interaccionismo sim­ bólico nos da cuenta de una teoría en la que la interacción comunica­ tiva juega un papel determinante en la construcción social del yo. y pasar del incipiente interés por la subjetividad al tema mucho más fundamental de la intersubjetividad. recrea o distorsiona el conocimiento recibido en ese proceso de comunicación y lo integra en su conocimiento anterior sobre la reali­ dad social —que en definitiva constituye la base sobre la que enten­ der su comportamiento— no han sido objeto de desarrollo por parte del interaccionismo simbólico. sobre la de­ pendencia de los procesos cognitivos de factores histórico-culturales y sociales. la deducción y razonamiento. sería conveniente pasar desde unask formulaciones en términos de cognición social a unos planteamientos mucho más psicosociológicos centra­ dos en el estudio de «mente social».62 J o s é Luis A lvaro E stram iana M arcos te ó r ico s en p s ico lo g ía so cia l 63 contradicciones. En este sentido. En resumen. También cabe destacar la contribución de la psicología social europea al desarrollo de una perspectiva más social en las investiga­ . se hace indispensa­ ble la incorporación al campo de la cognición social de las dimensio­ nes afectiva y motivacional. y no como procesos internos individuales. mani­ pula. George Herbert Mead. Luria señala que: Estos datos han mostrado convincentemente que la estructura de la actividad cognitiva no es la misma en diversas etapas del desarrollo histórico y que las formas primordiales de los procesos cognitivos —la percepción y la generali­ zación. no han sido ob­ jeto de atención. lo que el interaccionismo simbólico y el sociocognitivism o pueden aportar son. 176): Para que el estudio de la cognición social alcance una dimensión genuinamente social. Sería conveniente que estas tradiciones de pensa­ miento fuesen incorporadas al campo de la cognición social. y así ha sido puesta de ma­ nifiesto por Ibáñez (1990. lo cierto es que el sociocognitivismo puede aportar algunos instrumentos de análisis útiles si su énfasis en lo social no queda en un mero adjetivo. cabe señalar que. así como la importancia atribuida al lenguaje en la génesis de los procesos mentales. Los estudios de Vigotski (1934/85). Esta visión no es nueva. tal y como la concebía. 1976/87. Como conclusión de dicho estudio. Asimismo. como es su explicación no determinista del comportamiento y su énfasis en el carácter activo de la persona en la construcción simbólica de su entorno—. los procesos a través de los cuales el individuo maneja. entre otros. Como señala Zajonk (1989). aunque los estudios sobre cogni­ ción social tengan sus orígenes en la psicología cognitiva (Garzón. la fenomenología de Schutz—. Además de la integración de ambos enfoques. como ha venido sucediendo en gran me­ dida hasta ahora. procesa. 1984). Obviamente. Parker y Shotter. también han surgido otras perspectivas. Ciertamente. Las críticas y sugerencias recogidas en las páginas anteriores tie­ nen por finalidad última la de señalar los riesgos de un cognitivismo extremo según el cual no hay otra realidad que la realidad percibida. Diferentes teorías psicosociales difundidas en el contexto europeo han coincidido en señalar la necesidad de contribuir a la construcción de una “nueva” psicología social. Jaspars y Fraser. los estudios sobre las representaciones sociales de Moscovici y los estudios sobre desarrollo cognitivo y cognición social de la escuela de Ginebra. En este sentido. Si bien. Me refiero a la teoría de la identidad social. parti­ cularm ente.]. las diferentes teorías que se han generado en las dos últimas décadas difieren en aspectos esenciales. Esta es. Clarke y De Cario. a la teoría de las re­ presentaciones sociales. 1984). las que han constituido un permanente marco de reflexión tanto teórico como empírico en el contexto de la psicología social europea actual.. la teoría de las representaciones sociales. 1989). la psicología retórica de Billig (1991) o el «método deconstructivista» (Parker. Son. 1978.. Señala este autor la tendencia de los psicólogos a traducir el concepto sociológico de estructura social por el m uy diferente de percepción de la estructura social: Q uizá como una consecuencia de su aceptación implícita de la doctrina lewiniana de que la única realidad psicológica es aquella que entra en el campo psicológico del individuo. cabe destacar su mayor preocupación por un análisis psicosociológico no reduccionista en el que se enfati­ cen los aspectos sociales (véase Tajfel y Fraser. al menos. por último.64 J o s é Luis A lvaro E stram iana 4. LA PSICOLOGÍA SOCIAL EUROPEA ciones sobre cognición social (véase H uici. podemos también encontrar en la psicología social europea ciertos rasgos comunes que la alejan de la americana. las tres teorías referidas con anterioridad y. como son el análisis del discurso (Potter y W etherell. Ya me he referido a algunos aspectos del enfoque etogénico. como es lógico. En concreto. no todo el conocimiento originado en la disciplina puede caracterizarse por su carácter individualista. de los que se tratará en páginas poste­ riores. que tiene su continuación en la psi­ cología de la acción (Harré. los estudios sobre categorización social y la teoría de la iden­ tidad social de Tajfel. presentan la posibilidad de una psicología social menos preo­ cupada por el estudio de mecanismos individuales y más atenta a pro­ cesos sociales. no son éstos los únicos enfo­ ques que se han producido en Europa. . a la teoría de las minorías activas y. 1989. 1987). 89) sobre el signifi­ cado diferente que un psicólogo y un sociólogo atribuyen a la estruc­ tura social puede resultar ilustrativa. la anécdota de Stryker (1991. p. una característica común a tres de las teorías o modelos teóricos que mayor impacto han tenido entre los psicólogos sociales europeos y que han dado lugar a un mayor nú­ mero de investigaciones. la realidad social de la estructura social era disuclta en el disolvente universal de la percepción [. 1990). 1987#). El análisis de algunas de las teorías generadas en dicho ámbito es útil para dar idea de la posibilidad de construir una psicología social más social. sin embargo. Tajfel. Aunque no podamos considerarlas como teorías propiamente dichas. Más concreta­ mente. y con el significado de la legitim i­ dad percibida en su funcionam iento. Al mismo tiempo. De esta manera. 305]. La aportación de Tajfel a la psicología social es fundamental para en­ tender el desarrollo de los estudios sobre relaciones intergrupales e identidad social (véase Huici. sólo puede ser definida a través de los efectos de la categorización social que divide el entorno entre su propio grupo y los otros [Tajfel. 1979).] los aspectos psicológicos y las consecuencias de la pertenencia a un grupo son capaces de cualquier tipo de definición sólo a causa de su inserción en una estructura multigrupal.. tendemos a ignorar ciertas diferencias entre objetos individuales si estos objetos son equivalentes para ciertos propósitos [. La categorización social puede ser entendida como: [. en relación con la naturaleza de las relaciones objetivas y subjetivas entre los grupos. 1987b. por ejemplo. p. RELACIONES INTERGRUPALES. Con la introducción de este término se pretende dar una perspectiva más social a la teoría.66 J o s é Luis A lvaro E stram iana La p sico lo g ía socia l eu ro p ea 67 I. Este proceso de categorización es esencial para explicar las rela­ ciones intra e intergrupales. Al mismo tiempo. 1982). En consecuencia. También ha sido objeto de crítica su én­ fasis en los procesos intergrupales a expensas de los intragrupales (Morales. los diseños experimentales sobre el grupo m ínim o. Es importante recordar aquí la utilización por parte de Tajfel (1981.. 1982#). 198 7b). intenciones o sentimientos [Tajfel. En resumen. tendemos a ignorar ciertas similitudes de los objetos si éstos son irrelevantes para nuestros propósitos. al entender las re­ laciones interpersonales en el contexto más amplio de la pertenencia a diferentes categorías sociales. De acuerdo con Tajfel (1982 b). 1988. 1978¿>. Proceso ya observado con anterioridad por Tajfel en relación a otros procesos cognitivos.] las necesidades de la identidad social. De manera análoga. 1982#)..] proceso que consiste en la organización de la información recibida del medio en diversas maneras. creencias... que se sitúan en un nivel de explicación psicosocial (véase Stroebe. la pertenencia a dife­ rentes categorías sociales da lugar a diferentes formas de categoriza­ ción social.. 1987) o su insuficiente articulación entre los procesos psi­ cológicos y sociales en la explicación del comportamiento intergrupal (véase Huici. p. el pro­ ceso de categorización lleva tanto a una acentuación de las diferencias intergrupales como a una asimilación de las diferencias endogrupales. 195]. H uici.. por encima y más allá de su determi­ nación por las necesidades o motivos que se supone que operan con anterio­ ridad o independientemente de los sistemas sociales en los que viven las per­ sonas [Tajfel. nos permite considerar la conducta intergrupal en contextos sociales reales. entendida como su conocimiento de que pertenece a ciertos grupos so­ ciales. el propio Tajfel (1981) indica que los estereotipos sociales pueden ser entendidos según el proceso de categorización descrito con anterioridad. junto con alguna importancia de valor y emocional para él de su perte­ nencia a ese grupo. con el funcionamiento de las comparaciones sociales intergrupales. Esta idea de que tanto la identidad personal como el comporta­ miento individual y colectivo deben ser entendidos como parte de la pertenencia a un grupo es una constante del trabajo de este autor (véase Tajfel. 1983. las rela­ ciones intergrupales son indispensables para entender la identidad so­ cial de las personas: [.]. 1987c). Sin negar la pertinencia de algunas de estas crí­ ticas. en donde Tajfel y otros (1971) describen las condicio­ nes mínimas de categorización social que generan conductas discriminativas en contra del exogrupo y conductas de favoritismo con respecto al endogrupo. sino también por su contribución a una comprensión más profunda de las relaciones intergrupales y. si revelan una falta de equi­ Algunos de los elementos utilizados por Tajfel en la construcción de su paradigma como. la identidad social de un indivi­ duo. La perspectiva de Tajfel supone no sólo la inclusión de una dimensión de carácter más social en los estudios tanto sobre las relaciones intergrupales como sobre la identidad. así como de otros autores (Turner. \978a. la teoría de Tajfel representa una teoría tanto de la identidad social como de las relaciones intergrupales desde una perspectiva no indivi­ dualista: [. han sido objeto de num erosas críticas (véase Brown. Así. actitudes. la aportación de Tajfel a la psicología social es relevante no sólo por sus propuestas teóricas.. así como en los estudios sobre el paradigma del grupo mínimo. sino que en su esquema teórico es imposible el estudio de uno de dichos campos sin referencia al otro. 1987c). 444]. en . IDENTIDAD SOCIAL Y CATEGORIZACIÓN valencia en relación con nuestras acciones. del concepto de categoría social. p. lo cierto es que su explicación del pro­ ceso a través del cual se actúa como un grupo está anclada en una perspectiva que sitúa al yo como eje central de su esquema teórico. sino que también han constituido la base sobre la que se han asentado nuevas formulaciones teóricas. sino una perspectiva orientativa que ofrece su visión del mundo. prejuicios. intro­ duce un cierto sesgo psicologista. 19): La teoría de la categorización del yo contempla la identidad social como la base cognitiva de la conducta de grupo. 1986). Los supuestos teóricos que subyacen a los procesos de cate­ gorización e identidad descritos con anterioridad y su aplicación a la explicación de la conducta intergrupal no sólo han dado lugar a un gran número de estudios. re­ .. basándose en estos supuestos. al tiempo que presenta aspectos diferenciados. El concepto de «prototipicalidad» se refiere al grado en que el miembro de una categoría es visto como re­ presentativo de dicha categoría. de tal forma que existe un continuo en esc sentido. la teoría de Turner tiene un marcado carácter cognitivista y. 1991) y. pudiendo incluso repre­ sentar una «ganancia» en la misma. por un lado. 106) vuelve a referirse a esta idea. Aunque Turner es muy claro al afirmar que la conducta grupal no puede ser interpretada en términos exclusivamente psicológicos. el interaccionismo simbólico.. La teoría de la categorización del yo recoge algunos aspectos de la teoría de las relaciones intergrupales de Tajfel. etc. 1987/90. Un yo en cierta manera ahistórico y que es conceptualizado como es­ tructura cognitiva. El haber sabido integrar esta nueva perspectiva con una teoría de la identidad es otro de sus méritos. las diferencias subjetivas intragrupales sean menores que las intergrupales. la llevada a cabo por dife­ rentes autores de la escuela de Ginebra *como Doise y Deschamps (véase Huici. La teoría de la categorización del yo de Turner está basada en un conjunto de postulados e hipótesis entre los que destacan tres con­ ceptos fundamentales como son los de «metacontraste». Los términos que forman esta perspectiva no se exponen con precisión y las hipótesis no están formuladas de manera que puedan ser Sin embargo. Turner (1988. 1983). la de Turner (1987/90). Al mismo tiempo cabría pensar que la percepción del yo varía a lo largo de un continuo en el que un extremo es simplemente la percepción personal del yo y el otro extremo es la percepción social del yo o identidad social. 646). la contraposición que establece entre identidad personal y social no es correcta (véase Jahoda. El último concepto es clave para la formación de una conducta grupal y supone la tendencia a la percepción del yo como ejemplar intercambiable de alguna categoría social. En cuanto a la noción de «metacontraste». el mecanismo que la hace posible (y no sólo los aspectos del yo derivados de la pertenencia al grupo). p. de la discriminación. «prototipicalidad» y «despersonalización» de la percepción del yo individual. que permean una gran parte de dichas relaciones. p. Como podemos com probar por esta cita. entre las que podríamos destacar... defi­ nida por las diferencias individuales respecto a los demás [. la identidad personal no puede ser entendida más que como identidad social (véase Torregrosa. a l ' indicar que [. como las de W iller (1989. En otro lugar. en sus conceptos de “y o ” y “m í”. En este sentido. p. si bien se formula como una teoría no individualista (véase también Turner y Oakes. p. ésta hace referencia al proceso mediante el cual cualquier conjunto de individuos se categorizará como grupo en la medida en que. establece una serie de hipótesis genéricas sobre la conducta grupal. y afirma que la función de las categorizaciones del yo en distintos niveles de abstrac­ ción hace que tanto la conducta de grupo como la individual se produzcan desde el yo. estereotipos.68 J o s é Luis A lvaro Estramiana La p sicología social europea 69 definitiva. Si bien la teoría elaborada por Turner ha sido objeto de una buena acogida por parte de diferentes psicólogos sociales europeos. suelve desde un punto de vista teorico esta supuesta contradicción: toda persona ni es una réplica de losr otros ni un yo único. 84]. Turner. Huici y Morales.] alguien puede definirse a sí mismo simultáneamente tanto en el nivel per­ sonal como al nivel social. Aunque Turner afirma que la identificación como miembro de un grupo no supone una pérdida de identidad.. por otro.] es el cambio desde el nivel de identidad personal al social [Turner. 1986#). quien describe la teoría de Turner (1987/90) en los siguientes términos: La teoría de la categorización del yo de Turner y colaboradores no es una teoría en un sentido técnico. más allá de la percepción del yo como persona única. 1987b. en las «dimensiones perti­ nentes de comparación». En palabras del propio Turner (1987/90. también ha recibido duras críticas. de la eliminación de las diferencias entre éstos —la desindividuación. 1976/81. y que la relación entre mayorías y mino­ rías sea vista de forma no mecanicista o simétrica. 1976/81. de buscar una psicología de la influencia social que sea también una psicología de las minorías consideradas como fuente. una psicología social funcionalista cuya principal preocupación es el orden social. normalización. Una psicología de las minorías activas que para Moscovici queda definida de la siguiente forma: Se ha descrito y estudiado la conformidad desde el triple punto de vista del control social sobre los individuos. negociación del conflicto Estilos de comportamiento Objetividad. el equili­ brio y los procesos de influencia frente a una psicología genética preo­ cupada por el conflicto como motor del cambio social.]. Tampoco han tenido en cuenta las aportaciones de otras inves­ tigaciones [. Los contrastes entre ambos modelos quedan reflejados en el cuadro de la página si­ guiente. originalidad Conformidad. de una perspectiva contraria y a la vez com­ plementaria a la psicología de masas. en la segunda mitad del XX tienen lugar diversos aconte­ cimientos sociales en los que son las minorías las que ocupan un pa­ pel destacado. Del consenso intram inoritario. y no el hecho de ocupar una posi­ ción de poder o de constituir o no una mayoría [Moscovici. contra la guerra de Vietnan en América. la revuelta checoslovaca o el movimiento del mayo francés.. Moscovici plantea el estudio de este “nuevo” protagonista histórico. de los movimientos de pro­ testa contra la guerra de A rgelia en Francia.. Naturaleza de las relaciones entre la fuente y el blanco II. Dicho de otro modo. p. Movimientos “minoritarios” que irrumpen con fuerza en la escena política y a los que se pretende dar una respuesta desde la psicología social.. es capaz de ejercer influencia en su entorno social. preferencia. características esenciales de su posible influencia social. LA PSICOLOGÍA SOCIAL DEL CAMBIO. LA IN FLUEN CIA MINORITARIA M odelo Funcionalista Asimétricas M odelo G en ético Simétricas Objetivos de la interacción Factor de interacción Control social Incertidumbre y reducción de la incertidumbre Dependencia Cambio social Conflicto. sea a favor o en contra de la norma. derivaría su visibilidad y reconocimiento social. La capacidad de influencia de una minoría sobre una m ayoría sólo es posible si aquélla asume de forma consistente un sistema de normas y valores interiorizados que sirvan de guía a su comportamiento: Sólo un grupo nómico. de su consistencia in­ terna. por tanto. 23]. Estas con­ diciones son «independientes» del poder o estatus de la minoría y se derivan de su capacidad de consistencia. Éste es el caso. 261. entre otros. p. Para lograr este objetivo propone que el individualismo del fun­ cionalismo psicológico sea transformado en interacción y la depen­ dencia en interdependencia. para ser más precisos— y de la aparición de uni­ formidades colectivas [. innovación Al igual que en el siglo XIX se da un incipiente protagonismo político de las masas. es el carácter nómico o anémico de un grupo social lo que importa. Atento espectador de su época. v. 1976/81. .de innovación y cambio social [Moscovici. Ha llegado la hora de cambiar de orientación. 120]..' Tipo de variables independientes Normas determinantes de la interacción Objetividad Modalidades de la influencia Conformidad FUENTE: Moscovici. Se trata. de su coherencia y no de su competencia.70 J o s é Luis A lvaro Estramiana La p sicología social europea 71 contrastadas. p. confrontando una psicología de las mayorías con una psicología de las minorías. Moscovici (1976/81) señala las condiciones que requiere el com­ portamiento de una minoría para ejercer influencia social.]. o Moscovici. en el me­ dio social en que evolucionan los sujetos considerados. 1985).72 J o s é Luis A lvaro Estramiana La psicología social europea 73 El desarrollo de la teoría de las minorías activas. y de una forma paradó­ jica. (véanse estudios inclui­ dos en Canto. Sin embargo. en contraposición a una psicología social preo­ cupada tan sólo por las uniformidades de la conducta humana y la in­ fluencia de las estructuras sociales en el comportamiento individual. a tra­ vés de ellas. el aborto. como de diferentes psicólogos sociales de la escuela de Gine­ bra. la xenofobia. gracias a la contribución de posteriores aportaciones. un avance y complementación de los estudios sobre in­ fluencia mayoritaria. entre los teóricos de la influencia minoritaria y los teóricos de principios de siglo sobre el comportamiento de masas. las tensiones y conflictos entre grupos sociales mayorita- . ha permitido. y no meramente interindividual. su anclaje en un modelo explicativo caracterizado por un constructivismo sociocognitivo. M ugny y Pérez. Así se expresa M ugny (1981. En segundo lugar. Estudiar un fenó­ meno tan complejo requiere de la utilización de una metodología va­ riada que sea capaz de dar una explicación del fenómeno de forma más precisa. podemos afirmar es impopular. el uso de una metodología experimental para el estudio de la influencia minoritaria resulta insuficiente para abordar un tema de la compleji­ dad del que nos ocupa. realizar dos críticas a la teoría. 1988). Así. Estudios posteriores se han encargado de describir las distintas for­ mas de influencia minoritaria. El mérito de Moscovici consiste en haber construido una teoría psicosocial de las condiciones requeridas para un cambio dentro de las relaciones entre grupos que ocupan distintas posiciones en la estructura social. no dominante. numéricas sobre todo. etc. Mientras que en el primer enfoque de­ sarrollado por Moscovici se destaca el intercambio de conocimientos divergentes. algunos diseños experimentales iniciales que se utilizaron como sostén empírico de la teoría de Moscovici (1976/81) inducían a identificar una posición minoritaria en función del número de miem­ bros que la formaban y no por el lugar que ocupaban en una estruc­ tura de poder social. ir avanzando en algunos aspectos iniciales de la teoría. p. Los estudios sobre el impacto de las minorías han supuesto. En este sentido. por ejemplo. como la contaminación. 1981. En primer lu­ gar. su interpretación en términos de pensamiento divergente en contraste con el pensamiento conver­ gente de la influencia mayoritaria. sino en términos de respuestas que en un momento histórico son dominantes o no en un sistema social. difícilmente puede estudiarse utilizando exclusivam ente una m etodología experimental. su estudio desde el punto de vista de la conversión. Así. M ugny y Van Avermaet. Todas estas aportaciones teóricas su­ ponen un encomiable punto de partida para una psicología social de la influencia minoritaria. puesto que defienden una posición que. 1991. (M ugny. tanto del pro­ pio Moscovici (1980. poniendo de manifiesto sus diferencias y. los diferentes procesos mediante los que se produce la in­ fluencia social. el análisis de la resistencia a la minoría mediante la psicologización de su comportamiento. si bien los expe­ rimentos iniciales de Moscovici se refieren básicamente a la emisión de juicios sobre tareas de carácter perceptivo en las que están «exclui­ das» las relaciones de poder. sin la menor duda. La formación de minorías. sin embargo. Cabe. indicar que la identificación entre minoría y cambio e innovación social y mayoría y orden social no es necesariamente correcta. con su inclusión del concepto de con­ versión. pero real. en definitiva. Pérez y M ugny. el éxito en la implantación de sus ideas. Asimismo. existiendo minorías que mantienen posiciones dominantes y contrarias al cambio social. Ambos “comparten” una idea “negativa” del comportamiento colec­ tivo en un caso y de la influencia m ayoritaria en otro. desarrollos posteriores inciden en considerar a una minoría desde el punto de vista de su posición so­ cial. Asimismo. los teóricos de la influencia m inoritaria han hecho hincapié en analizar el conflicto desde una perspectiva social. en el segundo se enfatiza la confrontación de intereses antagónicos entre grupos sociales diferentes dentro de la dinámica de cambio social generada por una minoría. Moscovici. 1985¿»). los mecanismos cognitivos implicados en dicha influencia. todo lo indirecta e inintencionada que se quiera. Tam­ bién el cambio y la innovación social pueden ser promovidos por una mayoría. sino minoritarios. existe una confluencia. La elección de estos temas hace más viable entender la situación minori­ taria en el contexto de la dominación social y de las relaciones de po­ der establecidas en una sociedad. no los considera­ mos mayoritarios. incluso si diez personas respon­ den de manera distinta que el sujeto experimental de Asch. 8): Adelantamos que nosotros definimos el hecho de ser mayoritario o minori­ tario no en términos de relaciones interindividuales inmediatas. 1994. los estudios posteriores sobre influencia minoritaria han tenido en cuenta este hecho y han estudiado otros as­ pectos más anclados en la realidad social. Si se entiende el cambio social como un pro­ ceso diacrónico e histórico. etc. Las representaciones colectivas.. Pero los estados de la conciencia colectiva son de naturaleza distinta que los estados de la conciencia individual. no pueden explicarse. Estas «form as de representarse la sociedad a sí misma» son para Durkheim de una naturaleza distinta a las represen­ taciones individuales. III. las leyendas populares o la religión. Pese a las críticas señaladas.^ A diferencia de las representaciones colectivas. formas de entender y comunicar lo ya sabido que se crean y re­ crean en el curso de las conversaciones cotidianas. cuando afirma que.] un corpus organizado de conocimientos y una de las actividades psíquicas gracias a las cuales los hom­ bres hacen inteligible la realidad física y social. son todos ellos proce­ sos que requieren para su consum ación de periodos extensos de tiempo. Para Moscovici. se integran en un grupo o en una relación cotidiana de intercambios [. en la actualidad numerosos psicólogos sociales han propuesto el estudio de las representaciones sociales como objeto de la misma (véase Doise y Palmonari. 1986). p.. p. En palabras de M oscovici: 238310 . El concepto de representación social se construye a partir de la crítica que Moscovici realiza al concepto durkheimniano de repre­ sentación colectiva. Como ya quedó indicado. y se propone como una alternativa al concepto de actitud. el concepto de representación social en p sico lo gía so cial arranca de la crítica realizad a por M oscovici (1961/79) al concepto durkheimniano de representación colectiva. Tal y como señala Lukes (1973). si bien no soy tan optim ista como Jaspars (1986). 1961/79. 15]. La “teoría” de las representaciones sociales ha dado lugar a un gran número de investigaciones. por la psicología individual.] [Moscovici. tie­ nen otiro sustrato.. el concepto de representación en Durkheim se refiere tanto a los aspectos formales del pensamiento como al contenido de lo representado. p. tiene sus lim ita­ ciones. Al igual que en su día científicos so­ ciales como Thomas y Znaniecki (1918-20) propusieron el estudio científico de las actitudes como objeto de la psicología social. Las representaciones socia­ les son definidas por Moscovici como explicaciones de sentido co­ mún. y que este autor define ini­ cialmente como: [. Durkheim utiliza el concepto de representaciones colectivas para referirse a «la forma en que el grupo piensa en relación con los obje­ tos que le afectan» (Durkheim. 1895/1976.74 J o s é Luis A lvaro Estramiana La p sicología social europea 75 rios y minoritarios. LA “TEORÍA” DE LAS REPRESENTACIONES SOCIALES Antes de adentrarnos en otros aspectos de las representaciones sociales es imprescindible analizar brevemente las relaciones de este concepto o teoría con otros conceptos o teorías similares en ciencias sociales. Una de las teorías que mayor impacto ha tenido en la psicología so­ cial europea ha sido y sigue siendo la “teoría” de las representaciones sociales presentada por Moscovici (1961). según Durkheim. son producidas por las personas y los grupos en la interacción social...] sistema de valores. como los m i­ tos. inaprehensibles en su complejidad mediante una herramienta metodológica como el experimento que. lo que diferencia a las representaciones colectivas de las representaciones sociales es el carácter dinámico de estas últimas frente al carácter estático de las primeras. como todas. Moscovici ha introducido una orientación sociológica en los estudios de psicología social. 16). Estos hechos sociales de ca­ rácter simbólico que son las representaciones colectivas resultan de las asociación de mentes individuales que acaban por ser externos a cada una de dichas conciencias tomadas por separado y se imponen sobre los individuos reforzando su cohesión: Los hachos sociales no difieren sólo en calidad de los hechos psíquicos. los trabajos de Moscovici y de otros estudiosos de la influencia m inoritaria tienen la virtud de haber traído al campo de la psicología social una polémica de origen socio­ lógico. 18]. Esto no significa que no sean también psíquicos de al­ guna manera.. no evolucionan en el mismo medio ni dependen de las mismas condiciones. con sus estudios sobre las minorías activas. nociones y prácticas que proporciona a los individuos los medios para orientarse en el contexto social [. las condiciones sociales e históricas que permiten o dificultan el acceso de una minoría al poder. lejos de imponerse sobre la conciencia. son representaciones de otro tipo: tienen sus le­ yes propias [Durkheim. 1895/1976. ya que todos consisten en formas de pensar o actuar. pp.]. 1988). p. lo que queremos decir es que no se derivan de los individuos aislados. Ciertamente. para nosotros son fenómenos que necesitan ser descritos y expli­ cados. Fenómenos específicos que se relacionan con una manera particular de entender y comunicar —manera que crea la realidad y el sentido común—. El propio Durkheim es claro al afirmar que: Si es posible afirmar que las representaciones sociales son. 161). de forma tan ambigua como la que nos recuerda Sangrador (199l£. nada impide que se les pueda considerar desde un punto de vista grupal o social: Podemos permanecer de pie en el Monte Olimpo y abstraer ciertas propieda­ des comunes a ciertos grupos y darle el nombre de “culturas” a estas dife­ rencias y similitudes. si bien reconoce algu­ nos puntos de conexión con algunos aspectos de algunas de estas teo­ rías (Moscovici. A mi juicio. De igual forma. así La teoría de las representaciones sociales. enfo­ ques similares al propuesto por Moscovici los encontramos en la teo­ ría construccionista propuesta por Berger y Luckman (1967/79). en la elabo­ ración del resultado común cada uno contribuye en su medida. También en la sociología de orientación marxista [la noción de sistemas ideológicos actuaría como equivalente del concepto de representación social. nuestros constructos nos llevan a esperar ciertas actitudes y comportamientos de ciertas personas en determinados contextos. aunque la similitud no implica una misma identidad. 35-36]. Tampoco las distinciones entre el modelo de la psicología de los constructos de K elly (1955) y el modelo de representaciones sociales de Moscovici son nítidas. Asimismo. 1898/1950. H. en parte. p. En este sentido. También podemos bajar en el nivel de abstracción y considerar que. En esta misma dirección se manifiestan autores como Gaskell y Smith (1982). el concepto de representación social es difícilmente distinguible del de representación colectiva. como la teoría del interaccionismo simbólico. al criticar su falta de precisión conceptual en el siguiente texto extraído del manual de psicología social de Moscovici: Las representaciones sociales se presentan bajo formas variadas. 19]. entendida esta última como falsa conciencia o alienación. 79). problema éste que afecta a su estatuto como teoría dentro de las ciencias sociales. como personas. Es para enfatizar esta distinción por lo que utilizo el término “social” en vez de colectivo [Moscovici. caracte­ rístico este último de las representaciones sociales. No hay duda de que contiene algo de cada uno de éstos. re­ ligión. si bien derivaría hacia los problemas de falsa identificación. pero no se encuentra por entero en ninguno de ellos [Durkheim. mito. como es el mayor énfasis empírico de la teoría propuesta por Moscovici. M uy proba­ blemente esto último no sea posible mientras la propia definición de representación social se presente. y se debe a una interpretación parcial del pensamiento durkheimniano reali­ zada por F.. la distinción que Mos­ covici establece entre universos reificados —conocimiento cientí­ fico— y consensúales —conocimiento de sentido común—. La idea de Durkheim como defensor de una mente grupal es. externas a las conciencias individuales. las representaciones colectivas son un mecanismo expli­ cativo. no ha elaborado un análisis exhaustivo con el que comparar las aportaciones diferenciales de aquélla.76 J o s é Luis A lvaro Estramiana La psicología socia l europ ea 77 En el sentido clásico. imágenes que condensan un conjunto de significados. tal y como es interpre­ tada por Blumer. parece importante destacar que la noción de representación colectiva hace referencia a una cons­ trucción simbólica de carácter social generada en el curso de la inte­ racción. si bien los constructos de Kelly pueden equipararse a las representaciones indi­ viduales de Durkheim.). etc. en ocasiones. para quienes la realidad material es una realidad de sentido común cons­ truida socialmente y objetivada a través del lenguaje. comparten con la teoría de las representaciones so­ ciales elementos comunes que las hacen difícilm ente distinguibles salvo en aspectos no centrales. incorrecta. Sin lugar a dudas. y se refieren a una clase general de ideas o creencias (ciencia. sino de los mismos considerados como agregado. Éste es el sentido en que la síntesis es exterior a los individuos. si­ gue siendo necesaria una mayor clarificación cuando se quiere pre­ sentar un producto del pensamiento como paradigmático de todo un área de las ciencias sociales como es la psicología social. y esto es una cuestión bien distinta. Tal y como señala Fransella (1984. situaría a esta “teoría” en la tradición de la psicología de Heider (1958). 1984. Pero no sólo el concepto durkheimniano de representación colec­ tiva está relacionado con el de representación social. sistemas de referencia que nos . p. en cierto sentido. quie­ nes señalan que la teoría construccionista de Berger y Luckman. pero los sen­ timientos individuales se transforman en sociales sólo bajo el impulso de fuerzas desarrolladas en la asociación [. Allport (1962) y no rectificada por los teóricos de las representaciones sociales.. 1986).. hace confusos sus límites y contornos así como su diferenciación con teorías afines. otros destacan que forma parte de un conoci­ miento de sentido común (Jodelet. 1986b). 810) y que considera a las actitudes como disposiciones psí­ quicas que se encuentran en el individuo: Una actitud es un estado mental o neural de alerta. mientras algunos autores acentúan los aspectos comunicativos de la teoría (Farr. Montero. La paradoja consiste en que los teóricos de las representaciones sociales de­ ben buscar aquellos aspectos de las creencias sociales compartidas que no pueden ser clasificados como representaciones sociales.] todo ello junto. 1984). éste se dejará llevar por la tendencia a deslizarse hacia una concepción cada vez más universal de representación social. de la introducción del concepto por Thomas y Zna- .]. siguiendo a Jaspars y Fraser (1984). acorde con los intereses particulares de cada investigador. donde encontramos una discusión sobre las similitudes y diferencias entre éstas y otros conceptos afines. En este sentido. 1988. han dado lugar a que algunos autores consideren las representaciones sociales como una herramienta heurística antes que una teoría claramente definida. en la medida en que fenómenos de todo tipo empiecen a etiquetarse de «representaciones sociales». Así. combinada. La introducción en psicología social del con­ cepto de representación social no ha supuesto un avance en la clarifi­ cación del confuso panoram a definicional constituido por otros conceptos básicos en la disciplina como los de actitud. Montero. algunos autores han expresado sus dudas acerca de si la teo­ ría de las representaciones sociales se diferencia de otras áreas de es­ tudio como la de las actitudes. los fenómenos y los individuos. Esta cita nos ilustra sobre el grado de ambigüedad definicional. tal y como propugna este psicólogo so c ia le s lo suficientemente clarividente en Para Jaspars y Fraser (1984. 1987).. Otro de los aspectos centrales en la polémica entre los partidarios y detractores de la “teoría” de las representaciones sociales es su afi­ nidad o diferencia con respecto al concepto de actitud. 1984. Esto implicaría un cambio en el rumbo de la investigación [. La propia ambigüedad definicional.. más concretamente la que deviene de la definición dada por G. Algunos intentos llevados a cabo en esta dirección (Elejabarrieta. tal y como acaba de quedar señalado. ayudarían a conseguir una mayor precisión conceptual. si bien esto está aún lejos de conseguirse mien­ tras se mantenga que la ambigüedad del concepto de representación social supone un estímulo y una necesidad para el desarrollo de la teoría. o enfatizan su carácter de­ pendiente de la estructura social (Doise. Al contrario que en el caso de las actitudes. En un sentido negativo se pronuncian Jaspars y Fraser (1984) cuando señalan que las diferencias entre las representaciones sociales y las actitudes sólo aparecen si comparamos a las primeras con una determinada concepción de estas últimas. p. de un enfoque retórico de la psicología social. que ejerce una influencia directiva o dinámica sobre las respues­ tas individuales a cualquier clase de situaciones y objetos con los que se rela­ ciona. Si bien esta idea de las actitudes ha sido la predominante en psi­ cología social. Si bien no veo que el consejo de Billig se tenga que derivar. Esta otra tradición arrancaría. teorías que permiten estable­ cer hechos sobre ellos. Sin una estra­ tegia que fuerce al investigador a establecer contrastes. 1991 b] Ibáñez. con una representa­ ción cognitiva individual».. p. sino que cuestiona su valor como herra­ mienta de investigación. 1994b) donde se realiza un análisis comparativo con conceptos similares. categorías que permiten clasificar las circunstancias. su sencillez como para no caer en saco roto por parte de los teóricos de las representaciones sociales. su nivel de estructura­ ción (Di Giacomo. 1994b). 123) es bajo la influencia de este último autor como «el concepto de actitud se vuelve más y más indi­ vidualizado y es normalmente interpretado como una disposición de respuesta individual. también es posible detectar otra concepción diferente de las actitudes. nece­ sariamente. valor o estereotipo (véase. a la que me he referido.78 J o s é Luis A lvaro Estramiana La p sicología social europea 79 permiten interpretar lo que nos sucede. pp. siendo escasos los estudios (C respo. de la misma forma en que dichos teóricos se preocupan de estudiar las representaciones sociales. opi­ nión. creencia. organizado a través de la experiencia. De esta forma el concepto se volverá cada vez más y más amorfo. A este respecto creo conveniente incluir en este apartado el con­ sejo dado por otro psicólogo social como Billig (1991. Las diversas matizaciones introducidas en la teoría. Y a menudo [. etc. Jaspars y Fraser. Allport (1935. lo que no sólo dificulta su comparación con otras teorías. W. en ocasiones. la teoría de las representaciones ha dado por su­ puestas dichas diferencias. 70-71): Los teóricos deben estudiar también lo que no son representaciones sociales. 1991). Una concepción sociológica de las actitudes es la que Torregrosa (1968) nos proponía hace ya unos cuantos años..] no presenta sus datos en forma tal que nos fuerce a admitir la existencia de . encontramos form ulaciones de las actitudes que muy bien podrían haber sido realizadas con el fin de definir con­ ceptualmente a las representaciones sociales. miento. 157]. éstas son consideradas como una forma de construcción simbólica de la misma: Las actitudes representan reacciones emocionales. De nuevo. En resumen. para quien las actitudes son sociales en un triple sentido. ya que.80 J o s é Luis A lvaro Estramiana La psicología social europea 81 niecki (1918-20) en su libro sobre el campesinado polaco y se caracte­ rizaría por ser una concepción más social de las actitudes. De igual forma. 9) ejemplifica su posición realizando una crítica al trabajo original de Moscovici (1961/79) sobre el psicoanálisis en los siguientes términos: Kl estudio de Moscovici sobre la representación social del psicoanálisis [. por ejemplo. p. p. Tal y como señala W illiam James. pese al poco eco que entre los teóricos de las repre­ sentaciones han tenido las dudas expresadas por algunos psicológos sociales acerca de que el concepto de representación social difiera del de actitud. el que guió la investigación llevada a cabo por Jahoda. Este énfasis en los aspectos sociales es. no al concepto de actitud. las acti­ tudes dan sentido al medio. son numerosos los estudios en los que en­ contramos una concepción de las actitudes no como mecanismos de respuesta individuales sino como un conjunto de creencias que tiene un origen social y que son compartidas por un conjunto de indivi­ duos o grupos sociales. p. su acción. 1991 b). Lazarsfeld y Zeisel (1933/72) y donde se estudiaron las actitudes de los desempleados de una comunidad austríaca en la que tras el cierre de la única fábrica todos los habitantes se quedaron sin empleo. Las acti­ tudes bajo condiciones de desempleo descritas por Jahoda y otros (1933/72) están muy lejos de ser definidas como mecanismos de res­ puesta individual para ser entendidas como conjunto de creencias y comportamientos compartidos cuyo origen es social. nos encontramos ante una crítica. para su mantenimiento o cambio es preciso la interacción con otros. 36) señala que las actitudes están condicionadas socialmente y dependen de sistemas com partidos de representación y conoci­ Otro de los aspectos que se ha señalado como distintivo de las re­ presentaciones sociales frente a las actitudes es el hecho de que las primeras determinan tanto el estímulo como la respuesta a ese estí­ mulo. por último. por tanto. Si bien Kerlinger (1984. estas críticas deberían tenerse más en cuenta. 1990). independientem ente de que lo sean de los miembros individuales de tales grupos y situaciones. por ejemplo por Fraser (1986). 1968. por ejemplo. proponiendo que el estudio de las representaciones sociales se centre en lo que denomina sistemas de creencias compartidas y que pode­ mos entendercom o sistemas estructurados de actitudes sociales (Fra­ ser y Gaskell. sino a una concepción conductista de las actitudes (véase Crespo. creen­ cias y modos de evaluación de los mismos. y que. suponen estructuras compartidas de creencias sociales. para quien el con­ cepto de representación social no se diferencia del de actitud social. Si bien para Thomas y Znaniecki (1918-20) las actitudes son entendidas como manifestaciones individuales. 1) destaca el carácter reactivo de las ac­ titudes frente a la realidad social. Eiser (1986. El propio Fraser (1986. En primer lugar. estas últimas se refieren a valores cuya naturaleza es social en un doble sentido: por su origen cultural y por ser compartidos por grupos sociales que se sirven de ellos para guiar. motivacionales y cognitivas de la gente hacia los «objetos sociales» del medio y su predisposición a actuar hacia esos objetos sociales. p. A sí. Esta opinión es la expresada. mientras que las últimas son entendidas como meras respuestas a un estímulo externo (Moscovici. la crítica fundamental al concepto de actitud es la de su carácter individual: Quiero poner de manifiesto que muchas actitudes no son sólo sociales en el sentido de que su objeto es un valor social cuya contrapartida subjetiva son las actitudes. sino también en el sentido de que cons­ tituyen propiedades o características de grupos y situaciones sociales. la perspectiva teórica adecuada para su com prensión y explicación debe ser una perspectiva sociológica [Torregrosa. Merece la pena citar a este psicólogo social. Más recientemente.. como ha quedado señalado. Punto de vista muy similar al de otros teóricos de las actitu­ des como Kerlinger (1984). se dirigen a objetos sociales del medio y a comportamientos hacia esos mismos objetos y. A juicio de Fraser (1986) los estudios sobre re­ presentaciones sociales no han sido capaces de confirmar la existencia de diehas representaciones. En segundo lugar. o que éstas están socialmente determ inadas —son aprendidas en los procesos de interacción social—. 1984). lo que no la hace tan lejana del concepto de representación social. como es el comportamental. 1982) Gergen y Gergen (1982) o Bar-Tal y Bar-Tal (1988). En resumen. . evaluaciones. HISTORIA Y RELATIVIDAD DEL CO N O CIM IEN TO SOCIAL La postura manifestada por Gergen (1973). la interacción hu­ mana. En las páginas siguientes se realiza un análisis crítico de los mis­ mos. en la medida en que son difundi­ das entre la población y forman parte del conocimiento colectivo. y mucho menos el eje central de la psicología social. parte de una clara división entre ciencias del com porta­ miento social y ciencias naturales. Si bien hay autores para quienes la reivindicación del individuo como única realidad psicológica o social (por ejemplo. el resultado de representaciones previas sobre dicho objeto.. Moscovici (1988) reduce el concepto de actitud a uno de sus componentes. está sujeta a una inestabilidad y cambios continuos a lo largo del tiempo. las teorías. aunque la teoría ha dado lugar a un gran número de investigaciones (véase Ibáñez. excluyendo intencionadamente la función cognitivo-evaluativa de las actitudes. Si bien es cierto que el paradigma dominante en psicología social ha hecho de este último un concepto excesiva­ mente psicologista. Al mismo tiempo. tal y como considera Moscovici (1988). al contrario que los fenómenos de carácter físico. Para Gergen. lo que hace imposible la formulación de leyes universales sobre el compor­ tamiento. cabe analizar las propuestas que para la psicología social hacen autores como Gergen (1973. La crítica que los teóri­ cos de las representaciones sociales hacen del concepto de actitud sólo está justificada. la reemergencia del mo­ delo individualista sigue ocupando un lugar predominante en la ex­ plicación del comportamiento humano. 1986) ha caído en un descrédito científico. forma parte de las definiciones multidimensionales de las actitudes y no es. en cualquier caso. otras perspectivas más sociales de las actitudes han seguido presentes en la psicología social. lo que les dife­ rencia es el hecho de que las actitudes hacia un objeto de la realidad social son. En respuesta a las críticas realizadas acerca de la no diferencia en­ tre los conceptos de representación y actitud. La “teoría” de las representaciones sociales constituye un loable esfuerzo por reorientar la psicología social hacia una perspectiva más social que la que se deriva de la utilización del concepto de actitud. aunque tal vez innecesario si se tiene en cuenta que. DEL INDIVIDUALISMO AL SUBJETIVISMO. etc. NATURALEZA. en un artículo ya clásico pero aún con una notoria influencia —«Social psychology as histo ry »—. el propio Moscovici (1988) afirma que pese a su proximidad conceptual. métodos y conceptos utiliza­ dos para describir la realidad social. 1988) no parece tan claro que suponga una alternativa al concepto de actitud. De nuevo. un nuevo factor o dimensión que se derive de la teoría de las representa­ ciones sociales. ¿UNA NUEVA PSICOLOGÍA SOCIAL? una representación social del psicoanálisis más que la de un conjunto inco­ nexo de actitudes sobre el psicoanálisis. El fin de dicho análisis no es tanto el de describir de forma por­ menorizada los planteamientos teóricos y epistemológicos de estos autores como el de rescatar algunos temas teóricos y metodológicos centrales en el debate actual entre diferentes concepciones de la psi­ cología social. por tanto. di­ cha crítica ha de circunscribirse al enfoque más psicologista de las actitudes. en realidad. para una determinada concepción de las mismas. Turner y Oakes. El elemento representacional en la forma de percepciones. Como ilustración de la im ­ portancia que dicho modelo sigue teniendo en la psicología social actual. I.82 J o s é Luis A lvaro Estramiana 5. en formas diferentes de describir la realidad. 1982. Zaiter Mejía. La segunda distinción hace referencia a la inviabilidad de establecer generalizaciones que no estén referidas a individuos particulares o situaciones concretas. por ejemplo. Jahoda. Otra de las características del pensamiento de Gergen es su reduccionismo psicológico. A sí pues. son elementos de carácter metateórico y generativo los que sustituyen a los de carácter científico en la elección de las teorías más adecuadas para la descripción del compor­ tamiento humano. Hablar de persona o individuo sin referencia a nin­ gún marco cultural o histórico no deja de ser una paradoja en uno de los mayores defensores del método histórico para la psicología social (para una crítica a la psicología social de Kenneth Gergen. la abstracción que hace Gergen del medio sitúa al in­ dividuo en un vacío social que invalida el contenido histórico que él mismo atribuye a la conducta humana. diría Laín Entralgo— como el análisis empírico de la realidad. tres son los ele­ mentos que deben caracterizar una nueva perspectiva en psicología social: el subjetivismo.84 J o s é Luis A lvaro Estramiana D el individualism o al subjetivism o. Para no perder la realidad como proceso borra la realidad como estructura. ¿ Una n u eva p sicología social? 85 dejan de tener carácter predictivo. en mi opinión. En opinión de estos psicólogos sociales. Pero la psicología social tampoco puede prescindir de la espacialidad de ese aconte­ cer que se da en sendos procesos de estructuración constante. 1982). . pp. desconfirmando los supuestos teóri­ cos que pretendían explicar su conducta. 157). de esta manera. por consiguiente. de cuestionar el conocimiento adquirido. la validez del conocimiento descansaría en su capacidad de generar direcciones alternativas en la conducta humana. 1982). El relativismo epistemológico de Gergen le lleva a afirmar que el cono­ cimiento humano no puede ser validado por critéTros-Gientífic os. 1992). En resu­ men. En último término. pueden reaccionar de forma diferente a la esperada. no parece haber contradicción alguna en señalar que tanto la historia —el hombre como «deudor del pasado». La conclusión que Gergen (1973) deriva de estos supuestos es que como consecuencia de la im­ posibilidad de predecir el comportamiento humano. Las personas. En opinión de este autor. la distinción entre generalizaciones particula­ res y universales y la filosofía no justificacionista. el medio es esencialmente un producto de la persona» (Gergen. Por esto. La idea de hombre que subyace es la de un organismo autó­ nomo que no sólo percibe sino que también construye el mundo a su manera. el radicalism o gergeniano es rechazable. en modelos generales de comunicación verbal sobre los que no es posible establecer supuestos de validez científica (Gergen. lo que hace imposible cualquier forma de conocimiento objetivo. El prim er supuesto está basado en la idea de la persona como constructor activo del medio. 1986). es arbitraria. cuya ignoran­ cia no sólo impide un conocimiento en términos científicos sino que desvir­ túa gravemente la realidad social. El conocimiento psicosocial está fuertemente condicionado por la temporalidad del acontecer. Estos tres aspectos me servirán de pretexto para comentar algu­ nas cuestiones centrales sobre la psicología social actual. tampoco de la historia. Las opiniones expresadas por Gergen con respecto a la psicología social tienen una clara continuación en autores como Bar-Tal y BarTal (1988). Ciertamente la psicología social no puede prescindir del tiempo y. la contraposición entre conocim iento histórico y conoci­ miento científico no está. sino su posición en un grupo o clase social y en un momento histórico lo que determina el grado de auto­ nomía alcanzado. Munné (1986. 159-160) formula la misma opinión con gran clari­ dad cuando escribe que: No se puede contraponer la psicología social como ciencia a la psicología so­ cial como historia. Se elimina así toda posibilidad de conocimiento objetivo. incluido el científico. para Gergen la realidad objetiva se convierte en un conjunto de convenciones sociales que regulan modos diversos de comunicación. o subjetivismo si se quiere. propo-( niendo para la psicología social un enfoque histórico. justificada: el que la psicolo­ gía social deba adoptar una perspectiva histórica en la explicación del comportamiento humano no significa que no pueda ser una ciencia. tras el conocimiento de los principios que regulan su comportamiento. constituyen ele­ mentos indispensables del quehacer cientifíco de una psicología so­ cial del acontecer humano (véase. p. las constancias y diferencias culturales. que le lleva a afirmar que: «Si la persona construye conceptualmente el medio. Reduce. Al mismo tiempo. En el análisis de Gergen se ol­ vida que la agencia es el reconocimiento de una necesidad y que el ac­ ceso a la misma es una condición para que aquélla se pueda ejercer. No es el individuo en abstracto. véase G. toda teoría so­ cial que se formule sobre el mismo está sujeta a alteraciones. Sin negar la validez de una concepción histórica para la psicología social. sino a través de principios de carácter ideolpgico-evaluativo (G ergen. El tercer aspecto se­ ñalado por estos autores sostiene que toda forma de conocimiento. Heider. Tampoco cualquier medio social permite un desarrollo igual de dicha capacidad autorreflexiva. Otro de los aspectos que se derivan de esta concepción subjetivista es la asunción de que el relato que la persona hace sobre su conducta es la única base posible de análisis de la misma y que su ex­ plicación sólo puede estar basada en un proceso de negociación lin­ güística. ninguna forma de conocimiento objetivo. 96) cuando señala que: Los enfoques discursivos están necesitados con frecuencia de una teoría del “poder” que explique la relación de estructuras discursivas y no discursivas . ¿ Una n u eva p sicología social? 87 II. El único mundo existente es aquél del cual tenemos concien­ cia. La realidad exterior deja de tener una entidad propia para con­ vertirse en un caleidoscopio en el que la mano azarosa de quien lo maneja va determinando una de las múltiples combinaciones en que la realidad se nos presenta y es posteriormente evaluada. Son estos dos as­ pectos los que hacen inviable el que la explicación última del com­ portamiento de las personas esté sometida siempre a un proceso de negociación sobre el significado adscrito a la acción. SUBJETIVISMO Y OBJETIVIDAD EN PSICOLOGÍA SOCIAL Claramente. ni tampoco la misma capacidad para articularlo. en otras palabras. el subjetivismo por el que abogan estos autores no supone en realidad más que una forma extrema de cognitivismo en la que la realidad objetiva es asimi­ lada a la experiencia perceptiva. No todas las personas tienen el mismo grado de conciencia sobre los condicionantes tanto externos como internos que regulan su comportamiento. Otro de los riesgos en que incurren estas orientaciones teórico-metodológicas es el de un idealismo extremo. etc. Tam bién el sociorracionalism o de Gergen y M oraw ski (1980) y Gergen (1982) y el constructivismo social de Gergen (1985) pueden incluirse en esta concepción. lasque a mi juicio debe­ ría adoptar la psicología social. 1932/87. quienes ponen de manifiesto. Como nos re­ cuerda otro psicólogo social (Billig. la teoría del conocimiento mantenida por Bar-Tal y BarTal necesita de claras matizaciones. así como Potter y Whetherell (1987) y su análisis del discurso. no es posible.86 J o s é Luis A lvaro Estramiana D el in dividualism o a l subjetivism o. Es esta concepción. Roser y Harré (1978) sobre la violencia entre “aficionados” británi­ cos al fútbol—. anclada en la tradición del pensamiento socioló­ gico marxista. 1958. p. Nada es verdad o mentira. Véase Eiser. al reducir la realidad social a contenidos de carácter lingüístico. si bien la reflexivilidad sobre el comportamiento es una característica del ser humano. el carácter social y cultural de los procesos psíquicos superio­ res. condicionan modos pre­ valecientes de cognición. Junto a esta forma de entender los procesos cognitivos. pues todo acto cognitivo es en sí mismo igualmente válido y plausible. se encuentra la escuela psicológica representada perr Vigotski (1896-1934). Sus defensores olvidan que. como ya quedó señalado anterior­ mente. la capacidad de autoconciencia del mismo es depen­ diente de las condiciones sociales. 1977) en su estudio sobre el fas­ cismo. Riesgo al que apunta Crespo (1991#. En primer lugar. Dado que existen tantas realidades como individuos que perciben la realidad. Luria (1901-19-78) y Leontiev (1903-1979). se trata de una nueva forma de relativismo cultural en el que el respeto por los puntos de vista de los otros y la defensa de que el in­ vestigador adopte el punto de vista de las personas investigadas lleva a ignorar el antagonismo entre los contenidos ideológicos de las per­ sonas y los del investigador. si exceptuamos el ya clásico estudio de Marsh. sino ante todo formas ideológicas de representación de la realidad en las que juegan un importantísimo papel las diferencias entre grupos sociales con in­ tereses antagónicos. devenir en nuevos repertorios cognitivos que a su vez sirven de guías en los procesos de transformación o mantenimiento del or­ den social existente. Claros representantes de esta posición son Harré y el mé­ todo etogénico —que desde un punto de vista empírico tan pocos resultados ha dado. según ambos autores. en el curso de la inter­ acción. tan solo mera conjetura en la mente de individuos o grupos sociales. Se olvida. Fiske y Taylor. Dichas cogniciones son en el plano individual el reflejo de condicionantes sociales que pueden. asimismo. 1986. Ambas tradiciones de pensamiento pueden contribuir a una mejor compren­ sión de la conducta. 1984). las condiciones objetivas de existencia. más sociológica y que está ausente del núcleo argumental defendido por ambos psicólogos. que el ser. Se elimina así el problema de la falsa conciencia. que los procesos cogniti­ vos no son procesos ni autónomos ni individuales. El compromiso intelectual que este enfoque realiza con el carác­ ter social e histórico de toda la actividad cognitiva no es incompatible con el énfasis que numerosos psicólogos sociales cognitivistas ponen en el carácter mediador que los procesos cognitivos tienen en la con­ ducta social. y que sigue constituyendo una de las principales aporta­ ciones de la psicología social de origen guestáltico (Asch. más concreta­ mente en la «percepción indirecta» y en ciertos aspectos de la «repre­ sentación pictórica» (Jahoda. grupos o situa­ ciones. Bar-Tal y Bar-Tal (1988. es necesario hacer algunas matizaciones al mismo. más concretamente. en los estudios de Hofstede (1984) acerca de las variaciones culturales en valores so­ ciales. la conducta humana se caracteriza por un mayor grado de complejidad que el referido en estos estudios. 1981). Es clara la necesidad en psicología social de un nivel de análisis' particularista como el defendido por Bar-Tal y Bar-Tal. 1971/82)—. y que no exista independientemente de las perso­ nas. el enfoque particularista que Bar-Tal y Bar-Tal (1988) nos proponen es insuficiente para contrarrestar la tendencia de la psicolo­ gía social psicológica a ignorar las variaciones culturales del compor­ tamiento. Berry (1979) hace una interesante propuesta que consiste en proponer diferentes criterios sobre los que basar diversos niveles de equivalencia: equiva­ lencia funcional —cuando las conductas observadas cumplen idéntica función—. así como en el campo de las emo­ ciones y. o estudiar las relaciones existentes entre cogniciones y conducta en un grupo y en una situación determinada. o. El que la realidad social sea una realidad simbólica. pero dicho enfoque es insuficiente para comprender el comportamiento social si no se corresponde con un análisis transcultural a través del cual po­ der describir y explicar lo que caracteriza la conducta de individuos o grupos específicos. 1992^). p. tender más hacia una psicología social comparada. 1990). En re­ sumen.. no justificada. pues es sólo en el contraste entre grupos de per­ sonas de culturas diferentes como podemos llegar a establecer lo que es específico de cada uno de ellos (véase A lvaro y M arsh. Si bien en un nivel no complejo de la conducta humana es posible establecer universales —ejemplos de esto los encontramos en el campo de la percepción. El estudio transcultural de la conducta no se debe centrar tanto en la observación de universales. en los estudios del propio Berry sobre el etnocentrismo. Jahoda.) en el mantenimiento y cambio de las condiciones de existencia y en la construcción social de la realidad. 1988). dándonos en última instancia una visión etnocéntrica del mismo. en la expresión facial de las mismas (Ekman y Friesen.88 J o s é Luis A lvaro Estramiana D el individualism o a l subjetivism o. No se trata tanto de establecer principios teó­ ricos de carácter general. por la pretensión. es decir. III. La idea defendida en este libro no es la de una psicología social . La explicación en estos casos debe dejar paso a un enfoque en el que se describan las condiciones culturales que dan lugar a determinado tipo de relaciones sociales. Ejemplos de aná­ lisis en los que se utiliza la metodología propuesta por Berry los en­ contramos en trabajos como los de Triandis sobre la construcción de tipologías de comportamientos sociales. de «un proceso psico­ lógico o relación que ocurre en todas las culturas» (Triandis. Es por esto por lo que la psicología social debería adoptar un ca­ rácter transcultural. pueden describir el reperto­ rio de cogniciones de un determinado grupo en un campo específico para así describir las cogniciones que caracterizan a ese grupo específico en una situa­ ción dada. 1978). 99) definen este en­ foque de la siguiente manera: La investigación particularista centra su atención en el estudio de los conteni­ dos con la finalidad de caraterizar cierto tipo de individuos. do­ tada de significado.. como de destacar la variabilidad y especificidad cultural de la conducta hu­ mana inmersa en el devenir de la historia (véase Bond. Páez y otros. Los estudios particularistas. 1967/79. sexuales. por ejemplo. Una psicología social que hasta el momento se caracteriza. en gran medida. La propuesta de Berry (1979) pre­ tende hacer compatible el análisis de los problemas sociales locales con el desarrollo de teorías de carácter más general. PARTICULARISMO VERSUS PSICOLOGÍA SOCIAL TRANSCULTURAL El segundo aspecto al que hacen referencia Bar-Tal y Bar-Tal es su propuesta de un enfoque particularista para la psicología social. es decir. allí donde tales principios se den. equivalencia conceptual —cuando los significados de los conceptos utilizados en la investigación son iguales—. 1988). como en la observación de las relaciones entre las personas y los gru­ pos sociales y su medio cultural. Para el establecimiento de comparaciones. de establecer como universal lo que en la inmensa mayoría de los casos no es representa­ tivo ni tan siquiera del contexto cultural que se pretende analizar (véase Georgudi y Rosnow. es decir. no supone que no ejerza una presión directa sobre éstas (véase Berger y Luckman. 1993. ¿ Una n u eva p sicología social? 89 (económicas. Aun estando de acuerdo con este supuesto. y equivalencia métrica —cuando las propiedades psicométricas del material empí­ rico utilizado son las mismas—. 1985. Marsh y Alvaro. más recientemente. aunque poco conocido. 1924. delimitado por el contexto cultural en que se produce. Supongamos que. en ver­ dad. y que tanto eco ha tenido en autores como Gergen (1982. 378-380). 87) definen a la teoría no justificacionista de la siguiente forma: De acuerdo con este enfoque. 258]. la terca realidad se encargó de enseñar al bueno de Don Quijote que. De acuerdo con las diferentes versiones de la postura no justificacionista (sociorracionalismo. Young encuentra que las diferencias entre ambas son fruto del prejui­ cio social. La función del prejuicio es la de facilitar la segregación de grupos opuestos entre ellos [Young. De ser consecuentes con este argumento. Si nada permite distinguir el conoci­ miento generado por el «hombre de la calle» del generado por un es­ tudio psicosocial (cosa que en algunos casos no deja de ser cierta). En conse­ cuencia. Bar-Tal y B ar-T al (1988. M uy al contrario. debería desaparecer. y sin necesi­ dad de llegar a contraposiciones extremas entre verdades absolutas y relativismos extremos. En resumen. éste consiste en información en forma de opiniones y conjeturas. todas y cada una de ellas fueron refutadas (véase Lazarsfeld. 108-109). no se trataba de gigantes sino de molinos de viento. 386].). Pero dejemos a ambos personajes y volvamos a la psicología so­ cial. La actitud más acertada. artículo de Lazarsfeld (1949). di­ chos procesos no son entendidos como mecanismos que operan en todos los individuos independientemente del contexto sociocultural. Una crítica a este tipo de razonamiento la encontramos en un brillante. p. etc. que la inteligencia de la raza blanca es de una versatilidad y complejidad superior a la de la raza negra [Allport. 1985). puesto que cualquier «hipótesis puede ser verificada o falsada» (Gergen y M orawski. el conocimiento generado por ambas líneas de pensam iento revelaría formas de conocim iento igual de erróneas o igual de verdaderas. En este caso. nos encontramos ante dos opi­ niones divergentes ante un mismo problema como las expresadas por los dos textos siguientes: Es un hecho bien establecido. pp. como de los límites impuestos a su acción. p. teoría generativa (Gergen. Ninguna de las proposiciones enunciadas encontró verificación empírica. sino que este último es entendido como una parte. y llevándolo hasta sus últimas consecuencias. 1980). The American Soldier (1949). no es posible distinguir cúal de las dos interpretaciones de un mismo problema. ¿ Una n u eva p sicología social? 91 empeñada en el estudio de procesos universales. La postura defendida por estos autores es coincidente con las del sociorracionalism o (Gergen y M orawski. 1980). enfoque constructivista. el conocimiento nunca puede ser probado como verdadero ni justificado apelando a una autoridad superior. que el desarrollo del conocimiento se encuentra Estas dos formas ¡de conocimiento de las relaciones raciales difie­ ren radicalmente. Sirva como ejemplo las dos formas de co­ nocimiento divergentes que caracterizan a Don Quijote y a Sancho Panza acerca de su polémica sobre los molinos. En conclusión. podemos concebir la objetividad como un co­ nocimiento de la realidad social delimitado por su mayor o menor aproximación a la misma. 1982) y constructivismo (Gergen. pp. CONSTRUCTIVISMO VERSUS OBJETIVIDAD El últim o punto defendido por Bar-Tal y B ar-T al es el de la im posi­ bilidad de un conocim iento objetivo de la realidad. IV. ya que ninguno de los argumentos que forman el razonamiento de ambos psicólogos puede ser probado o rechazado. el autor describe seis proposiciones de «sentido común» relativas a diferentes aspectos del estudio de Stouffer y otros. p. En él. 1949. Sin negar que los criterios de validación del conocimiento están sujetos a cambios históricos. Para este I . 1945. tanto de la defini­ ción que la persona hace del medio en que tiene lugar su conducta. la propia disciplina queda en tela de juicio. defendida por Bar-Tal y Bar-Tal. sería pedir que se cerrasen todos los centros donde se enseñan “ciencias socia­ les”. así como todas las ciencias sociales. en nuestro caso las dife­ rencias raciales. y tal y como le recordase Sancho antes de emprenderla a lanza­ das. es la verdadera. la psicología social. por ejemplo. Al contrario de lo esperado.90 J o s é Luis A lvaro Estramiana D el in dividu alism o a l subjetivism o. de seguir este razonamiento hasta sus últimas consecuencias. Mieittras que Floyd Allport da una explicación de las diferencias raciales en función de la inferioridad de la raza negra. no me parece correcta la afirmación de que no existe ninguna autoridad o criterio que confirme o desconfirme nuestras teorías tal y como supone la postura no justificacionista. sin embargo. es necesaria una perspectiva transcultural e histórica para darnos cuenta no sólo de la imposibili­ dad de establecer una ciencia unificada generadora de principios uni­ versales. independientemente de cúales sean los modelos teó­ ricos y prácticas metodológicas que utilicemos. mientras unas explicaciones teóricas y . La psicología social abarca un campo tan am plio de temas y situaciones que ninguno de los p resu­ puestos de una teoría puede abarcarlos en su totalidad. Se trata en definitiva de abogar por una pluralidad teórica y m etodológica. la contrastación empírica no es un criterio apro­ piado de validación teórica. tal y como se des­ prende de la idea de algunos psicólogos sociales.] su capacidad para poner en cuestión los principios esenciales de una cul­ tura. 1991). La idea defendida en estas páginas es opuesta a la expresada. Esta visión se aleja de todo relativism o al afirm ar que toda p ro p o sició n teórica puede ser contrastada con la realidad y que no toda explicación de la realidad social es igual de correcta. 1983).. Frente a ambos extremos. En resumen. quienes señalan como la principal debilidad de la disciplina su incapacidad para haber constituido una teoría genérica compuesta por proposiciones que puedan ser falsables y enfocada al estudio de efectos de carácter acu­ mulativo (véase Pettigrew. Los criterios ex­ puestos por Gergen no pueden ser un principio de validez del cono­ cimiento generado en ciencias sociales sino un objetivo de la propia psicología social. La posición sos­ tenida en este libro es contraria. para reconsiderar lo que se considera como ya establecido y en consecuencia generar nuevas alternativas para la acción social. al tiempo que se propugna que no exis­ ten teorías correctas y teorías incorrectas.92 J o s é Luis A lvaro Estramiana D el in dividualism o a l subjetivism o. en otro pueden no serlo. 1989.. y propone una nueva forma de validación del conocimiento consistente en comparar teorías alternativas en fun­ ción de [. pues con­ sidero que es en últim a instancia esa misma realidad social la que debe encargarse de corregir o confirmar el conocimiento de la misma. principios metodológicos pueden ser apropiados en un contexto cu l­ tural. pero sí de defender que todo desarrollo teórico debe ser validado mediante su contrastación con la realidad. McGuire. tal y como queda reflejado en el capítulo metodológico. para indicar problemas fundamentales de la vida social contemporánea. es posi­ ble defender una posición según la cual todo conocimiento debe ser contrastado con la realidad. sino también de que. tal y como es defendido por el enfoque contextualista en psicología social (véase Axsom. tanto al relativismo en ciencias socia­ les. Al mismo tiempo. por Gergen o Bar-Tal y Bar-Tal. entre otros psicólogos sociales. Esto no quiere decir que dicha validación sea aproblemática. no se trata de abogar por un empiricismo asistemático y meramente acu­ mulativo. como a la pretensión de establecer una ciencia única resultado de la acum ulación del saber y cuya pretensión final sea el estableci­ miento de leyes universales del comportamiento. ¿ Una n u eva p sicología socia l? 93 psicólogo social. El modelo estratificado de la acción propuesto por Giddens y re­ tomado por otros autores como Manicas (1982) es compatible con la concepción socioestructural del interaccionismo simbólico de Stryker (1983). también es posible una inter­ pretación estructural en la que se tengan en cuenta los condiciona­ mientos y constricciones institucionales que facilitan el cambio o re­ producción de la estructura social. encontramos los modelos estructuralistas. el mismo autor (Stryker. observamos entre las escuelas de pensamiento conductista y cognitivista en el caso de la psicología. que deriva de la localización y de la interacción so­ ciales. El reconocimiento de este argumento significa que hay que ir más allá de procesos psicológicos in­ dividuales. PROPUESTAS PARA LA PSICOLOGÍA SOCIAL El m od elo estratificado de la a cción y en foq u es teóricos afines 95 para centrarse en lo que Giddens (1982. 59]. la etnometodología o el enfoque dramatúrgico. el dominio de la actividad humana es limitado. El concepto de estructura deja de tener así un contenido determinista o exclusivamente coercitivo. pero lo hacen como actores históricamente situados. sino también desde la perspectiva de la explicación del comportamiento humano. Frente a la tradición que representan interaccionistas simbólicos como Blumer. p. 1983. De acuerdo con Giddens (1967/87). no en condiciones de su propia elección. al institucionalizarse. o enfoques teóricos como la etogenia. EL MODELO ESTRATIFICADO DE LA A CCIÓ N Y ENFOQUES TEÓRICOS AFINES. por no mencionar los procesos de interacción social. los sis­ temas de significados que sirven de guía al comportamiento deben ser interpretados en función de las divisiones sociales en clases y diferen­ cias de poder: La idea de que se debe situar a las personas formando parte de relaciones en­ tre roles. En la visión del interaccionismo simbólico de Stryker. Como indica Giddens (1967/87). y que propone como modelo teórico para la psicología social. Toda actividad intencional tiene lugar en el contexto de instituciones sedimentadas a lo largo de extensos pe­ riodos de tiempo. el estructuralismo y el funcionalismo tienden a caracterizar la conducta como el resultado mecánico derivado de un proceso de re­ producción de estructuras sociales preexistentes. Junto a una concepción del comporta­ miento humano en la que se destaca el carácter intencional y proposi­ tivo del mismo y en la que los actores sociales tienen la capacidad de dirección reflexiva de su acción y el conocimiento de las condiciones sociales en las que áquella se desarrolla. en parecidos términos. predominantes hasta hace poco tiempo en las ciencias sociales. p. 180) denomina consecuen­ cias no intencionadas de la acción social: La historia no es un proyecto intencional. de sí y de los demás. Más recientemente. al igual que la idea más tradicional del interaccionism o sim bólico de que el com porta­ miento de las personas esta mediado por el significado de la identidad perso­ nal. Una polémica que.6. 88) vuelve a hacer hincapié en su propuesta de una psicología social sociológica al afirmar que: Claramente. así como los enfoques funcionalistas del comportamiento hu­ mano. La polémica entre las concepciones derivadas de las nociones de ac­ ción humana y estructura es interesante no sólo desde un punto de vista histórico. los hombres producen la sociedad. especialmente en la me­ dida en que son incorporadas sistemáticamente en el proceso de reproduc­ ción de las instituciones. 1991. determinadas por estructuras sociales más generales. Las consecuencias no intencionadas de la acción son de una trascendental importancia para una teoría social. controlan el comportamiento . p. mientras que los teóricos de la acción social han centrado su atención en la reflexibilidad del com­ portamiento sin haber desarrollado ninguna idea de la estructura so­ cial. concebir una estructura social significa admitir que existe una realidad social que va más allá de procesos psicológicos individuales y que condicionan a estos últimos de una forma importante. todas estas ideas son las que tienen más importancia intelectual para la psicología social [Stryker. Las posturas representadas por ambos modelos teóricos no son sin embargo incompatibles. La perspectiva teórica de Stryker es muy semejante a la sociología del conocimiento de Berger y Luckman (1967/79). para quienes la rea­ lidad está constituida por universos de significado compartidos so­ cialmente que. 1985)—. 12) en un oportuno artículo. a los que se podrían añadir otros. como la propuesta de una psicología social no reduccionista de M. 1983. constituyen enfoques y nociones desde los que es posible realizar un análisis no reduccionista de la conducta y la interacción social. De una forma similar. permitiendo ciertos tipos de conducta y sancionando otros. Los mundos sub­ jetivos no pueden ser separados de los procesos en cuyo seno son construi­ dos. p. Jahoda (1986 b). pp. construccionista de Berger y Luckman (1967/79) o la perspectiva contextualista de Georgudi y Rosnow (1985). en el que se argumenta la importancia de la sociología del co­ nocimiento de estos autores para el desarrollo teórico de la psicología social: La psicología no puede ser otra cosa que psicología social. Totman (1980) indica que la psicología so­ cial dejaría inacabado el análisis de la acción social si no analizase ésta en términos de normas y seguimiento de normas. En resumen. comunicados y mantenidos [. así como algunos as­ pectos de la perspectiva dialéctica —como son su insistencia en un enfoque contextual e histórico. Stryker o Totman. Dichas definicio­ nes que creemos compartir con otros son las que hacen que nos comporte­ mos de la forma en que lo hacemos. En el enfoque construccionista de estos autores la sociedad sólo puede ser interpretada en la dialéctica entre realidad objetiva y subjetiva.. 653-654): Cualquier sociedad en la que haya diferencias de estatus. Martín-Baró.] las identidades personales no pueden ser separadas de la estructura social en la cual son constituidas. poder y prestigio entre sus grupos sociales —y en todas las hay— nos sitúa en diferentes cate­ gorías sociales vitales en la definición de nosotros mismos. Más concretamente. así como su consideración de la per­ sona y el medio social como realidades no contrapuestas (Georgudi. los modelos propuestos por Giddens. el enfoque . Las reglas constitutivas posibilitan el entendimiento de la con­ ducta en un contexto cultural específico. Su distinción entre reglas constitutivas y reglas normativas es de un gran valor heurís­ tico. Ciertamente. Como nos recuerda Eberle (1993.96 J o s é Luis A lvaro Estramiana El m od elo estratificado d e la acción y en foq u es teóricos afines 97 humano.. la capacidad de dirección de la acción social y el co­ nocimiento que permite al actor dar razón de la misma —conciencia discursiva— y llevarla a cabo —conciencia práctica— no se dan en un vacío normativo. Una teoría psicosocial es incompleta en tanto no considere las condiciones sociales en que viven las personas y su in­ fluencia en las creencias y comportamiento colectivos. una concepción de la conducta humana en la que no se tengan en cuenta conceptos de carácter estructural puede llegar a convertirse en una nueva forma de idealismo social. Como nos recuerda Tajfel (1977. Las reglas normativas defi­ nen y dirigen la acción social. Dicho conocimiento se caracterizaría por un monismo metodológico según el cual los métodos de las ciencias na­ turales se consideran directamente aplicables al estudio de la realidad social. método hipotético-deductivo frente a método inductivo. Teoría e investigación son dos partes de un mismo proceso: de reproducción y creación del conocimiento. Como nos recuerda con agudeza Marsh (1982. La característica fundamental de las técnicas cuantitativas en ciencias sociales es la creencia en la posibilidad de obtener un conocimiento objetivo de la realidad. Otro aspecto fundamental en la polémica acerca de la metodolo­ gía apropiada para la psicología social lo constituye la polarización existente entre los defensores y detractores del método experimental. es igualm en te equivocado d ecir qu e cu alq u ier explicación sobre el m undo. mo­ delo ideográfico de explicación frente a modelo nomotético. considerando el método científico como una forma discur­ siva más. PERSPECTIVAS METODOLÓGICAS EN PSICOLOGÍA SOCIAL P erspectivas m etod ológica s en psicología social 99 En páginas anteriores he tratado de exponer un análisis crítico de al­ gunos de los enfoques teóricos sobre los que se ha ido constituyendo la psicología social. según la cual no existe un conocimiento ob­ jetivo de la realidad. por un lado. Como contrapartida. re p etim o s. los partidarios de la utilización de una m etodología cualitativa señalan que los métodos utilizados en las ciencias naturales son inapropiados para el estudio del com porta­ miento social. Queda implícito en la aseveración antes realizada un punto de vista opuesto a la perspectiva de la teoría sociorracional (Gergen. En realidad. dado qu e es equiv o cad o co n sid e rar a un a c u ltu ra com o m o ra l­ mente su p erio r a otra. Estas consideraciones tendrían un carácter parcial si no se considerasen a un mismo tiempo los aspectos metodológicos de la disciplina. Desde esta perspectiva se insiste en que el mundo so­ cial se diferencia del mundo físico en que el primero es construido en la interacción social y que. Polémica a la que no es ajena la psicología social. 1982) y/o constructivista del conocimiento en psicología social (Gergen. no es menos cierto que todo avance teórico debe tener en la contrastación con la realidad que pretende analizar su fuente de validación. pues éste responde a convenciones de carácter lingüístico. etcétera. es una realidad de significados compartidos. es q u e q u iz á no p o d am o s co m p ren d er cuál será un m étod o ap ro p iad o p ara ex am in ar o v e rific ar una teo ría sin un a e x p li­ . la contraposición entre los enfoques cualitativos y cuantitativos y. Este énfasis en la realidad como construcción simbólica hace que los partidarios de una metodología cualitativa enfaticen que la investigación debe tener por finalidad el estudio de lo social desde el punto de vista de los actores implicados. Las páginas siguientes se centran en dos polé­ micas que podríamos resumir en. 52): N o debem os con fun dir un relativism o m o ral con un relativism o lógico y arg u ­ m entar q u e. uno de cuyos pilares fue el cuestionamiento de dicho enfoque metodológico. Así se expresa Cicourel (1982. 11 y 289) cuando afirma que: El arg u m en to g en eral. tienen el m ism o tipo de estatus. I. debería admitirse que el conoci­ miento científico no es en absoluto superior al conocimiento religioso o al de una secta.7. pues si bien considero acertada la ya conocida frase de Kurt Lewin de que no hay nada tan práctico como una buena teoría. ofreciendo un conjunto de perspectivas desde las que enmarcar el estudio de la conducta social. si esto fuese así. y que adopta la forma de posiciones contrapuestas entre los partidarios y detractores de posiciones dicotómicas expresadas por términos antónimos. la discusión en torno a la metodología adecuada para las ciencias sociales constituye uno de los aspectos que ha suscitado y suscita una mayor polémica. paradigma racional frente a paradigma naturalista. desde la religiosa a la m ágica. aspecto éste clave para entender el porqué de la llamada crisis en psi­ cología social. por tanto. por otro. TÉCNICAS CUANTITATIVAS VERSUS TÉCNICAS CUALITATIVAS Al igual que en el caso de los enfoques teóricos. pp. explicación causal versus interpretación herme­ néutica. p. 1985) —que no tiene que ver ni con la crítica constructivista que McGuire hace al empiricismo lógico tradicional ni con el enfoque desarrollado por Berger y Luckman—. la crítica al uso del experimento de laboratorio como paradigma metodológico para la psicología social. como los de técnicas cualitativas o cuantitativas. Incluso es posible concebir un paradigma teórico en el que conviven paradigmas metodológicos y técnicas de análisis con­ trapuestas. MÉTODO HIPOTÉTICO-DEDUCTIVO VERSUS MÉTODO INDUCTIVO. como son la fenomenología. por tanto. estamos ha­ blando. así como el análisis propuesto. autores como Kuhn y M cPartland (1954) desarrollan.. Dicho punto de vista sostiene que es en la definición del objeto de es­ tudio y de los objetivos de la investigación donde se configuran los límites en la elección tanto del paradigma metodológico a utilizar como de las técnicas de análisis.. EL PAPEL DE LA TEORÍA Cabe señalar. que la utilización de un mismo enfoque metodológico parta de supuestos epistemológicos divergentes e incluso contrarios. Frente a las posiciones extremas de unos y otros encontramos una tercera posi­ ción que trataré de argum entar en las páginas siguientes. La utiliza­ ción de un tipo u otro de metodología no supone. Petras y Reynolds. esta posición crítica con respecto al uso de las técnicas cuantitativas tomaría como punto de referencia diferentes tradiciones de pensamiento. El problema surge. se viene a hacer de la investigación algo concluso. ideológicas y epistemológicas. Esta perspectiva parte. del supuesto de que la utilización de diferentes recursos meto­ dológicos puede. cuando se intenta especificar el tipo de implicaciones que ambas metodologías conllevan. en primer lugar. sin embargo. el interaccionismo simbólico. Así. en defini­ tiva. de un conjunto de premisas interrelacionadas acerca del mundo social que son filosóficas. un instrumento de medida de las actitudes hacia el yo — «Twenty Statements Test»— cuya descripción y contenido. En resumen. TÉCNICAS CUANTITATIVAS Y TÉCNICAS CUALITATIVAS: ¿SÓLO UN A CUESTIÓN EPISTEMOLÓGICA? III. mientras que para Blumer (1982. aun reconociendo que las tradiciones metodológicas en las que se basan las técnicas de análisis cuantitativo y cualitativo hunden sus raíces en posiciones epistemológicas diferentes. Conlleva. especialmente a través de los escritos de Schutz. En este sentido creo acertada la opinión de autores como Rist (1977.]• La expresión cuantitativa de los resultados cosifica necesariamente los hechos de estudio. 62). sienten y actúan las personas al ocuparse de sus asuntos en la vida cotidiana [. y que es aquella que defiende la necesidad de considerar a ambos enfoques metodológicos no como contrapuestos sino como complementarios. en vez de una búsqueda de conocimiento sobre una época determinada. que la elección de un tipo u otro de metodología es algo que tiene implicaciones que trascienden los as­ pectos puramente metodológicos. tampoco implica una aceptación global de todos y cada uno de los mismos. no existe contra­ dicción alguna en utilizarlas de forma conjunta en la investigación social. II. así como sus correspondientes técnicas de análisis. dentro de la teoría del interaccio­ nismo simbólico. en un mismo estudio. criticando la utilización de los tests de hipó­ tesis y la operacionalización de variables. pero nuestras interpretaciones —aun tras las habituales excusas y advertencias formales sobre su generali­ dad y precisión— se toman como conclusiones positivas que se finge creer válidas y repetibles. necesariamente. algo más que unas técnicas de recogida de datos. por ejemplo. 1975). El caso del interaccionismo simbólico y la contraposición metodológica de las escuelas de Chicago y Iowa es ilustrativa. finalmente. Cuando hablamos de metodologías cuantitativas o cualitativas. el enfoque etnometodológico y la etogenia. Así. o que dos metodologías supuesta­ mente contrapuestas partan de un mismo enfoque teórico y episte­ mológico. En su versión contemporánea.100 J o s é Luis A lvaro Estramiana P erspectivas m etod ológica s en psicología social 101 cación de cómo piensan. No debe extrañarnos. p. la adscripción a todo un conjunto de postulados metateóricos o episte­ mológicos. en resumen. el argumento principal que se desarrolla en las siguientes páginas es el de que. 35) «la postura me­ todológica del interaccionismo simbólico es la del examen directo del mundo empírico social». cuando señala que: La utilización de un método hipotético-deductivo puede ser conside­ rada como un supuesto derivado de la lógica positivista sobre la que . p. darnos una visión más enriquecedora de la realidad que se está estudiando. no puede desligarse de ciertos supuestos epistemológicos y teóricos en los que se funda­ menta. se enmarcan en la orientación científica del naturalismo (véase M eltzer. Las cuestiones anteriormente expuestas llevan a la conclusión de que si bien la utilización de un tipo específico de metodología. tampoco constituye una prem isa de los m étodos cualitativos la u tili­ zación de un modelo inductivo. LA ACUMULATIVO)AD DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO A su vez. 77): Concentrarse en la teoría es. modelo hipotético-deductivo no es una prem isa necesaria de los estu­ dios basados sobre una m etodología cu an titativ a. todo proceso de investigación debe seguir unas fases que irían desde la formulación de una teoría o modelo del cual poder derivar un conjunto de hipótesis em pírica­ mente observables hasta la obtención de datos que remitirían a la teo­ ría enunciada. Desde este punto de vista. numerosos estudios cualitativos parten de marcos teóricos que guían la investigación. pues todo es­ tudio en ciencias sociales debe considerar a am bos como parte del mismo proceso de investigación (véase Sarabia. ciertamente. En ellos se pretende realizar una revisión de todos los resultados obtenidos en un área de estudio específico con el fin de llegar a una conclusión final sobre la misma. la discusión entre la supe­ rioridad de uno u otro modelo carece de fundam ento. al estudiar la asociación entre dos variables se tienen en cuenta todos los resulta­ dos obtenidos en diferentes estudios de los que se dispone de infor­ mación estadística. Estos estudios tienen en dicho modelo el eje sobre el que se establecen las diferentes fases de la in­ vestigación científica. Si bien la acum ulación de evidencia no es incompatible con la explicación de la variación de los resultados en estudios diferentes (véase Bangert-Drowns. de una crítica al modelo inductivo como inferior al hipotético-deductivo. por ejemplo.. la utilización de un Una de las premisas sobre las que se asienta el positivismo es la creen­ cia en la acumulatividad del conocimiento científico. Más aún. IV. la investigación orientada exclusiva­ mente por la teoría puede actuar en algunas ocasiones como una camisa de fuerza para el pensamiento y la observación. a un segundo plano lo que debería ser tarea principal del conocimiento: la contextualización sociohistórica de los resulta- . inductivo y deductivo. De igual form a. La polémica es parecida a aquella otra con que nos deleitaban cuando éramos niños sobre qué era antes.]. Así. dar una conclusión definitiva acerca de la existencia o no de asociación entre las variables consideradas. siendo la finalidad principal de los mismos comprobar el poder explicativo de las teorías utilizadas. como nos recuerda Bryman (1988). En úl­ timo análisis. en definitiva. Esto no quiere decir que se abogue por un empiricismo desli­ gado de toda formulación teórica. nos recuerda Bryman (1988). Un ejemplo de esto lo constituyen los denomina­ dos meta-análisis. el refinamiento metodológico y el perfeccionamiento de las técnicas de análisis llevaría a un conocimiento cada vez más preciso de la realidad. se pretende obtener la significatividad estadística media o magnitud de la asociación entre las variables y. p. Este objetivo relega. al igual que muchos es­ tudios realizados desde un enfoque cuantitativista no siguen dicho modelo hipotético-deductivo. Dichos análisis se basan en la creencia de que el avance del conocimiento es el resultado de una acumulación de evidencia empírica. finalmente. Si bien en este tipo de análisis se emplean criterios selectivos en la elección de las investi­ gaciones que entran a formar parte del meta-análisis y se utilizan ri­ gurosos procedimientos estadísticos. resulta irrelevante si el proceso de investigación se origina en la for­ mulación de un enfoque teórico o parte de la observación de la reali­ dad para finalmente arribar a una teoría. Se olvida en esta crítica el hecho de que.. 1986). el objetivo principal de los mis­ mos es el resultado acum ulativo final. pero no la única [. Más aún. 1992). Si bien este modelo es considerado como ejemplo de racionalidad científica. Esta premisa parte de la idea de progreso aplicada a di­ cho conocimiento. Toda investigación incluye necesariamente ambos procesos. De acuerdo con la misma. siendo en parte responsable de la falta de preocupación por la validez externa. En resumen. una importante función de la inves­ tigación. la polémica está basada en una falsa contradicción entre ambos modelos. lo cierto es que. en el me­ jor de los casos. Según el mismo. de nuevo. De esta manera. una gran parte de la investigación cuantitativa en ciencias so­ ciales no sigue dicha lógica.102 J o s é Luis A lvaro Estramiana P erspectivas m etod ológica s en psicología social 103 se erigen los estudios cuantitativos. y en muchos casos no es la teoría la que guía la investigación sino que es esta última la que sirve de guía a la teoría. pre­ domina el intento de encontrar una tendencia central en los resulta­ dos de un conjunto de investigaciones. Se trata. si el huevo o la gallina. los que critican los enfoques cualitativos señalan que en éstos no se considera a la teoría como un antecedente del análisis em­ pírico sino como una consecuencia del mismo. independientemente de que se trate de un estudio cuantitativo o cualitativo. tal y como. Como nos recuerda Marie Jahoda (1989. El problema surge en la medida en que el significado es. tampoco. en resumen.104 J o s é Luis A lvaro Estramiana P erspectivas m etod ológica s en psicología social 105 dos. entre investigador e investigado no sería posible establecer un conjunto de significados compartidos. por propia definición. sino como un aspecto más del etnocentrismo que permea todos los aspectos de nuestra vida social y a los que la psicología social. p ri­ mándose una metodología cualitativa como la más apropiada para captar el significado que los actores sociales dan a su conducta. samiento en ciencias sociales. Una con­ cepción histórica tanto de la conducta social como de las formas del conocimiento no es. En Dilthey (1833-1911). sino al hecho de que no siempre somos conscientes del porqué de nuestros actos. Tanto para los interaccionistas simbólicos como para las diferentes teorías “afines” (la etnometodología. El segundo su­ puesto parte de la idea de que para comprender la conducta basta con adoptar el punto de vista de los sujetos investigados. Siguiendo esta tradi­ ción del pensamiento. en ocasio­ . especialmente. 247-248). cuando afirma. en dos supuestos erróneos. Esta postura queda bien ejemplificada en la siguiente cita de Ibáñez (1990. la subjetividad de los actores sociales. la etogenia. La utilización de una metodología cuantitativa no supone. la psicología debería tener un carácter ideográ­ fico en el que el objetivo final fuese de carácter hermenéutico.). pp. a través de la observación. Esta idea está basada. tanto americana como europea —anglosajona al fin y al cabo—. lo que es lo mismo. fundamentalmente. En psicología social. lo que invalidaría los resultados de la investigación. 1988. Además de los problemas que se derivan de adoptar ciertos puntos de vista (véase Billig. En ciencias sociales. pero no debemos interpretar esto como una consecuencia de la metodología y técnicas de investigación dominantes. y más específicamente en psicología so­ cial. no es ajena. refiriéndose a los enfoques cuantitativo y cualitativo. en definitiva. etc. revelar. El primero se refiere a la idea de que la u ti­ lización de una metodología cuantitativa supone la imposición de categorías del conocimiento que no se encuentran presentes en los sujetos investigados. éste no es un hecho frecuente en psicología social (véase Bond. se llega lógicamente a la conclusión de que las técnicas interpretativas son efectivamente las más adecuadas a la naturaleza del objeto social. establecer principios o leyes generales del com por­ tamiento social. ya encontramos este dualismo en el que se sitúan las ciencias naturales y las ciencias sociales. éste es un aspecto central. una necesaria adscripción a este postulado del po­ sitivismo. y no me refiero a que los su­ jetos que forman parte de una investigación tengan la posibilidad de engañar al investigador. RAZÓN CAUSAL FRENTE A INTERPRETACIÓN La contraposición entre comprensión y explicación es otro de los ejes centrales en la polémica sobre el método apropiado para las ciencias sociales. diferentes teorías enfatizan la importancia del significado que los sujetos dan a su conducta. la sociología de la acción de Max Weber. y del papel que desem­ peñan los significados. que: Es obvio que a partir del momento en que se está convencido de la importan­ cia que tienen las dimensiones simbólicas de lo social. una cuestión que esté ligada necesa­ riamente a una u otra metodología. Destacar la importancia del significado que los actores dan a su acción es una característica común a diferentes tradiciones de pen­ A mi juicio. Marsh y Alvaro. La consciencia de los mis­ mos está sujeta a condicionam ientos estructurales que. Para este autor las ciencias del espíritu deben utilizar una metodología cuya fi­ nalidad sea la comprensión y no la explicación. inaprensible en los formalismos necesarios para proceder a una cuantificación. es poco acertado no tener en cuenta que las des­ cripciones que una persona nos da de su comportamiento no tienen por qué ser necesariamente correctas. la idea de que sólo la utilización de técnicas de aná­ lisis cualitativo puede llevarnos a una comprensión de la conducta social no es correcta. Si bien hay que reconocer que en las tradiciones de pensa­ miento en las que se basan los métodos cualitativos se hace hincapié en los aspectos situacionales. V. 1977). 1990). Ciertamente. De esta forma. Podemos considerar a este tipo de análisis como una errónea me­ táfora de la acumulatividad del conocimiento psicosocial. antes que dar por confirmada o refutada una hipótesis o asocia­ ción entre variables. podemos resaltar la posición de los fenomenólogos y. Ya en páginas anteriores ha quedado expuesta mi opinión acerca de la imposibilidad de establecer una ciencia social unificada o. la utilización de una metodología cuan­ titativa no es incompatible con una interpretación de la realidad so­ cial analizada en términos del contexto social y cultural-nacional en el que se realiza la investigación. p. 1988. Con respecto a la investigación cualitativa. Es un hecho incuestionable que el desarrollo de los diseños expe­ rimentales ha tenido una influencia beneficiosa en el rigor metodoló­ gico y en las precauciones que se deben tomar antes de inferir rela­ ciones de tipo causal entre variables. explica­ ción e interpretación. tampoco es correcto afirm ar que su utilizació n es incom patible con el establecim iento de relaciones de causalidad. incompatible con nin­ guna metodología en concreto. así como la aplicación de técnicas de análisis multivariado. ninguno es incompatible con ninguna de ambas finalidades. en último término. Los métodos cuantitativos enfatizan los aspectos metodológicos en el establecim iento de relaciones de causa-efecto entre variables. por ejemplo. 1984). de que sólo con los diseños experim entales es posible establecer relaciones de causaefecto. permiten eli­ minar los errores característicos de los diseños correlaciónales con respecto al establecimiento de inferencias causales entre variables. La idea de que se conoce (con todas las reservas de verificación) la causa de un fenómeno desemboca en esta otra idea: que el mejor medio de validar este conocimiento es hacer aparecer y producir un fenómeno. 1988). Además. causa y significado. Existen dos formas diferentes de llegar a establecer las relaciones de causalidad entre los fenómenos sociales estudiados. Saris y Stronkhorst. 1971. Además. cabe señalar que los métodos cuantitativos no son incompatibles con el estudio del significado que las personas inves­ tigadas dan a su propia acción (véase Bryman. Más aún. EL EXPERIMENTO DE LABORATORIO.106 J o s é Luis A lvaro Estramiana P erspectivas m etod ológica s en psicología social 107 nes. Deconchy (1992. introduciendo uno mismo. Lo que varía son las formas de esta­ blecer dichas relaciones. la estructura misma de las variables consideradas y el perfeccionamiento de las técnicas de análisis hacen posible el estable­ cimiento de teorías e hipótesis causales en diseños de investigación no experimentales (Marsh. nos va a permitir construir modelos explicativos so­ bre la realidad». En resumen. en donde las observaciones de los mismos grupos se realizan en diferentes momentos del tiempo. la valida­ ción experimental de la prueba es siempre una acción: se trata de producir un dato que de otra forma estaría dormido. Estos procedimientos nos permiten establecer la importancia de un con­ junto de variables en la varianza de una variable “dependiente”. 78) cuando escribe que «el experimento es la única herramienta que. A este res­ pecto. p. VI. no es menos cierto que los defensores del método experimental se olvidan de que la asig­ nación aleatoria de sujetos no es la única forma de control de varia­ bles. por tanto. La polémica entre diseños correlaciónales versus diseños experi­ mentales debería dar paso a lo que hace ya tiempo Cronbach (1981) definió como una «disciplina unificada» en la que el estudio de las di­ . voluntariamente si puede decirse. También es posible la igualación de los grupos en aquellas varia­ bles relevantes en el fenómeno observado. no son términos contra­ puestos sino parte de un mismo proceso de inteligibilidad de la ac­ ción social. Es posible llegar a establecer las causas que llevaron a la Revolución francesa sin que nos veamos tentados a confirmar nues­ tros resultados con simulaciones experimentales. Esto no supone ni despreciar las interpretaciones que los sujetos dan a su acción ni considerar ésta como la única fuente válida de conoci­ miento. como el análisis de caminos. 1988). de los análisis de carácter histórico. los diseños longitudinales. 1982. Esta aseveración la podemos encontrar en numero­ sos manuales de metodología de nuestra disciplina. si bien los métodos cuantitati­ vos ponen el énfasis en el análisis causal y los métodos cualitativos en el análisis interpretativo. Este es el caso. postulado fundamental en las ciencias naturales. trascienden los relatos que los actores dan de su conducta. El establecimiento de relaciones de causalidad no es. Sin embargo. Marsh. el control de variables ex post facto (véase Blalock. Pero ésta no es la única forma de establecer dicho tipo de conexio­ nes entre variables. Tal objetivo no pasaría tanto por el control riguroso de variables como por la plausibilidad argu­ mentativa. Las relaciones de causalidad también se pueden establecer de forma lógico-discursiva. DISEÑOS EXPERIMENTALES O DISEÑOS CORRELACIONALES Existe la creencia. tal y como señala Weber. el hecho que se quiere de­ mostrar que es la causa del fenómeno estudiado. Aun­ que los diseños correlaciónales o transversales ofrecen serios proble­ mas metodológicos para poder establecer algo más que asociaciones entre variables. reduciendo la posibilidad de encontrar relaciones espúreas. 331) señala lo siguiente: Una idea similar es la que expresa Fernández Dols (1990. Desde este ángulo. muy extendida entre los psicólogos sociales de di­ ferentes orientaciones teóricas y metodológicas. en un campo donde no está natu­ ralmente presente ni es empíricamente localizable. En efecto. es decir. 1981 a. Existen m ultitud de argumentos en pro y en contra de la utilización del experimento como paradigma m etodológico en psicología social (véase Aronson y otros. es decir. de aquellas varia­ bles independientes que el experimentador maneja. 1982. 1988. etcétera). 1982). Otra de las crí­ ticas a la validez interna es la que señala la incapacidad de los experi­ mentalistas para replicar los resultados de sus experimentos (Ibáñez. dicha polémica sólo ha servido para que se haya producido una mayor apertura metodológica y para que entre los psicólogos sociales exista una m ayor preocupación por la utilización de diseños correlaciónales así como por el empleo de en­ foques cualitativos. por tanto. Taj­ fel. a su vez. 1981¿í ). nos alerta sobre la posibilidad de que los sujetos experimenta­ les puedan reaccionar frente a la ambigüedad del escenario experi­ mental en función del tipo de indicios que ellos creen observar en la propia situación experimental. señalado por Orne (1962). sistemática (véase Aronson y otros. Manstead y Semin. Leyens. 1972. Hasta el momento. Algunos auto­ res in clu ye n un tercer tipo de v alid ez d ife re n c ia d a de las dos anteriores y que denominan validez ecológica (M orales. Dos son los objetivos fundamentales de los experimentos de la­ boratorio: contrastar hipótesis y establecer relaciones de causalidad entre las variables. En realidad. En el caso de que obtengamos unos resulta­ dos iguales en ambos casos. Sarabia. los experimentalistas entienden el hecho de que las variaciones observadas en la variable dependiente sean una conse­ cuencia de las manipulaciones realizadas sobre la(s) variable(s) inde­ pendiente^). 1992). Toda réplica es.). 1985. 1983. La validez in ­ terna de los experimentos constituye una premisa fundamental de los mismos (Campbell y Stanley. la posibilidad de replicar los resultados constituye un elemento de vital importancia para verificar la validez interna del experimento. Campbell y Stanley. 1990. los otros tipos de validez dejan. etc. Entre los factores que pueden afectar a la validez interna de los experim entos cabe destacar dos. las críticas que se derivan de los problemas de reactividad de los sujetos experi­ mentales. VIL EL EXPERIMENTO DE LABORATORIO: ¿UN PARADIGMA METODOLÓGICO PARA LA PSICOLOGÍA SOCIAL? La polémica sobre la adecuación o inadecuación del método experi­ mental en psicología social es uno de los temas sobre los que más han escrito los psicólogos sociales. en función de las característi­ cas de la dem anda. en el caso de los diseños factoriales. además de la validez de constructo o equi­ valencia entre las concepciones teóricas de las variables y su operacionalización. Es decir. de ser posibles. El segundo factor es indicado por Rosenthal (1966). dos tipos de validez: interna y externa. M o­ rales. La consecución de dicha validez interna se consigue a través de la asignación aleatoria de sujetos a las condiciones experi­ mental y de control. pues. Con relación a dichos objetivos surge el problema de la validez experi­ mental. Pese a todo. 1982. o bien han sido refu­ tadas por su falta de rigor metodológico (véase Clemente. Harré y Secord. 1981 a). así como con la interacción entre ambos tipos de variables. a lo sumo supone un reflejo de aquella situación experimental con la que se pretende comparar. Moscovici. asegurándose de esta forma la no influencia de otras variables que no sea aquélla que el experimentador pretende manipular o.108 J o s é Luis Alvaro Estramiana P erspectivas m etod ológica s en psicología social 109 ferencias interindividuales propio de los análisis correlaciónales se viese complementado con el estudio de las diferencias entre trata­ mientos. señalados por Orne y Rosenthal. El problema surge ante la imposibilidad de replicar di­ rectamente un experimento. El problema surge a la hora de interpretar los resultados de los experi­ mentos que sirven como réplica y compararlos con los obtenidos en el experimento original. Morales. o bien han sido incorporadas a la lógica del experimento. Por validez interna. Estas dos cuestiones son las que guían el proceso de investigación psicosocial llevado a cabo en el laboratorio. 1990). Jiménez Burillo. no han supuesto un aban­ dono de la metodología experimental sino que. el experimentador no puede estar seguro . 1991. haciendo que pasen a formar parte de variables que hay que controlar con el fin de que no alteren las características y objetivos de la situación experi­ mental (véase Collier y otros. si ésta no es conseguida por el experimentador. El prim ero. Más concretamente. reproducir de forma exacta las condiciones en que se produjo. in­ cluso entre los psicólogos sociales que podríamos considerar como críticos de la psicología social individualista (Doise. los psicólogos sociales que utilizan esta metodología se plantean. 1990). el experimento de laboratorio sigue teniendo un papel central en la psicología social contemporánea. quien señala que tanto las características personales del inves­ tigador como las expectativas del mismo pueden incidir en la obten­ ción de resultados acordes con sus hipótesis. si bien no es. sirve. Conviene resaltar. la cual se refiere a la posibilidad de generalización de los resultados derivados de la situación experimental. En otros casos.. a la simetría alcanzada entre las ca­ racterísticas del medio experimental y las características del medio social al que aquél representa. Dejando a un lado la de por sí proble­ mática distinción entre validez externa y ecológica (véase Morales. éstos seguirán formando parte de la realidad. a los efectos reactivos de los dis­ positivos experimentales. con respecto a la validez externa. que para al­ gunos destacados psicólogos sociales su planteamiento carece de sen­ tido. pues es el control de toda situación social externa a la situación experimental la premisa fundamental de dicho enfoque metodológico. en definitiva. pero la situación experimental. De las amenazas a la validez externa del experimento señaladas por Campbell y Stanley (1982).. ambas se refieren a una misma cuestión: la de la representati­ vidad de los resultados obtenidos en las condiciones definidas por la práctica experimental. Lo dicho anteriormente sobre la validez interna nos lleva directa­ mente a considerar la validez externa de los experimentos. p. tal y como reclaman autores como Zajonk (1989). La segunda amenaza a la validez externa del experimento radica en la propia artificiosidad de la situación experimental. Toda situación experimental será real si es percibida como real por los sujetos experimentales. XXIII) cuando afirman que: Grisez describe certeramente una consecuencia importante de esta concep­ ción de la situación experimental: [. siempre es­ tará sujeta a las condiciones de control impuestas sobre los sujetos del experimento. Esta se refiere a la representatividad de la situación experimental. las condiciones exactas de situaciones reales [. A sí se expresan. Este es un pro­ blema que ni el experimento de laboratorio ni la experimentación en un medio social pueden resolver. En dichas condiciones. con lo que cualquier generalización a otros grupos poblacionales estaría fuera de lugar. en numerosas ocasiones es ignorada en los experimentos de psicología social. La primera hace refe­ rencia a los efectos de interacción de los sesgos de selección y la variable experimental. 1981 a). Es decir. En la lógica que rige la metodología experi­ mental. Deschamps y M ugny (1985. la duda acerca de la posi­ bilidad de extrapolar los resultados experimentales a otras poblacio­ nes es consecuencia de los sesgos introducidos por el experimentador en la selección de los sujetos experimentales...]. es decir. y tal y como señala Popper (1962). sino una teoría de esta reali­ dad. incompatible con la lógica experimental. tan parte de la realidad como los barracones de un cuartel. en absoluto. sino qué teoría se supone que representa y si la representa bien. pues los experimentos de laboratorio no pretenden ser repre­ sentativos de la realidad sino tan sólo servir de contraste empírico de modelos teóricos. a escala reducida. una discoteca o un bar. Ciertam ente. Un número considera­ ble de estudios experimentales utilizan como sujetos de observación a estudiantes universitarios. Por otro lado. lo que se simula no es la realidad social. por ejemplo. tanto si se realiza en el laboratorio como en un medio natural. dos son especialmente relevantes en los estudios de psicología social experimental.] no se trata de reproducir en el labora­ torio. En el primer caso. en la medida en que se sigan realizando experim entos de laboratorio. La diferencia no estriba tanto en su falta de «realismo experimental» como en su representatividad social o «realismo mundano». para confirmar o refutar aquella parte de la realidad a la . Doise. Esta afirmación no deja de sorprender si tenemos en cuenta que si el experimento de laboratorio sirve para contrastar una teoría.110 J o s é Luis A lvaro Estramiana P erspectivas m etod ológica s en p sicología social 111 de si dicha igualdad se debe a una confirmación de los resultados ob­ tenidos en el primer experimento o a los cambios introducidos en la nueva situación experim ental. no queda más que asumir que se han escogido las variables pertinentes y que todo lo que queda marginado de la situación experimental es irrelevante. Autores como Harré y Secord (1972) han señalado la imposibilidad de reducir la complejidad de la vida social a su representación experimental. este último aspecto está relacionado con un tercer tipo de va­ lidez: la validez ecológica. la confirmación de resultados no prueba una hipótesis o teoría sino que ésta se establece a través de un proceso de falsación deductiva. Esta observación. La segunda. de tal forma que ante una experiencia no debemos preguntarnos si representa bien la realidad. Esta artificiosidad experimental puede provocar que las reacciones de los sujetos que participan en la situación experim ental se deban a la misma situación experimental. Los resultados obtenidos en dichos estu­ dios pueden ser una consecuencia de la interacción entre las caracte­ rísticas particulares de estos sujetos y las variables experimentales. la participación voluntaria de los sujetos experimentales arroja serias dudas sobre la posibilidad de obtener conclusiones que vayan más allá de los límites del laborato­ rio. . los métodos no son ni buenos ni malos en sí mismos. sino también a eludir y camu­ flar la fundamentación teórica bajo los criterios de validez experimental. no sólo a un debilitam iento de la concepción metodológica en sentido amplio. o a comprobar si alguna hipótesis me­ rece ulteriores desarrollos. 1977. como es la validez histórica de sus conclusiones. En cualquier caso. Milgram o Festinger han sido objeto de poste­ riores reinterpretaciones teóricas (véase G risez. Sheriff. Pese a las consideraciones contrarias de algunos experimentalistas (véase Turner. es sin duda el experim ento». Lo que he querido señalar son algunos de los problem as del experimento como instrumento de análisis de la realidad social. 49) cuando nos recuerda que: Para la psicología social. Dichos problemas. utilización práctica y considerable uni­ dad e integración entre y a través de los límites de la disciplina. Sheriff. Si se entiende por teoría un conjunto arti­ culado de explicaciones acerca de la realidad social. la acti­ vidad por excelencia de cualquier científico o protocientífico. o que del hecho de que sea posible f 1 estudio experimental de un problema social se de­ rive la necesidad o conveniencia de estudiarlo experimentalmente. Psicólogos sociales provenientes de la sociología o la psicología colaboraron entre ellos y con otros científicos sociales utilizando encuestas. De lo dicho anteriormente no debe extraerse como conclusión que la experimentación sea inútil o irrelevante como forma de inves­ tigación social. y nunca para demostrar la legitimidad de determi­ nados planteamientos teóricos. la controversia sobre la adecuación del método experimental para contrastar una teoría sigue abierta entre los psicólogos sociales. 1994). tanto en los diseños experimentales como en los correlaciónales. En resumen. como podemos comprobar por esta cita de Ibáñez (1991. sino en la medida en que con­ tribuyen a arrojar luz sobre la realidad social que pretendemos expli­ car. Como nos recuerdan Elejabarrieta y Wagner (1992. Experimentos como los de Asch.. ni para demostrar que se tiene razón en de­ fensa de una postura teórica. Sarabia. 63): Los experimentos tienen ciertamente una utilidad. p. unidos a la imposibilidad de estudiar diferentes aspectos de la reali­ dad social mediante el experimento de laboratorio por razones de ca­ rácter práctico o ético. p. Entre esta afirm ación y la de B illig (1989. cabe un punto de vista intermedio. es un prerrequisito para la ciencia. en la medida en que nos ayudan a comprender y actuar sobre aquellos problemas que preocupan a las personas. Pennington. entonces el expe­ rim ento de laboratorio se refiere a la realidad social. quien señala que «el objetivo final. 1988. M oscovici. En re­ lación con esta última consideración cabría incluir en los diseños ex­ perimentales un tipo de validez a la que los experimentalistas prestan poca atención. Si hacemos un breve repaso histórico de la disciplina. No quisiera finalizar este apartado dedicado a la metodología sin referirm e a la reflexión histórica que realiza House (1991.112 J o sé Luis A lvaro Estramiana P erspectivas m etod ológica s en p sicología social 113 que dicha teoría se refiere. p. Incluso admitiendo la afirmación extraída del libro de Doise y otros (1985) como correcta. para quien «todos los paradigmas experimentales limitan el desarrollo teórico». el hecho de que muchos aspectos de la realidad social queden marginados de la posibilidad de un estudio experimental hace que ni situándonos del lado de los defensores a ultranza del uso del experimento de laboratorio sea posible argumentar que dicha meto­ dología es la meta final de todo científico social.] la identificación de una formulación experimental correcta con una for­ mulación metodológica válida conduce. el ri­ gor metodológico. el experimento de laboratorio está sujeto a lim ita­ ciones y tiene como cualquier metodología sus ventajas y sus incon­ venientes. 1976/81. lo que viene a indicar que el rigor metodológico de los diseños experimentales no presupone una correcta interpretación teórica. experimentos y observa­ . con lo que el problem a de la validez externa del m ism o sigue siendo un aspecto ineludible. la extrapolación a la vida real sigue constituyendo un objetivo ineludible de todo científico social. Lo mismo que ocurre con las teorías en psicología social. 302). me llevan a discrepar de autores como Fer­ nández Dols (1990. 1988). 78). pero son los mo­ dos de teorizar los que dan lugar al conocimiento científico (véase Sloan. pero ésta queda limitada a sugerir “ideas” para la investigación. p. 1983). En definitiva. nos encon­ tramos con que los resultados de experimentos tradicionales como los de Asch. el periodo que va de 1930 a 1960 fue un periodo de innovación teórica y metodológica. 237): [. Milgram o Festinger han contribuido al desarrollo de la disciplina utilizando como herramienta de trabajo este instrumento metodológico. p. Las ideas expuestas con anterioridad pueden quedar resumidas en la siguiente opinión de Ibáñez (1990.114 J o s é Luis A lvaro Estramiana P erspectivas m etod ológica s en p sicología social 115 ción natural para estudiar un amplio conjunto de problemas tanto de la vida civil como militar. los estudios cualitativos nos alertan sobre la importancia del lenguaje y de la co­ municación. En definitiva. tanto en la metodología como en las técnicas de investigación. arrancan de posiciones epistemológi­ cas diferentes. VIII. nos recuerda House (1991). la psicología social por la que se aboga en este libro considera que es la utilización de una metodología plural la única vía de desarrollo del conocimiento psicosocial. puede llevarnos a un conocimiento más profundo de la realidad analizada (véase como ejem plo el estudio de Jah o da. el rigor y la adecuación del marco teórico y de los supuestos epistemológicos que guían la investigación y que permiten interpretar tanto las observaciones empíricas . queda clara la postura defendida en este libro de la no incompatibilidad entre los diferentes enfoques o dise­ ños m etodológicos. En este sentido estoy convencido de que el eclecticismo metodológico no produce efectos tan negativos como los que resultan del eclecticismo teórico o epistemológico. es todavía hoy una buena forma de dar respuesta a alguno de los interrogantes que dieron lugar a la crisis de la psicología social. no significa asumir que cualquier investigador que uti­ lice uno de ellos necesariamente tenga que adscribirse a todos los postulados implicados en las posiciones epistemológicas desde los que emergen. y abren una nueva perspectiva de comprensión de lo hu­ mano. Mientras que la investigación cuantitativa ha supuesto un considerable avance en la reflexión sobre aspectos de la investigación tan fundamentales como la medición. como los argumentos racionales. Recuperar ese espíritu. control de las variables y representatividad. Por otro lado. REFLEXIONES FINALES PERO INACABADAS EN TORNO A LA METODOLOGÍA Por lo expuesto hasta aquí. L azarsfeld y Zeisel 1933/72). 1991). tanto cuantitativos como cualitativos. Sólo la pluralidad. 238): El determinante en última instancia del saber producido no radica tanto en las características de los métodos utilizados como en la potencia. p. al poner el énfasis en el análisis de la realidad social desde el punto de vista de los propios sujetos investigados. Reconocer que los diversos enfoques. las críticas cruzadas entre cuantitativistas y cualitativistas deberían servir para apreciar mejor las limitaciones de cada método en particular (Stephan y otros. constituye un lastre para el estudio de aspec­ tos colectivos del comportamiento humano. la concepción histórica aquí propugnada coincide con la pers­ pectiva contextualista descrita por Georgudi y Rosnow (1985. sino que En tercer lugar. El consejo de Evans (1976. 1983. NOTAS FINALES ACERCA DE LAS CARACTERÍSTICAS Y OBJETO DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL subraya que toda conducta debe ser entendida en el contexto histó­ rico en que se produce. indicar la necesidad de una psicología social contextual. 1982). En cuarto lugar. Los procesos de comunicación e influen­ cia social no pueden ser entendidos más que como elementos consti­ tutivos de la in teracció n so cial.. Del m ism o m odo. El énfasis de la psicolo­ gía social psicológica en los procesos intra o interindividuales en de­ trimento de las relaciones intergrupales. sigue estando vigente la llamada de atención realizada por diferentes autores acerca de una psicología so­ cial más preocupada por los aspectos sociales. varias son las conclusiones que podemos extraer del análisis crítico de los enfoques teóricos. El énfasis puesto en los procesos intrapsíquicos nos da un conocimiento sesgado de los pro­ cesos de interacción social. En este sentido tiene interés la contribución de Doise (1980) al indicar la po­ sibilidad de integrar diferentes niveles de explicación que van de lo intraindividual e interindividual a la consideración de la posición so­ cial de los actores y la influencia de la ideología. en el cual se incluyen aspectos económi­ cos. Por el contrario. De manera m uy resumida. se hace necesario añadir un quinto nivel de ex­ plicación a los ya establecidos por Doise. 1980. sino que lleva implícito el reconocimiento de la necesidad de enfocar dicho estudio desde una perspectiva transcultural (véase Bond. p. apréndelo. citado en House. afirma la relevancia de los contextos para nuestra comprensión de la acción humana [. al tiempo que reconoce la influencia de los condicionamientos socio-históricos en la construcción del conoci­ miento psicosocial. prácticas metodo­ lógicas y conceptos desarrollados en páginas anteriores.N otas fin a les a cerca d e las características y o b jeto d e la p sicología social 117 8. negar la posibilidad de un conocimiento científico de la conducta. 12) cuando escriben que: En psicología social. el estu d io situacional de la interacción es ininteligible si no se sitúa en el con­ texto más amplio de la estructura social (véase Stryker. es decir. En segundo lugar. 1991. Esto significa no sólo dar cuenta de los aspectos sociales que definen un periodo histórico. De ellos se deriva una concepción del devenir humano. de la que podrían extraerse las siguientes notas: En primer lugar. La psicología social tal y como se ha desarrollado hasta nues­ tros días es un producto del contexto de las sociedades occidentales avanzadas (véase W exler. Entonces.] si se me fuerza a dar un consejo. a pesar de periodos de crisis y poscrisis en la psi­ cología social contemporánea. La concepción del comportamiento humano como histórico no supone.. Desde este punto de vista. tampoco. el énfasis en la variabilidad y el cambio nos sitúa en con­ tra de la creencia de que la conducta social puede ser explicada acudiendo a principios invariables o leyes inmutables de validez transcontextual. según el cual la psicología social no es más que un conjunto de relatos de historia contemporánea. La consideración histórica del comportamiento humano no su­ pone necesariam ente un apoyo al relativism o propugnado por Gergen (1973). políticos e ideológicos hasta ahora bastante descuidados (véase Fraser. Montero. 1991) para lograr una psicología social innovadora es tan sencillo como cla­ rividente: [. 1994a\ To­ rregrosa. y en los que la estructura so­ cial e ideológica ha quedado bien relegada a un segundo plano o simplemente ignorada.. Los psicó­ logos sociales tendemos con demasiada frecuencia a validar o invali­ . 1985. una preocupación ma­ yor por el contexto social. House. llamar la atención sobre los procesos colectivos. yo diría que la investigación debe orien­ tarse a la resolución de problemas. 1988). sigue tu instinto allá donde te guíen los problemas. sobre la importancia de no reducir la psicología social a los aspectos diádicos o individuales del comportamiento. y por tanto de la propia psicología social. si surge algo de interés y que requiere técnicas y cono­ cimiento con los que no estás familiarizado. M artín-Baró. 1991). Y al decir sociales quiero decirlo en un amplio sentido.. Martín Cebollero. Me refiero al nivel histó­ rico.] y señala la necesidad de especificar con detalle los con­ textos en los que se realizan ciertas afirmaciones acerca del conocimiento y la verdad. 1988). El análisis empírico y la contrastación de la teoría con la realidad no tiene.]. Este punto de vista es. p.]. por tanto. La psicología social no es un cuerpo reificado de saberes. siendo objeto de numerosas críticas. la perspectiva contextualista sigue siendo válida. al garantizar la posibilidad de una crítica externa. Como nos indica Axsom (1989.. la crítica de un paradigma teórico desde los postulados de otros paradigmas teóricos (véase Munné. explicada por cada uno de los procesos mediadores [. La pretensión de diseñar una psicología social a imitación del modelo positivista diseñado por las ciencias naturales ha llevado a considerar la predicción del comportamiento como un objetivo irrenunciable de la misma. La principal razón de este olvido o no consideración del contexto social reside en una concepción y utilización específica del empiricismo lógico aplicado al diseño experimental. compatible con una concepción de la psicología social como una ciencia de carácter probabilístico. Valencia y Echevarría (1992a. surgen en este área de conocimiento. es por lo que creemos que esta alternativa no es correcta. 46-47) escriben que: Al margen de su valor como visión del mundo. Un diseño de inves­ tigación que incluya variables de interacción provenientes cada una de ellas de una teoría diferente es un ejemplo del valor heurístico de un enfoque con­ textualista. 1993). La defensa de esta perspectiva supone la defensa de un pluralismo teórico: pluralismo necesario. sino el nivel de explicación alcanzado por teorías diferentes en contextos sociales diversos. en este libro se propone que el carácter contextualista e histórico de la psicología social es compati­ . p. tanto si se parte de teorías generales como de alcance medio. De acuerdo con el punto de vista de la lógica empiricista. 1994). De lo dicho anteriormente no se deduce que sea imposible criti­ car unas u otras teorías o establecer principios teóricos que guíen nuestra investigación. Conviene reseñar aquí que la perspectiva contextualista no es am­ pliamente aceptada. es decir. sino que debe indicar el grado de explicación alcanzado por los modelos explicativos propuestos. Esta perspectiva. El análisis contextual estará más preocupado por determinar.. no la verificación de la teoría. pp. necesariamente. 54-55): El rasgo fundamental de la perspectiva contextualista es su rechazo del estilo de investigación de la lógica empiricista que caracteriza a una gran parte de la psicología (así como a otras disciplinas). Frente a este tipo de orientación. 77) define también como constructivista. el enfoque contextualista considera que la mayoría de las teorías son correctas en la medida en que nos revelan aspectos importantes de la conducta humana. que M cGuire (1980. Tal y como indica McGuire (1983. en ocasiones. como es el caso del enfo­ que contextualista.. 27): Un conjunto diverso de procesos teóricos puede ser operativo con una gran variabilidad de una situación a otra en la proporción de la varianza común A mi juicio. La clave está en diseñar pruebas empíricas cruciales que hacen posible distinguir entre alternativas derivadas de teorías contrapuestas. por ejemplo. algunas teorías son correctas y otras son incorrectas. Frente a esta concepción. nos encontramos con perspectivas metodológicas contrapuestas. el contextualismo no puede conformar la plataforma de un programa de investigación. Así. Nos adscribimos a una u otra teo­ ría como si fueran marcos de comprensión válidos para cualquier cul­ tura y periodo histórico. A cualquier desarrollo teórico no le queda otra opción que contrastar el nivel de generalidad obtenido en contextos sociales y culturales diversos. no niega la utilidad del análisis empírico: «El constructivismo afirma que todas y cada una de las di­ ferentes teorías que existen son verdaderas y que el trabajo empírico revela bajo qué condiciones son verdaderas».. sino que tanto en sus temas de estudio como en la aplicación teórica e investigación empírica debe ser guiada por la rea­ lidad que pretende explicar (véanse a este respecto los diferentes ar­ tículos de psicólogos sociales latinoamericanos incluidos en Páez y Blanco. Páez. que seguir. asimismo. preocupada por la exclusiva aceptación o rechazo de las hipótesis del investigador. pues contribuiría a superar los diálogos de sordos y polémicas estériles que. a menos que la ciencia abandone su objetivo de reducir de lo particular a lo general y de crear un cuerpo organizado de conocimiento [. ya de por sí bastante lo­ cal e inductivo—. Por las limitaciones intrín­ secas al contextualismo y por el hecho de que lo que falta es generalización teórica —y no contextualización del conocimiento. pp. 1991. caracterizada por la utilización de un enfoque hipotético-deductivo en el que predomina la lógica de la verificación de hipótesis.J o s é Luis A lvaro Estramia-na Notas fin a les acerca d e las características y o b jeto d e la psicología social 119 dar un paradigma teórico sin tener en cuenta el contexto social en que dicho paradigma es aplicable. Más que considerar a al­ gunas teorías como correctas y a otras como falsas. Esta situación ha llevado a la psicología social a centrar su interés en comprobar la plausibilidad de la teoría sobre la que el investigador experimental desarrolla sus hipótesis. los postulados de una lógica verificacionista. En quinto lugar. que da lugar a la ilusión de que la motivación subjetiva es la fuente final y fundamental de actos sociales. 1991). por tanto.. las diferentes imágenes del mismo. Ni los marcos teóricos. Nuestro mundo social contempo­ ráneo se caracteriza por una multiplicidad de realidades sociales. a su vez. en el que las diferencias de clase social.. educativas. Por otro lado.120 J o s é Luis A lvaro Estramiana Notas fin a les acerca d e las características y ob jeto d e la psicología social ble con un análisis probabilístico del comportamiento.] la tendencia a dar forma a nuestra propia vida desde dentro hacia fuera opera dentro de las posibilidades y límites de las condiciones sociales que acep­ tamos pasivamente y que determinan la vida desde lo externo a lo interno. hilo conductor en las ideas expresadas en estas páginas. La adscrip­ ción a un enfoque constructivista —en el sentido dado por McGuire. religiosas. Resumiendo. y añade que: el error de los psicólogos introspectivos es el aislamiento de la experiencia del individuo del ambiente social e histórico. o las de Stryker con su interaccionismo simbólico estructuralista. o el modelo normativo de Totman. no sólo deben suponer una disposición por parte del investigador social a adoptar diferentes marcos teóricos para la explicación de un pro­ ceso social. no es menos cierto que éstas. Es identificando las condiciones estructurales e La defensa de una psicología social más social. Todos estos mode­ los teóricos confluyen en una perspectiva teórica que se aleja tanto de una concepción aleatoria y autodeterminada del comportamiento hu­ mano como de una idea mecanicista del mismo. cuando escribe que el comportamiento so­ cial no puede ser explicado suficientemente por intenciones subjeti­ vas. sino que significa también un compromiso con la realidad social que se está analizando. Desde este punto de vista. culturales etc. de género. Tal y como expresa Marie Jahoda (1986 b. Idea que coincide con la concepción que de la psicología social tienen sociólogos como Mannheim (1963. en estas páginas se ha propuesto una concepción de la psicología social que es posible identificar con perspectivas teó­ ricas como las propuestas por Giddens con su modelo estratificado de la acción. En sexto lugar. Como ejemplos para­ digmáticos de esta forma de entender la psicología social podríamos citar la propuesta de investigación-acción de Kurt Lewin o el com­ promiso ideológico de Ignacio M artín-Baró. No se trata. no significa invalidar el conoci­ miento tanto teórico como metodológico generado por la psicología social psicológica. sin negar que la realidad es construida a través de nuestras acciones. 258). si bien pro­ venientes de una concepción más sociológica del comportamiento so­ cial. donde debemos situar la validez de los marcos teóricos utilizados. cogniciones y estructuras simbólicas. de abogar por posiciones que sociólogos como Martín López (1983) caracterizarían como hiper­ trofias del pensamiento sociológico. políticas. p. la existencia de estereotipos negativos entre los defensores y detractores de una y otra concepción de la psicología social supone una barrera que obstaculiza una mejor comprensión de ambos enfoques (véase Stephan y Stephan. no en el utilizado por Gergen— y la perspectiva probabilística. salvando los determinismos en los que ambas concepcio­ nes pueden incurrir. 28): [. históricas de la acción social como la actividad humana se convierte en consciente e intencional (véase Manicas. la pretensión de una teoría global que incluya diferentes niveles de análisis me parece una pretensión desacertada. Es en el ámbito de ese caleidoscopio social. La idea del hombre como sujeto activo de su historia individual y colectiva es una imagen prototípica de nuestra cultura occidental. dependen de mar­ cos de interpretación sedimentados en el desarrollo histórico de cada cultura. La posibilidad de una ciencia social o psicosocial unificada sólo tiene sentido si es refe­ rida a un mundo social unificado. forman. ni el propio investigador pueden permanecer al margen del con­ texto social en que se inscribe su investigación. Lo que debe guiar al psicólogo social no es tanto la búsqueda . constituyen un equilibrio entre las perspectivas psicológica y sociológica. el estudio de las propiedades estructurales de la ac­ tividad humana es un requisito imprescindible en la construcción de la psicología social. p. la idea de que la realidad es simbólicamente cons­ truida no es incompatible con el reconocimiento del impacto diferen­ cial de diferentes medios sobre la conducta de los individuos. en cada movimiento. pero incom­ pleta en sociedades donde las necesidades más básicas no tienen una cobertura generalizada. El énfasis que una psicología so­ cial sociológica pone en los determinantes estructurales del comporta­ miento no es contradictorio con la consideración de los aspectos individuales del mismo. Los modelos teóricos a los que acabo de hacer referencia.. En este sentido. 1982). Dentro de esta perspectiva no se considera el término probabilidad en un sen­ tido ontológico sino como una propiedad de la situación. ni la metodolo­ gía. han estado presentes algunos de los elementos que caracterizaron a la llamada crisis de la psicología social de los años setenta. a las visiones más optimistas. com­ parten esa preocupación por lograr una psicología social más social. La búsqueda de relacio­ nes de causalidad ha llevado a una injustificada hipertrofia del experimentalismo. 1995). Resulta difícil evaluar la evolución de los elementos que origina­ ron dicha crisis. 1992. implícitamente. Varios hechos lo demuestran. en definitiva. Blanch. 1990. se ha olvidado que cada objeto de análisis y el tipo de preguntas que sobre dicho objeto nos hacemos deben guiar nuestra elección del mé­ todo más apropiado y que. al menos. Asimismo. más auténticamente científica y más sensible a los problemas reales con que se enfrentan los hombres concre­ tos de nuestros días [Torregrosa. (Ramírez Dorado. En segundo lugar. la psicología de las minorías activas y la teoría de las representaciones sociales. como por ejemplo la psicología de las masas u otros fenómenos de carácter colectivo. se ha venido gestando en la disciplina un nuevo pa­ radigma caracterizado por el énfasis en los aspectos históricos. Va desde las evaluaciones negativas de Jiménez Burillo y otros (1992) y de Páez y otros (199 2b). Así veo yo la psicología social. El resultado de esa crisis es difícil de juzgar. 1992. la insuficiente preocu­ pación teórica. 1992. en las que se destaca que persisten algunos rasgos característicos que origi­ naron dicha crisis —como el individualismo. los estudios sobre el trabajo y las organizaciones (Peiró. 1992). Ambos tentativos. ambos inacabados. o la indefinición del concepto y objeto de la psicolo­ gía social—. 1992). Cabe preguntarse finalmente por el objeto de la psicología social. pero creo que el balance es en cualquier caso posi­ tivo. cada vez más atenta a ese cruce de caminos que. Sin traspasar nuestras fron­ teras. . 1986). y como consecuencia de la crisis de la psicología social.122 J o s é Luis A lvaro Estramiana Notas fin a les a cerca d e las características y ob jeto d e la psicología social 123 de principios universales como el estudio de la relación entre dichos marcos y las representaciones imperantes en ese momento histórico. En el caso de la denominada psicologíajsocial europea. A ello no se me ocurre mejor respuesta que la de hacer cada vez más inteligible y llevadero aquello que un excelente novelista como es Carlos Fuentes. asis­ timos a toda una serie de estudios en los que la búsqueda de una rele­ vancia social es tenida en consideración. la reivindi­ cación de una psicología social más social es uno de los elementos programáticos de esa psicología social europea. ha pro­ vocado el que muchos temas de investigación. olvidándose que. el reconocimiento del carácter activo de las personas. Por último. Véanse. p. el interés por la ideología. Torregrosa y Garrido Luque. el predominio del experimentalismo ha dado paso a una pluralidad metodológica cada vez más amplia. la preocupación por el cambio y la resolución de problemas sociales. los estudios recientes de la psicología social española así lo demuestran. por ejemplo. Páez. el balance es positivo. dialéc­ ticos y simbólicos de la conducta humana. el que un fenómeno social pueda estudiarse experimentalmente no significa que dicho método sea el más apropiado para su estudio. 1986) o la delincuencia femenina (C le­ mente. 1982. o a lo sumo en una metodología cuantitativista. la descripción de procesos de causalidad entre varia­ bles diferentes no se consigue sólo dentro del laboratorio. pero ambos narrables y míni­ mamente inteligibles si previamente se dice y se entiende que la verdad es la búsqueda de la verdad. Bergere. define como: un cruce de caminos entre los destinos individual y colectivo de hombres y mujeres. Algunas de las ideas expuestas en estas conclusiones son una consecuencia directa de la preocupación de los psicólogos sociales por superar algunas de las barreras señaladas en la crisis. Collier y otros (1991). En séptimo lugar. Tres teorías funda­ mentales. Garrido Luque. desde un punto de vista estrictamente metodológico. a pesar de los pesares. Las conclusiones aquí expuestas deben ser interpretadas como una visión personal de la psicología social. como por ejemplo el de las minorías activas. El encapsulamiento de la disciplina en la lógica experimental. no debe en ningún caso relevarnos de la tarea de seguir construyendo una psicología social más coherente y sistemática. 1989. como la expresada por House (1991). en la que. como son la de la identidad social de Tajfel. por reseñar tan sólo algunos de los múltiples ejemplos que es posible citar. o por Montero (1994a). 52J. el desempleo (Alvaro. la salud mental (Alvaro. reclamar la conveniencia de un m ayor plura­ lismo metodológico. el naciona­ lismo. En primer lugar. no hayan conocido el desarrollo de otros temas afines de investigación. Rodríguez. el estudio de la vida cotidiana y la utilización de métodos alternativos de inves­ tigación. para quien desde los años setenta. . Final que no quiere ser más que un punto y seguido en esta incursión por algunas de las avenidas de la psicología social. A ti lector. nos embarga cuando nos enfrentamos con una cuartilla en blanco. o a casi todos. sólo me queda agradecer tu paciente lec­ tura de estas páginas. hemos llegado al final. Igual agradecimiento a todos aquellos que a lo largo de estos años me han ayudado a superar la pereza o desgana que a todos.EPÍLOGO Y así. Nueva York. Alvaro. G. Centro de Investigaciones Sociológicas. Structural theory and the master problem of social p sy­ chology». D esem pleo y b ien estar p sicológico. P. Festinger (comp. Nueva York. Jo u rn a l o f A bnorm al and Social P sych o logy. E. J. Clark University Press. Los dos m étod os d e las ciencias sociales . Frehkel-Brunsw ik. en L. y Morales. 64. y Marsh. J. Harper. (1978). C. y Gonzalos. «Learned helplessness in humans: critique and reform ulation».. —. El instinto d e dom inio. D. J. M ethods o f research in so cia l p sych o lo gy. M. Oxford. T.. H. Jo u rn a l o f A bnorm al P sych ology.. M adrid. Hispanoeuropea. Torregrosa. W .. Worcester (MA). (1989). D. Allport. Siglo XXI. «Cultural mediation of political responses to unemployment: a comparison of Spain and The United Kingdom». M. 13. Reading. P. 41. H andbook o f S ocial P sych o logy. Nueva York. «The historical background of modern social psychology». F. E.BIBLIOGRAFÍA Abranson. en G. (1981). S. «A contextualist approach to the tensión between in- . Madrid. Jo u rn a l o f A bnorm al an d Social P sy ch o lo g y. Siglo XXI.. (1980). Ardrey. J. 87. Adorno.. R. Addison-W esley. Y. (1970). Calvo. H. — (1952/87). «A structuronomic conception of behavior: individual and collective.. L. y Teasdale.. In flu en cia s sociales y p sico­ lógicas en la salud m ental. 49-74. y Garrido Luque. pp. F. 258-290. 3-4. «A ttitudes». M. F. Boston. R. R.. J. J.). R. Allport. M. (1992).. Carlsmith. Social P sych ology. H andbook o f S ocial P sych o logy. Lindzey y E. Random House. (1924).. pp. — (1954). «Persuasión via self-justification: Large commitments for small rew ards». R etrospections on social p sy­ ch o lo gy. Murchison (comp.. Asch. Axsom.). D. Aronson (comps. The A utoritarian P ersonality. Aronson. (1950). H andbook o f Social P sych o logy. Allport. S ocial p sych o lo gy. (1962). Levinson. en C. Mass. M. y Sanford. Oxford University Press. Avia. Ellsworth. E. «Form ing impressions of personality». D. In tern a tio­ nal Jo u rn a l o f S ociology.). Houghton Mifflin.). (1946). —. A. (1990). pp. Alvira. — (1985). 3-30. L. W. (1993). N. «The historical background of social psychology». en G. (1992). F. Oxford University Press. M adrid. (1935). Lindzey (com p. Nueva York. 77-107. E. M cGraw-Hill. Barcelona. —. Seligman. pp. Barcelona. . (1986). (1988). Bogardus. Tecnos. J. Brown. Alianza Universidad. Cambridge. pp. 84. Studies in rh etorica l p sych o lo gy. «El estudiado equilibrio epistemológico de Kurt Lew in». Blumer. P. 56. — (1925¿?).216-226. Universidad Complutense. Carabaña. H. PPU. pp. 703-704. (1988). R. A. M. W. R. 74. El in tera ccion ism o sim bólico: P ersp ectiva y m étod o. «U na conversación con Michael Billig» (entrevista de J. — (1925a).). Madrid. D. Buenos Aires. Hora. M. Berger. Hora. Bangert-Drowns. en L. «Social lcarning through im itation». J. Espasa Universitaria. Y. R. pp. 1. (1982). Málaga. «Review of developments in m eta-analytic method». Blau. Barcelona. Bandura. y Stanley. (1969/82). Bergere. The social p sy ch o lo g y o f k n ow led ge. Kruglanski (comps. Barcelona. Q uantity a n d quality in social research. R.. The State o f social p sych olo gy. 57-64. In tro d u cció n a la in v estiga ció n social. «La teoría social del interaccio­ nismo simbólico: análisis y valoración crítica». Hewstone. J. I d eo lo g y an d opinions. «The structure of psychological revolutions». Sage. 7. J. Jo u rn a l o f th e H istory o f th e B eh a vioral S ciences. Buenos Aires. 191-215. P sycb o logica l B ulletin . Londres. Lincoln. Springer-Verlag. «Análisis de la etiqueta de delincuente como criterio clasificador de una muestra de mujeres». Bar-Tal. «Self-perception: An alternative interpretation of cognitive dissonance phenomena». R evista d e P sicología Social. (1971). — (1992). S.). y Lamo de Espinosa. A gression: A social p sycb o lo gica l analysis. (1994). «Intergroup relations». Madrid. P sicología social e in flu en cia .. Cambridge University Press. Lewin. 388-399. «On the history of social psychology in Russia». Londres. Blanch. (1984). pp. Budilova. R. El m éto d o y la m edida en sociología . tbemes. M. 83-114. Edi­ tora Nacional. pp. R evista Española d e In vestiga cion es S ociológicas. 301-307. W. 29. E. Sabucedo). «Social distance and its origins». E. (1967). A meri­ can Jou rn a l o f S ociology. Billig. en D. pp. «Measuring social distance». 183-200. Unwin Hyman. W. «A new perspective for social psychology». H. pp. 159-203. L. (1988). — (1987). J. Jou rn a l o f A pplied S ociology. (1964/82). pp. Hora. Martínez Roca. Nueva York. Amorrortu. en M. Cicourel. A prendizaje social y desarrollo d e la p erson a ­ lidad. 3. — (1993). Leary (comp. Sa§e‘ Blanco. 14. Buss. Canto. J. P en sam iento y acción. 663-667. 167-179. De la revista P sicotecnia a la R evista d e P sicología G eneral y Aplicada. Aljibe. 3. Jo u rn a l o f A pplied S ociology. 13-29. «Los métodos de investigación y su papel en la psicología social». C inco tradiciones en la psicología social. Stephenson (comps. Cambridge University Press. M. A. 5. — (1990). In terca m b io y p o d er en la vid a social. un ejemplo de acomo­ dación ideológica del saber». La con stru cción social d e la realidad. P sycb ologica l R eview . 21-91. p p . 1. P sicothem a. (1991).). Bryman. M adrid. Londres. 11.. R evista Española d e In ­ v estiga cio n es S ociológicas. — (1991). Amorrortu. — (1989). M cG raw-H ill. Bem. Oxford. 53-62. Teoría d el aprendizaje social. D el viejo al n u evo paro.). Madrid. (1988). (1932). 1939-1948. pp. Nebraska sym posium on m otiva tion . (1967/79). F undam entos sociales . A. C. 9. D. (1962). Barcelona.. en Lloyd H. pp. V. Madrid. J. A. Campbell. Psycbological Review Blalock. Nueva York. pp. Strickland (comp. Cambridge. Universidad de Granada. (1979). Bartlett. y Walters. Academic Press. (1966/82). D iseños ex perim entales y cuasiexperim en tales en la in vestiga ción social. 16. H. Caballero. pp. (1963/74). Barcelona. Issues. M. R em em bering. Madrid. R evista d e P sicología Social. (1978). — (1983). M. A dvances in E xperim ental S ocial P sych ology. y Luckman. pp. A proximación histórica. E. — (1991). en K. a n d co n troversies. P sicologías sociales. Oxford. Un análisis psicológico y social. Amorrortu. R. M. «El periodo postbélico. Clemente. pp. y Bar-Tal. Basil Blackwell. 393-432. «Discussion of Allport on the group fallacy». (1988). Morata. (1978). H. Pergamon. Jones (comp. Berry. Stroebe. D.128 B ibliografía B ibliografía 129 trapsychic and imprcssion management models of behavior». E uropean J o u r ­ nal o f social p sych o lo gy.). University of Nebraska Press. In trodu ction to social p sych o lo gy. Codol y G. «Paternidades y filiaciones en la psicología social». Berkowitz. — (1977). (1977). Las a ctitu d es id eológico-p olitica s de los trabajadores en situación de d esem p leo. L. A. Strickland (comp. «The new social psychology and fascism». The cross-cultu ral ch a llen ge to social p sych o lo gy. (1964/82). (1988). 272-287. H. — (1989). «Comparative social psychology: Societal roots and universals goals».). en M. Bond. en M. Sage. Nueva York. . «Self-efficacy: Toward a unifying theory of behavioral change». A. F. (1924). D irections in S oviet Social P sych ology. E pistem ología com parada. Lon­ dres. —. Buenos Aires. «Etnometodología: una explicación de la construcción social de la realidad». Bar-Tal y A. S oviet an d w estern p ersp e ctiv e s in social p sy ch o lo g y . J. (1986). P. 4. T. — (1976/82). (1962). P sicología social d e los p rob lem a s sociales. P. J. vol. pp. 149-164. Jim én ez B u rillo y F. Bilbao. Crespo.). Páez (comp. Las reglas d e l m étod o sociológico. en D. Moscovici (comp.). articulaciones y proyectos. «Las representaciones sociales». «Social Psychology and the Sociology of Knowledge». Madrid. J. A. Deschamps. (1983). Madrid. Buenos Aires. Barcelona. 22. J. 223-248. y J. (1991). Barcelona. y Friesen. pp. «Teoría y métodos de análisis de las representacio­ nes sociales». en J. núm. Hispanoeuropea. R. Farr y S. —. Morata. «A ttitudes. P. a sophisticated eclecticism: Some sobcr questions about contrasting valúes». Anthropos. P sicología social sociocogn itiva . A ttitudes.. G. Collier.. y Aronson. R. T. Centro de Investigaciones Sociológicas. —. Sarabia y N. social representations and widespread beliefs». «Activación y reducción de la disonancia en contextos sociales». Ursua (comps. Torregrosa y E. pp. C on­ greso In tern a cion a l d e P sicología Social Aplicada. In tera cción Social. J. en S. (1981). pp. 1. Cam bridge. F ern án d ez V illan u e v a. M étodos y técn icas d e in vesti­ ga ció n . (1985). y Palmonari. F. M oscovici (com ps. Insti­ tuto de Estudios Políticos. B. — (1986¿?). S. E.). Munné. M iller. Valencia. Cronbach. Hora. Sage. —. Himmelweit y G. Barcelona. y M ugny. Presses U niversitaires de France. Alianza. 3. Moscovici (comps. Desclée de Brouwer.). (1990). Festinger. R. Paris. F. en F. N.). Gaskell (comps. (1993). pp. «Social representations. M. (1939). Morales. Barcelona. (1980). Social p sych olo gy. Cam ­ bridge. J. (1992).). 89-101. Cambridge University Press. Cambridge. Social R epresentations. Paidós. Estu­ dios básicos d e psicología social. «Representaciones sociales y actitudes: una visión periférica». Alien and Unwin. Deutsch. Los dos m étod os d e las cien cias soá a les. S. in d iv id u o y sociedad . (1984).. (1991). en D. A.130 B ibliografía B ibliografía 131 en M. P ensam iento y vid a social. 8. Hora. 1. «La motivación hacia la consonancia cognoscitiva». — (1984). W. P sicología socia l y p rob lem a s so­ ciales. (1992). Farr y S. (1965/84). J. R. C uestiones d e psicología social. cogn ition an d social b eh a vior. S ocietal P sy­ ch o lo gy. M. «Levels of explanation in the European Journal of Social Psychology». —. Teorías en p sicología social . (1968/82). Estudios básicos d e p sico lo gía social. 289-369. pp. en J. G. (1981).. Eudema. V. W. O. T. — (1990). Minton. Dazinger. Londres. M. K. 22. y Sears. Anthropos. Teoría de la disonancia cogn oscitiva . Londres. Eberle. Frustration a n d agression. F. en H. R. J. y Reynolds. 213-231. Ursua (comps. Eiser. G. P sicología socia l ex perim ental.. pp. «Constantes culturales en la expre­ sión facial y la emoción». 281-297.). Bilbao. «What is social about social cognition». Torregrosa y E. L. Fiske. E uropean Jou rn a l o f S ocial P sych ology. (1982). pp.. «K elly's constructs and Durkheim's representations». L 'étude des représen tation s sociales. J. M. J. Hora. pp. en R. «Lenguaje y acción: el análisis del discurso». (1983).). 10. J. S ocial cogn ition . Fraser. R. P. Fernández Dols. 193-194. Desclée de Brouwer. El h om b re prep rogra m a d o. R. T. J. J. «Theoretical cohesion vs. «W axing and waning of interest in societal psychology: a historical perspective». (1986). L. Echevarría (comp. M owrer.. R. H. Jerusalén (julio). «Las dos disciplinas de la psicología científica». y Krauss. J. Social cogn ition .). (1895/1976). Avia. pp. «Las representaciones sociales». P. S. Torregrosa y E. d iferen cia ción e in tegra ción . Teoría y m étod o en p sicología social. Delachaux et Niestlé. 5-13. y Gaskell. Fundamentos. Deconchy.. Dollard. Madrid. S ocial R ep resen ta tion s. Oxford University Press. (1980). Morales. «The social psychology of unemployement». (1986). Cambridge U niversity Press. R. P sicología so cia l so cio co gn itiv a . 55-86. B. Cambridge University Press.. 97-105. —. Farr. P sicología Social. F. Crespo (comps. Paidós.). en J. Durkheim. C ogn ición y represen tación social. Madrid. . 303-313. «Origins and basic principies of Wundt's V ólkerpsycho­ logie». The social an d p sych olo gica l stu d y o f w id esp rea d b e­ liefs. Forgas. Oxford. C urrents o f T bought in A m erican Social P sy ch o lo g y. Fransella. 255-268. Páez. T o rre g ro sa. en R. — (1986). Buenos Aires. Eibl-Eibesfeldt. (1991). pp. Schapire Editor. «El nivel de las teorías en psicología social». E. Di Giacomo. C. Clemente (comp. I. Echevarría. Londres. P. (1971/82).). (1957/75). Barcelona. en C . Estudios básicos d e p sicología so­ cial. Páez.). pp. Doise. Valencia. British Jo u rn a l o f Social P sy­ ch olo gy. Elejabarrieta. Sarabia y N. M adrid. British Jo u rn a l o f Social P sych ology. J. M adrid. T. — (1991¿>). Doob. — (1898/1950). F. British Jou rn a l o f Social P sych ology. P. 289-301. D. Claredon Press. L. 25. H. F. L. P en sam ien to. (1987). en D. Addison-Wesley. Alvira. E. P. — (1986«).. «Wilhelm W undt (1832-1920) and the origins of psycho­ logy as an experimental and social Science». R evista d e P sicología Social.). P sy ch o lo g y S urvey. Crespo (comps. en M. M. A utonom ía. Ekman. Teoría y m étod o en p sicología social. Londres. W. P atrones para e l diseñ o d e la p sicología social. Calvo. en J. Crespo (comps. (1983). (1990). — (1991 a). pp. Barcelona. y Wagner. Forgas (comp. C. (1984). R.). Oxford. J. y Taylor. Jeeves (comp. «La experiencia en medios sociales naturales: dilemas. P sicolo­ gía social II. Morales (1981). intergroup experiments and levels of analysis». en A. S o cio lo g ie et p h ilo so p h ie. Neuchatel. Barcelona. Academic Press. pp. Yale University Press. E. New Haven. Jou rn a l o f th e H istory o f the B eh a vioral Sciences. 358-374. «H istory as a m últiple reconstruction: of mainstreams. Sage. S ocial b eh a v io r: Its elem en ta r y fo rm s. J. —. (1944). pp. —. 3. Londres. y Rosa. Amorrortu. F. (1959/77). D el p ro ceso co gn itiv o a las cr ee n ­ cias colectivas. Universidad Complutense. «The interaction order». A. Stephenson (comps.). (1984). P erson a lity a n d S ocial P sy ch o lo g y B ulletin. Gaskell (comps. «Procesos sociales fundamentales». P. Londres. «Explaining human conduct: form and function». P ersp ectiv a s y co n tex to s d e la p sico lo g ía social. «Was 1898 a “great date” in the his­ tory of experimental social psychology?». «Antecedentes y aparición de la psicología del procesamiento de la información: un estudio histórico». «La psicología social cognitiva». A. — (1988). 1-17. pp. Buenos Aires. M. (1982). R. en A. Sage. pp. Nueva York. 21. 1. Morata. Codol y G. Clarke. (1993). N. Londres. (1967/87). —. (1982). 107-112. a ctitu d es y va lores. «On the relation of sociology to philosophy». G. Garzón. Nueva York. Sage.). y Antaki. «Modern dialectics in social psychology: a reappraisal». W iley. F. Massachusetts. Rodríguez y J. en H. (1967). J. —. C reencias. L. Buenos Aires. Hewstone. A. G askell. M adrid. Studies in E thn om etodology. M. H ewstone. Seoane (comps. «Notes toward a contextualist understanding of social psychology». Homans. pp. G. (1987). y Smith. Stroebe. y Rodríguez. Londres. Buenos Aires. lssues in con tem pora ry germ an social p sych o lo gy. P sicología d e las m asas . pp. The explanation o f social b eh a viou r. Prentice Hall. Secord (comp. Himmelweit. M otivos y m ecanism os. y Gergen. en P. P. «Attribution theory and social explanations».). M adrid. Amorrortu. en H. House. S. T ow ard tra n sform a ron in social k n ow led ge. S. A llyn and Bacon.132 B ibliografía B ibliografía 133 Freud. Explaining hum an b eh a vior. — (1983).). S ocietal P sych ology. —. — (1961). R.). Springer-Verlag. 15. T. «Attitudcs and cognitive organization». y De Cario. Hora. «Culture's consequences». Sage. M. — (1970/82). en J. y M oraw ski. Garrido Luque.). J. Amorrortu. A. y Secord. Crespo (comps. Basil Blackwell. en M. Grande. Madrid. H.). F. In troduction to S ocial P sych o logy . «Nuevas direcciones en psicología social». Oxford. en P. (1983). Himmelweit y G. W. T. E fectos psicosociales d e las transiciones d e los j ó v e ­ nes al m erca d o d e trabajo.. (1989). W.. B oletín d e P sicología. J. (1991). 3. F. Stephan. H. 40. — (1958). Amorrortu. Hispanoeuropea. Krahé. Oxford. A merican S ociological R eview . 13. — (1985). Estudios de Psi­ cología . P ettigrew (comps. E. K. — (1946). S ocietal P sych ology. (1972). Lon­ dres. S elf a n d society: A sy m b o ly c in teraccion ist social p sy ch o ­ logy . La p resen ta ción d e la person a en la vida cotidiana. Basil Blackwell. Londres. E nsayos so b re la situación socia l d e los en ferm o s m entales. (1921/69). Sage. (1977). W. . Barcelona. —. 77-93. y Rosnow. (1990). «Introduction to a history of social psychology». Heider. P. «Sociology. T he fu tu r e o f social p sy ch o lo g y . F.). E. Estigma. Stephan y T. R eview o f P ersonality a n d Social P sych ology. H arcourt. A m erican P sychologist. Barcelona. Secord (comp.). (1992). C. — (1982). In troduction to Social P sychology. Harré. Stroebe. Basil Blackwell. Codol y G. T. —. Nueva York. Alianza. M. pp. Alhambra. London School of Economics. A. Hewitt. «The social constructionist mouvement in social psychology». Mimeo. P. Giddens. (1983). Brace and W orld. F. pp. M. R. (1990). Paidós. pp. Stephenson (comps. 51. H. (1984). Las n u ev a s regla s d e l m éto d o so cio ló gico . (1959/87). Madrid. In ternados. vol. Nueva York. psychology and social psychology (and so­ cial Scien ce)». J. Sage. Torregrosa y E. Madrid. Buenos Aires. pp. (1979). In trod u cción a la psicología d e la acción. M. Sage. Eudeba.. G. P. W. G. P sych ologica l R eview . en C. 252-272. M étodos d e la psicología social . (1980). «El individuo y los procesos colectivos». (1988). «Social perception and phcnomenal causality». tributaries and undercurrents». Sarabia (com ps. 309-320. Estudios básicos d e psicología social. (1988). Buenos Aires. en J. 45-60. Gaskell (comps. Torre­ grosa y B. Englewood Cliffs. — (1963/70). Goffman. R. (1985). — (1961/70). 266-275. Springer-Verlag. y Vaughan. H im m elweit y G. —. Haines. — (1982). Jou rn a l o f P sych ology. (1992). «Societal psychology: Implications and scope». «Social psychology as history». Buenos Aires.). The p s y ch o lo g y o f interperson a l relations. 323-332. Paidós. P. 5-22. C. (1973). G. Garfinkel. Semin y B. Jo u rn a l o f P erson ality an d Social P sych ology. 26. 77-98. Londres. Hofstede. (1989). Social representations: a con cep tu a l clarification. R. Explaining hum an h eh a viou r. El gru p o h u m a n o . De­ partment of Social Psychology. pp. Graumann. M. 48. In tern ation a l d ifferen ces in w ork -rela ted va lú es. J. 107-124. pp. pp. Grisez. I). La atribución causal. en M. 50. 11. Georgudi.uropean Jo u rn a l o f Social P sych ology. Hewstone. «C ollective behavior in a societal context». en G. Oxford. «An alternative m etatheory for social psycho­ logy». Ch. Gergen. «The possibility of a social psychology». M ugny (comps. Barcelona. —. (1967). (1989). J. E uropean Jo u rn a l o f So­ cial P sych ology. 16. 55-85. Análisis y M odifi­ cación d e C onducta. H.. Codol y G. pp. «The american soldier. (1935/69). (1986¿). Madrid. Nueva York. 2. J. 71-78. Polity Press. Academic Press.). el Sujeto en la psicología cientí­ fica actual». Billig. 674-685. (1992). Potter.. (1990). Javaloy.383 ÍO . 2. H.. pp.). —. Lawrcnce Erlbaum Associates. PPU. Morata. Milton Keynes. «Naturaleza del conocimiento psicosocial construido por las revis­ tas “estándar” de la disciplina». L. Cambridge. University of Nebraska Press. N . 13. y Zeisel. 87-109. P. A m erican S ociologica l R eview . J.. Cam bridge. (1988). Moscovici. H. Huici (comp. Madrid.). (1964). I. Levine (comp. M. en C. Jahoda. A. Psicología social. Gay (comps. C. 253-254. —. 469-494. La Habana. Aldine-Atherton. M arienthal: The sociob iogra p h y o f u n em p lo yed com m u n ity. Estructura y p rocesos d e grupo. «From acts to dispositions: the attribution process in person perception». 35-38. S ocial p s y cb o lo g y : C onflicts a n d continuities. pp. T. 1. Cramer. «Conducta y psicología social».). Musitu (comp. T he p s y ch o lo g y o f p erso n a l con stru cts. G. British Jou rn a l o f Social P sych ology. en T. 633-650. Lawrence Erlbaum. «An empirical investigation of self-attitudes». (1895/1983). Norton. Leyens. J. Ibáñez (comp. N. UNED. Howitt. vol. C om m unication an d persu asión . Doise y G. «Relaciones intergrupales II. 2. D.). 207-211. Edwards. Oxford. B. A proxim aciones a la p sicología social. P sicología co gn itiva y cien cia co gn itiva . M a­ drid. E. UNED. 11-44. pp. Janis. y McPartland. A. J. (1982). Peraita (comp.. pp. «Forum and focus: a personal view of European Social Psychology». — (1991). Basil Blackwell. en D. P. H. Herder. Ibáñez. Sangrador. A merican J o u r ­ nal o f S ociology. Londres. en S. (1965). (198 7a). Estructura y p rocesos d e gru p o. y Fraser. R. F. Kerlinger. 1 y 2. P ublic O pinión Q uarterly.). 6. A merican Jou rn a l o f S ociology.. Jackson. pp. en G. P. 2. M. (1984). en H. concepto y teoría». pp. Madrid. M. VII C ongreso N acional d e P sicología. F. «Representaciones sociales. Nueva York. Sendai. New Haven. P rocesos psicosociales básicos. J. en R. Barcelona. Social R epresentations. vol. (1984). Berkowitz (comp. «Relaciones entre grupos».). Kuhn. vol. P. P. «Psicología social. (1985). I. «In defence of a non-reductionist social psychology». G. «The processes of causal atributtion». Barrón A. Yale U niversity Press. — (1982). F. In trod u ction to Social P sychology. D. —. (1991). 29. Nebraska. Stephcnson (comps. 259-267. pp. M ead.. vol. (1955). (1981). 19. F. Lloyd y J. «Relaciones intergrupales I. Social P sych o logy. H. «W hy a non-reductionist social psychology is almost too difficult to be tackled but too fascinating to be left alone». «Attribution theory in social psychology». 1. A. en J. (1986). A m erican P sychologist. Cambridge University Press. An expository review». P. Las ideologías d e la vid a cotidiana. (1924).. «Psicología social y comportamiento colectivo». Nueva York. Lewin.). Moscovici (comps. C. (1949). P sicología social. y Kelley.. D. 2. M. «La representación social: fenómenos. (1988). K. Liberalism a n d conservatism . Madrid. J. Jodelet. H uici (comp. pp. 5. P. «M ajor Trends in Symbolic Interaction Theory in the Past Twenty Five Years». — (1986 b)... 1. Past a n d P resent. (1953). T. Sendai. pp. British Jo u rn a l o f Social P sychology. «Small selves in small groups». (1988). Kniveton. Jones. U niversals o f H um an T hought. Lazarsfeld. Farr y S. 223-229. (1949). A. E. D inám ica d e la personalidad. pp. Morata. Princeton. A co n tem p ora ry re-ex am ination o f bis th ou gh t. C. S. (1980). pp. Paidós. F. 25-29. El paradigma del Grupo Mínimo». M. G. P sicología Social. In teracción Social. pp. Stroebe. Pueblo y Educación. J. D. 3-15. 16. Social B ehavior. Madrid. 17-30. Kroeber. experimentación y cuestiones éticas». H illsdale (NJ). 61-84. Leontiev. «Análisis interminable: sobre la identidad de la psicología social». pp. — (1989). Jaspars. — (1987c). (1917). (1959/81). (1986). F. G. pp. —. «Social cognition». pp. 45-64. pp. (1933/72). UNED. Barcelona. 28. en B. — (1973). Barcelona. pp. Cambridge. 377-404.. «Psicología social cognitiva: algunas contribuciones euro­ peas». Huici. H. en M. 251-296. en W. en L. E xperiments on m ass com m u n ica tion . A. Anthropos. D. Nebraska sym posium on m otiva tion . Kelley. Leyens. Open University Press. — (1986).134 B ibliografía B ibliografía 135 Hovland. The S ociological Q uarterly. Enfoques teóricos».). Jiménez Burillo. — (198 7b). 107-128. E uropean Jo u rn a l o f Social P sych ology. Joas.). y M orales. A. P sicología social ex perim ental: in vestiga cion es d e la es­ cuela d e G inebra. 28. The n atu re an d structure o f socia l attitudes. Lumsdaine. A dvances in ex­ p erim en ta l social p sych o lo gy. en C. «El sujeto en la psicología social. y Codol. Teoría y método». H. Kantor. Jahoda. W. 23.). Kelly. y Davis. vols. J. y R adley. Le Bon. K. «Nature. y De Paul. UNED. —. — (1990). —. E. (1954). Lazarsfeld. 11-12. y Sheffield. Cambridge U ni­ versity Press. «Attitudes and social representations». — (1985). pp. Hewstone. An I n teg ra tiv e O nentation . «The institutional foundation of a scientific social psy­ chology». 25. culture and social psychology». P sicología d e las masas. Los p rob lem a s d e l d esa rrollo d e l psiquism o. Madrid. P ictorial p ercep tion an d th e p rob lem o f universals. Barcelona. In teracción Social. pp. Princeton University Press. 16-35. 140. vol. pp. An in trodu ction to data analysis to social scientists. S. Miller. S. K. J. en L. Semin y B. — (1983). Gilmour (comps. «El estudio de los grupos en el marco de la psicología social». núm. H istory.). W. R. T. The Group Mind. Barcelona. Codol y G. A. Beacon Flouse. George Alien and Unwin. Exploring data. (1987). (1979). Alien Lañe. P. (1994¿í). Putnam's Sons. J. J. 1. Mannheim. G.. (1975). Lindzey y E. «A cross-cultural perspective on the social and psychological distress caused by unemployment: A comparison of Spain and the United Kingdom». A rchives o f P sych o logy. UNED. Londres. (1982). México. 53-80. «Un paradigma para la psicología social. — (1987). 6. — (1920). G. «A historical perspective on social psychological theories». Desclée de Brouwer. J.. y Dollard. «La hipertrofia de la sociología como razón de ser de la psicología social». Madrid. (1985). L. «The human sciences». P sicología social d e los prob lem a s sociales. en P. Nueva York. The P sych ologica l Bulletin. Marsh. Londres. L enguaje y desarrollo in telectu a l en e l niño. R. R. Sage. La co n d u cta social co m o interca m b io. (1983). Stephenson (comps. La teoría d e l cam po en la ciencia social . Buenos Aires. pp. W. P. H. G. Barcelona. Basil Blackwell. 16. (1985). W.136 B ibliografía B ibliografía 137 — (1936). Ucla Editores. J. pp. Scribners. — (1981¿>). y Semin. Addison-Wesley. The rules o f disorder. Yale University Press. In trodu ction to Social P sych ology. The su rv ey m ethod. en J. M. 25-65. J. R. Fondo de Cultura Eco­ nómica. pp. S oviet an d w estern p ersp ectiv es in social p sy ch o lo gy . — (1921).. El Salvador. McGuire. Who shall s u rv iv e f. E uropean S ociological R eview . Methuen. Cambridge. Routledge and Kegan Paul. C. Sociología y p sicología social.. Beacon. (1987). y Toch. O bedien cia a la autoridad. «T o w ard a theory of conversión behavior». K. Roser. (1988). (1982). en M. Academic Press. Londres. Hispanoeuropea. H andbook o f Social P sych ology. y Yudovich. 1 y 2.). «M ethodology in Social Psychology: Turning ideas into actions». en S. Stroebe. Sobre la agresión. The d evelo p m en t o f social p sych o lo gy. A cción e ideología. Luria. Aronson (comps. Academic Press. In trod u cin g Social P sych ology. Duke y R. A. Ex­ plain in g hum an b eh a viou r. Londres. 1-47. Martín-Baró. H andbook o f Social P sych ology. Berkowitz (comp. M cG raw-H ill. G enesis. 693-695. Morales. Londres. Akal.). Social learnin g an d im itation. S ym bolic interactionism . Morata. J. (1909). L. Nueva York. Sage. N. «Collective behavior: crowds and social movements». pp.). Paidós.. Random House. Srickland (comp. (198 \a). y Aronson. McDougall. Mass. El psicoanálisis. His life an d his w ork: A historical and critical study. pp. Londres. P sicología d e las m inorías activas. Secord (comp. en G. — (1976/81). Anthropos. 6. 401-411. C onstrucción y crítica d e la psicología social. P sicología social d esd e C en troam érica. New Haven. (1969). J. UNED. — (1951/78). F. su im a gen y su p ú b lico . — (1980). —. N. Granada. «A technique for the measurement of attitudes». (1990). Siglo XXI. Londres. en M. Sarabia (comps. F. M. El p reten d id o mal.). M oscovici. Madrid. (1978). L. «Posibilidades de una psicología social dialéc­ tica». El desarrollo histórico d e los p rocesos co gn itivos. Montero (comp. J. G.. P. Torregrosa y B. 117-145. — (1994 b). pp. Bilbao. Lorenz. C onstruc­ ción y crítica d e la psicología social. Mcliá. I. Pergamon. «A contextualist theory of know’ledge: Its implications for innovation and reform in psychological research». P rincipies o f top ologica l p s y ch o lo g y . Londres. Petras. (1941). 27-47. Madrid. en L. Martín López. (1984). va rieties and criticism .). B. pp. B. (1973). Madrid. Lück. Nueva York. The contrib utions o j su rveys to sociologica l explanation. — (1988).. A. Routledge and Kegan Paul. Krahe (comps. Un p u n to d e vista experi­ m ental. Ma­ d r id . Espíritu. Moraw'ski. M etod ología y teoría d e la psicología . en G. — (1934/72). Huemal. Estructura y procesos d e gru po. J. P ro yecto d o cen te para con cu rso a titu larid ad (inédito). Lukcs. Polity Press. H. en M. «The devclopment of theory in social psychology». S. —. F. Nueva York. 44-53.). L. Huici (comp. 109-126. Buenos Aires. Madrid. S. (1934). Mead. (1980). Issues in C on tem porary G er­ m án S ocial P sychology. (1961/79). y Harré. H . Departamento de Psicología Social de la Universidad Central. pp. Nueva York. pp. (1908). E. Universidad de Granada. E.). —. (1973/80). Martín Cebollero.). Paidós. Desclée de Brower. M a­ drid. y Reynolds. Marsh. R. Moreno. «The structure of social psychological communities». Barcelona. Reflexiones desde el quehacer en América Latina». Manicas. I. Emile D urkheim. E. (1963).). B erkow itz . Oxford.. Manstead. Likert. (1976/87). P ers­ p ectiva s y contex tos d e la p sicolo gía social. Reading. Milgram. y Alvaro. T heories and A pplications. Lindzey. (1978). en C. en L. F. persona y sociedad. H. vol.). pp. (1988). Meltzer. Montero. «Indefinición y contradicciones de algunos conceptos básicos en la psicología social». Is America Safe f o r D em ocra cy ?. Montero (comp. Oxford. Flewstone. Siglo XXI. Barcelona. Bilbao. E. Adva n ces in ex perim ental social p sych o lo gy. «Social psychology as counterpart to physiological p sy­ chology». Anthropos. R. 237-255. vols. W.. (1932). 5. —. Cambridge. M adrid. en A. Fundamentos. P sicología d e la organización (vols. Valencia. (1991).. M. M arcos y teorías actuales so b re el com portam ien to interpersonal. (1963/82). pp. R. «Notes towards a description of social representations». C. A n thropology and E ducation Q u arterly . Madrid. Sarabia y N. C. «Social influence and conformity». (1992¿i). pp. D. Ovejero. Centro de Investigaciones Sociológicas/Siglo XXI. G. pp.. (1962). (1988). E. Munné. y Ursua. 1 y 2). (1930/83). Salud m en ta l y fa cto res psico so dales. —. Madrid. pp. J. Nueva York. PPU. — (1989). —. «O n the relations among educational research paradigms: from disdain to detente. The a g e o f th e crow d.) (1995). 17. B. G. El p o d er d e las m inorías. Mugny.. pp. Pennington. 2. P erson ality an d social ch a n ge: A ttitude fo rm a tion in a stu den t com m u n ity. A merican P sychologist. Tecnos. «Interpretación de las actitudes». — (1991). Londres. Eudema. y Echevarría. —.138 B ibliografía B ibliografía 139 (com p. E ssential Social P sych ology. J. (1994). P sicología social d e la influen cia d e las m inorías e ilustración experim ental. Londres. «El desarrollo de las actitudes en función del grupo de referen­ cia: el estudio de Bennington». A. (1943). —. Routledge. Psicología d e la influencia social. F. Mos­ covici (comps. M edios d e co m u n ica á ón d e masas. Madrid. 299-313. Revista de Occidente. pp. Rist. (1986). y Pérez. (1992). (1990). (1981). U niversity of Chicago Press. Anthropos. R. Una visión crítica y plural. M adrid. Crespo (comps. y Pérez. A. (1989).). 18. Londres. Roda. (1992b). — (1993). en M. P sicología social. T. The fu tu r e o f social p s y ­ ch o lo gy. 85-108. vol. Ortega y Gasset. Universidad Complutense. en J. — (1993).). pp. 42-55. F. Peiró.). In teracción Social. Newcomb. — (1985¿>). A. Ursua (comps. M ugny G. «Teoría. P sicología social latinoam ericana. Aronson (comps. A historical treatise on m ass p sy ch o lo gy . y Van Avermaet. G.). (1976). Nueva York. R. y Blanco. Teoría y m étod o en psicología social. W. L iada una psicología social d e l nadonalism o. Madrid. . y M ugny. 42-49. Valencia. A d va n ces in ex p erim en ta l so cia l p s y c h o lo g y . C reendas. R. Los recursos hum anos en las adm inistraciones públicas. metateoría y problemas metodológicos en psicología social». 65-79. «The principie of congruity in the prediction of attitude change». La construcción d e la p sicología social co m o cien cia teórica. Estudios básicos d e p sicología social. Lindzey y E. — (1958/82). Barcelona. Estu­ dios d e p sicología social ex perim ental. Barcelona. 8. «Algunas consideraciones sobre la psicología social de O rtega». 62. en D. Rokeach. Anthropos. Cambridge U niversity Press. 35-54. «La dominación epistemológica y la crítica externa en las ciencias sociales». R. Academic Press. P sicothem a. F. C uadernos d e P sicología. Principios d e psicología . (1992). L. Cambridge University Press. Cambridge Univer­ sity Press.). R out­ ledge. —. F. (1988). 2. pp. Rodríguez Pérez. J. Rol. «El papel de la metodología en psi­ cología social». La reb elión d e las m asas (Obras completas. — (1988). (1904/72). Potter. Valencia. Hora. In teracción Social. M ora­ les. y Tannenbaum. J. M étodos y téc­ nicas d e investigación. K. R. E studios básicos d e psk ología social. D eco n stru ctin g socia l p s y ch o lo g y . Promolibro.). «Toward unity and bold theory: Popperian suggestions for two persistent problems of social psychology». en J.. H andbook o f Social P sych o logy . Alhambra. J. (1992).). A. 3-69. Ramírez Dorado. —. «Aportaciones de Bandura a la psicología social». (1980). Arnold. (1955). (1985). A. J.. D. 315-327. pp. (1989). J. Promolibro. Pettigrew. Chicago. 1. P sicología d e la influ en cia social. (1991). E. F. Sage. en G. 776-783. T. Londres. The crisis in m od ern social p sy ch o lo g y a n d h o w to en d it. pp. Valencia. (1988). Anthropos. 13-27. Nueva York. UNED. (1962). Ste­ phan. J. «La imagen del ser humano en la psicología social». B eyon d attitudes an d b eh a viou r. (1989). C. «Pluralismo teórico y comportamiento social». Crespo (comps. Tecnos. Rodríguez. 33-41. «The phenomenon of social representations». La lógica d e la in vestiga ción cien tífica. P sych ologica l R eview . European Jou rn a l o f Social P sych ology. A. en C. actitudes y va lores. 4). 5. Madrid. M. —. (comp. P. Su in flu en d a en la so cie­ d a d y en la cu ltura con tem p orá n ea . 8-11. Pettigrew (comps. I. Popper. Springer-Verlag. Barcelona. (1987). Torregrosa y E. Barcelona. Social R epresentations . Páez. Hora. Stephan y T. Parker. Seoanc (comps. Ros. y Shotter. en R. J. The cr o w d a n d the p u b lic an d o th er essays. pp. (1986). M.). Páez. vol. 2. D iscourse a n d social p sych o lo gy. Entre e l in d ivid u o y la sociedad.. pp. Orne. Clemente (comp. Barcelona. Madrid. Random House. M a­ drid. Pérez. y W etherell. vol. Cam ­ bridge. Farr y S. Rodríguez y j . «El dogmatismo». 211-250. P sicothem a. Cambridge. Torregrosa y E. Dryden Press. pp. Alianza Universidad. 13. A. —. «On the social psychology of the psychological experiment: with particular reference to demand characteristics and their implications». M. Barcelona. (1977). P erspectives on m in ority in flu en ce. Pinillos. J. — (1981/85¿). Morales. Madrid. — (1984). Osgood.). pp. La influen cia social inconsciente. Barcelona. J. N. J. M. T. A. S. Barcelona. W. M. Park. Nueva York. 53-64. Alamex. L. Hora. A. I n ter­ a cción Social. W. «Cognitive psychology as ideology». M. Williams.. 1-39. «The structure of our views about society». W. Cambridge University Press. P. Torregrosa y B. E. Studies in Social P sych o logy in W orld War II: The A m erican Soldier. Sarabia (comps. (1977). en H. A. H. The fu tu r e o f social p sych o lo gy. Londres. R. W. Alean. Sarabia. Princeton Univer­ sity Press. — (1978a).. Madrid. A. Ross. 177-188. S. Debate. Studies in social p sych o lo gy. (1904). en C. E. en J. Smith. — (1982¿»). «Intergroup behaviour. 302-321. 207-221. R.). Stouffer. S.. C onstrucción y crítica d e la p sicología social. A nnual R ev iew o f P sych o logy. . Tajfel y C. W. Strauss. Friedson (comp.. H is­ panoeuropea. 456-472.. Amsterdam. Sarabia (comps. C. C ues­ tiones d e P sicología Social. A djusm ent du rin g Army Life.). Munné (comps. —. Sangrador. F. Saris. J. 609. Les fo u les crim inelles.). y W illiam s. «Limitaciones de la psicología social experimental. Torregrosa y B. «Tendencias teóricas de la psicología social: hacia una psi­ cología social interdisciplinar». The hospital in m od ern society. R. en M. Valencia. Fraser (com ps. A. E studios básicos d e psicología social. y Nisbett. pp. Universidad Complutense. R. I n tr o d u cin g so cia l p s y c h o lo g y . — (1982 a). Social id en tity and in tergrou p relations. C om bat an d its A fterm ath.).140 B ibliografía B ibliografía 141 Rose. pp. Barcelona. Rosenthal. H um an grou ps an d socia l ca tegories. Barcelona. In tro d u cin g social p sych o lo gy. pp. G. «Social psychology and social reality». N ew S ociety. group perspectives». (1983). R.. — (1991). A. Nueva York. (1978). 1/2. Seligman. «Social psychology at the crossroads». A. Pettigrew (comps. y Cottrell. S ocial P sych o logy Q uarterly. Strickland (comp. L. J. H. en E. Star. en C. Torregrosa y E. «Explicación. en R. 653-654. F. Cambridge. Heinemann. B. en C. Appleton Century Crofts. «Psicología social y cognición social». 80. pp. Tajfel. Nece­ sidad de nuevas perspectivas». Suchman. «Generalized expectancies for internal versus extcrnal control of reinforcement». y Flament. (1949). pp. S. A. Barcelona. pp. Springer-Verlag. Hispanoeuropca. pp. y Stephan. P erspectivas y contextos d e la psicología social. Sarabia (comps. S. B. «Estereotipos y cognición social: una perspectiva crítica». 39. Causal m od ellin g in non ex perim ental r e­ search. Janis. C. pp. «The shaping of american social psychology: a personal perspective from the periphere». E. en H. Sheriff. Jiménez Burillo y F. The p h en o m en o lo g y o f th e social w orld.). «The level of social psychological analysis». 2): The A m erican Soldier. 83-94. A m erican P sych ologist. T. Penguin. (1983). Princeton University Press. J. E. Stephan y T. Nueva York. — (1978 b). U rsua (comps. Penguin. — (1983). (1975). P. Tajfel y C.). Ross. 165-180. Macmillan.). Stephan. 33. G. G. inducción y abducción en psicología social». (1994). J. San Francisco.. E uropean Jou rn a l o f Social P sych o logy. 1. Madrid. Nueva York. 1981]. 29-43. «The present problems of social psychology». 50. — (1908). M. M. pp. Sociometric Research Foundation. — (1981). 36. Cambridge. (1972). Pettigrew (comps. R. Princeton (NJ). 149-178. (1991). M iddlesex. P ersp ectives o f social p sy ch o lo g y . W. P ersonality a n d Social P sych ology B ulletin. L. «Psicología social y proceso social». Oxford. 730-743. E. R. (1963). E x perim enter e ffe cts in b eh a v io ra l resea rch . The fu tu r e o f social p s y ch o lo g y . Rotter. y Fraser. Montero (comp. Bundi. S. J. «The utilization of Symbolic Interactionism». An introduction to th e Lisrel approach. (1991c?). M. (1983). H elplessness. «Social Psychology as Social Science». (1991). —. «Social psychology of intergroup relations». T eoría y m éto d o en p sico lo gía social. Torregrosa. — (1991 ¿> ). p p . The Free Press. Barcelona. P erspectivas y contextos d e la psicología social. deducción. 21-53. «The hospital and its negotiated order». Páez.. Fraser (com ps. A. L. (1891). H. F. S oviet a n d w estern p ersp ectiv es in social p sych o lo gy. M. Nueva York. en H.).). Smith. (1971). 10. P erspectivas y contex tos d e la psicología social. (1984). «La personalidad como construcción ideológica». «Social categorization and intergroup behaviour». y Stronkhorst. In tro d u cin g so cia l p s y c h o lo g y . The p s y ch o lo g y o f social norm s. B. W. S. en L. (1949). E. H. en J. Anthropos. 423-446. Nueva York. W. en J.. A m erican Jou rn a l o f S ociology. B. J. M iddlesex. Stephan. Princeton (NJ). Tajfel y C. Springer-Verlag. Sighele. M orales. M. Barcelona. pp. P sych ologica l M onographs.. B. Anthropos. Harper and Row. Nueva York. Stryker. F. Pergamon. Lumsdaine. C. pp. Stroebe. 83-98.). R. (1936). S. Middlesex. (1966).. (1971/82). The p erson an d th e situation. Star. Penguin. W. — (1987).). Cambridge University Press. Freeman [I n d efen ­ sión. Crespo (comps. pp..). Hispanoeuropea.. Studies in Social P sych o logy in W orld War II (vol.. — (1992). G. Devinney. «El interaccionismo simbólico». Sloan. pp. pp. en D. «Consequences of the gap between the two social psychologies». (1966). Billig. (1981). 65-87. Paris. 9. C. Sarabia y N. Lumsdaine. A. Sampson. pp. L. M. M. Schutz. Stephan.). Torregrosa y B. M. McGraw-Hill. 115-134. Fraser (com ps. M. S ocial P sych o logy. Nueva York. núm. Stephan y T. A.. —.). Fer­ nández. Barcelona. (1979). (1983). E uropean Jo u rn a l o f S ocial P sychology. — (1987/90). J. Pamplona.). Thurstone. Cambridge University Press. British Jo u rn a l o f S ocial P sych ology. 36. An ín tera ccio n ist approach. «The social dimensión in European social psychology». (1934/85). C ontem porary S ociology. 4. R. «The dynamogenic factors in pace-making and competition». Estu­ dios básicos d e psicología social. O utlines o f a p sych o lo gica l history o f th e d ev elo p m en t o f th e m ankind.. Cambridge. en J. P erson ality a n d Social P sych ology B ulletin. (1965). 180-204. Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de la Univer­ sidad Pública de Navarra. G. Vigotski. «The significance of the social identity concept for social psychology with reference to individualism. A m erican Jo u rn a l o f P sych ology. pp. y Oakes. (1959). PP-1-5Tarde. en L. (1918-20). «El estudio de las actitudes: perspectivas psicológicas y sociológicas». «Cognitive disonnance: private ratiocination or public spectacle».). (1945). H. 222-241. 10. «La identidad personal como identidad social». U riz Pemán. Rose (comp. Tajfel (comp. Wexler. B. Turner. Sarabia (comps. «C ognition and social cognition: A historical perspective». en H. P sych o logica l R eview . 1-16. P ensam iento y len gu a je: teoría d e l desarrollo cu ltu ­ ral d e las fu n cion es psíquicas. A.). p. Triplett. Tajfel (comp. Wilson. (1989). Cambridge. (1957). N. R. 9. L landbook o f m otiva tion a n d cogn ition . S. en H. 11-52. 685-695. B. (1982). pp. R etrospection s in S ocial P sych o logy. y K elley. pp. 55-63. Thomas. Higgins (comps. (1898). C. 237-252. pp. Nueva York. pp. (1986). — (1986). en R. Willer. Routledge and Kegan Paul. R evista d e P sicología Social. en A. Critical social psych ology. emotion and action». 4. Universidad Complutense. The Polish peasan t in E urope and A m erica (5 vols.. Guildford. — (1983). vol. M. Badger. y Killian. 26.). W. (1986). Turner. Thibaut. Morata. «Social facilitation». W . L.. Englewood Cliffs. — (1982). (1968). Nueva York. «C rítica al libro R ed iscoverin g th e Social G roup. Sobre la naturaleza hum ana . (1992). Social id en tity an d in tergrou p relations. 269-274. M adrid. P. método y situación actual de la psico­ logía social». «Styles of explanation in social psychology». Torregrosa y B. «Some universals of social behavior». I. Young. E uropean Jou rn a l o f Social P sych o logy. 19. y Bonoma. «Attribution. y Fraser. (1916). M. W etherell». «The incompleteness of ethogenics». «Theory of attitude measurement». Torregrosa. R. L.. pp. M. — (1988). Crofts. de J. W iley. La form a ción social d e la person a d esd e e l interac­ cionism o sim bólico d e G eorge H erbert M ead (manuscrito no publicado). pp. M adrid. 17-41. 11. «Towards a cognitive redefinition of the social group». L. E uropean studies in socia l p sych o lo gy. F. La opinión y la m ultitud. Nueva York. Tedeschi.). T. P. P. B. H andbook o f Social P sych ology. Zajonk. K. —. 1. interaccionism and so­ cial influence». 0. pp. Madrid. Boston. La id en tid a d social y nacion al en la R epública D om i­ nicana: un análisis psicosocial. E lem ents o f folk p sych olo gy. Madrid. V. Crespo (comps. T. S. Nueva York. (1962). D. (1901/86). Prentice Hall. 25. «Tema de discusión: teoría. pp. 18. J. pp. (1983). Turner. R evista Española de la O pinión Pública. 3. Routledge and Kegan Paul. pp. 149. Buenos Aires. S. J. S cien ce. L. Hispanoeuropea.). H. Sorrentino y E. J. C. Londres. (1929). M. C. A m erican P sychologist. The social dim ensión. Schlenker. R. (1980). Pléyade. pp. J. «Ortega y la psicología social histórica». T.). J. R. J. Hora. H um an b e h a v io r a n d so cia l p rocess. R. en J. y Znaniecki. O. (1971). Totman. (1978). Reicher y M. Festinger (comp. 345-368. 507-532. núm. Zaiter Mejía. W. Weiner. — (1980). R. D. C ollective Behavior. Londres. Alien and Unwin. Barcelona. R evista d e P sicología Social. P erspectivas y contex tos d e la p sicología social. R edescu brir e l gru p o social. Taurus. Cambridge University Press. «Introducción». M. 99-128. J. «Role taking: process versus conform ity». pp. Bar­ celona. Triandis. H.). Wundt. Oakes. —. (1984). The so cia l p s y c h o lo g y o f grou p s. Fondo de C u l­ tura Económica. J. Londres. 646. Oxford U niversity Press.142 B ibliografía B ibliografía 143 —. (1992). Jaspars. H. 155-165. — (1989). Torregrosa y E. Hogg. J .. E. . 97. X III. 98 Bergere. 37.. 30.. 15. H.. 123 Berkowitz. P. 110 Canto.. 83. 38 Campbell.. 108. W. 90.... H.. 50. 87. 118 Bandura. 47. 60 Collier. R... J-. 33 Crespo. G. A.. 17. 73 Carabaña. 48. D. 55 Dazinger. 33 Di Giacomo. 68. W. J... 26 Bond. M.. XIII. J. 112 Axsom. 37. J.111 Deutsch. 22. 116 Dollard. 122 Cooley. P. 1. 78 D ilthey. 42. 85. 21. 26. 104. 10 Buss. 36.. 88. 112. 101 Boas. 4... 106 Budilova. 27. 123 Codol. 79.113 Blalock. A. 10. 42 Adorno. 91. 9 De Cario.. R.. 50 Bangcrt-Drowns. N. L. 86. J. 99 Clarke. 45. 27 Bem. 106 Deschamps. 40 Cicourel.. 104. W.. 94. 65 Deconchy.. 76.. J. 83. 111. V. 45. 33. H.... C.. 108. 42. L. D. 102.81. Ch. C.. E. 123 Blanco. 118 Blau. S. 117 Brown.. D.ÍNDICE DE NOMBRES Abranson. 23. 79 Alvaro. H. A. 85. Y. 31 A llport. 2. G. 89 Billig. W.. 103 Bar-Tal. 90. 26. 54.. 21. 46 Blumer. xvn Aronson. J. 52 Benedict.. 91. X IV. L. 78. 77.. 88. 29. 28.60. P. 68. P. J. 109... J. 49. 74. 30.92 Bartlett.. L. C. 39. L. 27.. D.92 Bar-Tal. 91 Allport. F. K. F. 35. J. J. 123 Antaki. 29 . E. 86. 24. 42. S. 88.. 2. 42. 27 Berger. F. M. T.. 36. 108. 17. A.87 Cronbach. E.. W.. 2. M. E. 27 Bogardus. M. 65 Clemente. 88. 50 Bezzy. 29. R. E... 24. 52. 1. 76. 107 Blanch. K. D. 109. 47 Doob.. 109 Asch.. 95... J. XV. R.. 72. 104 Doise. 57 Ardrey. R. 67 Bryman. M. 54. 25. 88. 36. J. 22 Aristóteles. 5. xvn Caballero.. 4. 8. P-. XVIII.. 87. J. M. 53.. X V . 44 Dewey.. A.. 109. L. 107 Davis. 78. 92. 26. J..105. 29. H. 39. A. 67. S.. 87. 58.. A. T. M. 12. H. 89 Elejabarrieta. 65.. 23 M cG uire. T. 121 Mannheim. 75. 31 Rosa. 122 Joas.. G. 112 Haines. 74... 122 Morales. O. 37. 41. 9. 13.. 79. 119. 57 . 27 Moscovici. 35. E. 45. F. 69. W. 28. H.79. J. G. K... 30. 58 Huici. 63. 47 Ibáñez... T. 123 Garfinkel. 87 Martín-Baró. 79. 31 Jahoda. 47. A. 43. J. C. 44 Kroeber. 81. R. 89.. 78 Fernández Dols. D.. 16. 65. 10. R... 72. 92 Pinillos. 108. 4. 73. L. 38 Hewstone.82. 53.. K. 30. 16. 37. J.. 26 Kellcy... I.122 Palmonari. M. 111. 16. E. 1. 30.18... 95. 80. 88. 77 Eberle.. 114 Lazarus. F. 35. 119 Murchison. 40 L az arsfe ld . 30.... M.. 12. FI. 87 Rosnow. M. P. I. 13..112 M iller. E. 77. C. 42. 46 House. 96.. 27. 29.. 88. 94. A. A. 98. 28.. 1. C.... J.. 112 Evans. 9. 49. 5 Le Bon. D. G. 98 Lukes.. 73 Petras. 89.117. 96 Echevarría. 3.. S. 58 Graumann.2 2.. 123 Pennington. L.. 35.. 27 Lorenz. 73. 39. S. E.101 Rist.. A.. 123 Garzón. J. 22. P. G. F. P. 35. C. 8. 23. 64. 120 Gergen. 109 Roser. 23. J. 8. A.. 101 Pettigrew. L.. A.. A.... 63. xvn Popper. 26 New'comb.. 56 Kelly. 55 Kantor. 107 Marsh. 42 Jaspars. 102. N . 27. R. 15. 98. 72.28 Rodríguez. 82. 22. A. 60. 33. 32. 75 Lumsdaine. 41 Grande. 64. 109. 111 Munné. J. 23 Pérez. 17. 12 Krauss. Himmehvcit. 86 Lewin.87 Hewitt.. M. 24. 118.122 Hovland. 15 Páez..... A. 23. 57. 1 Meltzer. 8. S. 40. 37. P. 22.. XVII. 76. 27 Nisbett. 15. R. 23. 46. 23. F. 118. 12. 28.. S... 15. 7. 58 Rose. 119. A. 20 . 117 Freud. 54. 97. 35 Jodelet. 87.. 117. 83 Orne. 3. J. 113.. 28. L. 32. 49. 36 Linton. 17. 107. 54. V. F.. 86 Manicas. 61 Fransella. IX. 74 Park. 65. 43. 47 Minton. 22. 7. 67. 52 Ovejero.. R. 40. L. 121 Manstead. 15. 27. 32. 87 Ekman. 24. 7. 53. xvn. 40. 96. 95. 57 Oakes. F. 44.27. 90. G.101 Milgram. R. 31. P. 33.. 87. 20. 89 Holt. M. J.. N. 22 Eiser. 41.. A. 112 Mowrer. 1. J. R. 78 Jones. 71. 14. FL. J. 76. S. L. 97.. C. 43.114 Jackson. 65. 68. R. 17. J. M. W . 34.112 Pepitone.. 79 Javaloy. A. M. 61 Rokeach. T.91. 108. 52. 101 Laín Entralgo. 21. 57 110 Heider.. 23 Ross. M. 79. 113 Festinger. 54. 63 Mead. R. F. 55. 111 M orawski. 35. 84 Lamo de Espinosa. E. N. C. 2.. 72. 26. 70. 97. C. T.. 32.. 15. 45. 8. J. M. 27. F.92. 68 H ull.. 65 Pasteur. H. M. J. M.. I. W. J.. C. M. 57.... R. 3. 4 Luckman. 37. \V. 80.. 120 Leyens. L. M. T. G. M. G. 2. 83 Giddens. 80. 101 Mead. 16 Koch. W . 100 Roda. E. 117 Farr. 23 Leontiev. 81... M. 112 Fiske. P. R. 42. J... X III.18. F. E. 50. 17. 16.. R. 42. I. 42 Howitt. 56. E. 92. 74... 38 Garrido Luque. R. 123 Rodríguez Pérez. I. 28 Luria... 119 Eibl-Eibesfeldt. J.. 54. 89 Fuentes.. 108 Marsh. 12. 75.114. D. 45.. 27 Meliá. 24. 22 Lück.. 16 Jiménez Burillo. 32. 116.. 9.. 16. 11. B. P.35. 4. 60.. 117 Gergen.. 76. E. 17.. K. 17. 36. 3 H arré. L. 123 Reynolds. J. K. 55. 88. H. 77 Fraser. 2. F. 84. 98. XV. 24 Homans. 39. 26 Kuhn. G. J.. 23. 95. J. 57. 68. E.. 108 Likert.117 Ross. H. 42... 110 Potter.. H. 63 Gaskell. 22. 45. R. 23.. 19. 81 Georgudi. D. 1. 62. 42. 109 Ortega y Gasset. 15.. 29 M ugny. A. 10. 120 James. 49 Hofstede. 120 McPartland. K. 78 . B. P.... 44... N. A. 16. T. R. A. C. 117 M artín López. 85. E.. 87 Ramírez Dorado...... H.. 9. L. 42. R. L.. 77. 10 Friesen.. T.. 27. 120 Goffman. 60. 5. A.. E. 35 Rosenthal.. 98. H... 112. G. 108. S. M. 41 Platón. 29. M.... 104. T. 97. E. 52. 61. 38.146 In d ice d e n om bres In d ice de nom bres 147 D urkheim . 66. 53 Montero. H. 52. 10 Parker. 109. P. 90. XIII.. B. P. 84. G. 26 Lindzey.. 81 Janis.. 87 Forgas.... 114.108. 10. F.. C. C. 85 Jahoda... C. A. 77 Kerlinger. 30. J. F. 81 Killian. 76. J..2 1.. J... 120 M artín Cebollero. L. 91 Moreno. 117.27 Grisez. 3. A. M. S. 1.. 15.. 83.. 90. 57. 51. 62. S. 121 M cD ougall. 59. 53 Reynolds. 16 Osgood. 12 Peiró. J.. XVIII. 26. S. T.. M. 21. 52 Thibaut.. 66. E. 114 Znaniecki. M. T. 95. E. 108. 59. R. 112 Shotter. C.. W. 65 Sighele. B... H. L. 106 Weiner. S. 73 Vaughan. J. G. 110 Steinthal.. 4. W. H. 39 U riz Pemán.. XVIII. 69. 15. R. 64. F.. G.121 Stephan. 38.. 3 Vigotski. R. C. 87 Tedeschi. R. J. 66. 80 . 52 Tarde... 42. 117 Willer. 7. 42. O.. 27. 7.. 109. J. E. D. 44 Sloan. 110 Seligman. 43. W. S. 116. 11 Skinner. S. 108. 6. M.. 61. S. 63 Zaiter Mejía. 123 Totman. 57 Wetherell.. 5.. 61. 86 Wagner. 40. P. G.. 33 Weber.. H.33 Young. R. A. F. 3. 63. 3 Triandis. 80. 38.. R.120 Tajfel.. FE. B. 50 Watson. 100 Sears. 5 Stephan. 67 Stronkj^orst. 15 T aylor. 28 Smith. 74. 23. 63.. S.. H.. 26. F. A. 120 Triplett.148 In dice d e n om b res Rotter. 96.. T.. 26 Toch. 1... 9. J. P. 33. 51 Sangrador.. 108. 42 Semin. B. 91 Yudovich.. J. 90 Strauss. R. 67. 65.. 41. J... 28 Sheriff. 48. 44 Thomas. 58.. B. J. 11. M. G. 29 Secord. 96... 37. T. 76 Stanley... 110 Zeisel. 69 Wilson. 119 Van Avermaet. 108. B. 112 Saris. D.. W. 113 Smith.. 89 Turner. M. FL.. M. 63. 15... 79. 107 Schutz. E. 63. 108 Sheffield. F. J. 77 Sarabia. 13... F.. E. 16. 62.. L. 117. 114. 121 Stouffer. P. R. 28. 36. xm . W. 68. 29. 68... H. S. 84 Zajonk. I. L. 47. W.. 16 Torregrosa. P. J. H. 112 Walters. J. W. K. 4. 2.. 64. 87 Wexler.. J. N.. 47. L. M... 69. J. 35 Valencia... 79.. 83. 22 Wundt. 96. 8. I. 39 Stroebe. 26. 10. 80.. 42 Sampson. W. 103. 12. B.. M. 113 Turner. A. 107 S tryk er. 123 Tannenbaum. 80 Thurstone. 43.. 105. 27.. xvm . A . B. 65.. 74. P. Ha sido affiliated lecturer de la Universidad de Cambridge. Para los primeros. José Luis Alvaro es profesor de Psicología Social en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. con Alicia Garrido Luque (Complutense. en un estilo claro. un análisis histórico de los principales debates teóricos y metodológicos en psicología social. Influencias sociales y psicológicas en la salud mental. este libro sirve de introducción crítica y pretexto para un intercambio de ideas acerca de la situación actual y perspectivas futuras de la psicología social.Este libro está destinado tanto a estudiantes que se acercan por primera vez al estudio de la psicología social como a aquellas personas que tienen una formación previa en la disciplina. con José Ramón Torregrosa y Joelle Bergere (Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. . Los segundos. 1992). encontrarán en sus páginas un análisis con el que poder confrontar sus propias concepciones y su quehacer docente e investigador. 1995). con José Ramón Torregrosa y Alicia Garrido Luque (Siglo XXI. entre los que cabe destacar: Juventud. trabajo y desempleo: un análisis psicosociológico. En resumen. 1989). 1992). Análisis de datos cpn SPSS/PC+ (Centro de Investigaciones Sociológicas. Desempleo y bienestar psicológico {Siglo XXI. 1995) y Técnicas de análisis estadístico en ciencias sociales. este texto ofrece. Es autor de diversos libros. Documents Similar To Psicologia Social Perspectivas Teoricas y Metodologicas AlvaroSkip carouselcarousel previouscarousel nextAnastasio Ovejero - Psicologia Social CriticaTomas Ibañez Gracia - Aproximaciones A La Psicologia SocialJose Alvaro - Psicologia Social AplicadaCuesta Ubaldo - Psicologia Social de La ComunicacionLibro Psicología SocialPsicologia Social Psicología social (3a. ed.)Introduccion a La Psicologia Social - Marin & MartinezAllport Gordon - La Naturaleza Del Prejuicio - EUDEBA - 1971Aplicando La Psicologia SocialIntroduccion a La Psicologia Social Sociologica - Alvaro, Garrido y SchweigerTomás Ibañez Psicología Social ConstruccionistaPsicologia SocialIntroducción a la Psicologia SocialGrupos Humanos y Categorias Sociales de Henri TajfelLibro Psicologia Social CompletoPsicología de las minorías activasMyersPsicología Social Construccionista Tomás IbañesBlanco, Amalio, Caballero, Amparo, Corte, Luis de La, 2005, Psicologia de Los GruposNotas Para Una Psicologia Social.pdf PaulinPsicologia SOCIALIntroducciónMaritza MonteroLibro[1] PaezPsicologia Social Escrito Por Stephen Worchel-Joel CooperCazau, Pablo - Diccionario de Psicologia Social Sensacióny Percepción- GoldsteinIbáñez(2004)Influencia Conformidad y ObedienciaMore From EsteparioarmandoSkip carouselcarousel previouscarousel nextIntrumento y simbolo en el desarrollo del niño Vygotsky.pdfPsicologia ColectivaIntrumento y Simbolo en El Desarrollo Del Niño VygotskyLa Cultura de La Conversación CraveriEscotoma SacksPsicologia de La Forma de Paul GuillaumeGruposElementos de Psicologia de Los PueblosRecordar BartlettTest Gestaltico Visomotor Usos y aplicaciones clínicasPublicidad y Diseño Moles y CostaLa Noticia Como Discurso Van DijkLes origines du sentiment religieux Halbwachs.pdfSociologia Simetrica Domenech y TiradoLa Idea Del BarrocoPsicologias inutilesHistoria de Una Psicologia Ezequiel Adeobato ChavezPsicologia Historia y CriticaLos Objetos y Esas CosasServicios PsicoeducativoPsicologia Popular y Entrada en El Significado BrunerGrupos Humanos y Categorias Sociales de Henri TajfelLa Morfologia de La Cultura de Eugenio d'Ors Una Psicologia Historica SensiblePsicologia Iberoamericana (2004)Menú del pie de páginaVolver arribaAcerca deAcerca de ScribdPrensaNuestro blog¡Únase a nuestro equipo!ContáctenosRegístrese hoyInvitar amigosObsequiosAsistenciaAyuda / Preguntas frecuentesAccesibilidadAyuda de compraAdChoicesEditoresLegalTérminosPrivacidadCopyrightRedes socialesCopyright © 2018 Scribd Inc. .Buscar libros.Directorio del sitio.Idioma del sitio: English中文EspañolالعربيةPortuguês日本語DeutschFrançaisTurkceРусский языкTiếng việtJęzyk polskiBahasa indonesiaUsted está leyendo una previsualización gratuita.DescargarCerrar diálogo¿Está seguro?This action might not be possible to undo. Are you sure you want to continue?CANCELARAceptar