El Avisador Cofrade

April 4, 2018 | Author: Anonymous | Category: Education
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1. Portada: Santísimo Cristo de la Sangre Fotografía de: Diego Ceano TELÉFONO DE CONTACTO PARA CUALQUIER CONSULTA 617.23.84.70 MUY IMPORTANTE REDACCIÓN Según la Ley 34/2002 de Servicios de la Sociedad de la Información y de Comercio Electrónico (LSSI-CE), y de la Ley Orgánica 15/1999 del 12/12/1999 de Protección Director de Datos Española, le informamos que tiene derecho a que se proceda a la cance- Diego Ceano González lación de sus datos. Si desea no recibir la revista, sólo tiene que enviarnos un co- Subdirector rreo manifestando su deseo y de inmediato se borrarán de nuestra base de datos. José Antonio Barberá Consejo de redacción José Antonio Barberá Juan G. Arrabal Granados Índice Redactores Diego Ceano González Editorial .......................................................... 3 José Antonio Barberá Historias malagueñas...................................... 4 Juan G. Arrabal Granados José Manuel Frías Desde la osera................................................. 7 Juan José Palop Enigmas ........................................................ 12 Francisco Collado De chupitira .................................................. 13 Vicente Manchado Torre del Atabal............................................ 14 Manuel Martínez Molina El otro Jabegote ............................................ 15 Mª José Villaverde Alfonso Villegas Lermo Hacia las pasas por el unicornio ................... 21 Jesús Hurtado Navarrete La jabalina .................................................... 24 Juan Hernández Pérez Poderosas ...................................................... 27 Antonio Lara Villodres Nuestras fiestas ............................................. 29 Luis Azuaga Colaboración................................................. 32 Esteban Alcántara Alcaide Mercedes Ramos El ajilibujili ................................................... 33 Fotógrafos La Virgen de los Dolores de la Lanzada ...... 34 Manuel D. Aranda Salmerón Mis recuerdos de vigilia y procesión............ 38 Lola A. Carretero Vaquer Cocina tradicional de Semana Santa ............ 40 Corrector Una imagen para recordar ............................ 40 Alfonso C. García Molina Dto. de informática Colaboración................................................. 41 Carlos Fernández Montañés El menú de la última Cena............................ 42 José Carlos Jiménez Estrada D.P. MA-1771-05 [email protected] www.acmal.org Este número extraordinario de El Avisador 11.720 correos directos Malagueño, ha sido enviado a: y a (+-) 48.000 indirectos Revista histórico cultural malagueña “El Avisador Malagueño” Si desea tener todas las revistas publicadas hasta el momento, puede bajársela desde la web: www.acmal.org 2 2. Editorial Hemos querido poner en nuestra primera portada, el Cristo de una de las cofradías más antiguas de Málaga. No en balde la Pontificia, Real, Muy Ilustre y Venerable Archicofradía del Santísimo Cristo de la Sangre y María Santísima de Consolación y Lágrimas y del Santo Sudario, ha cumplido su quinto cente- nario, ¡ahí es nada! Es por esa razón que nos ha parecido oportuno ilustrar nuestra primera portada con una imagen que corresponde a una de las archicofradías con más solera de nuestra ciudad. Llevados del éxito obtenido por la revista histórico cultural “El Avisador Malagueño”, la redac- ción de este medio se ha propuesto la realización de un número especial de Semana Santa, que nos acer- que más y nos haga vivir con pasión, la mejor Semana Santa del mundo, la Semana Santa de Málaga. Sabemos que nuestra Semana de Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, se convierte en un momento al año que nos sobrecoge, a los malagueños, por la magnificencia y su grandeza. Somos muchos los que vivimos con intensidad ese acto de catequesis callejera que cada año nos hace reflexionar sobre cómo somos, y cómo deberíamos ser para con los demás, ese ejemplo hecho trono, del que lo dio todo por nosotros. Como cada año nos dejaremos imbuir por esos aromas a cera derretida, a incienso, nos estremece- remos al oír el toque de una campana de trono y posiblemente se nos salten las lágrimas, cuando oigamos desde debajo de uno de nuestros monumentales tronos, esa voz emociona que grita a todos “arriba, al cie- lo”. Momentos que no son para describirlos en ninguna revista y sí para vivirlos y sentirlos a pie de calle, de acera en acera y apretujaditos entre esa multitud de personas que sienten sus tradiciones y el amor a sus advocaciones y que al paso de sus titulares, entre el tintineo de las campanillas, el dulce crujir de las barras de palio y el suave danzar de las bambalinas, muchos son los que aciertan a oír a esa voz divina que les bendice y le dice que siempre estará con todos ellos. Existen muchas y muy buenas revistas malagueñas que tratan este tema cada año, revistas como Ruta Cofrade, La Saeta, Grial, Guión y un largo etcétera de ellas, pero atendiendo a que son muchos los malagueños y no nacidos en Málaga que quieren estar más cerca de nuestra manera de vivir la Semana Santa, nosotros llevados por esa facilidad que nos da la tecnología, hemos querido acercarles, esta tradi- cional manera de sentir del pueblo cristiano en nuestra ciudad. Ahora queremos llevar a todos nuestros lectores un poco de la Semana Santa y siguiendo nuestra filosofía de “enseñar entreteniendo”, nos ponemos mano a la obra, mostrando esas historias de nuestra Semana Santa, es ese nuestro modo de hacer y contar las cosas, es decir, con un lenguaje sencillo y ase- quible que intentamos llegue a todos. Desde El Avisador Malagueño y ahora también El Avisador Cofrade, queremos dar las gracias a nuestros amigos y amigas repartidos por todo el mundo. 3 3. Historias malagueñas Por Diego Ceano González LA LEYENDA DEL SANTÍSIMO CRISTO DE LA SANGRE Una de las leyendas más antiguas y bonitas que se conocen, es la que hace referencia al Santísimo Cristo de la Sangre, es decir al Cristo que da nombre a la Pontificia, Real, Muy Ilustre y Venerable Archicofradía del Santísimo Cristo de la Sangre y María Santísima de Consolación y Lágrimas y del Santo Sudario. La leyenda comienza un lejano día, de un mes y un año que se nos pierde en los anales de la memoria, un día, allá por el siglo XV, el cielo de Málaga amanecía gris, el aire se tornaba bronco y golpeaba con violencia los rostros de las gentes malagueñas, el mar se azotaba como un látigo de mil lenguas escupiendo encajes de espuma blanca. Aquel tiempo desapacible hizo que muchas madres, padres, hijos y hermanos, se echaran a la playa, para ver si oteaban en el incierto horizonte, aquellas frágiles embarcaciones de sus queridos allegados. Sabían que algunas de ellas habían zozobrado y con toda seguridad algunos marineros habrían muer- to en la mar. La playa era un hervidero de gentes preocupadas, ansiosas por ver alguna embarcación que les fuera familiar. Como suele pasar en nuestra bahía, aquella inesperada tempestad, cogió a muchos hombres faenando en alta mar, hombres rudos y valientes que no tenían nada que hacer ante los continuos envites de las olas. Cuadro monumental del genial pintor malagueño, Rando Soto. 4 4. Poco a poco, muchos de los marineros fueron dejando sus tareas, llegando a las playas, donde estaban a salvo. Llegaban exhaustos, casi sin vida, siendo acogidos con todo cariño y ansia por los suyos. Cuando a la playa dejaron de llegar más supervivientes, desde la orilla, unos pescadores del barrio del Perchel, que no habían salido a navegar, dieron la voz de alarma. Ellos creyeron ver, en medio de aquel agi- tado mar algo que flotaba, pensaron que se trataba de un náufrago cogido a un madero. Los pescadores, aun a riesgo de sus vidas se arrojaron a aquel embravecido mar para rescatar al infortunado náufrago. Se debatieron valiente y solidariamente contra las olas y contra el enorme peligro que esta acción suponía. A la par que nadaban, rezaban y se encomendaban a Cristo. Tras aquel terrible esfuerzo, lograron llegar al que ellos creían que era un náufrago pero lo que encon- traron fue la imagen de un Cristo crucificado, que flo- taba libremente sobre las olas. Dice la leyenda que como pudieron, aquellos hombres, sacaron a Cristo crucificado a la orilla y en el momento que Cristo pisó la arena, las aguas tempes- tuosas se volvieron mansas, el aire azotador se volvió leve caricia, las nubes se desvanecieron y el día encen- dió todas sus luminarias haciendo de aquel día un día radiante y glorioso para los cristianos. Pese a que se temía que se hubiera podido haber lamentado alguna tragedia, todos los marineros arribaron a puerto sanos y salvo. Nadie tenía duda que Jesús, ese Jesús crucificado, había llegado a sus playas para salvarles y protegerles. Cristo permanecía en la playa y las gentes a su alrededor le rezaban con los labios y con la fuerza de sus almas. Cada vez fue llegando más y más gentes que habían escuchado el milagro y todos se sorprendí- an ante la belleza de este Cristo dolorido y clavado en la Cruz, un Cristo que representaba todos los tormentos que hubo de padecer, por la salvación de los hombres. Poco tiempo después se dispuso trasladar al Cristo, a aquel Cristo ensangrentado a un lugar venerable para su culto. En procesión las gentes de Málaga se echaron a la calle, con gran devoción, para acompañarle a su nueva casa, al Convento Real Militar y Celeste Orden de Nuestra Señora de las Mercedes, es decir a la iglesia de la Merced, esa iglesia que había en la plaza de la Merced antes de ser devorada por las llamas, que la destruyeron. Allí permaneció durante más de cuatro siglos siendo venerado por muchas generaciones de malague- ños. En los trágicos y execrables sucesos de mayo de 1931 se perdieron, pasto de las llamas las imágenes del Cristo y la de la Virgen, imágenes que ya por entonces eran veneradas por la Pontificia, Real, Muy Ilustre y Venerable Archicofradía del Santísimo Cristo de la Sangre y María Santísima de Consolación y Lágrimas y del Santo Sudario. Aquellos sucesos, sumieron en el dolor a los cofrades de esta Archicofradía, dado que se perdió lo que ellos más querían, pero alguna alegría volvió a los corazones de estos hermanos, cuando se enteraron que la cabeza de la Virgen de Consolación y Lágrimas, “La Consuelo”, como cariñosamente la llaman algunos de sus hijos cofrades, se pudo salvar milagrosamente ya que algún cristiano compadecido, viendo cuál sería su fin, la escondió en un bidón de gasolina, pudiendo ser rescatada poco tiempo después. EL DONATIVO La directiva de la Archicofradía de la Sangre tenía la costumbre de reunirse para almorzar en un bar cercano todos los Miércoles Santos, es decir el mismo día de la procesión. 5 5. En una de estas ocasiones y mientras comían en el restaurante de La Alegría, comentaban las mil cosas y asuntos que genera una cofradía. Pero de entre todos los proyectos que estaba comentando había uno que les tenía sobreexcitados a los cofrades y al cura párroco, el cual también compartía mesa y man- tel con aquellos hombres. El proyecto en cuestión era el de construir una casa de acogida para ancianos. Esto no tiene nada de particular, dado que las cofradías no sólo tienen como objetivo el desfilar en procesión cada Semana Santa, sino que además tienen el deber cristiano de hacer obras de caridad. En medio de la conversación se comentó que aún hacía falta mucho más dinero para realizar el tan ansiado proyecto y el reve- rendo don Isidro Rubiales, cura párroco, que lo era de San Felipe Neri, y en la actualidad de la iglesia de San Juan, y entonces direc- tor espiritual de la archicofradía, al que desde niño le tuve un gran cariño, les dio un sobre con el dinero que había recaudado de entre las gentes humildes del barrio. Un matrimonio de Ceuta, que se encontraba con sus hijos en una mesa contigua y que habían venido a Málaga a ver las proce- siones, escucharon lo que hablaban los cofrades y el párroco y quedaron muy emocionados al ver con qué cariño hacían los pro- yectos estos hombres, pensando en los ancianos necesitados. En un momento esta pareja y su hijo pequeño comentaron algo entre ellos, después el niño menor del matrimonio se acercó a los comensales, miembros de aquella archicofradía y les entregó un sobre, diciéndole: “Dice mi padre que esto es para que lo em- pleen en la casa de los ancianos”. El hermano mayor de la cofra- día que por aquel entonces era don Antonio Maldonado, se levantó y viendo el abultado sobre que el infante les entregada, lo abrió, pudiendo comprobar, ante su asombro y el de los demás, que aquel sobre contenía un buen fajo de billetes. El hermano mayor, sorprendido y casi sin entender se dirigió al matrimonio junto al párroco y los directivos, dudando si aceptar o no, tal canti- dad de dinero. El esposo les comentó que ese dinero lo tenían para pasar las vacaciones de Semana Santa, pero que con gusto lo donaban para aquella bella causa, que a todas luces era más importante que sus efímeras va- caciones. Todos quedaron perplejos y sorprendidos, no sabían qué hacer, no sabían cómo darles las gracias. Don Isidro les pidió que les dijeran cuales eran sus nombres y su dirección y ellos se negaron; sólo aceptaron darle la dirección bajo secreto de confesión a don Isidro para que éste les pudiera mandar unas estampas del Santísimo Cristo de la Sangre y de María Santísima de Consolación y Lágrimas, igualmente le entregaron un sobre a uno de los hermanos de la archicofradía, Pepe Peña, con sus datos y el ruego de que no lo abriera si no era estrictamente necesario. En la actualidad, Pepe Peña, aún guarda con sumo cariño ese sobre cerrado. * Fotografías archivo Diego Ceano y Archicofradía de la Sangre. 6 6. Desde la osera Por José Antonio Barberá EL CRISTO DE LA BUENA MUERTE Cristo de la Buena Muerte bendito, dulzura de la Soledad, ruega por este nazareno negro, que postrado ante vosotros está. Antonio Jesús González Ramírez Papá, papá ¿puedo tocar esas estatuas? Preguntaba el niño ingenuamente a su padre mientras se acercaba a una de las cuatro figuras que, delante de él, se mantenían firmes como si fuesen los cuatro ci- rios que en sus laterales le ofrecían la mortecina luz a ellos y a la hermosa talla del Cristo clavado sobre una cruz. Aquellos soldados, guardadores de su venerado Señor, a los que el pequeño consideraba estatuas, permanecían im- pávidos con la mirada perdida hacia la oscuridad del techo del templo de Santo Domingo donde se encontraban, sin mover un solo músculo de su cuerpo, ni tan siquiera pestañear. El pequeño casi no se equivoca- ba en su apreciación, el conjunto de los inmóviles legionarios y el Cristo expi- rado sobre el madero, parecía la composición completa de un gran imaginero; tan sólo se apreciaba que los soldados del bravo y sacrificado cuerpo de la Legión eran humanos por el húmedo brillo de sus caras, al estar impregnadas de leves gotas de sudor que, lentamente desde la frente iban recorriendo sus faccio- nes. Por lo demás, inalterables, hieráticos, daban compañía y guarda a la talla de su Divino Protector, el Cristo de la Buena Muerte; represen- tación de la inigualable criatura que había nacido hacía más de 1950 años antes y que con sus hechos y palabras había creado un nuevo pensamiento de creencias y esperanzas, que por su anual remembranza, allí estaba continuamente enclavado, en magnífica realización de Palma, con significativo y continuado sufrimiento por haber sido diferente. ¡Viva el Cristo de Mena! Gritaba la multitud, y cierto es que ver lo que se estaba viviendo era para gritar y emo- cionarse, lo que esas aclamativas voces quizás no supiesen es que vitoreaban a una inexistente talla desaparecida años atrás por la barbarie y la incultura de 7 7. unas manos antorchadas que convirtieron en pasado y leyenda la excepcional belleza de aquel santo trozo de madera que, una vez salidas de manos de su creador, Pedro de Mena, tallista grande entre los grandes con la gubia en las manos, llegó a representar el amor que un adorador pueblo siente por su Dios. Era realmente increíble, había que vivirlo para comprenderlo y, entre el inmenso gentío que se aglomeraba en la malagueña Alameda y sobre todo en aquella esquina donde el Cristo era reverentemente mecido en honor a la representación de su Madre en la imagen de María de la Esperanza que, sobre pesa- do trono correspondía al filial saludo, a costa del gran esfuerzo que la mecida representaba para los porta- dores, ya que tiempo después se aligerarían los tronos, pero no era el caso aún. Uno frente a otro, ambos tronos en emotivo y filial encuentro, con el emocionante sonido de los himnos acalladores del ensordecedor murmullo de la gente, así como el azahar de la noche malagueña en común unión con la cera derretida y el humo del incienso, ofrecían un halo de irrealidad al esperado y mecido encuentro, dándote cuenta de que lo Divino era terrenal al tener una muy querida mano junto a la tuya a la que poder transmitir la emoción del momento, que llegaría a ser inolvidable, ¿qué más daba que fuese de Mena o de Palma?, en esos momentos eran los sentimientos los que embargaban a los asistentes, y se unía un no equivocado pensamiento de pesar de “pobrecito mío, lo que debió sufrir”. El tiempo de aquel pequeño pasó, de- jando una impronta imborrable en sus recuer- dos, igual que en los del joven, que nunca olvi- daría el contacto de aquella mano mientras emocionado, veía pasar al Cristo que vio yacer un día en su templo, junto a los legionarios guardadores y garantizadores del rememorado sueño de su muerte. De la zona de recuerdos desaparecería, quizás por poco importante el año, que rondaría los de 1980, pero no lo visto ni vivido cuando aquel fuerte e imprevisto aguacero provocó el rápido e inmediato regreso al templo de las imágenes. Los caballeros portadores del Cristo de la Buena Muerte, volaban más que corrían, abrazados a la desentronizada figura de regreso a su templo, mientras con sus cuerpos y legionarias y verdes guerreras trataban de protegerla del agua. Lo magnífico fue, poder contemplar de cerca que el Cristo se mojaba más por las lágrimas de sus portadores, que por las vertidas aguas del cielo. Recuerdos que en nada se unen a las añoranzas, lo primero puede hacer volver a vivir determina- das circunstancias de la vida a quienes así lo deseen, lo segundo, son vanas quimeras del pasado que a nada conducen. Así, dejemos aquel presente en su pasado y vivamos el hoy, que si bien lo hacemos, nos conducirá a un más plácido mañana; por eso y como consecuencia de mis pocos conocimientos que no van más allá de lo leído sobre las cofradías y hermandades malagueñas y de sus procesionados Santos Titulares, creí llegado el momento de poner hoy al ayer, especialmente sobre el Cristo de la Buena Muerte. Al pedir opinión sobre esta cofradía a mi buen y desde jóvenes amigos, José Antonio de las Peñas Jáuregui, tuve el convencimiento de que en ocasiones conocemos muy “desconocidamente” a los amigos, ya que resultó pertenecer a protocolo de esa misma cofradía que yo deseaba actualizar en conocimientos; pero no quedó todo en esta sorpresa, la siguiente fue igualmente grata al indicarme el nombre del casi recién elegido hermano Mayor: Antonio Jesús González Ramírez, cofrade prácticamente antes de nacer, por mí conocido, desde que su padre lo llevara en brazos, vestido con su pequeña túnica de nazareno, sa- liendo por el portal de nuestra casa en la calle de Los Mártires. Es verdad, el mundo es un pañuelo y Má- laga una de sus maravillas. 8 8. Deseaba comenzar con el tiempo presente, no obstante, la necesidad obliga a retroceder otra vez unos años para recordar al niño que más tarde vería ir cogido de la mano de su padre, adquiriendo el co- nocimiento y el amor que tanto llenaban al mayor por su cofradía del Cristo de la Buena Muerte, ¿ilusiones para el futuro? Todas, ya se encar- garía su compañero y padre, Antonio, de que así fuese. Muchas ilusiones aún por cumplir y otras ya realizadas, entre ellas una de las más importan- tes de su vida había llegado a buen puerto, como le ocurrió a aquel barco español que en 1756, hace doscientos cincuenta y tres años, se hundía en las embravecidas aguas de la costa malagueña cercanas a la Misericordia o Huelin, pudiendo guiarse y salvarse gracias a haber podido visualizar la espadaña del templo de Santo Domingo y aquella desconocida luz, que les hizo poderse conducir hasta tierra firme. Y es que los ojos de una mujer pueden ofrecer infinita luz, sobre todo si pertenecen a quien dicen que es la poseedora de tan milagrosa mi- rada ¿verdad, Virgen de la Soledad? Antonio Jesús ha cumplido el sueño que a su padre le hubiese gus- tado ver realizado, de no haber tenido que dejar tan tempranamente la vida física: la de ser Hermano Mayor de la cofradía a la que ambos habían dedicado tanta vida, ilusión y amor. En mesa recordatoria a Arturo y sus caballeros, en amplia y amena charla en la sede de la cofradía, comenzaron mis conocimientos sobre la misma; a nivel básico, sí, pero suficientes para mí y para quienes al igual que yo, poco hayan ido y venido por ese mundo de cofrades. Por mis contertulios supe que la cofradía actual era el resultado de la fusión en 1915, de dos co- fradías, la congregación de la Virgen de la Soledad, que data del siglo XVI, según nos cuentan en su libro sobre cofradías malagueñas el padre Llordén, o.s.a y Sebastián Souvirón, donde indican que existen ves- tigios de ser ésta en sus comienzos una cofradía en torno a una dolorosa, la Virgen de la Soledad, pertene- ciente a la alta burguesía malagueña, realizada para procesionar a su Virgen el Viernes Santo, siendo por entonces la cofradía ofi- cial de la ciudad, donde ejercía representación el alcalde y autoridades. Pasada la des- amortización de Mendi- zábal y convertido el convento fundado por la orden de los dominicos en 1494 en parroquia a cargo de un cura puesto por el obispo de la dióce- sis, se descubre por parte del jesuita padre Moda, en la sala de profundis, lugar donde oraban los Don Antonio Jesús González Ramírez frailes y tras el altar ma- yor, la abandonada y colgada imagen de un magnífico Cristo, que se le atribuyó a Pedro de Mena, quien, según nuevamente el padre Llordén, la realizaría por encargo de fray Alonso de Santo Tomás. El fervor popular hizo que en el año 1862 se formase en torno a la talla del Crucificado una nueva cofradía, a la que llamaron del Cristo de la Buena Muerte. Sus fundadores percheleros, gente de la época, brava, pendenciera y guapa, que no la harían gozar de larga vida, llegando a desaparecer sin dejar vesti- gios escritos de haber tenido alguna salida procesional. 9 9. En los comienzos del pasado siglo, concretamente en 1914, los cofrades de la Virgen de la Sole- dad y la Hermandad del Cristo de Mena, inician contactos para lograr la fusión de ambas en una sola agrupación, y tras haber celebrado el 16 de junio de 1915 cabildos generales por separado, en la rebotica de Esteban Pérez-Bryan Souvirón, abuelo de la actual directora del Museo de Costumbres y Artes Popula- res de Málaga, llegan al acuerdo de crear una nueva congregación con el Cristo de la Buena Muerte y la Virgen de la Soledad, constituyéndose el 22 de agosto de ese mismo año en Santo Domingo la Real y Pontificia Congregación de Cultos y Procesión del Stmo. Cristo de la Buena Muerte y Ntra. Sra. de la Soledad, siendo elegido por aclamación primer Hermano Mayor, Ricardo Gross Orueta. De la importancia y el auge de la cofradía, es- pecial significado tuvo el desfile de abril de 1925, ya que especialmente invitados por quien fue su segundo Hermano Mayor tras la fusión, Félix Sáenz Calvo, vinieron a la ciudad el Presidente del Consejo de Mi- nistros, por entonces general Primo de Rivera, el ge- neral Sanjurjo y el coronel Francisco Franco, quienes tras almorzar con el gobernador civil, general Enrique Cano y el alcalde Dr. Gálvez Ginachero, por la tarde noche presiden la procesión de Mena en unión del obispo Manuel González y del presidente de la Agru- pación de Cofradías Antonio Baena Gómez. La visita habría de ser decisiva para que la le- gión nombrase al Cristo como su Santo Protector, a quien hizo su primera guardia en 1927 y desfiló con el ya proclamado como su Protector por primera vez en 1930. El vibrante himno de la legión, que siempre aglutina a media Málaga para escucharlo en desfiles y procesión, tiene su gran e inigualable momento, cuando a las puertas del templo, en emotivo homena- je, los banderines de la legión en reverente rindan, se inclinan ante el siempre yacente y aún por desencla- var Cristo de la Buena Muerte, himno que naciera como alegre cuplé para alegrar y animar a la tropa en Melilla, acogido más tarde como canción legionaria tras haberlo escuchado y aprobado Millán Astray, y reconvertido más tarde a paso lento para la cofradía de Mena, al igual que ocurriría con la salve marinera, que se modificó al mismo paso, para su desfile proce- sional. La legión se crea en 1920, sobre 1924-25 se entabla amistad y en 1928 existen vestigios de la pri- mera guardia al Cristo. Y hoy día, es casi impensable la salida de su templo del Cristo de Palma, sin la guardia, protección y desfile del cuerpo legionario, que tan unido está a su historia desde que casi fuese fundado. A raíz del salvamento de la nave española anteriormente citada en 1756, los reconocidos marinos por las circunstancias en que ocurrió, pidieron a Roma que permitiese la agradecida rememoración en santa misa cada Sábado Santo, único día del año en que no se puede consagrar; concediendo el papa Be- nedicto XIV que se pudiese llevar a cabo el ritual de la llamada misa de Privilegio, única en toda la cris- tiandad que se podía celebrar en ese día; privilegio que se mantuvo hasta entrado los años cincuenta del pasado siglo, en que dejó de celebrarse por motivos del Concilio Vaticano II. Actualmente la misa se ha sustituido por otra de acción de gracias, por la buena culminación de los actos procesionales de la semana santa, en el domingo de resurrección; siendo a mediados de los años 80 cuando se vuelve a retomar la posibilidad de hacer una celebración en Sábado Santo, consistente en acto litúrgico con la presencia del obispo, donde un almirante de la armada española, desplazado desde Rota, se postra ante la imagen de la 10 10. Virgen y efectúa ofrenda recordatoria del milagroso hecho, pidiendo intercesión por todos los marinos españoles. Al ser un acto programado en sábado, la Virgen peticionada ya ha sido anteriormente amorosa- mente acompañada en la noche del Jueves Santo por la marina española, en su recorrido procesional por las calles malagueñas, tras el cuerpo del Hijo, ya abandonado de vida, entre música y emotivo canto del “Salve Reina de los Mares”. Cierto es que nuestra conversación duró bastante más que lo que este escrito refleja, ya que incluso bajamos al columbario, donde per- manecen los restos de quienes fueron hermanos o queridos familiares y amigos que descansan bajo el mismo techo y amparo de las veneradas imá- genes de la sufriente Madre y del Hijo comparti- dor con ellos del eterno sueño. He podido comprobar que de esta cofradía se ha escrito mucho, puede que casi todo esté dicho, aunque siempre quede algo por descubrir y poder transmitir; no obstante lo cierto es que nada nuevo pretendíamos hallar sobre ella, el deseo era tan sólo ampliar los escasos conocimientos y a ser posible por quienes los pudieran impartir con sapiencia, como así ha ocurrido; lo que para mí ha sido un agradable beneficio y, debo suponer que para, como decía al principio, aquellos que al igual que yo, tan sólo conozcan la Semana Santa por la representación que de ella se hace en las calles malagueñas. Así, una vez finalizado este escrito, debo reconocer que los sentimientos que aquel peque- ño le transmitió al joven para que, si fuese posi- ble los ampliase y guardase hasta su madurez, han sido convenientemente cumplidos. *Fotos: Archivos de la Congregación de Mena y de José Antonio Barberá. 11 11. Enigmas Por José Manuel Frías PRODIGIO EN SEMANA SANTA (EL BORGE) El Borge. Capital de la Pasa. La llegada al pueblo, la hacemos tras admirar un paisaje de viñedos, con vistosas cantidades de jaras, retamas y enci- nares. El origen de su nombre procede del árabe “Al-Borg” y significa “La To- rre o el Baluarte”, y que data de los tiempos en que existía en la villa un grupo de resistencia morisca, que hacía frente a las fuerzas cristianas. El asentamiento actual probablemente se remonte a un grupo de pastores que traían a pasear sus rebaños a la zona y que paulatinamente se fueron asentando y creando sus hogares. Poco más de mil habitantes disfrutan de una localidad de la que se tiene escasa información histó- rica, y cuyo aspecto es el típico de la comarca; casas encaladas de una o dos plantas, como apretadas entre sí y luciendo geranios y gitanillas en los balcones, cos- tumbre rústica y popular. De herencia musulmana, la antigua mezquita fue transformada en el año 1505 en la parroquia de Nuestra Señora del Rosario, de estructura gótico- renacentista, bajo las órdenes de los Reyes Católicos. Su virtuosidad se intensifica dada su ubicación en una plaza mirador, erigiéndose altiva sobre el pueblo de El Borge. Semana Santa del año 1853. El Cristo y la Virgen María salían de la iglesia por puertas diferentes, y mientras, una pequeña muchedumbre esperaba impa- ciente en el exterior, para ver a sus santas advocacio- nes. La ancestral costumbre era que ambas imágenes se cruzaran en la plaza del pueblo para que Jesús de Nazaret diera la simbólica bendición a su Santa Madre. Esa tarde, un señor poco religioso, vecino del pueblo, que se encontraba caminando por las calles de la ciudad, miró de reojo a la imagen, mientras este Cristo bendecía a la Virgen con su brazo elevado. En voz alta para que todos lo oyeran, dijo: “¡Quién tuviera un hacha para cortar esa mano!” Los que lo rodeaban lo miraron entre asombra- dos y molestos, pero pronto olvidaron la falta de respeto de su vecino. Quiso la casualidad que su mujer, embarazada de tres o cuatro meses, diera a luz, al final de la gestación, un niño manco. Curiosamente le faltaba al recién nacido la misma extremidad, la derecha, a la que hizo alusión su padre, con relación al Cristo de El Borge. Aquel hecho, que en otra circunstancia, no habría pasado de ser considerado como una desgracia natural, debido a aquella irreverencia de aquel padre, ahora corrió de boca en boca de las gentes de aquel pueblo, cómo un hecho sobrenatural y un castigo divino por el mal proceder de aquel padre. Son varias las personas, sobre todo ancianos, que aun recuerdan de sus padres y abuelos la historia que les contaron y que ha formado a ser parte de la tradición oral del pueblo, por lo que son muchos los que confirman la real existencia de aquel inocente niño manco. 12 12. De chupitira Por Juan José Palop PALMA BURGOS REALIZÓ EN EL TALLER FAMILIAR DE EL EJIDO SU CRISTO DE LA BUENA MUERTE, PATRONO DE LA LEGIÓN Como dice en su libro “Historias del Barrio de Chupa y Tira (Barrio de la Victoria)” el que esto escribe, en la historia contemporánea de El Ejido, tras la pasada guerra civil, hay que registrar la que resulta poco conocida andadura victoriana de una familia que tanto prestigio y fama ha dado al quehacer escultórico barroco y semanasantero de Málaga, como es la saga de los Palma, padre e hijos. Paco Palma García, fundador de la saga, el que logró rescatar la pierna derecha del Cristo de la Buena Muerte de Mena durante la quema de iglesias de la capital en mayo de 1931, tenía su vivien- da y taller-estudio en la calle Cobertizo del Conde. El estudio se le quedó pequeño y Palma García com- pró un terreno en el Ejido, en la calle Puerto Parejo, con objeto de ubicar allí, compartiéndolo con el de Cobertizo del Conde, un nuevo estu- dio, para lo que ya había realizado incluso los planos. Pero Palma García murió de un infarto en 1938. En esta tesitura, los hijos del ya afamado escultor e imaginero, co- mo nos ha dicho uno de ellos, José María Palma Burgos, que vive en Cór- doba y que es autor, entre otras obras de arte, de la estatua en bronce de cuerpo entero del cardenal Herrera Oria existente desde 1970 junto a la Catedral de Málaga, levantaron casa y taller en el número 18 de la larga calle Puerto Parejo (aquel sector, de los tres de Puerto Parejo, se llama hoy calle Julio Mathias), comandados por Paco, el mayor, y siguiendo meticulosamente los planos heredados del padre realizaron la obra. Y fue allí, en el nuevo taller de los Palma, donde el hijo mayor, Francisco Palma Burgos, realizó el Cristo de la Buena Muerte, patrono de la Legión, que le había sido encargado a su pa- dre. El modelado lo hizo Palma Burgos en el taller de Cobertizo del Conde, pero la imagen y su trono entero los materializó en el taller de Puerto Parejo; para el Cristo le sirvió de modelo un gitano malagueño conocido por “el Sopas”. Así, el nuevo Cristo de Mena, Patrono de la Legión, hizo su primer desfile pro- cesional por las calles de Málaga en el año 1942. En este punto cabe añadir que Francisco Palma Burgos guarda estrecha relación con varias cofra- días malagueñas: es autor de los Cristos de la Humillación, Sangre, Buena Muerte, Milagros, Santo Su- plicio y del grupo escultórico de La Piedad, así como de los tronos del Cristo de los Gitanos, de Mena y del Nazareno del Paso. Los Palma vendieron su casa-taller de El Ejido en el año 1947, que fue luego guardería infantil y después taller de carpintería. Finalmente la edificación fue demolida en los años 80 del siglo pasado, cuando se urbanizó toda la calle Puerto Parejo y se cumplimentó el PERI de El Ejido con el complejo urbanístico de San Telmo y la Plaza Lex Flavia Malacitana. No resta sino dejar constancia del añadido anecdótico referido al que esto escribe por el victoriano Salvador Barrionuevo Moncayo, ya fallecido, que cuando niño acudía con frecuencia con otros chavales al taller de los Palma en El Ejido para barrerlo; Francisco Palma Burgos los recompensaba con unos cén- timos de peseta, con los que los chavales se iban al vecino cine Excelsior de calle Cristo de la Epidemia. A Salvador Barrionuevo, en más de una ocasión, Palma Burgos llegó a gratificarlo hasta con una peseta. 13 13. TORRE DEL ATABAL Por Fran Collado LA SEMANA SANTA DE MÁLAGA FRENTE AL RITO SEVILLANO La tradición cofrade malagueña expresa una sensibilidad única y exquisita de sentir la celebración de la muerte y resurrección de Cristo. La ciudad malacitana frente a otras capita- les andaluzas y en especial en comparación con Sevilla, manifiesta una forma especial de comprender este rito religioso. Las coordenadas históricas de la Reconquista de Málaga y el regreso del cristianismo representan las condiciones necesarias para poder entender las diferencias que aún sorprenden a malague- ños y sevillanos cuando miran a un lado y otro de su Semana Santa. Como malagueños y malagueñas, de- bemos remitirnos al año 1487 cuando los Reyes Católicos abren las puertas de Málaga y la ciu- dad se suma al concierto cofrade de las tierras andaluzas ya en poder cristiano. La conquista produjo por aquellos entonces una gran devo- ción y fervor del espíritu religioso. Rápidamen- te, Málaga se convirtió en una urbe de conven- tos y monasterios de distintas órdenes que acu- dían para instalar su presencia en las calles. La disposición del puerto marítimo permitió que los malagueños se pusieran en contacto con otras ciudades del Mediterráneo donde se reafirmará la fe y el espíritu religioso frente a musulmanes, bizantinos ortodoxos y el turco. En este contexto de recuperación cristiana y reafirmación de la fe, nacen las cofradías y hermandades de Pasión. Estas agrupaciones fueron auspiciadas por las órdenes religiosas, los nobles, los gremios y los fieles en un intento por exaltar el espí- ritu religioso. El fervor por capitán y el mar por devoción son las insignias del buque de la Semana Santa malagueña. En cambio, Sevilla representa una tradición más seria y estricta por la cercanía con el foco castellano. El origen de la tradición hispalense se remonta a los siglos XVI y XVI, cuando los gremios y las órdenes monásticos propagaron la celebración de la Semana Santa en un intento de recoger la sensibi- lidad popular hacia las imágenes que le lleva a recibir el calificativo de ciudad “mariana”. En concreto, es necesario señalar la tristeza y solemnidad de esta Semana Santa que se ofrece como antesala a la Feria de Abril donde la ciudad se llena de alegría y color. Una de las grandes diferencias entre ambas ciudades reside en los portadores del trono, denomina- ción diabólica ésta que dirá algún castizo. Para los malagueños, hombres de trono, para los sevillanos, costaleros. La ciudad de Málaga ha generado fuertes y robustos hombres que instalándose en el exterior del trono lo mueven mediante las barras situadas bajo el trono de la imagen, al son de la campana y el repique de los tambores. Por su parte, la ciudad sevillana ostenta sus discretos costaleros, hombres que escondidos bajos los faldones y en un inmenso silencio que interrumpidos por sus profundos respiros y el arrastre de sus pies mueven los pasos de su Semana Santa. Mientras los malagueños hablamos de “tronos”, los sevillanos se deciden por los “pasos”. Para la ciudad malacitana la elegancia de sus imágenes y para la hispalense la solemnidad y el ritualismo de sus cofradías. En estas diferencias, observamos formas distintas de comprender la Pasión de Jesucristo y de cómo aunque la religión católica sea la misma profesada en una y otra ciudad, se puede exhibir una sensi- bilidad propia y genuina de los malagueños que durante siglos, al igual que los demás, han elaborado una Semana Santa única e inigualable por su elegancia y exquisitez, tanto que cuenta con la agrupación de cofradías más antigua de España e inaugurada en 1921. Para que la tradición perdure de un siglo a otro con el mismo sabor de siempre. 14 14. El otro Jabegote Por Juan G. Arrabal Granados LA PROCESIÓN He sido reacio hasta hace un momento como aquel que dice, no sólo a participar en este número extraordinario sino también a que se publicara. Indu- dablemente, cada uno está en su derecho de pensar o manifestar su sentir de la forma que crea oportuno, pero lo que no quería, es que esta revista, fuera una más de las muchas que aparecen en el panorama cofrade o semanasantero que son dos cuestiones bien distintas. Materia hay para dar y tomar, pero indudablemente hay que tratarla en cofrade, con mayúsculas, que son los que menos proliferan desgraciadamente. Siempre he soñado una publicación que “eduque”, que nos enseñe a valorar esta tradición de siglos y a contemplarla debidamente. Muchas veces, cuando se ha dicho vamos a ver un cuadro, nos hemos quedado sólo en el marco, no nos hemos recreado en la pintu- ra porque el marco era más llamativo, más espectacular, sin saber, la razón y motivos que han llevado a esa situación. No sé lo que harán mis compañeros de páginas, yo quiero que tú, amable lector y yo, nos demos un paseo, desde detrás del público, para no molestar, y veamos una procesión cualquiera completa. En primer lugar hay que de- jar muy claro que, la procesión, es un acto de culto público, un acto penitencial. Procesión es ir uno de detrás de otro, de un templo a otro templo, o como en la mayoría de los casos de nuestra ciudad, retornar al de partida sin visitar ningún otro en el transcurso de la estación peniten- cial como también se denomina. Las cofradías que visitan la catedral son actualmente muchas, siendo la pri- mera en hacerlo la de Viñeros que rendía y rinde visita al Altar Monu- mento en la noche del Jueves Santo, desde su reorganización (1947). Contemplar una de estas estaciones en el interior de las naves catedrali- cias es una experiencia entrañablemente sobrecogedora. Ya se escuchan los tambores y una cruz escoltada de faroles señala en el horizonte urbano la pre- sencia de una hermandad. Es la cruz guía, símbolo máximo de penitencia que se usa o debe usar exclusi- vamente en la sagrada procesión; detrás, toda una comitiva de nazarenos precedida de una banda de cor- netas que al igual que en los entierros, preceden al difunto con sus cánticos y llantos estridentes de plañi- deras. Sones agudos que también proclaman al rítmico son de ronco tambor que a semejanza del latido de nuestro corazón penitente, va marcando el paso cansino de una fervorosa penitencia y la llegada inminen- te del Reo. Capirotes como lanzas apuntando al cielo malagueño y prenda que sume en la humildad a quien la porta mientras abraza su cintura con esparto o cíngulo penitencial. El antifaz te cubre la cara de- jándote abandonado en el más absoluto anonimato, olvidándote por unas horas de quién eres, a quién sir- ves y dedicarte a consolar a Cristo, el más grande Señor, y a su Santa Madre. Bajo un capirote no hay rangos, ni dones, ni excelencias; se carece de cualquier título salvo el de pecador; sólo el hombre o la mu- jer, el penitente y su fe. La chiquillería inquieta, los pequeños cofrades, bullen alrededor de un mayordomo y van abriendo paso a un guión (vulgarmente conocido como bacalao, por su forma). Esa bandera plegada es la síntesis de la historia de la cofradía, su blasón. Ahí van sus armas, las de penitencia, la gremial si lo fue en algún 15 15. tiempo, todos sus títulos y el lema por excelencia. Particularmente me quedo con dos de una misma her- mandad, la de Viñeros, y no es por que sea una a las que me honro pertenecer, sino porque son lemas que llegan al alma. Circundando el escudo se puede leer: “VINVM LÆTIFICA COR HOMINIS”, el vino alegra el corazón de los hombres. Y esos niños que han pasado, o esos hombres arracimados bajo el trono, hacen bueno esa otra frase que iba grabada en las hachetas ya desaparecidas: EGO SVM VITIS ET VOS PALMITES. Yo soy la vid y vosotros los sarmientos, ¡qué grandeza! Mayoritariamente, nuestras hermandades, lu- cen una gran variedad de insignias, todas con su sig- nificación teológica…Los estandartes con la efigie de la imagen; los vía-crucis; las mazas como símbolo corporativo escoltando generalmente al guión, y las trompetas, en número de cuatro, a semejanza de aquellas que aparecieron en el cielo cuando Dios en- tregó el Arca de la Alianza que queda representada en el trono. Los quita sangre en las hermandades de silencio (Viernes Santo), una especie de estandarte que se va arrastrando entre los penitentes. El perti- guero, a modo de maestro de ceremonias, marcando el inicio de la marcha de las dalmáticas que portan ciriales inmediatamente delante de cada trono. El libro de reglas o estatutos escoltados por nazarenos con bastones; la bandera sacramental en la que figura una custodia o el Divino Cordero, escoltada con luz de cera, y otras insignias ya muy peculiares de cada cual, aunque las descritas sean las principales y más comunes, situadas generalmente con arreglo a un protocolo establecido que también suele ser muy co- mún, salvo alguna excepción que viene a confirmar la regla. Báculos en algunas hermandades, o el sím- bolo de Roma por excelencia, el símbolo del senado romano: SPQR, Senatus Populusque Romanus con su traducción simpática por infantil de, San Pedro quiere rosquillas. Todos son penitentes pero sólo hay un grupo que ostenta lo que para mí tienen un bendito nombre, y son los que nutren esas dos interminables filas con largos velones apoyados en su costado; algunos ro- sario en mano, otros, descalzos, van haciendo una calle de luz al Galileo o María Santísima. Cirios que lloran con y por nosotros y simbólicamente cubren la calle con las lágrimas de nuestro arrepentimiento. Velas de negro humo que como bien dice el P. Cué, … “por cada gota que muera/ pisada en la proce- sión/ dame una blanca de cera/ para el cirio en primavera/ de nuestra transfiguració”n. Alfombra de luz y pureza para el hijo de Dios y que en la madrugada del Jueves, se derramará sobre lecho de romero ver- de. ¡Ay romero verde, verde que te quiero verde de Esperanza! Una niebla en ocasiones espesa avanza detrás de los nazarenos. Los acólitos y monaguillos a por- fía balancean rítmicamente los incensarios proporcionando un halo de misterio que envuelve el trance del momento al tiempo que se impregna la atmósfera de esa mezcla de incienso y vainilla que empalaga los sentidos. Porque si a una buena comida le va un buen vino, a esta liturgia, sí, he dicho liturgia, hay que ponerle su luz, su música, su olor y hasta si me apuran, su arquitectura. Málaga es un templo inmenso, cada iglesia una capilla y cada trono un retablo donde se pasea la mayor catequesis plástica que se cono- ce. La ciudad ya le ha prestado al ambiente los sonidos y olores propios de la primavera que nos llega a pasos forzados y hasta la luna va alcanzando su plenitud a medida que se acercan los días del Triduo Sa- cro. Una campana ha sonado y el trono es depositado en el suelo ante nuestros atónitos y brillosos ojos. De los varales hacia abajo, los hombres de trono, correonistas como es su verdadero nombre, o mejor, como a mí me gusta llamarlos: sacerdotes de faraona. 16 16. ¿Sacerdote?... sí. Observa que, a cada tramo, emulan el gesto de la consagración elevando a Cris- to, unas veces en un trance de misterio, Azotado, otras con la Cruz a cuestas, y otras, Crucificado. Eleva- do con tres golpes de campana porque Málaga es marinera y así se gobiernan los barcos, esos barcos de luz que bajan la Alameda balanceados por la marea como si quisieran tirarse al mar y descubrirle al mun- do como pensamos, como sentimos y como rezamos. Y es que en nuestra tierra, y en estos días, Dios está al cabo de la calle. La brisa mediterránea nos envuelve con sus olores de yodo, sal y evocaciones del Belemnita traídas desde la otra orilla, desde la más cercana a aquella otra de Tiberíades, donde pescadores fueron sus discí- pulos y aquí, de nuestros pescadores imitaremos el paso solemne, cadente y preciso, como si se tratase de arrancarle un copo abundante a las entrañas de nuestras playas; recio en la sujeción al suelo al que nues- tros pies, se aferrarán en un postrer intento de aliviar al que portando la cruz, la abraza con amor frenético fijando su mirada al suelo. Yo que he tenido el privilegio de ser mayordomo de mi Cristo y de mi Virgen en distintas ocasiones, puedo decir con toda seguridad, que hay expresiones que hablan, los Cristos más que las Vírgenes; ellas son más recatadas en la pena, son más conformistas y sólo aplican un dulce gesto a las maniobras que efectuamos, que siempre, siempre, van revestidas de todo nuestro amor y delicadeza; una tierna sonrisa le podemos vislumbrar entre las lágrimas. Pero Cristo, cuando das un golpe seco de campana para que los hombres compongan su figura bajo los varales, estiren los cuerpos y salgan bailan- do al mejor de los “nacios” al son de una sentida marcha, miras hacia arriba, y dejándote venir el trono le preguntas, ¿Maestro te llevo bien? ¿Jesús mío, te alivia este paso?, y Él, que se ha estirado y ha compues- to también el tipo, si me permitís la expresión, aliviando su carga momentáneamente, se agarra aún más fuerte a la cruz y grita, ¡tira “palante” hijo mío, que vamos a poner de pie a Carretería! ¡Qué vuelta hemos hecho de entrada a la Alameda!; ¡qué paseo por calle Larios!, y en la Puerta de las Cadenas exclama: ¡pá- rame ahí un momento!, que si en la catedral huele a incienso, para la gloria quiero llevar en mi pecho, el aroma de azahar de estos naranjos cachorreños. Cegado por la emoción y los ojos inundados de lágrimas agradecidas metes la cabeza entre los vara- les y hablas con tus hombres: ¡Ole mi gente buena, ahora nos vamos a dejar los riñones, que ya estamos llegando! ¡venga ahí; andando, con la música, a dor- mirnos en los varales hasta el año que viene! ¡Taaan!, otro golpe de campana, otra mecida suave, ¡que no se le mueva la túnica! Y la marcha crece y proclama la grandeza del Nazareno y el público enfervorizado, aplaude, grita, reza mientras Jesús avanza majestuo- so, sereno, derramando, pese al dolor, la más dulce y generosa de las bendiciones, mientras una oración hecha saeta rasga el aire. Y te sientes un Simón de Cirene proclamando como en el soneto: “¡Yo le llevé la cruz hasta el Calvario!”(1) Una banda de música acompaña al inmenso trono mientras interpreta una solemne marcha fúne- bre. Orfebres de las corcheas y semicorcheas, músi- cos de toda la geografía española especialmente an- daluces y levantinos, hasta el mismo Chopín, han tejido los pentagramas con lo mejor de su saber y sus sentimientos legando magníficas obras no sólo dedicadas a los Cristos y Vírgenes, sino también para ser utilizadas para regalo de los hombres de trono, para que les ayuden en el paso adecuado de cada momento y para mecer suavemente a las distintas imágenes. La música para los Cristos será más recia, más honda, en definitiva, más sobrecogedora. Otro bloque de nazarenos prosigue inmediatamente después de las promesas, personas que sin ves- tir hábito nazareno, es devota de la imagen y la acompaña, generalmente cumpliendo una promesa por 17 17. algún favor pedido. Las Vírgenes llevan menos promesas que los Cristos aunque la mayoría se sirvió de ellas para interceder ante el Padre y ante el Hijo. Otra nube de incienso precede en esta ocasión al ascua de luz que se acerca y que aunque no lo viéramos, podríamos fácilmente identificarlo gracias al repique de las campanillas de las bambalinas de su palio de amor y el chocar característico de los borlones contra la barras de palio. Y es que un trono de Virgen cruje de una forma especial mientras los hijos que lleva bajo sus plantas, se esfuerzan en darle una delicada mecida a esa Mujer Dolorosa, Auxiliadora, María de la O, Amparo, Concepción, Salud, Esperanza, Gran Per- dón, Gran Poder, Soledad Traspasada, Gracia, Gracia y Esperanza, Rosario, Trinidad, Amor, Estrella, Amargura, Angustias todas presididas por la advocación gloriosa de nuestra patrona Santa María de la Victoria. ¡Salve, Ma- dre! Pero la teología popular no ha terminado aquí. El sentido teológico del pueblo llega hasta casi lo inaudito. El Cristo, siempre va delante, la Virgen detrás. El hom- bre tiene que sufrir el dolor en su soledad pero además, así lo quiso Él y así lo dispuso el Padre. Irá acompañado de luz distribuida en hachones, faroles, o arbotantes que se retuercen en el aire buscando la efigie del Redentor para poder abrazarlo. La luz es tenue, la justa porque el sufrimiento no necesita de alardes. A los pies, un monte de claveles rojos, que aunque son flor, evocan la sangre derramada, o lirios moraos, o trepadora buganvilla de espinas y un cardo silvestre junto a la base de la cruz. La Virgen tiene otro tratamiento. A la Virgen hay que vene- rarla porque es madre y porque es mujer, hay que conso- larla. A Ella, plata en las jarras, en los arbotantes, en las barras de palio que es la mayor expresión de amor de sus hijos. Flores, muchas flores; las más delicadas, las más aromáticas, por eso, porque es mujer y porque es madre y a Ella, hay que quererla. Y cuajarla de joyas, coronarla de reina y depositar sobre sus hombros un largo manto bordado de abrazos, de besos y de lágrimas de hijo fiel. Delante, una enorme candelería para que la luz le impida ver al Hijo que va sufriendo delante. La música será más alegre dentro de lo que pue- de permitir una marcha procesional, tenue como el olvido y abandonarnos en Ella acurrucándola con los vaivenes de nuestras mecidas al trono. Toda esta transformación llega de forma muy especial hasta nuestras mujeres. Para el Jueves y Viernes Santo, han cambiado sus galas de fiesta y se han ido apagando sus vivos colores. Y sin dejar de ser la flor más vistosa de nuestros jardines, guardan, como si no guardaran sus encantos, detrás de esas artísticas rejas de fino encaje, dejando a nuestra imaginación el modelado de sus perfiles. Nuestras mujeres asumen como suyo este luto, pero no como un luto cualquiera. Nuestras mujeres hacen también de él una gala ya que, no en vano, hacen común el dolor de la maternidad con María. Por eso la mantilla ahora, es negra, y por el entramado que se desliza desde vuestra peina, dejáis ver vuestros sutiles encantos. Ayer en la fiesta fue verja que guardó idilio. Hoy con Cristo muerto, debe ser una espe- cie de velo que cubra el sagrario de vuestra maternidad, donde reserváis celosamente vuestros más her- mosos atributos. Todo tiene que ser recogimiento y compostura. Esta prenda en estos días no puede ser objeto de frivolidades porque… Es la insignia del pueblo la negra mantilla, que rima con la peina de antigua usanza, y quien alza a los aires esa bandera conquista corazones en vez de palmas. (2) La procesión sigue su discurrir y nosotros nos tomaremos un pequeño descanso antes de salirle a otra al encuentro en el que se repetirán muchas cosas pero los sentimientos, los amores y las penitencias 18 18. serán distintos. A cada situación le hemos buscado un lugar en esta Málaga jerosomilitana. La entrada en Jerusalén será por calle Parras. El Huerto de Getsemaní lo podemos ver en los aledaños de El Ejido, en calle del Agua y hasta hace poco en la Plaza de los Mártires. Anás estará en la plaza de Fray Alonso de Santo Tomás; caerá en calle de la Amargura y en el Carmen. Pilato lo presentará al pueblo delante del Real Santuario y Basíli- ca Menor de la Victoria. Coronado de Espinas junto al teatro romano. Yacente en el mismo Monte Calvario. Cenará en Puerta Nueva, la Sentencia será pronunciada en calle los Frailes. La Columna a modo de yunque gi- tano, junto a la Cruz Verde, ¿dónde mejor? Varón de Dolores y Fresca Vid en Carretería. Agonía en Pozos Dulces; Novio de la Muerte en Santo Domingo. Expira- rá junto a Correos. Cautivo en la Trinidad. Exaltado en la Cruz por calle San Juan. Sagrado Descendimiento de la Cruz en la Malagueta; lo Trasladarán al Sepulcro de los Mártires otra vez por la Trinidad y Madre Piedad con su hijo de nuevo en sus brazos por el Molinillo. La calle se va despejando hasta el paso de otra hermandad; ahí quedan los bares a tope, los carrillos con las golosi- nas y los puestos ambulantes de limones cascarúos mientras la música y el incienso se van difuminando en el aire entretanto en las fachadas se han ido grabando las escenas veladas más importantes de la Re- dención. Ahí queda Cristo Muerto y sobre Él, el único testigo real en el tiempo, la Luna de Parasceve, la Luna Grande de Nisán. Cada año igual y distinto, cada año un sentimiento renovado porque el cofrade de ley, cuando aún no ha llegado al final de la Estación de Penitencia, mirando al cielo exclama: ¡Y el año que viene verás! (1) José L. Hurtado de Mendoza y Bourman. (2) Salvador Rueda. Fotos: Archivo del autor. 19 19. HERMANDADES QUE HACEN ESTACIÓN DE PENITENCIA EN EL INTERIOR DE LA SANTA IGLESIA CATEDRAL BASILICA DIA COFRADÍA HORARIO TRONOS 17,00 JESÚS DE LA SOLEDAD 2 DOMINGO DE 19,00 RAMOS HUMILDAD (ECCE HOMO) 2 21,00 SALUTACIÓN 1 SALUD 22,05 2 PASIÓN 17,45 2 SANTO LUNES CRUCIFIXIÓN 21,00 2 DOLORES DEL PUENTE 22,40 2 MARTES SANTO PENAS 21,30 2 MIERCOLES SANTO PENAS (SALESIANOS) 21,00 1 SANTA CRUZ 19,50 1 JUEVES SANTO VIÑEROS 21,40 2 DOLORES DE SAN JUAN 21,00 2 VIERNES SANTO DESCENDIMIENTO 21,50 2 MONTE CALVARIO 22,50 2 LA ENTRADA Y SALIDA DE LAS HERMANDADES SE REALIZA POR LA PUERTA DEL PATIO DE LOS NARANJOS. LA ENTRADA Y SALIDA DE PÚBLICO EN HORARIO DE LA ESTACIÓN PENITENCIAL DE COFRADÍAS SE REALI- ZA POR LA PUERTA DEL POSTIGO DE LOS ABADES O POR LA PRINCIPAL (PLAZA DEL OBISPO). HAY QUE TENER EN CUENTA QUE LAS COFRADÍAS ESTÁN REALIZANDO UN CULTO POR LO QUE SE DEBE GUARDAR SILENCIO Y DEAMBULAR LO MENOS POSIBLE POR EL INTERIOR DE LA CATEDRAL. NO SE TRATA DE UNA VISITA TURÍSTICA. SI NO DESEA PARTICIPAR EN EL CULTO, POR FAVOR NO ALTERE EL RECOGI- MIENTO DE LOS DEMÁS. LOS HORARIOS INDICADOS SON LOS OFICIALES DE LA AGRUPACIÓN DE COFRADÍAS DE SEMANA SANTA. 20 20. Hacia las pasas por el unicornio Por Manuel Martínez Molina “SAN JUAN BAUTISTA DEGOLLADO” FUE UNA COFRADÍA MALAGUEÑA (1593-1833) El advenimiento de la Segunda República, destacaban en España dos tendencias radicales y opues- tas: El republicanismo y el antirrepublicanísmo, que llevadas a sus últimas consecuencias, dieron un re- sultado nefasto y poco edificante. Cuando el presidente del consejo de ministros, emanado de las urnas, aprovecha una de sus prime- ras intervenciones parlamentarias, proclamando: “España ha dejado de ser católica”, está ignorando la realidad, decepcionando a algunos de sus votantes, y a sectores de población como el clero, y buena parte del ejército. Al ignorar la realidad del país, el propio presidente y su gobierno consiguen hacer del parla- mento una jaula de grillos, porque las urnas, que han dado un resultado bastante equilibrado, desautorizan estas pala- bras. El gobierno impone fórmulas laicas, que no todos aceptan, y lanza la idea de una Iglesia inútil, con un clero ocioso, confiscando y anulando bienes y servicios. Grupos incontrolados se envalentonan, quemando y saqueando un patrimonio valioso e histórico que atesoran iglesias, conventos y cofradías, respetando al parecer los museos de titularidad pública. Mientras ocurren estos hechos en toda España, Má- laga no es la excepción, y en mayo de 1931, se produce la destrucción casi total de la imaginería cofrade. Algunos presos piensan en la capilla de la cárcel, como objetivo de una posible acción destructora, pero hay otro grupo que se organiza para evitarlo; y es este segundo grupo el que consigue sacar al exterior la pieza más querida y venerada: La cabeza de San Juan Bautista degollado, obra de origen y escultor desconoci- dos, policromada y de gran valor histórico, porque fue durante mucho tiempo, titular de una importante cofradía malagueña, “La Cofradía de San Juan Bautista Degollado”, disuelta un siglo antes. Pasa esta talla a manos de alguna familia o particular, que la oculta en su domicilio, y que no con- siderándola muy segura en su propia casa, la entrega al Museo Provincial en el año 1933. Debido a la avalancha de donaciones que se están recibiendo, de particulares temerosos, que de- sean salvar obras importantes de posibles actos de vandalismo, es embalada y almacenada hasta el olvido de casi todos, como lo prueba la extraña reacción de cofrades y no cofrades, que opinan y suponen sin mucha convicción ante el descubrimiento de este antiguo símbolo. Cuenta el canónigo Medina Conde que en el año 1593, un jesuita llamado Cristóbal Méndez Ca- brera, dirigió una misión en Málaga, y en uno se sus sermones arengó a los fieles, en la idea de socorrer a los presos de la cárcel provincial. La idea no cayó en saco roto, y con este motivo se reunieron algunas personas “principales”, que ahondando en ella, fundaron una cofradía de socorro, bajo la advocación de San Juan Bautista. En este mismo año de 1593 se presentan los estatutos al obispo de Málaga, García de Haro, que los aprueba el día uno de junio, conmovido por los fines caritativos y altruistas de la cofradía: llevar comida a los presos, y pedir limosnas, con la intención de socorrerlos. Queda constituida la cofradía de “San Juan Bautista Degollado”, que con la experiencia que va acumulando, amplía actividades; como conseguir una mayor humanización de la estancia de los presos en cárceles, y atenciones médicas. 21 21. Consiguieron estos cofrades, llamar la atención de monarcas, nobles y otros estamentos sociales y políticos, que reconocieron su utilidad, con ayudas y aportaciones económicas, así como exonerando al- gunos impuestos a los cofrades, con el fin de que lograsen una mayor eficacia en los socorros. En el año 1738, estos hermanos hacen un total de cuarenta y dos, pero la cofradía es rica, a causa de nume- rosos legados y donaciones. Mantienen su actividad sin interrupción, y es en la segunda mitad del siglo XVIII, cuando Carlos III les concede la titulación de “Real”. Fueron sedes temporales de la “Real Cofradía de San Juan Bautista Degollado”, las iglesias de los Santos Mártires, Sagrado Corazón, y San Juan, donde celebraban actos religiosos, elecciones y obras de caridad. Durante los años de existencia de esta cofradía, aparecieron otras, con fines muy parecidos, más abiertas que ésta a la participación de gente “no principal” que unida a algunos hechos como los que siguen, precipitan su final. En 1832 es condenado a muerte un intelectual granadino, que ejerce como catedrático en Málaga, es José María Márquez, al que se considera sospechoso de conspiración; en su defensa, la cofradía pide conmutación de la pena, a fin de confirmar, investigar y aclarar el asunto. Fracasa en su intento, dejando en los hermanos cofrades un poso de desaliento, que no pueden superar, y el reo es ahorcado ante la multitud en uno de los lugares más céntricos de la ciudad: Puerta del Mar. Otro acontecimiento especialmente desagradable, y ocurrido poco tiempo antes que el anterior, es también explicativo y aclara más aun el porqué del final próximo; como las personas llamadas a extender títulos de hermanos cofrades son cargos públicos, se da la circunstancia de que el general Vicente Gonzá- lez Moreno, gobernador de Málaga en 1831, es emisor de las órdenes de captura y fusilamiento de Torri- jos, traicionando una antigua confianza mutua, sin la cual no hubiese sido posible el lamentable hecho; es también emisor de un título de hermano a favor de Francisco Estrada, médico que también fue fusilado por sospechas exclusivamente, sin que sus compañeros de cofradía pudiesen evitarlo. Los escasos, aunque importantes, hermanos van pidiendo entrada en otras cofradías, según sus afinidades. Son triunfa- dores de fama, protagonistas influyentes en los negocios, admirados y envidiados ricos, que no soportan el fracaso en sus actividades de hermandad caritativa. Son la crema de la más encumbrada sociedad malagueña, como muestra la siguiente relación: Manuel Agustín Heredia, Martín Larios, Ángel, Scholtz, Rein, Crooke, Rubio, Didier y hasta José de Salamanca, padre del político y banquero del mismo nombre. En 1833 ya no queda en la cofradía ninguna de estas perso- nas, siendo la fecha probable de su disolución. Es verosímil el hecho de relacionar la reciente aparición del degollado con “El Rico”, por- que patrimonio y cofrades eran ricos, y es más que seguro el trasvase de personas y legados. Volvemos ahora a los tiempos de su existencia, igualmente turbulentos. La invasión francesa ha mantenido unidos a todos los españoles en la idea del patriotismo, que se estima liberado- ra, Fernando VII entra en España aclamado y triunfador, pero su rei- nado no aparta la igualdad que de él se espera, y vuelve la división desintegradora; el nuevo rey impone el estilo de Isabel y Fernando, restablece la Inquisición, y devuelve al clero los privilegios retirados por Carlos III. Ya tenemos de nuevo los dos bandos: el absolutista y el constitucional. Las logias masónicas despliegan una importantísima actividad, y se van infiltrando en to- 22 22. dos los estamentos de poder. El clero está con el absolutismo que impone el rey. Después de muchas vici- situdes, el comandante Riego proclama la constitución, y a pesar de que el rey la jura, siguen activos los dos bandos y el antagonismo es creciente. Málaga acapara el protagonismo en momentos puntuales ya citados, pero he retomado el caso en 1814, y los años siguientes, para entrar en 1823, cuando aparece la primera noticia impresa que hace alusión a la cofradía que nos ocupa; es un opúsculo titulado: “Cautive- rio, ultrajes y desacatos hechos a nuestro soberano Don Fernando VII, por los demócratas, ateos y demás sectarios y su admirable libertad”; sermón predicado en la parroquia de los Santos Mártires, el día 16 de noviembre a la “Real Cofradía de la Caridad de San Juan Bautista en su Degollación”, por don Juan de la Buelga y Solís, impreso en Málaga por Francisco Martínez de Aguilar, destinatario de muchos trabajos del cabildo catedralicio y parroquias, a causa de su gran calidad. Edita mucha literatura religiosa, así co- mo revistas y periódicos de la época, y es imprenta de la que se tienen muy buenos datos, porque los Mar- tínez de Aguilar son una antigua saga de profesionales de la imprenta, oriundos de Antequera. Hay que esperar nueva información cofrade, a través de esta misma im- prenta, que graba los títulos de hermanos, apareciendo como pie de los mismos la viuda de Martínez de Aguilar; es el año 1831 al que corresponde el título en la primera parte. La clave de que las huellas impresas sean tan posteriores a la fecha de constitución de la cofradía, nos las facilita Andrés Llordén, en su obra “La imprenta en Málaga”, donde expone su extrañeza ante el hecho de que fue muy tardía la apertura de los primeros talleres de im- primir aquí, dándonos curiosos datos: el primer impresor mala- gueño fue Juan René, establecido en 1599, cuando en Antequera ya se estaba imprimiendo desde 1573, es decir, veintiséis años antes, Agustín Antonio de Embruja. Al datar la instalación de la primera imprenta malagueña de 1599, fecha posterior en seis años a la constitución de la “Real Cofradía de San Juan Bautista Degollado”, hay que buscar datos impresos fuera de nuestra provincia, pues tampoco Antequera nos es- clarece el tema, según el padre Llordén, que tantos archivos y fuentes documentales manejó. Mis princi- pales proveedores de datos no pueden ser más insignes y fiables. Para la primera parte, me ha servido de guía principal, un malagueño que no hace falta presentar, aunque sí recordar, porque estoy de acuerdo con Antonio Bueno Muñoz, cuando dijo de él: “Ningún poeta estuvo jamás tan dentro del corazón de Málaga como don Narciso Díaz de Escovar”; y así es, don Narciso ha guiado y ha vuelto a ejercer su papel de cronista de la ciudad, y yo he sentido sus cadencias, relatos y cantares, aquellos versos que tanto emocio- naban a los malagueños de su época, y que tan buen provecho dieron a Rosario Pino, Emilio Thuiller o Ana Adamuz, glorias de la escena forjadas por él. Su archivo, legado con orgullo a Málaga, tiene tantas cosas pendientes de escrutar, tantos documentos de nuestra historia, desconocidos por olvidados, que es un poderoso antídoto contra los muchos mutis que esta tierra es capaz de hacer. El padre Andrés Llordén, Agustino, es la otra base de este trabajo, porque su vida “entre legajos” cubre ausencias en tantos frentes de nuestra historia, que se ha convertido en un clásico de la consulta en muchas materias. Finalmente, mi archivo, un batiburrillo de carpetas, cuadernos y hojas de apuntes, que cuando quiero poner algo en claro me obliga a una cantidad de movimientos poco común, porque lo he formado a base de retales sin pensar jamás en las emociones que ahora me va proporcionado. Por los datos que proporcionan este artículo, se pueden sacar conclusiones, y las mías son éstas: algún antiguo cofrade, de “familia principal”, malagueña, devoto del degollado, y nostálgico de su cofradía que milita en “El Rico”, encarga esta talla a un taller o amigo imaginero, recoge el trabajo ya terminado, y lo dona a su nueva cofradía, en la que también militan algunos compañeros de la anterior, que manteniendo la devoción intacta a San Juan Bautista, consiguen procesionarla como parte integrante de El Rico, manteniéndola el resto del año en la capilla de la cárcel, objetivo primordial de sus actividades pasadas. Ésta podría haber sido la fórmula de integración a las pro- cesiones, cuestión verosímil, aunque no he conocido ningún relato sobre este tema, y sin embargo, en su búsqueda me ha sorprendido al encontrarme con que en 1644 ya procesionaba en Jueves Santo la “Insigne Cofradía de la Sangre de Cristo”, sita en el convento de la Merced. Finalmente, he de manifestar mi res- peto a las tradiciones orales, y a su importancia como documentos válidos. 23 23. La jabalina Por Vicente Manchado EL PRENDIMIENTO Y llegando a la rotonda de la Alameda con calle Larios, aquellos niños de 14 ó 15 años, con sus ropas de trabajo de aprendices de la antigua ISFF, con monos de peto nuevo y camisa azul remangada por encima de los codos, luciendo sobre la manga izquierda orgullosamente el emblema de su colegio, y con desacostumbradas manos blancamente enguantadas, sacaban todo el empuje y energía que sus jó- venes años les proporcionaban, porque al son de la música tocada por la banda acompañante, iban a reali- zar el mejor paso que a trono alguno podía dársele, al llevarlo mecido sobre sus ya doloridos hombros, por la calle más importante del recorrido procesional: la del Marqués de Larios. Era el Domingo de Ramos y un honor llevar sobre el hombro aquel Cristo, vendido por un puñado de monedas y entregado con un beso en la mejilla en escultórico grupo encargado en su momento al escul- tor Pedro Pérez Hidalgo, presentado en la cuaresma de 1949 y bendecido por el obispo Herrera Oria el mismo Domingo de Ramos, 10 de abril. La plaza de la parroquia de la Divina Pastora en el malagueño barrio de Capuchinos, lugar de sali- da procesional, era el sitio acordado para que los hombros de aquellos jóvenes portadores por primera y posiblemente única vez llevaran y mecieran en su trono al Jesús que acababa de orar en el huerto y que había sudado la sangre que más tarde acabaría de derramar en la Cruz cuando los soldados llevándole en este Prendimiento, le clavasen al madero que en sucesivos días y en magníficas tallas, procesionarían diferentes cofradías por las calles malagueñas. Aun- que en alguna ocasión, el sitio de reunión para que los jóvenes aprendices-alumnos de la ISFF comenza- sen su andadura como hombres de trono, sustituyendo a los portadores, también fue en el antiguo y ya desaparecido cuartel de la policía armada, en la Alameda de Colón. No todos los jóvenes de la escuela que deseaban poner su hombro a disposición, encontraban hue- co en los varales, pudiendo solamente cada año sacarlos los que pertenecían al último curso, con algunas excepciones; lo que se venía haciendo des- de finales de los años cincuenta en que el director de la escuela, don José Manuel Merelo Palau, es nombrado Hermano Mayor de esta cofradía. Los demás alumnos veían cómo cada maña- na en el hoy Instituto Rosaleda, desde el taller de forja hasta la entrada del colegio, los compañeros elegidos, arrimaban el hombro a un trono de di- mensiones similares al original, con grandes lingo- tes de fundición sobre él, para asemejar en peso al 24 24. que en tiempo más o menos de un mes volverían, como cada año, a pasear por las calles malagueñas. Machado escribió en su poema “La Saeta” aquello de: “cantar del pueblo andaluz, que todas las primaveras anda pidiendo es- calera para subir a la Cruz”, sí, cada año se continuaría realizan- do el prendimiento del Cristo en la Semana Santa malagueña, pero los alumnos del último curso que no portasen ese año sobre sus hombres al Cristo de la escuela, no tendrían más primaveras para en un futuro decir orgullosamente que “yo fui uno de los que una vez lo sacó”. El protagonismo de la ISFF en la década de aquellos años cincuenta, en la hermandad que había tenido en sus co- mienzos relación con los asentadores del mercado de mayoristas y que según la revista Saeta de 1927 tuvo su fundación en abril de 1925 con aspecto de grupo gremial, sería muy importante por convertirse en lugar de enseres procesionales, sobre todo de talla y dorado. Tras su fundación, esta hermandad nombró como primer Hermano Mayor a don Antonio Castro Ruiz, quien encargó al escultor sevillano Antonio Castillo Lastrucci el grupo escultóri- co de “el beso de Judas”, que cinco años más tarde se perdería con motivo de los graves sucesos ocurridos en nuestra ciudad el día 11 de mayo de 1931, sin tener opor- tunidad de ser procesionado. La hermandad del Prendimiento, tuvo una ardua tarea desde los primeros años de su reorganiza- ción en 1947, para tratar de conseguir ajuar procesional propio, al haberlo perdido prácticamente todo tras los sucesos ya indicados, y como escribía en renglones anteriores, encontró artesanal ayuda para conseguirlos en la Escuela Profesional Francisco Franco, que posible- mente hubiese sido un magnífico lugar para atender no solamente esta demanda, sino la de otras cofradías, ya que tenía entre sus profesores a uno de los mejores y más notable tallista para haber podido dirigir la demanda ar- tística local: Andrés Cabello Requena, de cuya mano surgieron los primeros tronos de esta hermandad, el reta- blo de la capilla, la cruz-guía, faroles, mazas y hasta la propia imagen de la sagrada titular María Santísima del Gran Perdón, a la que hizo de tamaño natural y como buen granadino, en la concepción puramente imaginaria de su expresión le concedió un dolor suave en el rostro, que más bien correspondía a una Virgen granadina que a una Dolorosa, dándole a su perfil algo de hebreo al reali- zarle la nariz un poco aguileña. No deseo olvidar que cincuenta años más tarde de su creación, la Virgen volvió al centro educativo en que fuera tallada y bendecida, queriendo con ello la cofradía expresar su agradecimiento al tallista ya desaparecido en las personas de sus hijos Andrés y Alberto. ¡A ver chicos, ese paso, que estáis aún dormidos! ¡Poned atención a los toques de campana! Se desespera- ba don Rafael, el profesor de artes gráficas, que hacía las veces de mayordomo de trono, mientras trataba de dirigir al menos con un cierto orden los primeros días de ensayo. Pero aún a pesar de la disciplina y el buen hacer imperante, los primeros días no eran fáciles; que si le doy sin querer una patadita al que va delante, que si me pisa el talón el que va detrás…no, no solían ser fáciles los comienzos, pero voluntad 25 25. sobradamente la había y para aquellos jóvenes aún casi barbilampiños era algo nuevo y diferente. ¡Llevar por vez primera un trono, y a tan temprana edad! Todos y cada uno de ellos aspiraban a coger posición en los varales laterales o en los lugares más visibles, ya que si eras alumno de último curso, no tendrías nueva posibilidad de poder volver a sacar el que lla- mábamos trono del colegio, y había que presumir de ello. Tiempo, deseos y voluntad no faltaba entre los que muchos de ellos hoy día son abuelos, para hacer la piña necesaria que acompasase los pasos y diese el máximo de dignidad y esplendor al Santo Paso, como cada año quedaba demostrado. ¡Ahora, arriba! indicaba con voz potente el mayordomo de trono. Y el Cristo prendido, en su trono era izado hacia el cielo sostenido por aquellos jóvenes brazos que, una vez elevado el trono a pulso sobre sus cabezas, bajaban los brazos los portadores laterales, quedando sostenido el trono tan sólo por los que iban en su interior y en los varales internos, dando la mágica ilusión de flotar sobre los portadores y el humo del incienso, en su pasar por la céntrica calle malagueña. No obstante los buenos deseos de los aprendices, el trayecto era largo y en la calle Casapalma dejaban ocupar sus lugares nuevamente a los portado- res oficiales. Aunque en diferentes oca- siones fue llevado de regreso hasta el mismo templo por los propios alumnos. Los cansados pero contentos jóvenes volvían a reponer fuerzas con un refri- gerio, y tras la ingesta, a pesar de lo muy cansado del cuerpo y del dolorido hombro, a pasear en grupos por los lugares céntricos. Que toda Málaga viese a los jóvenes alumnos que en este domingo de comienzo de la Pasión del Hijo de Dios, habían sacado al Cristo que anteriormente, había entrado triun- fante en Jerusalén, camino de un su- friente Calvario que finalizaría con el representado triunfo de la vida el Do- mingo de Resurrección. Después…como tantas cosas de la vida, posiblemente ninguno de aque- llos jóvenes hombres del futuro cercano de entonces, volvería a llevar sobre sus hombros al Prendimiento, pero sí estoy seguro que cuando alguna vez nos en- contramos en reunión y sale la conver- sación, más de dos dicen orgullosamen- te: “¡Yo fui uno de los que lo llevó!” * Información sobre la cofradía tomada de su página Web. * Fotos de los alumnos con el trono, gentileza de don Antonio Villodres. 26 26. PODEROSAS Por Mercedes Sophía Ramos Jiménez LA MUJER Y SU PAPEL REPRESENTATIVO EN LA SEMANA SANTA MALAGUEÑA Desde los años setenta hasta la fecha, la implicación que la mujer ha conse- guido en la Semana Santa es bastante cuantitativa, basta con un suave toque al pen- samiento para recordar de inmediato el poco o nulo contenido participativo de la mujer por esos años en esta semana nuestra de cofradías, tronos, nazarenos, bandas y todo aquello que cimienta la organización de una procesión malagueña, el alza de trono cada año supone esfuerzos incuestionables que sin duda es la satisfacción desinteresada de todo cofrade. Poco a poco las primeras mujeres nazarenas, poco a poco las primeras mujeres en bandas y poco a poco también la visibilidad de la mujer de forma ope- rativa en la Semana Santa, no obstante se observa con cierta lentitud esta actividad de la mujer con res- pecto a otras situaciones parecidas en distintas mani- festaciones que en su día eran exclusivas para reali- zarlas sólo los hombres. Lo crónico, lo perpetuo en esas costumbres ha de cambiar con mayor diligencia en función y en base a la evolución de igualdad que la sociedad demanda. Con todo, esa espera progresiva y moderna de la Semana Santa y sus directrices queda en un ángulo abierto por conseguir la plena integración de la mujer en esta Semana tan nuestra y tan querida, es así el disfrute más pleno con el criterio distendido a toda mujer que desee participar sin ningún desplazamiento exhaustivo o prohibitivo. ¿Por qué no pueden las mujeres asumir con su propia identidad todas las figuras cofrades? Atrás quedó la panorámica que cronológicamente se asentó dentro del tiempo pasado, la Semana Santa para las mujeres se ceñía en vestir a las Vírgenes Ma- lagueñas como Camareras en sus distintas escalas, las mujeres eran floristas, bordadoras, distribuidoras y conservadoras de ropajes, abrillantadoras de metales y platas u otros menesteres que tradicionalmente no tenían responsabilidad efectiva para los hombres por ser menos importantes. La mujer salía en procesión como penitente y poco más, era difícil ver a hombres cumpliendo promesas detrás de los titulares, como si todos los problemas y dificultades que habían sido resueltos a través de la fe sólo fuese patrimonio de la mujer. Ciertamente (al igual que lo hacen hoy) las malagueñas acompañaban con el atuendo elegante y simbólico de la mantilla a sus procesiones preferidas, dicen: que nadie luce tan bien la mantilla como la mujer malagueña, quién lo diga se le concede toda la razón. Alguien contó una anécdota simpática con respecto a la belleza y al respeto que supone ir vestida de mantilla, un muchacho se acercó a una joven vestida de mantilla y le apuntó en puro malagueño: “No te echo un piropo porque vas vestía de mantiya, cuando paze la zemana y vayas con ropa norma te diré guapaaa…”. 27 27. La verdad, la Virgen de las Penas con su manto de flores y pasando por la calle San Agustín es muy bien acompañada con sus habituales mantillas, el pasar de esa cofradía se funde en muchas virtudes para los sentidos, al igual la cofradía de la Sangre con la Virgen de Consolación y Lágrimas (la más anti- gua de Málaga) es vestida y floreada de color malva, creando en su paso un radio invisible de buenas per- cepciones bastante difícil de explicar. La Paloma, El Cautivo, El Rescate y su sencilla Virgen de Gracia, todos ellos seguidos por el gentío que necesita ver un trocito de imagen aunque sea de puntillas. En la madrugada, de manera más serena se puede disfrutar con la espectacular fusión del silencio y la cera alumbrante de la cofradía de San Juan. Nuestra Semana está cargada de emociones y tal vez no sólo place a la mirada, cautiva también a propios y a extraños la esencia aromada que se junta con la primavera malagueña, el tambor repiqueteante que se ahueca por las esquinas; la banda interpretando: “Malagueña del Gran Perdón” del compositor: Gabriel Robles Ojeda, los arbotantes rozando con los balcones; las bambalinas al estilo malagueño bai- lando con las morillas; los bellos paseados estandartes realizados por pintores malagueños, sobre todas estas maravillas, lo más impor- tante: nuestros tronos, catedra- les andantes envueltos de arte rancio a hombros y a pasito cor- to y garboso. Es indiscutible el malagueñismo que trasmiten nuestras raíces en el ámbito co- frade; es indudable que el gusto por la Semana Santa no guarda distancias ni condiciones indivi- duales, sencillamente, la Semana es de toda aquella persona que quiera admirarla. Málaga abraza en Sema- na Santa a sus cofradías que aún siendo las mismas son distintas cada año, son más de cien tronos que se superan a sí mismos, aunque el primer toque de alzada en cada temporada se iguale al que tuvo el primer año de estreno. Todo lo explicado no tendría lugar ni conexión para excluir a toda mujer que quiera participar ac- tivamente, tanto portando tronos como en cualquiera de las manifestaciones cofrades encomendadas, tener una adaptación completa se suscribe a cambios buenos que generalicen la presencia de la mujer en toda la dinámica cofra- de. Ya en muchos pueblos y barriadas las mujeres se están incorporando perfectamente en pequeñas pero muy antiguas cofradías y archicofradías, al igual podría suceder en nuestra ciudad, sin duda esas resolucio- nes se harán realidad en línea con el discurrir del futuro inme- diato y moderno de las cofradías malagueñas. 28 28. Nuestras fiestas (www.malaga.es/turismo) Por Mª José Villaverde LA RUTA DE LA PASIÓN Ningún proceso judicial de los celebrados a lo largo de la historia alcanzó tanta trascendencia en el devenir de los tiempos como aquél que se siguió en el siglo I de nuestra era contra Jesús el Nazareno. No era un reo cualquiera ni su delito era de los que se co- metían habitualmente en las provincias y territorios sometidos al imperio romano. Él era el ‘Maestro’ y su delito fue predicar el amor y la caridad, la justicia y la paz. A través de una artística y descriptiva representación iconográfica en la que se resalta el momento en el que el rabí de Galilea escucha su sentencia de muerte, se representa el pasaje evangélico de la Pa- sión de Cristo, que marca el punto de inflexión en la vida del Nazareno y con el que se inician los sucesos que desembocan con la crucifixión de Jesús. Estos hechos son representados cada año en diferentes puntos de la geografía malagueña durante la Semana Santa. Bajo el nombre del Paso de Semana Santa o Representación de la Pasión y Muerte de Jesucristo hacemos un breve recorrido por algunas de estas representaciones populares. Istán.- La celebración marcada por la tradi- ción cristiana de representar la Pasión y Muerte de Jesús, tiene en este municipio dos manifestaciones que le confieren un sello propio: Las procesiones de Semana Santa por las estrechas y sinuosas calles del pueblo, y el Paso o representación de la ´Pasión. El Paso es una tradición muy arraiga- da en el municipio, cuyo origen se remonta al siglo XVII, representándose en la plaza del pueblo. Suspendida durante los años prece- dentes a la guerra civil, nunca llegó a desapa- recer de la memoria de los panochos quienes, en 1980, volvieron a recuperarla. En la actualidad, la representación cuenta con escenificaciones en vivo de pasa- jes del Antiguo y Nuevo Testamento que culminan con la Crucifixión de Jesús el Vier- nes Santo. Se trata de una tradición muy respeta- da, mimada y popular que cuenta con la cola- boración de todo el pueblo, hasta el punto de que el número de personajes supera la centena cada año. El domingo se celebra la Resurrección donde es tradición comerse los hornazos en el campo. 29 29. Igualeja.- Es un pueblo que se caracteriza por la actitud participativa de sus habitantes, sobre todo en sus ac- tividades culturales y festivas, siendo un hecho fundamental para llevar a cabo una de las celebraciones más antiguas e importantes del municipio, la representación de la Pasión y Muerte de Jesús de Nazaret. Esta participación de los habi- tantes del pueblo queda paten- te en la puesta en escena de esta manifestación popular, y que resulta de igual importan- cia para los que viven en el municipio, y emplean horas de su vida en la preparación de sus personajes, como para to- dos los que durante esos días vuelven a sus raíces para com- partir la Semana Santa, vol- viendo a vivir un año más, la tradiciones de su pueblo. Esta representación, que presume de ser la única en la Comarca de la Serranía de Ronda, se pone en escena cada Sábado Santo desde principios Nacimiento del Genal en Igualeja. de siglo. Desde un punto de vista histórico Igualeja es la cuna de los pasos de la Pasión de Jesús o representación de la Pasión y muer- te de Cristo. Cajiz.- La conmemoración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo en Vélez-Málaga, es especialmente atractiva. Uno de los actos más esperados en estas fechas es el Paso de Cajiz, una representación viva de la Pasión de Cristo, que se lleva a escena el Viernes Santo y Sába- do de Gloria. Este evento popular y re- ligioso se considera el más anti- guo de Andalucía. El origen de los textos, que constituyen un gran patrimonio cajiceño, se remonta a los siglos XVI Y XVII, cuando inicialmente se representaban en los atrios de la iglesia del pueblo y, posterior- mente, en escenarios al aire libre. Con su acentuado sentido de la teatralidad, esta representación satisfa- cía las ilusiones de los fieles, que de esta forma suplían la carencia de imágenes para procesionar. 30 30. Un coro daba vida a los personajes provistos de caretas, mientras las saetas realzaban los momen- tos de mayor espiritualidad. En la actualidad esta representación que se celebra cada Viernes y Sábado Santo, consta de 36 escenas en un escenario con casetas escenográficas construidas para la ocasión, y que representan el Palacio de Herodes, la sala del Juicio, el Pozo de la samaritana o el Huerto, en un escenario totalmente natural que confiere singularidad y belleza a esta obra de teatro tan participativa, y que escenifica el acto de La Resurrección, único Paso andaluz que interpreta este cuadro religioso. Más de 230 actores, todos ellos aficionados y vecinos del pueblo, participan en este pasaje bíblico que cada año sobrecoge a los visitantes que acuden a la cita. Riogordo.- La localidad de Riogordo es cada año lugar de visita obligada durante su Semana Santa, debido a la importancia que adquiere la representación viviente de la Pasión de Jesucristo. La representación de “El Paso” de Semana Santa tiene sus antecedentes en el siglo XVIII, cuando se representaba en el atrio de la iglesia de Riogordo, con el fin de recaudar fondos para la reconstrucción de la iglesia. Hoy en día, es un referente de la representación sacra a nivel mundial, a la que acuden cada año miles de personas. En esta gigantesca puesta en es- cena participan todos los habitantes del pueblo, su implicación llega hasta el punto de no responder a lo largo del año a sus nombres cotidianos, convirtiéndo- se en personajes del Nuevo Testamento En los meses que preceden a la Pascua, alrededor de 400 personas, en su mayoría oriundos de esta localidad de la Axarquía malagueña, se afanan en ensayar los textos, preparar los escena- rios y confeccionar el vestuario con los que escenificarán la Pasión de Jesucristo en un espectacular entorno natural con cerca de diez mil metros cuadrados de escenario. La representación dura alrededor de tres horas y media y está divida en dos partes: los hechos de la vida pública de Jesús y la Pasión propiamente dicha, caracterizadas por la fidelidad que guardan con los textos del Evangelio y la cuidada ambientación y realismo de las escenas. Uno de los momentos más impactantes es el ahorcamiento de Judas, cuya autenticidad y golpe de efecto se consigue mediante una serie de artilugios elaborados para la escena. Ahorcamiento y crucifixión elevan la sensación de realismo hasta lo más alto, de forma que nin- gún miembro del público puede permanecer impasible, es como si el presente no fuera el actual, y que la historia hubiera dado un paso atrás y realmente se viviera en el pasado. 31 31. COLABORACIÓN Por Víctor Cansino MIS RECUERDOS DE LA SEMANA SANTA Recuerdo vagamente los primeros años en los que comencé a cono- cer la Semana Santa. La primera vez que me llevaron a ver las procesiones tan sólo tenía nueve meses, pero como es normal, no recuerdo nada. Los primeros recuerdos son de cuando ya tuve la corta edad de dos años. Era Domingo de Ramos y fuimos a ver el encierro de la Pollinica. Mi primera impresión fue de temor, que sentí, hacia el fuerte sonido que emitían los tambores de la banda de música; otra de las impresiones fue la de cierto recelo hacia los nazarenos, me acercaba a ellos con curiosidad y mi padre me arrimaba a éstos para que les dieran la ma- no, poco a poco les perdí el miedo y terminé por acercarme a ellos con naturalidad y confianza. También recuerdo ver el trono muy cerca, a escasos metros de mí, alejándome de él hasta el punto de estar pe- gado a la pared, temiendo me pisasen sus portadores, pero lo miraba con ilusión, en brazos de mi padre, que me seña- laba dónde estaba el Señor, la Virgen y más elementos del trono. En los años siguientes veía la Semana Santa como un mundo que me fascinaba, y no lo había descubierto del todo; cada año lo iba conociendo mejor. A partir de los seis años fue cuando comencé a reconocer la procesión que más me gustaba de cada día: por ejemplo el Lunes Santo el Cautivo, el Martes Santo el Rocío, el Miércoles Santo la Sangre, el Jueves Santo la Esperanza. Aunque nunca esta- ba despierto para verla, pero sí la reconocía, gracias ha haber visto fotografías de estas procesiones, el Viernes Santo el Amor, y el Domingo de Resurrección como es lógico el Resucitado. Estos gustos no han cambiado desde entonces. Con esa misma edad, a los seis años, fue cuando me hice hermano de la cofradía de la Esperanza, haciéndome muy feliz el ser miembro de ésta. A los ocho años me hice hermano de la cofradía de la Pollinica y el mismo día conseguí la túnica de ésta. El Domingo de Ramos salí en ella. Ese día fue indescriptible, era mucha la emoción que sentí en el momento de la salida. Ese día el sol relucía para mí más que ningún otro. Al salir me dirigí a la iglesia de San Agustín, ya que en aquel año la cofradía no tenía todavía casa de hermandad. Cercanas las diez de la mañana comenzó a salir la sección del Cristo. Me puse el capirote y muy contento comencé a salir de la iglesia, al llegar a la esquina de la clínica Gálvez vi salir a la Virgen de la Catedral, fue muy emocionante y bello ver los rayos del sol filtrándose por el palio del trono, que es de malla. Durante la procesión, los niños me miraban de la misma forma con la que yo veía a los nazarenos de pequeño. Al llegar al Sagrario me salí de la procesión y me dije -¿pero ya se ha acabado? Y es que durante el recorrido no me cansé en ningún momento, aunque al finalizar sí me di cuenta de que en realidad estaba bastante cansado. Dos años después salí en procesión en la Esperanza, ese Jueves Santo, al ponerme la túnica verde y verme con el escapulario dorado y el fajín, me di cuenta de que había conseguido algo que siempre es- tuve deseando. 32 32. El Jueves Santo me puse la túnica y fui a la basílica de la Esperanza para tomar parte en la proce- sión. Cuando sonó el himno nacional de España que dio la salida al Cristo con ese paso suyo tan lento y pausado, me puse el pesado ca- pirote y fui al exterior. Al comenzar a salir de la Alameda Principal, el Señor ya estaba en la Plaza de la Constitución para impartir la bendición y antes de ella, oí un clarín y también escuché una campa- na, llegándome a parecer como si algo grande fuese a ocurrir; vi co- mo la imagen en su trono se detenía y las personas emocionadas, se arrodillaban y el Dulce Nazareno las bendecía. Después de la bendi- ción la procesión se dirigió a calle Calderería allí pude ver a la Vir- gen girando la esquina de Méndez Núñez, siendo mecida por los hombres de trono lentamente, con sumo cuidado. Al llegar al Puente de la Esperanza salí de la procesión y ter- miné de ver el encierro. Ese año cumplí unos de mis deseos respecto a la Semana Santa. Por desgracia al año siguiente no hubo tanta suer- te, ya que nos acompañaron fuertes lluvias por la mañana y un alto riesgo de precipitaciones para la noche. Con estos recuerdos de la Semana Santa desde la niñez, comenzó mi vida cofrade. El ajilibujili Por Diego Ceano Hasta ahora hemos estado dando un repaso a esas palabras, muy particulares de nuestro dicciona- rio malacitano, pero amén de estas palabras populares y tremendamente comunes, existen otras más téc- nicas y con doble sentido que tienen que ver con nuestra Semana Santa malagueña, si no vean una mues- tra: Antiguamente llamábamos aspados, a los penitentes que se ataban un palo en los brazos y de este modo hacían el recorrido penitencial, afortunadamente se prohibió esta práctica en el siglo XVIII; al guión, por su forma, le decimos bacalao; decimos bailar el trono, cuando nuestros hombres de trono (aquí, en Málaga no hay costaleros) lo mecen; cuando decimos Berruguita, no nos estamos refiriendo a ningún accidente cutáneo, sino al sayón que pasea en el trono del Cedrón, o bien a una popular bebida; todos conocíamos al tío de los capirotes, que no era más que don Salvador Pérez Montoso (q.e.p.d.) un icono más de la Semana Santa de Málaga; los cascarúos, son esos limones de gruesa piel, imprescindi- bles en cualquier evento; si antes hablábamos del capirote, aquí también le decimos cucurucho; cuando el trono se escora, da de banda; y si hay mucho espacio entre una cofradía y la siguiente, decimos que hay un descuelgue; la recogida de los tronos, es el encierro, aunque nada tenga que ver con los pamplo- nicas; y si dos imágenes se ven por la calle, decimos que se ha producido el encuentro; la faraona, no es la mujer del faraón sino la pieza de tela que llevan los niños en la cabeza, especialmente en la cofradía de la Pollinica; aquí se lucen la flores encañás, a las cuales se les agrega un trozo de caña, para clavarlas mejor en el trono; las hachas en Semana Santa no son las de cortar, sino unos ciriales largos metálicos; los oficios, son actos litúrgicos; estar parao o estar de parón, no tiene nada que ver con la crisis, es el tiempo que están los penitentes parados sin andar; penitentes de peseta, eran los penitentes a los que antiguamente se les pagaba una peseta por salir; la ráfaga no es nada que tenga que ver con el viento o las armas de fuego, es una especie de halo que recorre toda la figura de la Virgen; el rico Coqui, era y es uno de los dulces de Semana Santa preferidos por los niños; los saeteros no tiran flechas sino coplas a sus Vírgenes y Cristos; por simplificar, al Senatus Populusque Romanus (SPQR), aquí le decimos el San Pe- dro Quiere Rosquillas; el submarino no navega, sino que es el espacio de los hombres de trono bajo la mesa del mismo; si no arrimamos el hombro como es debido, dirán que nos tangamos; y por tener tene- mos hasta una tribuna de los pobres, formada por los escalones del puente de la Aurora. En fin muchas palabras curiosas con doble significado y otras acuñadas en este pueblo malagueño, tan proclive a no complicarse la vida con palabras raras. 33 33. La Virgen de los Dolores de la Lanzada Por Diego Ceano González No quiero dejar pasar esta oportunidad, para rendirle un sincero homenaje a un hombre, malague- ño de los que ejercen como tal y que se tiene bien ganado dicho gentilicio. Me refiero a mi buen amigo José María de las Peñas Alabarce, del que por destacar solamente algo que le identifique, diríamos que es el meritorio archivero de la Pontificia, Real, Muy Ilustre y Venerable Archicofradía del Santísimo Cristo de la Sangre y María Santísima de Consolación y Lágrimas y del Santo Sudario. José María tiene, lo que viene siendo ya una costumbre, el hecho de sorprendernos con una u otra muestra cofrade, fruto de sus muchos estudios, que nos deja cada vez con la boca más abierta. Su penúltima gran ocurrencia, fue conmemorar el 150 aniversario de la Virgen de los Dolores del Misterio de la Lanzada, de la Archicofradía de la Sangre de nuestra ciudad, con una exposición que se realizo en los salones de la archicofradía a finales del 2008. Yo que soy antiguo hermano, con 41 años en la archicofradía, siempre había visto una imagen, la cual me era totalmente familiar y cercana, pero nunca reparé en el origen de tal preciosa talla. Cuando José María de las Peñas, me puso al día de los pormenores de esta imagen, me quedé to- talmente entusiasmado a la par que agradecido a mi amigo, por rescatar del ostracismo a una imagen de tal belleza e importancia. A partir de ese momento he luchado para que se conozca su historia, porque como muchas veces digo, es obvio que para querer hay que cono- cer. Fue en el año 1967, cuando con sólo trece años, unas particulares circunstancias hicieron que yo descubriera a aquella imagen, la que siempre veía junto a su Hijo, en la iglesia de San Felipe. Esta imagen me ha acompañado durante toda la vida, no en balde yo era vecino del barrio y siempre andaba enredando junto a otros jóvenes de la pa- rroquia de San Felipe. Pero es curioso que hasta ahora, gracias a esta exposición y el trabajo de in- vestigación de José María de las Peñas, no me había dado cuenta, que nuestra Virgen de los Dolo- res del Misterio de la Lanzada, ha estado siempre con nosotros, de forma discreta, la mayor parte del tiempo, asumiendo un circunspecto segundo plano. Es decir ha estado con nosotros como nuestra ma- dre, esa madre que siempre está atenta a socorrer- nos y de la que sabemos, que con ella nada nos ha de faltar, porque, aunque sea desde un segundo plano, siempre está con nosotros. José María, nos mostraba en unos paneles que se presentaron en aquella exposición, el deve- nir histórico de la imagen, reflejados en diferentes paneles de los que yo destacaría, principalmente los ocho mayores. En uno de ellos, el que titulaba: Arte y Ciencia, podríamos decir que comienza el inquieto devenir de esta imagen, un tanto multidisciplinar. En 1858, cuando contaba 27 años, el recordado y admirado escultor Antonio Gutiérrez de León y Martínez, hermano, que era, de la archicofradía, obsequió a la hermandad esta bella imagen de la Virgen y fue ese mismo año en que se le dio culto procesionándola. Fue un Jueves Santo 1 de abril de 1858, cuando nuestra venerada Dolorosa paseó por primera vez por las calles de nuestra ciudad. 34 34. En aquel mismo panel pudimos ver también un amplio e interesante estudio que realizó hace ya algunos años, nuestro querido amigo e historiador del arte, Eduardo Nieto, donde se nos mostraba clara- mente la importancia de esta iconografía. En un siguiente panel, se apreciaban las primeras noticias documentadas aparecidas en el afamado periódico del XIX, como era El Avisador Malagueño, del que nuestra publicación mensual, recibe el nombre. Allí se nos iba contando, cómo se desarrollaban aquellas salidas procesionales, en que la Virgen de los Dolores tuvo un papel predominante, la cual estuvo siendo procesionada durante los nueve años siguientes, es decir hasta 1867. A partir de esta fecha, diferentes problemas internos, consecuencia de la convulsa situación económica y social que venía padeciendo la provincia de Málaga, en aquellos tiempos del último tercio del siglo XIX, hacen que no se vuelvan a procesionar las imágenes hasta el año 1919. Podemos decir que la Virgen de los Dolores fue la primera Virgen que acompañó al Cristo de la Sangre desde la fundación de la archicofradía, en el siglo XVI. Anteriormente a la incorporación de la Virgen de los Dolores del Misterio de la Lanzada, se pro- cesionaba el Cristo de la Sangre, acompañado únicamente por unos angelotes, que portaban en sus manos, unos paños de hilo. Siguiendo la cronología que se nos presentaba en aquella exposición, pasamos al panel titulado Cul- tos. Allí podemos ver cómo la archicofradía se reor- ganiza y vuelve a aparecer en 1919, sumándose a los desfiles procesionales. Pero nuestra Virgen de los Dolores, acompañaría a su Hijo, como Virgen, sola- mente durante los años 1919, 1920 y 1921. En el año 1922, la archicofradía incorpora a Longinos a caballo y a un sayón. También añade las figuras de una nue- va bella Virgen y las tres Marías. Era aquella, una Virgen con rasgos dulces y suaves, que contrastaba con los de la imagen de la Virgen de los Dolores del Misterio de la Lanzada, la cual presenta unos rasgos con tintes más dramáticos, propios de la faz de una madre que sufre con desespero, por lo que, la nueva imagen, al presentar una fisonomía con rasgos menos acentuados y ser más del gusto de aquellos tiempos, pasó a ser la Virgen titular que acompañaría a nuestro santísimo Cristo de la Sangre, por lo que nuestra Vir- gen de los Dolores, se vio avocada entonces, a ser María Cleofás, dentro de aquel magnífico grupo de imágenes, que representaba el Misterio de la Lanza- da. Ahora, como digo, el grupo escultórico venía a representar, en vez de la primigenia escena del calva- rio, que antes se había representado, un más llamativo texto bíblico, el de La Lanzada. En el siguiente panel podíamos ver cómo la historia ahora se detiene en los luctuosos sucesos de mayo 1931 y de 1936, donde tantas iglesias se vieron ultrajadas siendo pasto de las llamas y sus imágenes mancilladas y quemadas. La Archicofradía de la Sangre, como tantas otras, perdió prácticamente todo aquel patrimonio que con tanto esfuerzo habían conseguido reunir a lo largo de los años, tras el pavoroso incendio de la iglesia de la Merced. Todo se perdió, todo menos una imagen, la imagen que hoy exaltamos. Nuestra Virgen de los Dolores de aquel Misterio de la Lanzada, se salvó, gracias a que cuando acontecieron los sucesos de mayo de 1931, donde fueron incendiadas iglesias y conventos, la imagen se encontraba en la casa del hermano mayor, don José Cabello Guirado, la cual lindaba con la iglesia de la Merced, en la calle San Juan de Letrán. Pero la imagen hubo de sufrir otra afrenta, con la declaración de guerra civil. Nuestra Se- ñora de los Dolores, a fin de ser salvaguardada hubo de ser emparedada, en la misma casa de don José Cabello Guirado, hasta que pasado el peligro, la Virgen pudo ser rescatada de su infame cautiverio. 35 35. En los paneles siguientes veíamos cómo, siguiendo la detallada cronología, la Archicofradía de la Sangre, se reorganizó nuevamente, siendo ahora su nueva y provisional sede, en el Santuario de la Victo- ria, asumiendo así esta basílica, las funciones parroquiales, que hasta su desaparición, se venían desarro- llando en la iglesia de la Merced. Increíblemente aquellos hermanos cofrades, se reorganizaron poseyendo sólo dos elementos pa- trimoniales, dos elementos que les habían quedado después del desastre, uno era aquella imagen que pu- do, milagrosamente ser salvada, la Virgen de Ntra. Sra. de los Dolores y otro, el gran amor que sentían, aquellos cofrades hacia sus santas advocaciones, amor que nunca perdieron. El día 9 de abril de 1941, la antigua imagen de la Virgen de los Dolores del Misterio de la Lanzada, después de mucho trabajo de reorganización, volvía a ser procesionada junto a su hijo, el Stmo. Cristo de la Sangre, haciéndolo esta vez de forma erguida y como la Madre de Cristo. Después de una ausencia que había durado 18 años, volvía a bendecir, con su presencia, las calles de Málaga. Recordar que la última salida procesional que efectuó esta Dolorosa, como Madre de Cristo, fue en el año 1923, siendo después reconvertida en María Cleofás. Fue en este año de 1941, cuando la archicofradía se traslada a su nueva sede canónica, en la iglesia de San Felipe. La capilla designada, para ubicar a nuestros santos titulares fue la última del lado del Evangelio. Allí se nos mostraba la nueva imagen del Cristo de la Sangre, realizada por el joven Francisco Palma Burgos, acompañado de la Dolorosa de Antonio Gutiérrez de León. En aquel altar permanecieron hasta que la hermandad de Zamarrilla, la que entonces se encontraba en San Felipe, a la espera de poderse marchar a su nueva capilla de calle Mármoles, se trasladara a su nue- va sede en 1945 y la de la Sangre pasó a ocupar aquel lugar, en la nave de la Epístola y más cerca del altar mayor, donde actualmente se encuentra. Pudimos ver también en otros de los paneles, acotaciones curiosas, como la que nos cuenta, que la Virgen de los Dolores de Antonio Gutiérrez de León, fue prestada por la Archicofradía de la Sangre a la cofradía del Calvario, para que ésta figurase en el grupo escultórico como María Cleofás. Pero años más tarde se produce la curiosidad de que, la Virgen del Calvario, hubo de ser procesionada en el trono del Cristo de la Sangre. Pasado el tiempo y después de lo mucho trabajado por los hermanos y hermanas de esta santa ar- 36 36. chicofradía, se consigue que se recupere en su totalidad el conjunto escultórico de “La Lanzada” que fue destruido, como ya he indicado, el 12 de mayo de 1931, incorporándoseles las imágenes de las tres Marías realizadas por nuestro gran imaginero y amigo, Rafael Ruiz Liébana. Sí, ya han pasado 150 años desde que nuestra Dolorosa viniera a formar parte de nuestra familia, una imagen a la que quizás no se le haya dado, en algunos momentos, la importancia y la veneración que se merece, pero ella siempre ha estado ahí, junto a nosotros, siendo nuestra embajadora incluso fuera de las fronteras de nuestra hermandad. Aún recordamos, como ya he indicado, cuando fue prestada para ser procesionada en la primera salida procesional del Monte Calvario de 1979, o cuando marchó a Burgos causando la admiración de los burga- leses, o aquel hecho entrañable que se produjo cuando fue expuesta en el salón del tesoro de la cofradía del Gran Poder, en el pabellón de la Santa Sede, con motivo de la celebración de la Expo´92. Sí, para quien no lo sepa, nuestra Dolorosa apareció una mañana, allí en la Expo de Sevi- lla, luciendo una alianza de oro, que algún cristiano anónimamente le puso en uno de los dedos de su mano derecha. Una alianza que se mostró también en aquella extraordinaria exposición. Como ven, en aquella muestra, reali- zada gracias al esfuerzo de José María de las Peñas y con el patrocinio de la Archicofradía de la Sangre, pudimos disfrutar e informarnos de muchos detalles históricos de lo aconteci- do en estos 150 años del devenir de nuestra querida Virgen Dolorosa, y de nuestra querida Archicofradía de la Sangre. 150 años, en que esta archicofradía lo tuvo casi todo e igualmente se lo arrebataron, pero lo que nunca perdió fue esa voluntad de servir a Cristo y a su Santa Madre o Madres, por que en esta archicofradía mi Cristo, Ése que siempre está con nosotros, tiene dos y con esa voluntad, ahora podemos mostrar cómo con amor a Cristo se puede resurgir de las cenizas y poderle ofrecer a nuestras advoca- ciones esos enseres, esos tronos de Rafael Ruiz Liébana que nos dejan sin resuello cuando los vemos navegar por entre las olas de las miles de cabezas cofrades. En la foto, don Antonio Iranzo, (iz- quierda) Hermano Mayor de la Sangre y don José María de las Peñas Alabar- ce, archivero y artífice de la exposi- ción. Detrás podemos ver la Santa Faz de Nuestra Señora de los Dolores del Mis- terio de la Lanzada. Nuestro agradecimiento a don José María de las Peñas, por las fotografías cedidas para ilustrar este artículo. 37 37. Mis recuerdos de vigilia y procesión Por Diego Ceano González Tradicionalmente, la Semana Santa, ha hecho que adoptemos una nueva manera de comer, sobre- todo en esos días que llamamos de vigilia. Cuando hablamos de la grandeza de nuestra Semana de Pasión, no podemos por menos que reco- nocer, que al margen de esa dignidad que les imprime las manifestaciones barrocas a los tronos o a otras expresiones del arte religioso, existen otros elementos que son también muy característicos y con una trascendencia muy importante dentro de las múltiples muestras cristianas que se viven en estas fechas. Una de estas costumbres tradicionales, no es otra que la práctica de mantener, como manda la San- ta Madre Iglesia, en estos viernes de Cuaresma, la obligada vigilia. Es decir en estos viernes de Cuaresma, se nos impone a los creyentes, el no comer carne, cosa que cada vez tiene menos arraigo, o se sigue con un cierto relajo que mucho nos hace pensar e intuir cómo van cambiando los tiempos. Pero esto que comenzaba, hace tanto tiempo, que nuestra memoria no alcanza a re- cordarlo y lo hacía como una penitencia, ahora se ha convertido, para los que seguimos estos preceptos, en un cambio festivo en nuestras dietas y si en esos días nos privamos de comer carne, ni falta que nos hace, lo solemos suplir con otras viandas igualmente apetitosas y ricas de nuestro voluminoso recetario gastronómico malagueño. Los potajes, pasan a ser igualmente ri- cos, aunque suprimamos la morcilla, el chorizo o cualquier tipo de carne, porque ahora es el tiempo de las ricas acelgas, espinacas o el ex- quisito bacalao. Las chuletas las cambiamos por algo tan nuestro como es el pescado y por si todo esto fuera poco, en estos días, comemos con profusión dulces de todas las clases, entre los que caben destacar las ricas torrijas. Ele- mentos que se convierten en esos días protago- nistas absolutos de nuestras mesas. ¿Quién no se ha estado tomando un cal- dito de pintarroja, al tiempo que escuchaba de lejos los pausados sones de los tambores de Cristo de la Sangre – Fotografía de Gonzalo Martínez cualquier procesión? De chico, las balconadas de la casa de mis padres en la calle Dos Aceras, se abrían de par en par, para ver pasar a las distintas procesiones que por allí solían discurrir, veíamos con emoción contenida a: mi Santísimo Cristo de la Sangre y a su Santa Madre, la Virgen de Consolación y Lágrimas, o el de la Pollinica, o la Servita, etc. Todos competíamos por hacernos un hueco, en las estrecheces de los balcones que se veían abarrotados entre familiares y amigos, los que para ver los desfiles que por allí discurrían se concentraban en los salones de mi casa. Mi madre como buena anfitriona, disponía en el salón, donde estaban las balconadas, una opulenta mesa con la que agasajar a amigos y familiares. Aquella gran mesa lucía un pulcro mantel blanco con letras primorosamente bordadas, las letras M y L, unas letras que según le diera “la picá” a mi añorada madre, significaban Manuel y Luisa (los nombres de mis padres) o, si en el momento que se le pregunta- ba, había tenido algún enfadillo con mi padre, ella decía que esas letras eran las de su nombre: María Lui- sa y todos nos reíamos. 38 38. En aquella mesa se disponían siempre los mismos elementos y en la misma composición: Una fuente con una pirámide de torrijas con azúcar y canela, otra fuente con tortillitas de bacalao y la tercera fuente de bacalao con tomate. Mi abuela aparecía cada año con una canastita forrada de papel de estraza y cubierta con un paño blanco, que contenía pestiños, pestiños como nunca más los he vuelto a probar. Cua- tro elementos gastronómicos dignos de un “óscar” que estaban tan ricos, que mi sufrida madre tenía que ponerse, cual centinela romano, delante de la mesa para evitar que yo me lanzara a la fuente de las tortilli- tas sin ningún miramiento y no dejara ni una. Fruto de sus muchos años de experiencia, ella elaboraba, aquellos guisos, con la misma paciencia y arte que su madre y demás antecesoras, lo habían hecho durante muchas generaciones. Cuando pasaba, delante del balcón, la Virgen o su hijo martirizado en la Cruz, todos salíamos al balcón y veíamos pasar tan cerca a nuestras queridas imágenes, que casi podíamos oír, cómo la Virgen lloraba de dolor acompañando la angustia de su Hijo. Al paso de los titulares, nos persignábamos y casi en silencio, mascullábamos una pequeña ora- ción. Si la que pasaba era la de Servitas, las luces se apagaban y nuestro corazón, especialmente el de los más niños, comenzaba a latir fuertemente con un sentimiento de respeto, extrañeza o no sé qué, que nos entraba cuando escuchábamos el solitario tambor que la acompañaba o el rezo de la Corona Dolorosa que la voz monótona del párroco, entre el silencio, se hacía destacar por entre las sombrías figuras que se dibujaban en la calle en aquella noche especial, donde el silencio, la oscuridad y el olor a incienso, eran los adornos que aquella Virgen solitaria, pa- seaba por las calles de Málaga. Aquellas tardes de procesión en mi casa, las tengo grabadas de forma indeleble en mi mente. Eran, a pesar de todo, días de felicidad (y ustedes me perdonen) y eso que en la mesa, mi pa- dre prohibía el que se hablara o que se cantara a cualquier hora del día, estando, como se decía “el Señor muerto”. Una cosa que no nos gustaba a mis hermanos ni a mí, era que la televisión, aquel vetusto aparato wanguard en blanco y negro que teníamos, por respeto al día que era, no se podía encender y como la radio sólo emitía música clásica, a los inquietos niños, es decir a mis hermanos y a mí, sólo nos quedaba irnos a la calle, a jugar con los amigos o ir al ultramarinos de mi recordado Eugenio Carmona, a comprar fiado, las pocas golosinas que entonces se despachaban. Pero por fin llegaba el Domingo de Resu- rrección. Ése era el día en que mis padres nos lle- Procesión en calle Dos Aceras – Málaga. vaban a todos, muy aseaditos y vestidos de limpio, a ver al Resucitado y después, como cada año, nos íbamos a almorzar a la parte de arriba del, ya desapa- recido, restaurante La Manchega, en la calle Marín García. Otra vez la gastronomía estaba presente. Allí los pescaditos fritos, subían por un curioso pozo que en vez de agua, nos hacía llegar desde la cocina del restaurante, los más exquisitos manjares, entre los que recuerdo, estaban los salmonetes fritos, calamaritos, boquerones y algo que a mí siempre me ha “dislocado”, el caldito de pintarroja, con un poco de comino. Para terminar la tarde, íbamos a la casa de mi abuela, donde devorábamos la leche frita y el arroz con leche que ella hacía con todo cariño a sus nietos. En fin, Semana Santa y gastronomía, algo tan distinto, tan inseparable, tan nuestro y que forma parte de nuestro acervo cultural y que esperemos siga siendo así, a pesar de las nuevas tendencias, que tienen como estrella la conocida comida basura. 39 39. Cocina tradicional de Semana Santa TORRIJAS Ingredientes: 1 Barra de pan / 1 Litro de leche / vino blanco / 6 Cu- charadas de azúcar / por 1⁄4 litro de leche Elaboración: Partimos el pan en rebanadas de 1 1⁄2 cm de grosor aproximadamente. En un recipiente mezclamos la le- che con el azúcar y el vino y vamos introduciendo las rebanadas de pan para que se remojen bien. En una sartén ponemos a calentar abundante aceite para freír las rebanadas que habremos pasado por huevo previa- mente. Las vamos dejando en una fuente y espolvo- reamos con azúcar y canela en polvo o si lo preferimos, igualmente las podemos cubrir de miel. Una imagen para recordar Fotografía obtenida de la web www.malagaenblancoynegro.com, la cual recomendamos Según nos dicen, es ésta la imagen más anti- gua que se conserva de nuestra Semana Santa, está datada, como podemos ver en la fotografía de 1868 y nos muestra a un grupo de hermanos de la cofradía de la Puente del Cedrón. Desde aquellos años, mucho ha cambiado la Semana Santa de entonces a la de ahora, si bien su fondo es el mismo. Han cambiado las gentes, sus atuendos inclu- so los capirotes, que anteriormente a los cónicos que ahora conocemos, antes eran lo que se denominaban “de habichuela”. Otro cambio sustancial que sufrió nuestra Semana Santa, lo podemos ver en nuestras imágenes, iconografías que en su gran mayoría fueron destrui- das en mayo del 31 y posteriormente en la Guerra Civil. Lo que verdaderamente no ha cambiado o ha cambiado a mejor, es ese cariño hacia nuestras advo- caciones y a nuestra Semana de Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo. En la actualidad podemos también disfrutar viendo pasear esos magníficos tronos, nacidos de las gubias de los más apreciados artistas malagueños, como el del Cristo de la Sangre o el de María Santísima de Consolación y Lágrimas (se procesiona el Miércoles Santo), obra de genial imaginero Rafael Ruiz Liébana, que hace que el corazón se nos encoja, viéndolos pasar por nuestras calles malacitanas. 40 40. Colaboración Por Loli Cotrina MI PADRE ERA LEGIONARIO Y AYER LO VI LLORAR. Como cada mañana mi padre suele tomarse el cafelito “mañanero” escuchando su viejo transistor. Mientras desayuna le gusta oír qué está pasando por el mundo, aunque él, muchas veces no entienda el porqué de muchas cosas. Cuando entré en el comedor, vi cómo se secaba las lágrimas que le brotaban de sus cansados y oc- togenarios ojos. Aquello me alarmó, dado que mi padre, como legionario, que había sido y que aún lo seguía siendo en sus adentros, en raras ocasiones, a lo largo de su vida, le pude ver llorar. Mi memoria hacía esfuerzos intentando evocar esas pocas veces que antes lo vi llorar. Una vez fue cuando murió mi madre, con sólo cincuenta y cinco años, la otra cuando vio por primera vez a su nieto, tras nacer y ahora tras escuchar algo en la radio, que le hirió. Mi padre siempre se sintió orgulloso de haber sido legionario, porque ese cuerpo le enseñó, a aquel niño alocado y a punto de desviarse del camino recto, unos valores que le acompañaron toda su vida, la honradez, la solidaridad, el compromiso con los demás, y el educar a sus hijos en los valores que hacen a un hombre grande. Él siempre ha recordado aquella Semana Santa cuando acompañó a su Cristo de la Buena Muerte y cómo él sentía que su Cristo Perchelero y Trinitario le acompañaba y le arropaba en el desfile y es que un legionario es uno de esos hombres que se sienten más cerca de Dios, porque en sus misiones siempre están al borde del límite y son muchas veces las que han demandado su protección. Pero ahora escucha que hay quien desprecia a ese cuerpo de caballeros y les niegan el desfilar con su Cristo, y eso le duele a ese cuerpo de honrosos caballeros legionarios, esos que dejaron sus vidas luchando por sus gentes, esos que hoy llevan vida y ayuda a tantos pueblos que sufren en todo el mundo, y es que la legión, esos caba- lleros que han sido novios de la muerte, cuando tocaba defendernos y de la vida, cuando se trata de soco- rrer a los que sufren, ahora se ven despreciados por algunos que desde detrás de una mesa de despacho, sin haber hecho nada, nada más que criticar revolcándose en la ignorancia y la ignominia, desprecia a este cuerpo de caballeros a los que históricamente les debemos gratitud. No pudo, mi padre, articular palabra alguna cuando le pregunté qué era lo que le pasaba, un nudo le apretaba en su garganta, un nudo hecho de pena y dolor. No hizo falta que me contestara, yo también escuché la radio y no pude por más que llorar con mi padre a la par que entonábamos los dos un ¡viva la legión! 41 41. El menú de la última Cena La Última Cena marcó el comienzo de la Semana Santa. En alguna ocasión nos hemos preguntado cómo fue esa Última Cena celebrada por Jesús; sabemos por los Evangelios parte de lo que ocurrió en aquella noche, pero desconocemos muchos de los rituales que la Pascua Judía tiene. La cena se tomaba recostado y en esa cena no había trece cubiertos, sino catorce, pues uno era para el profeta Elías, según la costumbre judía. Jesús celebró el “Pesaj” (Pascua) con sus discípulos, el día de la Pascua Judía, que coin- cide con el Jueves Santo cristiano. Una vez que se hizo el Urjatz o limpieza de la levadura en la casa, co- menzó la ceremonia de la limpieza y lavado de manos. Jesús también lo hizo así pero en lugar de lavarse las manos, se levantó de la mesa y lavó los pies a sus discípulos. Tomaron pan ácimo (matzo), pues la levadura era símbolo de pecado (Bedikat Jametz), cordero asado y sin mancha y siete hierbas amargas que simboli- zan cada una un acontecimien- to en la salida de Egipto y el Éxodo. Estas hierbas son las karpas, normalmente perejil, símbolo de vida, éste está su- mergido en agua salada, sím- bolo de lágrimas. El Maror, es rábano muy picante y picado para producir lágrimas. El Jaroset es una mez- cla dulce de manzanas y nue- La última Cena – Cuadro naif de Diego Ceano ces picadas con miel, canela y un poquito de vino rosado por el color. Esta mezcla es símbolo del cemento que los judíos usaron para construir ladrillos en la tierra de Egipto. Durante la Última Cena tomaron las cuatro copas de vino ce- remoniales, (Kadesh, Mishpat, en la tercera, Jesús dijo “Esta copa es el nuevo pacto de mi sangre; haced esto todas las veces, en memoria mía.” Y la cuarta copa de vino, es la Hallel que en hebreo significa ado- ración. Antes de la cuarta copa, después de la cena fue cuando se realizó el Afikomen, el partir el pan ácimo y repartirlo y así lo hizo Jesús y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo “Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria mía”. 42


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