Mientras agonizo, William Faulkner. Antes de iniciar el análisis del texto debo expresar mi desagrado –salvo algunas excepciones- por este tipo de historias tan representativas de una cultura estadounidense que concibe personajes sumidos en una desesperación asumida para resurgir como ave fénix de las propias cenizas como forma de autoafirmación, tan socorridas también en guiones cinematográficos que ensalzan valores de una moral idealizada que desde mi punto de vista dista mucho de lo que esta cultura representa. No es mi intención y por ello no había hablado aún del autor, demeritar el trabajo tan ingenioso de manipular a tantos personajes en tan intricadas formas de monologar imprimiendo como si no fuera ya suficiente trabajo lo anterior una personalidad a cada uno de ellos, si bien la historia gira principalmente en torno a los miembros de la familia, aparecen también otros personajes secundarios que engrosan la trama y dan sentido luego a mucho del contenido de algunos monólogos. Hay que mencionar también lo difícil que resulta leer precisamente a un personaje con el cual como lector te identificas para después leer a otro al que repudias por su forma de pensar o proceder, lo tedioso que se vuelve por momentos leer tanta desesperanza y meterse a estos ambientes tan agrestes y oscuros no sólo en lo ambiental sino en lo interiorizado y a códigos morales debo insistir implícitos en algunos personajes o totalmente perdidos en otros. Lo anterior no va en ningún sentido en detrimento del autor, al contrario, reconozco esta habilidad tan grande -por otorgarle un adjetivo- de controlar tantas variables a la vez para presentar una historia que a pesar de contener tantos elementos plantea una idea muy simple en realidad, cumplir el último deseo de la madre para llevarla a ser enterrada cerca de su familia, pero es justamente en este transcurso y en la relación que todos los personajes guardan entre si y el evento del fallecimiento inminente que se desatan los aspectos más humanos y viles de cada uno, sean conscientes de ello o no, aspecto que en lo personal valoro siempre en una historia, mostrar lo humano y quitarle los adornos románticos a nuestra condición salvaje. Mientras agonizo es un título perfecto para este texto, para este entramado de personajes y de intereses particulares ya que es ahí precisamente, en los intereses particulares de cada miembro de la familia que se evidencían los aspectos antes mencionados, dejando de lado o en un segundo término muy velado el objeto central de la historia, la agonía y posterior muerte de Addie, ya que todos estos sucesos se presentan a lo largo de su agonía y muerte. Habría que anotar que el título podría extenderse siendo muy escrupulosos con un “Mientras agonizo y lo que construí en vida”. Son muchos los personajes y no veo necesario hablar de todos pero si mencionar al menos las tragedias personales de los miembros de la familia incluyendo a Jewel que resultó ser mi personaje favorito desde el inicio de la novela -ya anunciaba desde las primeras referencias ser el menos dañado- y que además tiene la característica de ser el hijo bastardo producto de una relación extramarital y sin embargo el más genuino y coherente en función de su misma familia y de sí mismo, aparentemente hubo un gen que marcó la diferencia. David Ernesto Gutiérrez Gtz. Primero tenemos a Addie, la madre que vivió insatisfecha a lo largo de su vida matrimonial y que en un desliz o escape de la misma engendra un hijo fuera del matrimonio, compensando después con otro más y con una servilidad extrema no solo al marido sino a los demás hijos. Sin poder expresar nunca sus necesidades reales. Luego tenemos a Ansen el viejo y descuidado padre que denota ser egoísta y que asumo infeliz también, capaz de robar a su propia familia y disponiendo de ellos como mejor le conviene (curiosamente cierra la historia cambiando radicalmente su vida). En seguida viene Darl con su incapacidad de empatizar con algún miembro de la familia, siempre en conflicto con Jewel y a quien desafortunadamente le otorga el autor más apariciones en los monólogos. Hipócrita para con su familia y para sí mismo al no aceptar su realidad –o posiblemente el único que logra dimensionar el completo hastío de su vida- termina o se asume termina en un hospital psiquiátrico internado tras quemar el granero de una familia que los hospedo durante el viaje. Su contrario es Cash, el hijo más devoto y comprometido con la familia –para su propia desgracia- no solo hace el ataúd para transportar a su madre sino que pierde la pierna como consecuencia de intentar salvar el ataúd y las mulas en el rio por una mala decisión del padre. Dewey Dell, la única hija cuya tragedia es ser demasiado coqueta y termina embarazada de Lafe, quien decide enviarla a abortar y le da dinero para ello –que después le es robado por su padre- y que en su intento por lograr este cometido resulta seducida por un ayudante farmacéutico, ampliando más su tragedia se da cuenta de que necesita de su madre cuando ella ya no está. Vardaman el hijo menor que carga con el estigma de ser el hijo repositorio por la infidelidad de su madre, denota dificultad para asimilar su duelo y en una enferma interiorización genera una analogía entre su madre y un pez que esta desollando al mancharse de sangre. Finalmente Jewel es quien demuestra más coherencia y al menos tener objetivos claros para sí, trabajando por las noches se hace de un caballo que es el icono de su esfuerzo y su primer logro personal –del que es posteriormente despojado por su padrey quien demuestra al igual que Cash un afecto genuino por su madre al grado de arriesgar su vida para salvar el ataúd del incendio. Una familia sin suerte, determinada ya por sus condiciones y que asume esta determinación por códigos morales y religiosos ya dados, culpa, envidia, egoísmo, miedo, irresponsabilidad y otras tantas características empapan esta historia y sus personajes. Una mezcla de pobreza económica y de objetivos con una ciega devoción a una familia dañada, pero como dice Cash en los capítulos finales: "Algunas veces tampoco acabo de ver claro el que nadie se arrogue el derecho a determinar quién está loco y quién no lo está. Viene a ser como si en cada hombre hubiera una personalidad más allá de la razón y de la locura, una personalidad que contemplase sus acciones sensatas y las insensatas con el mismo horror y la misma sorpresa". David Ernesto Gutiérrez Gtz.