Prólogo a Cien Años de Soledad. Una Interpretación. Josefina Ludmer

April 4, 2018 | Author: Anonymous | Category: Documents
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Prólogo
(a Cien años de soledad. Una interpretación de Josefina Ludmer) I
 Este
libro
se
escribió
sobre
una
serie
de
rechazos.
Por
un
lado
contra
un
tipo
de crítica
 judicial
y
sociológica
de
la
literatura
que
se
fundaba
en
la
unicidad
absoluta
de los sujetos
escritores
(y
eran
los
escritores,
y
no
la
literatura,
su
verdadero
objeto):
leía
del mismo
 modo
 las
 ideas
 de
 un
 poema,
 los
 gestos,
 una
 declaración
 pública o
 un
 desplazamiento
 y
 se
 apoyaba,
 para
 juzgar
 al
 sujeto,
 en
 su
 origen
 de
 clase y
 en
 los
vaivenes
de
su
biografía.
Para
esta
crítica
no
existían
campos
diferenciados
de
 prácticas, posiciones
variables
ni
instituciones
como
marcos
de
transformación
de
los discursos. Contra
esta
tendencia
tratamos
de
reivindicar
la
lectura
de
un
texto
singular y
 quizás
 microscópica;
la
idea
de
que
la
ideología
se
relaciona
mucho
más
con
los
 programas
narrativos
y
textuales,
con
las
configuraciones
de
la
sintaxis,
las
posturas
 diversas
de los
sujetos
y
las
demandas
de
lo
que
se
lee
como
literatura.
 Por
otro
lado
un
tipo
de
crítica
estética
y
ornamental
que
deseaba
fundirse
con
la
 literatura
 y
 exhibía
 escasas
 y
 dispersas
 ideas,
 pero
 sobre
 todo
 otra
 subjetividad privilegiada:
esta
vez
la
del
crítico.
Él
era
capaz,
por
un
sistema
intransmisible,
por
pura lucidez
 intuitiva,
 de
 leer
 la
 verdad.
 Contra
 esta
 lectura
 tratamos
 de
 valorar
 la
 objetividad,
un
estilo
remoto
e
impersonal,
la
desaparición
del
crítico
bajo
un
texto que parece
leerse
a
sí
mismo
o
que
parece
ser
leído
por
una
colectividad
posible.
 El
 conocimiento
 es
 polémico
 y
 estratégico.
 Los
 restos
 que
 deja
 una
 lectura analítica, sus
vacíos
y
puntos
ciegos,
remiten
a
los
rechazos
y
también
a
lo
que
vendrá. (Una
vez
formalizado
el
texto
e
inscripto
en
cierta
teoría
queda
un
resto
no
totalizable, no
semantizable,
no
representable;
ese
resto
–el
“desperdicio”
del
texto‐
es diferente según 
el
sistema
de
análisis,
y
llevó
a
pensar
en
una
inagotabilidad
del
objeto
o
en
una
 multiplicación
 indefinida
 de
 los
 caminos
 de
 la
 lectura.)
 Los
 residuos
 resistentes constituyen
la
historicidad
de
la
crítica:
forman
el
núcleo
y
la
materia
de
las
lecturas futuras.
Lo
que
en
esta
lectura
de
Cien
años
de
soledad
no
encuentre
explicación, lo
que niegue
por
lo
tanto
el
fundamento
mismo
del
modo
de
leer,
será
el
punto
de
partida
de otras
lecturas
construidas
quizás
sobre
el
rechazo
de
la
categoría
“texto”
como
objeto privilegiado,
sobre
la
negación
de
la
función
interpretativa
del
crítico
y
su pretensión
de objetividad,
 sobre
 la
 necesidad
 de
 trascender
 una
 lectura
 unitaria
 y
 unificante
 y
 de construir
otro
concepto
 de
contexto.
No
hay
como
los
resquicios
del
presente
para entrever
el
movimiento
de
la
historia.

 
 II

 Una
 corriente
 crítica
 puede
 enfrentar
 a
 otra
 según
 una
 lógica
 política
 (las
diversas
 tendencias
contemporáneas
pugnan
por
las
ideologías
de
la
literatura
y
por
la dominación 
 textual
 e
 interpretativa), o
 según
 una
 lógica
 universitaria
 (que
 funda
 el pasaje
 sucesivo
de
una
tendencia
a
la
siguiente:
el
abandono
de
lo
que
se
sostenía ayer y
su
 reemplazo
por
lo
que
se
sostiene
hoy:
el
desplazamiento
constante
de
la
verdad). No
son 
excluyentes
y
muchas
veces
se
superponen.
Pero
entre
y
adentro
de
esas
dos lógicas, otro
modo
de
crítica
a
la
crítica:
la
que
tiende
a
revisar
los
fundamentos
de
la práctica
y 
de
su
reinserción
institucional,
y
cuestiona
no
solo
los
modos
vigentes
de lectura
sino
 los
lugares
desde
donde
se
ejercen.
Esta
es
la
que
nos
interesa
ahora;
sus puntos
de
 partida
serán
algunos
ejes
problemáticos:

 1.
 La
 autonomía
 de
 la
 literatura, su
 constitución
 como
 esfera
 separada, característica
 de
la
cultura
burguesa
moderna, la
dispone
para
cualquier
fin:
se
puede leer
lo
que
se
 desee
y
darle
el
uso
que
se
elija.
Esa
disponibilidad
abre
los
diferente caminos
de
la
 crítica:
qué
objetos
se
leen
cada
vez
en
el
interior
del
campo
literario
y qué
sentido
se
 les
atribuye
(puede
leerse
un
verso,
el
conjunto
de
un
texto,
un
género, las
ideas,
los
 dibujos
de
la
estructura,
la
multitud
de
voces,
y
puede
verse
allí la
“verdad del
ser”,
las
 relaciones
sociales,
el
deseo
y
sus
avatares,
la
misma
literatura, los
mitos, las
formas
de
 la
cultura).
La
crítica
a
la
crítica
analiza
los
ademanes
interpretativos
y
su lógica:
 por
 qué
 se
 usan
 determinadas
 concepciones
 para
 leer,
 qué
 conocimiento
 se produce
 (puesto
 que
 hay
 paralelismo
 entre
 teorías
 de
 la
 interpretación
 y
 del conocimiento)
y 
sujeto
a
qué
intereses.

 2.
Pero
la
autonomía
de
la
literatura
ha
sido
negada
periódicamente
en
nuestra sociedad:
 el
 poder
 represivo
 politiza
 violentamente
 la
 cultura
 y
 al
 mismo
 tiempo enfrenta
la
 politización
alternativa
(niega
que
politiza
la
cultura
y
atribuye ese
gesto
al enemigo).
Por 
su
parte,
los
sectores
que
enfrentan
al
poder
leen
la
literatura
y
la
usan desde
 la
 política.
 Esa
 tensión
 entre
 autonomía
 (disponibilidad
 de
 significar)
 y usos políticos
de 
la
literatura
define
el
carácter
específico
del
enfrentamiento
de
las
lecturas críticas.
Y
a
 la
tensión
se
añade
la
conexión:
las
zonas
antagónicas
de
politización
o autonomización
 se
ligan
por algún
dato
que,
cada
vez,
condensa
el
modo dominante
de la
 lectura.
 La
 crítica a
 la
 crítica
 analiza
 las
 tensiones
 y
 conexiones
 entre
 los
 usos autonomizantes y
políticos
de
la
literatura
en
coyunturas
específicas.

 3.
Los
críticos
son
agentes
de
mediaciones:
mercantiles,
de
legitimación
cultural, políticas; 
 hay
 lugares
 desde
 donde,
 muchas
 veces
 sin
 saberlo,
 leen
 y
 enuncian
 sus discursos 
 y
 trazan
 el
 circuito
 de
 circulación‐destinación
 de
 sus
 textos.
 Esos
 lugares pueden
 ser
 lugares
 deseados,
 imaginados
 y
 postulados
 por
 el
 discurso,
 y
 señalan centros
 organizadores
de
nuestra
cultura:
la
crítica
a
la
crítica
se
pregunta
desde
dónde se
 lee
 y 
 qué
 inserción
 institucional
 (imaginaria
 y
 real)
 tienen
 los
 críticos,
 de
 dónde extraen 
su
autoridad
y
a
quienes
se
dirigen.
(Estén
el
juez
y
los
representantes
de
los espacios
 de
consagración,
llamados
a
decidir
el
valor
de
la
literatura,
a
premiar
y
a repudiar;
 el
 burócrata,
 intermediario
 entre
 una
 línea
 política
 y
 la
 práctica
 de
 los escritores:
su
 ambición
es
dirigir
el
curso
de
la
literatura;
el
descifrador,
que
enuncia
la “verdad”
 oculta
en
la
escritura;
el
importador
(y
no
importa
qué
importe
cada
vez,
sino su
lugar
 de
mediación
entre
las
nuevas
teorías
y
las
zonas
locales
en
que
las
aplica);
el profesor
 y
su
modo
de
leer
el
patrimonio
y
el
pasado:
su
función
es
desapasionar
y neutralizar
 la 
 relación
 con
 la
 literatura.)
 Hay
 muchos
 más:
 pueden
 dialogar
 con
 los escritores,
 con
el
mercado,
con
los
otros
críticos;
pueden
ocupar
varias
zonas
a
la
vez. Las tensiones 
entre
estos
lugares
marcan
el
uso
institucional
de
la
literatura;
para
esta reflexión
no
 interesan
las
teorías
o
instrumentos,
que
pueden
sucederse
o variarse;
no interesa
que
el
 juez
se
apoye
en
una
u
otra
convención
de
lo
que
es
buena
literatura:
su lugar
de
juez
 y
el
circuito
de
su
interlocución
fundan
el
tipo
y
efecto
de
su
discurso.

 4.
La
práctica
de
la
lectura
se
liga
con
la
práctica
literaria:
la
crítica
a
la
crítica se interroga
sobre
la
conexión
entre
el
estado
de
la
crítica
y
sus
categorías,
y el de
la literatura
 (sus
 técnicas,
 materiales,
 procesos,
 que
 tienen
 historias propias):
 a
 qué corriente
o
tendencia
literaria,
datada
y
situada,
corresponde
un modo
determinado
de leer.
Esto
implica
desligar
la
crítica
de
la
dependencia
de una
ciencia
auxiliar
y
ligarla históricamente
 con
 su
 propio
 campo;
 las
 teorías aparecen
 como
 herramientas secundarias
o
como
sistematización
de
estilos
de lectura
relacionados
con
ciertos
estilos literarios.
(La
mirada
puede
situarse,
por ejemplo,
en
el
realismo
ruso
o
francés del
siglo XIX
y
desde
allí
buscar
en
las obras
pasadas
o
contemporáneas
técnicas,
un
tipo
de personaje
 o
 situación,
 un pathos
 o
 descripciones
 de
 esas
 tendencias;
 o
 en
 las vanguardias
del
20
y esperar
un
modo
de
trabajo
en
la
lengua;
o
en
una
tendencia nacional
específica.) Cada
posición
literaria
tiene
su
perspectiva
y
su
modo
de
leer.
 III

 Un
análisis
de
la
práctica
crítica
que
la
relaciona
con
las
prácticas
literarias,
con los
usos interpretativos
que
se
da
a
la
literatura
y
con
los
lugares
institucionales desde donde
 se lee,
 llevaría
 como
 epígrafe
 estas
 proposiciones
 parafraseadas de
 Bertolt Brecht:
 ¿a
 quién
 beneficia
 esa
 lectura?
 ¿a
 quién
 pretende
 beneficiar?
 ¿qué proposiciones
 tiene
 como
 consecuencia?
 ¿en
 qué
 proposiciones
 se
 apoya?
 ¿en
 qué
situación
es
 pronunciada?¿por
quién?
¿a
qué
práctica
literaria
corresponde?
¿a
 qué exhorta?

 
 Josefina
Ludmer
 Buenos
Aires,
agosto
de
1984



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