Poemas Para el jardin © Guido Eytel, textos © Leonor Pérez, Ilustraciones © Pehuén Editores, 2011
[email protected] www.pehuen.cl Inscripción Nº 202.856 ISBN 978-956-16-0535-0 Primera edición, agosto 2011 Edición al cuidado de Marcela López O. Diseño Olaya Fernández A. Impreso en los talleres de Maval Ltda. Derechos reservados para todos los paÃses de lengua castellana. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, transmitida o almacenada, sea por procedimientos mecánicos, ópticos, quÃmicos, eléctricos, electrónicos, fotográficos, digitales incluidas las fotocopias, sin autorización escrita de los editores. IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE Guido Eytel Leonor Pérez Ilustraciones Este libro se escribió gracias a una beca del Consejo del Libro y la Lectura. Para el jardin 4 5 Romance del casamiento El chincol y la chincola se casan esta mañana y se celebra la boda en el templo de las ramas. El árbol, engalanado, se puso sus flores claras y un gorrión de monaguillo ya ha tocado la campana. Un tordo oficia de cura porque tiene la sotana y canta el Ave MarÃa el zorzal con la zorzala. El novio ya sube al templo y su novia lo acompaña. Ãl va vestido de frac y ella de cola muy larga. También suben los padrinos, el palomo y la torcaza, y el cura dice a los novios que se tomen de las alas. El chincol a la chincola su gran amor le declara y la chincola responde con la cara iluminada. El tordo dice latines y para siempre los casa: âque nunca se apague el fuego, que nadie extinga la llama, que a los que casa este cura nunca nadie los descasaâ. Parten felices los novios y comienza la jarana. Un pidén, entusiasmado, se apropia de la guitarra y todos los pájaros cantan valses, cuecas y tonadas. La fiesta, dicen que dicen, fue en el paÃs la más larga porque sólo terminó al cabo de diez semanas. 6 7 La palomita torcaza Una paloma que vuela y pasa. Un cazador que atento dispara. Una paloma de alas quebradas. Ya nunca más en el cielo, ya nunca más en su casa. Ya nunca más en el vuelo la palomita torcaza. Un palomito de tristes alas. Un solo vuelo de pena larga. Ya nunca más en el cielo, ya nunca más en mi casa. ¡Ya nunca más en el vuelo mi palomita torcaza! ¡Qué gris se me puso la mañana! Ya nunca más en el cielo, ya nunca más en mi casa. ¡Ya nunca más en el vuelo mi palomita torcaza! La loica ¿Quién ha sido el criminal que a la loica le enterró en el pecho su puñal? Por la orilla del camino las rojas plumas de sangre van buscando al asesino. 98 El paÃs de Vuelicanto El paÃs de Vuelicanto tiene caminos de aire. Los árboles son las casas y todos los ciudadanos hablan un canto muy suave. El rey, con sus plumas de oro, no manda ni reta a nadie y el juez, la lechuza blanca, nunca ha mandado en castigo ningún pájaro a la cárcel. El paÃs de Vuelicanto tiene una ley inviolable: que las plumas sean tibias, que se cante todo el dÃa y que en la noche se baile. La perdiz En los rastrojos del trigo, silenciosa y escondida, nadie la ve porque tiene plumas café y amarillas. ¡Cuidado, que ya se acercan los pasos del cazador! Con el oÃdo dispuesto se ha quedado acurrucada hasta que siente muy cerca el ruido de las pisadas. ¡PipiripipiripÃ, ya se arrancó la perdiz! El huairavo En lo alto de un roble seco está parado el huairavo. Con su capa cenicienta oficia de vigilante de las sombras del pantano. Con un grito desgarrado vuela, cortando la noche, muy serio y triste el huairavo. 10 11 La golondrina Sobre las aguas baila la golondrina. Con sus plumas azules la señorita. Con su pechuga blanca como un pañuelo. Con sus alas azules, laguna y cielo. Sobre las aguas baila la golondrina. Con sus plumas azules la señorita. El pitÃo PitÃo, pitÃo, pitÃo. Por esos bosques de lengua larga vuela el pitÃo. Mojado y solo como el pitÃo vuela el pitÃo. Y desde la cresta de un roble huacho llama pitÃo, pitÃo, pitÃo. El pidén ¿Quién vio pasar al pidén? Una sombra en la laguna, un alboroto de plumas. ¿Quién vio pasar al pidén? Tan sólo los matorrales. Sólo la sombra y el aire. Y ya se ha ido el pidén. La garza Con sus negras medias de seda y su vestido de plumas blancas vigila en silencio el lago con ojos fijos la dama garza. Delgado su largo cuello parece que baila cuando busca su pez bajando al agua. Bailarina se vuelve cuando prepara las alas para comenzar el vuelo, la ceremonia sagrada. Choroyes Un manto verde aparece en el cielo azul sureño. Mil verdes alas agitan el aire claro del cielo y mil gritos estremecen el espejo del silencio. La verde bandada vuela sobre un dorado potrero. Las espigas, asustadas, doblan su talle ante el viento. La verde bandada cae y vuelve verde el potrero. De pronto, un grito de alarma y emprende su verde vuelo. Tan sólo queda una huella: la verde pluma en el suelo. 12 13 Los pájaros de la mar Los pájaros de la mar alborotaban la playa. Un pilpilén pico rojo se zambullÃa en las aguas y un cormorán de las rocas muy atento lo miraba. El albatros en el cielo abrÃa sus anchas alas y un rayador en las olas dejaba su blanca raya. Romance del picaflor Yo conocà un picaflor con fama de mujeriego. Enamoraba a las rosas, también a los crisantemos, a copihues y gladiolos, a dalias y rododendros, a los claveles del aire y a los chilcos del estero. A cada flor encantaba con acrobacias y vuelos. Les prometÃa al oÃdo toda la tierra y el cielo. ¡Si algunas hasta creyeron que tendrÃan casamiento! Alegres y enamoradas le daban sus dulces besos El pingüino con su frac decÃa: âcosa más rara la que el pelÃcano tiene como bolsa en la gargantaâ. Las gaviotas se rieron con miles de risas blancas y el petrel a la petrela le dijo: â¡buena la talla!â y el picaflor inconstante al tiro emprendÃa el vuelo. Pero los sabios bien dicen que siempre llega el momento, cada cual con cada uno y a cada cara su sello. Asà encontró el picaflor a la dueña de sus sueños: una verde picaflora le ganó en su propio juego y a la iglesia lo llevó a celebrar casamiento. El picaflor se portó como todo un caballero. Desde allà para adelante se terminaron sus juegos y nunca se vio en el aire otro marido más serio. ¡Si dicen que hasta las flores lo miraban con respeto y le entregaban confiadas todo su dulce alimento! Y asà se acabó la fama que tuvo de mujeriego y asà se acaba la historia y aquà se termina el cuento. 14 15 Mi bicicleta Mi bicicleta tiene dos ruedas grandes, un manubrio de acero y dos pedales. Pongo el pie en un pedal y es mi deseo irme por los caminos en un paseo. Andar en bicicleta es saludable porque no contamino ni ensucio el aire. Me gusta pedalear para ir a pasear. El furgón amarillo En un furgón amarillo yo me voy para el jardÃn, con la Claudia y el Alberto, con la Pilar y el JoaquÃn. Vamos todos muy felices mientras avanza el furgón, sin abrir las ventanillas cantamos nuestra canción. Vamos seguros, vamos contentos sin movernos de los asientos. En un furgón amarillo yo me voy para el jardÃn, con la Claudia y el Alberto, con la Pilar y el JoaquÃn.