Universidad Nacional del Altiplano FACULTAD DE CIENCIAS CONTABLES Y ADMINISTRATIVAS CIENCIA POLITICA Y LIDERAZGO DEDICATORIA BIOGRAFIA DIETER NOHLEN Estudió ciencia política, historia y literatura francesa en las universidades de Colonia, Montpellier y Heidelberg. Es profesor titular emérito de la Universidad de Heidelberg, Alemania. Autor de un sin número de libros en idioma alemán, inglés y castellano, con traducciones a otros idiomas. Entre los escritos en castellano e inglés destacan: Sistemas electorales del mundo (1981), Presidencialismo versus parlamentarismo (1991), Descentralización política y consolidación democrática (1991), Enciclopedía electoral latinoamericana y del Caribe (1993), Sistemas electorales y partidos políticos (1994, 3a. ed. 2004), Elections and Electoral Systems (1996), Tratado de derecho electoral comparado de América Latina (1998, 2a. ed. 2006), El presidencialismo renovado (1998), Elections in Africa (1999), Elections in Asia and the Pacific (2 tomos, 2002), El contexto hace la diferencia (2003, editado por Claudia Zilla), Elections in the Americas (2 tomos, 2005), Diccionario de Ciencia política (2 tomos, 2006) y El institucionalismo contextualizado (2006, editado por Richard Ortiz Ortiz). Nohlen fue galardonado con el Premio Max Planck de Investigación (1990), el Premio Libro del Ano (1995), el Premio de Investigación sobre Espana y América Latina (2000) y el Diploma honoris causa de Administración Electoral de la Universidad Panthéon Paris II (2005).Dieter Nohlen. Comenzó su carrera académica como profesor de la Universidad de Heidelberg en 1974. En febrero de 2005, al finalizar el semestre de invierno 2004-2005, alcanzó la categoría de profesor emérito, luego de haber cumplido 65 años de edad. La ceremonia realizada para su despedida fue solemne. El profesor Nohlen recibió la medalla de honor de la más antigua de Alemania por sus múltiples méritos científicos y por ser uno de los iniciadores y fundadores del Heidelberg Center para América Latina en Santiago de Chile. Su fecunda vida académica se destaca por sus numerosas contribuciones al mundo académico y al debate científico y público, especialmente sobre América Latina. OBRA DE DIETER NOHLEN Dieter Nohlen ha dedicado más de treinta años de su carrera profesional al estudio especializado de la democracia y las instituciones políticas en América Latina. Una de sus primeras publicaciones, en 1973, Das sozialistische Experiment (“El experimento socialista en Chile”) marca el comienzo de un intenso interés por el desarrollo político, las causas de los quiebres democráticos, los regímenes neoautoritarios de los años 1960 y 1970, las peculiaridades de la transición a la democracia en los 1980, y la discusión sobre la reforma institucional en la región latinoamericana. El profesor Nohlen es considerado también como uno de los especialistas con mayor prestigio internacional en el campo de estudio de los sistemas electorales y los sistemas de partidos. Estos temas son tratados magistralmente develando las relaciones recíprocas entre uno y otro― en su libro Sistemas electorales y partidos políticos (2004a, 3ra. edición; versión alemana 2007a, quinta edición), obra más difundida en América Latina. En colaboración con otros cientistas latinoamericanos y alemanes, ha hecho importantes aportes a la discusión sobre la reforma política desde la redemocratización en América Latina. Entre los temas que han sido abordados, están: · Reforma política y consolidación democrática (1988, con Aldo Solari), · Descentralización política y consolidación democrática (1991), Reforma institucional y cambio político (1991, con Liliana De Riz) y, en especial, el debate Presidencialismo versus Parlamentarismo (1991, con Mario Fernández) yPresidencialismo o parlamentarismo (1993, con Bolívar Lamounier) que culminó en un estudio más diferenciado y menos pesimista del presidencialismo latinoamericano y en las posibilidades de su desarrollo hacia un presidencialismo renovado (1998, con Mario Fernández). Su inclinación por el conocimiento comparativo regional e interregional lo mostró de manera enciclopédica en su obra capital: Sistemas electorales del mundo (1981), cuya versión original en alemán fue publicada en 1978. En dicha obra sintetiza su postura metodológica y enfoque de investigación. Adelantándose a las discusiones neo-institucionalistas, propone un análisis institucional que tenga en cuenta la herencia histórica, los contextos socio-políticos y socio-culturales Además de ser un brillante editor y coordinador, Dieter Nohlen tiene la virtud de concebir y estructurar obras monumentales; ha sabido escoger y reunir a cientistas sociales de todas las latitudes del mundo. Entre sus producciones más importantes están: el Handbuch der Dritten Welt (“Manual del Tercer Mundo”) con tres ediciones, coeditado con Franz Nuscheler; el Lexikon Dritte Welt (“Diccionario Tercer Mundo”) recoge los principales conceptos referentes a los países no industrializados; el Lexikon der Politik (“Diccionario de la Política”) que compila, en siete tomos, los principales métodos, teorías, conceptos de la ciencia política moderna; el Lexikon der Politikwissenschaft (“Diccionario de la Ciencia Política”)coeditado con Rainer-Olaf Schultze; el Diccionario de Ciencia Política editado con la colaboración Rainer-Olaf Schultze y 161 cientistas, publicado por la Editorial Porrúa (2006); la Enciclopedia Electoral Latinoamericana y del Caribe publicada en 1993 en español y alemán y que contiene la primera colección sistemática de datos electorales de América Latina; el Tratado de derecho electoral comparado de América Latina (2007, 2da. edición), editado junto con Daniel Zovatto, Jusús Orozco y José Thompson, que aborda temas centrales del derecho, la organización y justicia electoral, entre otros; y, últimamente, la más completa colección de datos electoralesen Elections in Africa (1999, coeditado con Michael Krennerich y Bernhard Thibaut), Elections in Asia and the Pacific (2001, dos tomos, editado junto con Florian Grotz y Christof Hartmann), Elections in the Americas (2005a, dos tomos), y Elections in Europe (por publicarse, dos tomos, editado con Matthias Catón y Philip Stöver). Las obras mencionadas constituyen únicamente una parte de sus aportes a la investigación de los procesos políticos e institucionales, ya que la mayoría de sus estudios investigativos aún no han sido traducidos a español. COMO ENSEÑAR CIENCIA POLITICA La ciencia política tiene una larga historia marcada por grandes convulsiones e íntimas vinculaciones con el desarrollo político mismo, con características propias, influidas por el propio desarrollo político del país. Las reflexiones sobre la disciplina y sobre cómo enseñarla tienen este trasfondo histórico y contextual. Se analizan cuatro dimensiones de reflexión: · El campo o cuerpo de conocimiento que engloba la ciencia política · La lógica y metodología de la disciplina · El método comparativo, y · La enseñanza de la disciplina que se distinga de la política cotidiana. Como es bien sabido, la Ciencia Política es una disciplina de larga tradición. Se remonta a los tiempos griegos. Es la disciplina madre de muchas otras disciplinas, cuando con el correr del tiempo se formaron dentro de su seno ámbitos del saber que posteriormente se desvincularon de ella y se constituyeron en disciplinas independientes y autónomas, como por ejemplo la Economía o, mejor dicho, la Economía Nacional. Esto es cierto para varias disciplinas especializadas que hoy rodean la Ciencia Política. La Sociología, sin embargo, no nace de su ámbito, sino que se desarrolla independientemente y mucho más tarde, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, justo en el momento en que la Ciencia Política, dado el proceso de desintegración que había vivido durante siglos, prácticamente había dejado de existir. A comienzos del siglo XX, renace la Ciencia Política, fundada en Estados Unidos y refundada en Europa en su versión moderna.Crece entre las dos guerras y sufre mucho durante los totalitarismos en Europa, mientras que la emigración a Estados Unidos de muchos científicos europeos especialmente alemanes da un gran impulso para el mayor desarrollo de la disciplina en Norteaméricaque, desde entonces, pasa a dominar la Ciencia Política a nivel mundial. Así, finalizada la Segunda Guerra Mundial, en el contexto de la redemocratización en Europa, la Ciencia Política retoma su evolución anterior a la guerra y recibe fuertes impulsos y orientaciones por parte de la Ciencia Política estadounidense. En Alemania especialmente, recobra importancia sobre todo por su íntima relación con el desarrollo de la democracia. A diferencia de la Sociología, que cultiva su autopercepción y función de disciplina crítica de la realidad (piénsese en la famosa Escuela de Francfort de Horkheimer, Adorno, Marcuse), la Ciencia Política se desarrolla en ese país como ciencia de y para la democracia, como ciencia que enseña la democracia y como ciencia en apoyo a la democracia. Sería esa función auto descrita la que le facilitaría a la Ciencia Política el reencuentro de su lugar en el espectro de las ciencias del espíritu en las universidades alemanas. Sólo posteriormente, con la consolidación de la democracia y bajo la permanente influencia de la Ciencia Política norteamericana, la Ciencia Política en Alemania toma un desarrollo en dirección a una disciplina normal, una disciplina enraizada en las ciencias sociales, más amplia en sus funciones en cuanto a áreas de estudio y enseñanza, así como métodos de investigación, tanto crítica con la realidad como consultora para actores políticos. Relato esto para dar a entender que la Ciencia Política tiene una larga historia marcada en cuanto disciplina científica por grandes convulsiones e íntimas vinculaciones con el desarrollo político mismo, o sea, por factores internos y externos a la disciplina. Es sobre todo esta última dependencia la que contribuye a que pensando en comparaciones internacionales cada Ciencia Política tenga características propias, influidas por el propio desarrollo político del país. Lo antedicho también es cierto para los casos de España y Latinoamérica, donde la disciplina se ha desarrollado en estrecha relación con la propia evolución política. La reciente democratización de estos países marcó un cambio en el interés por el análisis político, acompañado por renovaciones teóricas y metodológicas que a veces aún están en marcha. El editor de este diccionario politológico viene de un país en el que hoy en día la Ciencia Política está bien enraizada en el panorama de las humanidades. Las Nohlen, Dieter, Diccionario de Ciencia Política. Citar directamente de la obra reflexiones sobre la disciplina, sobre cómo enseñarla y cómo estudiarla, tienen este trasfondo histórico y contextual. Una pregunta planteada no siempre ha de recibir una respuesta. Los cuestionamientos pueden también impulsar reflexiones. La pregunta del título del presente ensayo introductorio se entiende como una invitación a tales reflexiones. Me voy a referir a cuatro dimensiones de reflexión: I. La primera se refiere al campo o cuerpo de conocimiento que engloba la Ciencia Política. Allí se desarrollan dos ideas: por un lado, lo que son sus áreas para una diferenciación interna de la disciplina y, por el otro, lo que son las áreas propias necesarias para poder formar una disciplina temáticamente completa. II. La segunda dimensión se refiere tomando en cuenta el objeto de estudio de la Ciencia Política y sus consecuencias epistemológicas– a la lógica y la metodología de la disciplina. III. La tercera dimensión se centra en un método específico cuya enseñanza me parece de primer orden: el método comparativo. IV. La cuarta dimensión, finalmente, tiene que ver con la enseñanza de la disciplina en un nivel de abstracción que dista lo suficiente de la política cotidiana para que el alumnado entienda que política y Ciencia Política son dos cosas distintas, dados, ante todo, los diferentes objetivos y los correspondientes tipos de argumentos que caracterizan en dos discursos. PRIMERA DIMENSION: Respecto a la primera dimensión: en términos generales, hay que diferenciar tres áreas que forman el cuerpo de materias de docencia en Ciencia Política. El área primera constituye la teoría política, que ciertamente incluye tres campos: · La historia de las ideas, o filosofía política, · La teoría política moderna, o sea, las grandes corrientes teóricas, las teorías de gran alcance y las metateorías o paradigmas científicos y, finalmente, · La metodología en ciencias sociales. La importancia de tan heterogénea área reside en la enseñanza y en el estudio de la materia, en su contribución al desarrollo del conocimiento de los fundamentos de la política, en cuanto a lo normativo y a lo teórico, por un lado, y a lo metodológico en el estudio de la política, por el otro. El área segunda engloba la política comparada, incluyendo las tres dimensiones de la política que, debido a limitaciones idiomáticas, ni en alemán ni en español podemos diferenciar bien conceptualmente: polity, politics y policy, o sea, la forma, el proceso y el contenido de la política. El área tercera está conformada por las relaciones internacionales, que incluyen por ejemplo tanto la política exterior como las organizaciones internacionales, lo intergubernamental y cada día más lo intersocietal, así como lo supranacional, si nos referimos a procesos interestatales de integración. Puede darse el caso de que un instituto de Ciencia Política ofrezca enseñanza adecuada en las tres áreas, pues éstas se hallan íntimamente vinculadas en términos de que la falta de una de ellas pone en peligro una comprensión cabal del fenómeno de la política. NoNohlen, Dieter, Diccionario de Ciencia Política. Citar directamente de la obra en vano la Ciencia Política se entiende como ciencia integradora: el objeto de estudio, la política, no se define a través de un solo concepto, una sola dimensión, un solo enfoque o un único método. La Ciencia Política, por consiguiente, no se define tampoco por una sola materia que conceptualmente se pueda asociar con la política. Se observa, sin embargo, que en algunos países las materias polity, politics y policies están separadas en forma de una dispersión en institutos diferentes según las áreas señaladas. Incluso hay casos en que se han creado institutos separados en una misma universidad en el área de la política comparada. Hay razones en el campo de la investigación para enfatizar la especialización, pues como decía ya Max Weber al principio del siglo pasado (en: La ciencia como vocación), “la obra realmente importante y definitiva es siempre obra de especialistas”. En la enseñanza y en el estudio, empero, me parece importante transmitir el alcance de la política en su expresión real y –aún más importante– la relación e interrelación de los fenómenos políticos de las diferentes áreas. Por ejemplo, si en las relaciones internacionales la tesis más confirmada hasta hoy día es que los Estados democráticos no emprenden guerras entre ellos, es muy importante entonces que la estudiosa o el estudioso conozca la democracia como forma (polity) y proceso (politics), las condiciones internas que llevan a que las democracias en cuanto a resultado (policy)se comporten a nivel internacional de manera que esta regla se confirme continuamente desde hace siglos. Aún más ilustrativo es el caso de las dimensiones de la política en el área de la política comparada. Prácticamente no hay ningún fenómeno político por entender o explicar en esta área en la cual no estén involucrados aspectos de polity, politics y policies. Tomemos el caso de –si me permiten– cualquier política pública: en el famoso círculo de una política pública (o policy cycle) entran desde el inicio de su desarrollo cuestiones del sistema político, de la institucionalidad dada, cuestiones de las relaciones de poder, de intereses y valores, la estructura de conflicto en el sistema de partidos políticos y los tipos de formación de consenso, etc. Si se diseñan políticas públicas sin tomar en cuenta esas variables de estructura y procesos, no se llega muy lejos. Si no se enseña o estudia la interrelación de las policies con politics y polity, el o la estudiante va a desarrollar un conocimiento poco realista, fragmentario y poco adecuado de la política. SEGUNDA DIMENSION: Respecto a la segunda dimensión, la analítica, quisiera hacer hincapié en la importancia que tienen la lógica y el método en la enseñanza de la Ciencia Política. Esta orientación es especialmente valiosa debido a la dificultad que el objeto de estudio, la política, contiene para su análisis. La especial dificultad que enfrenta la Ciencia Política se hace notable sobre todo comparando esta disciplina con la Economía en cuanto a sus respectivos objetos de estudio y las consecuencias científicas o metodológicas que sus diferencias traen consigo. “Primero, el economista observa”, como decía Giovanni Sartori (en: La política. Lógica y método en las ciencias sociales, 1979: 62), “los comportamientos económicos, comportamientos guiados por un solo criterio identificado y constante: llevar al máximo el beneficio, la utilidad o el interés económico. Segundo, los comportamientos económicos son expresables (…) en valores monetarios, es decir en valores cuantitativos”. Así, “el economista encuentra una medida incorporada a los comportamientos observados: el Homo economicus razona con números, con valores monetarios”. Con Nohlen, Dieter, Diccionario de Ciencia Política. El economista pudo desarrollar un lenguaje especial, cuyos conceptos, por ejemplo, valor, costo, precio, mercado, están claramente establecidos y no vuelven a ser discutidos cada vez que se los utiliza. El politólogo, sin embargo, observa comportamientos políticos guiados por este u otro criterio, o sea, por criterios diferentes y cambiantes que, por lo demás, son en su gran mayoría difíciles de expresar en términos cuantitativos. Sus métodos, por un lado, han de contemplar la peculiaridad y la naturaleza sui generis de su objeto de estudio, además de la lógica de la investigación. Por el otro lado, ésta deberá ser discutida en relación con todos y cada uno de los diseños de investigación. Es obvio que la economía se encuentra en una situación científica privilegiada que tiene su origen en el carácter del objeto de estudio, a partir del cual –en el caso de la economía fue posible un desarrollo de cientificidad menos cuestionado que en el caso de la Ciencia Política. Por esta enorme distancia que separa a la Ciencia Política de la Economía, es conveniente referirse también a la interrelación entre ambas ciencias sociales y recordar lo que el erudito economista Albert O. Hirschman (ya en 1979) puso de manifiesto. Hirschman diferenció entre tres categorías: valoró positivamente la posibilidad de la interacción entre ambas disciplinas, por ejemplo, cuando la Ciencia Política pudiera aprovechar en sus estudios los resultados científicos de la Economía. Hizo también una valoración positiva de la interacción en áreas donde los objetos de estudio en economía y en política ostentan estructuras análogas, llamando la atención al campo limitado de objetos que presentan estas condiciones. En términos generales, estimó como positivas estas dos categorías de interacción porque se respeta la autonomía de lo político. Y continuó: Cabe repetirlo, los conceptos en Ciencia Política no alcanzan el grado de homogeneidad y constancia que tienen aquéllos del lenguaje del economista, lo que obliga a enseñar su contenido plural, su natural vinculación con intereses cognoscitivos y valores en el lenguaje político y los criterios de su formación conforme a reglas y circunstancias para su uso en el análisis politológico. Una de las mayores necesidades de la enseñanza de la politología consiste en transmitirle al alumnado que los conceptos no sólo son fundamentales para el análisis y el diálogo científicos, que su definición no sólo es conditio sine qua non del conocimiento científico, sino que, además, tienen que alejarse de ontologismos y esencialismos y corresponder a criterios de utilidad científica. La definición de un concepto no equivale a una profesión de fe, para encarnar una verdad propia de la estudiosa/ del estudioso, sino a un examen lógico de su alcance, es decir, de sus límites (lo que incluye, lo que excluye) y de su adecuación semántica a los objetivos de conocimiento. Por poner un ejemplo: la democracia es un concepto sin definición precisa, universalmente aceptada. Se la puede definir en los términos de Robert A. Dahl (en Poliarquía, 1971) quien subrayó dos criterios: participación y pluralismo político. Es una definición sin duda estrecha y limitada, pero bien operacionalizable y mensurable. Es evidente que cada uno de nosotros podría preferir una definición más amplia, más esencialista, más normativa, en la cual entrara todo lo bueno y lo hermoso de un orden deseado. Sin embargo, tal concepto no serviría de mucho para el análisis científico, pues Nohlen, Dieter, Diccionario de Ciencia Política. si cada uno tuviera su concepto normativo del fenómeno en estudio, resultaría difícil llegar a resultados intersubjetivamente transmisibles. Otra dificultad se presenta al ampliar el concepto del fenómeno en estudio de tal manera que algunos factores que interesan ser investigados respecto a su relación, entren como elementos del mismo concepto. El origen de esta conceptualización equivocada reside en confundir el ámbito del problema con el concepto mismo, como bien me señaló mi asistente de investigación Claudia Zilla. Un buen ejemplo de esto lo brinda, nuevamente, el concepto de democracia, cuándo se le incluyen también los problemas que la atañen, por ejemplo, su relación con la sociedad. Esto se da cuando se define como democracia sólo aquel sistema político que se erige sobre las bases de una sociedad democrática. Con esta conceptualización se pierde de vista la relación política y científicamente importante entre tipo de sistema político y tipo de sociedad en términos de una homogeneidad necesaria, en términos de desfases y secuencias y en términos de su desarrollo en el tiempo. Al estudiantado se le debe enseñar la formación y el uso de las clasificaciones, de los tipos, de los tipos ideales y de las tipologías, sus funciones y alcances científicos. Hace poco, un ejercicio con un grupo de posgraduados me puso en evidencia la falta de práctica en ello. En Ciencia Política trabajamos mucho con dicotomías y trilogías o tríadas. El ejercicio constaba en encontrar, en el mundo de las formas políticas, alternativas que correspondieran a estos tipos de ordenamiento de los fenómenos. Ninguna de las cinco respuestas que recibimos fue correcta. O no se respetaba el objeto, las formas de gobierno, o se mezclaba el objeto con algo que no se refería al objeto, o los fenómenos que se mencionaban no eran de carácter disyuntivo. En resumen: cabe poner énfasis en la lógica del conocimiento tanto en la enseñanza como en el estudio de la Ciencia Política. Hay que enseñar a pensar lógica y sistemáticamente. Lo cual equivale a enseñar a diferenciar en lo conceptual entre niveles de abstracción, categorías, diferencias de grado, etc. Saber diferenciar hace la diferencia entre una interesada/un interesado en y una estudiosa/un estudioso de la política. TERCERA DIMENSION: Respecto a la tercera dimensión y la sugerencia de enseñar el cómo comparar, cabe distinguir entre dos líneas de comparación: la comparación histórica y la comparación internacional. Según mi experiencia, la comparación histórica es la que se ejerce fácilmente en América Latina. En diálogo con científicos sociales de la región me ocurrió bastantes veces que una pregunta acerca de la estructura –por ejemplo del sistema de partidos me fuera contestada mediante un recuento de la historia de los partidos políticos. O sea, la entrada a la reflexión politológica en la región es más bien histórico-cronológica y mucho menos sistemático-comparativa. La enseñanza tendría que favorecer esta última perspectiva, nutriéndose de comparaciones internacionales que constituyen la base para tipologías y apreciaciones empíricas. Pues es importante señalar que para bien diferenciar y valorar un fenómeno es imprescindible compararlo. El comparar, sin embargo, no es tan fácil y tiene que ser aprendido.Lo primero que hay que enseñar es que comparar implica escoger prudentemente con qué comparar dentro de un alto número de posibles referentes. Se deberá reflexionar sobre cuál referente es racionalmente el más adecuado, el más plausible, evitando escoger un referente científicamente poco válido, pues la comparación se presta también a confusiones y distorsiones que en el campo político o cuando la o el cientista sólo opina y se mueve en la política a veces son intencionadas. Lo segundo que vale destacar en este contexto es el carácter de método científico de la comparación, a mi modo de ver el método más típico de la Ciencia Política. Aprender a comparar significa de este modo familiarizarse con el método más importante de la Nohlen, Dieter, Diccionario de Ciencia Política. Citar directamente de la obra Ciencia Política. Sin embargo, no existe ninguna receta del método comparativo válida para cualquier caso en estudio. Por otra parte, el método comparativo consta de diferentes estrategias de investigación que consisten en jugar en el diseño de la investigación con la homogeneidad y la heterogeneidad del contexto, por un lado, y con la concordancia y diferencia de las variables, por el otro. Cada diseño de investigación tiene que ser estructurado acorde a las propias características del material en estudio y del interés cognoscitivo. El método comparativo se aplica en estudios cuantitativos y cualitativos, cada uno con su metodología específica, y dentro de cada área con variantes. De modo que, al tomar la decisión de aplicar el método comparativo, no está resuelta la cuestión del método, sino que recién ahí empieza justamente la reflexión metodológica. Dado que el método comparativo es el método en las ciencias sociales pensado para sustituir al método experimental (véase al respecto los clásicos J. St. Mill y E. Durkheim), la enseñanza de la Ciencia Política debería abordar también la cuestión de la causalidad en las ciencias sociales. Abundan tesis mono causales y unilineales en esta disciplina, resultado del tipo de formación de teorías deductivistas. Respecto a la comparación, ésta abre las perspectivas adecuadas para el estudio de casos empíricos que pueden operar como casos de control. Es importante enseñar la función de la comparación como instrumento de comprobación o falsificación de las teorías. Por lo demás, la comparación induce a la formación de teorías de tipo inductivista. Relacionado con esta diferencia de génesis de las teorías, es importante enseñar los tipos de teorías que se formulan en Ciencia Política, los tipos de teorías micro, macro, específicas y universales, etc. y señalar que las teorías de medio alcance, es decir, las que mantienen relación con el espacio y el tiempo, son las más adecuadas y mejor experimentadas en esta disciplina. CUARTA DIMENSION: Respecto a la cuarta dimensión, no sólo la reflexión científica necesita cierta distancia del quehacer político cotidiano, sino también la enseñanza y el estudio de la Ciencia Política. Es bien notorio el interés en América Latina por referirse con prioridad a la política misma del momento, por intercambiar opiniones al respecto: existe la tentación de que el intercambio se politice, que la posición ideológica sustituya al argumento razonable, que la contingencia política se apodere de la Ciencia Política de modo que al final de cuentas la Ciencia Política se perciba como parte de la política. Recuérdense los tiempos de las ciencias sociales comprometidas, cuando incluso se postulaba que las ciencias sociales deberían ser parte integral de la lucha por la revolución social y política. Es cierto que la Ciencia Política no es neutra, no es objetiva en términos de que se pueda desvincular totalmente de intereses cognoscitivos, de valores y de objetivos social tecnológicos. Sin embargo, estos parámetros tienen su plena legitimidad sólo en el contexto del surgimiento de una investigación y en el de la aplicación de sus resultados, pero tienen que suprimirse o desaparecer en el contexto interno de la argumentación científica. Aquí sólo es válido el argumento bien probable o bien probado, la teoría bien comprobada o refutada por el control empírico o de consistencia teórica. Para que este proceso argumentativo en el desarrollo de la investigación tenga su lugar también en la enseñanza de la Ciencia Política, parece conveniente distanciarse algo de la “sterile Aufgeregtheit” (excitación estéril) de la política cotidiana, como diría Max Weber (en: La Política como vocación), y plantear la enseñanza de la Ciencia Política a un nivel de abstracción más alto, algo lejano y fuera de la política, donde sea posible observar la política sine ira et studio.Nohlen, Dieter, Diccionario de Ciencia Política Para finalizar este ensayo introductorio, y a modo de resumen de las anteriores reflexiones, que tratan de responder a la pregunta planteada de cómo enseñar y cómo aprender Ciencia Política, me permito sugerir cuatro orientaciones: · La primera sugerencia se refiere al cuerpo material o contenido de la disciplina, consistente en enseñar y aprender la Ciencia Política de modo que las diferentes áreas de la disciplina se puedan INTEGRAR. · La segunda sugerencia se refiere a las herramientas conceptuales de la disciplina y consiste en enseñar y aprender a DIFERENCIAR. · La tercera sugerencia se refiere a la perspectiva analítica de la disciplina, consistente en enseñar y aprender el arte y método de saber COMPARAR. · La cuarta sugerencia se refiere a la argumentación científica (en alemán: Begründungszusammenhang) de la disciplina y consiste en enseñar –y aprender la capacidad de JUSTIFICAR lógica y empíricamente. Quisiera terminar con una observación final: las últimas tres sugerencias se pueden resumir en una sola que tiene un alcance mayor al de la enseñanza universitaria de la Ciencia Política. Reside en sustituir la cultura de la opinión por la cultura del argumento. Aunque con un significado que va más allá de la universidad, es en sus aulas donde este proceso debe iniciarse. La ciencia política y la política de la ciencia: un ejercicio de introspección disciplinar desde América Latina hoy por Paulo Ravecca. Introducción Son diversas las escuelas de pensamiento que han reflexionado sobre la relación entre el saber y el poder La perspectiva planteada en este artículo, por tanto, no es novedosa en el ámbito de las ciencias sociales. Sin embargo, si la sociología y la antropología han instalado desde sus orígenes una mirada que apunta a la auto-problematización (Bourdieu, 1973; Geertz, 1997), ese ejercicio no es muy frecuente en tiendas politológicas. Esta situación puede verse como un déficit, pues la disciplina llamada al análisis del poder y de los asuntos colectivos parece ser de las menos interesadas en reflexionar en términos de los efectos políticos de su propio discurso. Aquí se argumenta que con frecuencia, al menos en América Latina, la ciencia política le da la espalda a su propia politicidad. El modo de concebir un terreno de reflexión tiene efectos sobre la forma en que desde él se estudia, se piensa, y se “juzga”; y también sobre lo que se reconocerá como digno de estudio y lo que no. Los parámetros teórico-ideológicos de los cuales se parte derivan en una suerte de “jerarquía epistemológica” y en una regulación de lo decible en torno a los objetos de análisis. Esto puede verse como común a todos los discursos analíticos. La diferencia radica en si el investigador es consciente de ello o, por el contrario, naturaliza el modo en que “resuelve” su quehacer. En esta clave, y en las páginas que siguen, trataré de dar cuenta de la condición de irreflexibilidad de buena parte del campo politológico latinoamericano. Si “mirarse” ayuda a “mirar” mejor (Ravecca, 2007), no hacerlo supone renunciar a repensar el pensamiento para ver si es posible empezar a pensar de otro modo (Foucault, 1991; Butler, Laclau y Zizek, 2003). Empezaré por compartir algunos datos concretos de la trayectoria regional de la Para mencionar algunos clásicos, obviamente resultan claves las obras de Nietzsche (conocimiento y violencia), Marx (superestructura y falsa conciencia), Weber (las palabras como arma en política), y Gramsci (hegemonía). Más tardíamente, por supuesto, la de Foucault, cuyo eje fue precisamente el vínculo entre saber y poder. Quiero destacar especialmente el ejemplo de Said (2003), por ser un acontecimiento intelectual fundamental y contemporáneo- que abrió muchas líneas de reflexión académica y política. A lo largo de unas quinientas densas páginas Said explora, desde un enfoque nietzscheano-foucaultiano, el modo en que Occidente ha pensado conocidodominado a Oriente (ver Ravecca, 2005). Otras obras muy sensibles a esta relación son Butler (1990), Laclau y Mouffe, (2004) y Butler, Laclau y Zizek (2003). disciplina (II). Para ello me baso en el Diccionario de Ciencia Política editado por Dieter Nohlen en 2006 y, especialmente, en el número 25 de la Revista de Ciencia Política de la universidad Católica de Chile coordinado por David Altman. Allí, un conjunto de trabajos abordan la institucionalización de la ciencia política en los distintos países de América Latina. Considero que los relatos en torno al pasado y consolidación de la disciplina y la manera en que la misma es inscripta en sus contextos y realidades actuales, es una buena manera de dar cuenta de las características del discurso politológico en la dimensión anotada (verbigracia, ausencia de problematización). Porque, además, las descripciones encierran, como veremos, prescripciones, propuestas y proyectos. A veces imposiciones. Al menos es éste el caso. En el segundo momento del artículo (III) propongo ver operar estos rasgos / déficits de la ciencia política convencional a la hora de lidiar con el “giro a la izquierda en América Latina” (sobre este concepto Elías, 2007; Moreira y Ravecca, 2007; Lanzaro, 2005). El punto central del argumento es el siguiente: la extendida incorporación acrítica de la concepción liberal de la democracia, proceso alimentado por la experiencia traumática de las dictaduras (donde los derechos individuales fueron violados de todas las formas posibles) y por la hegemonía estadounidense en la región (durante esas dictaduras y, sobre todo, después de ellas) vuelve impensable / indeseable el nuevo panorama político en que estamos sumidos en la actualidad, donde algunos gobiernos se salen de la “razonabilidad liberal” y los movimientos sociales desafían la verticalidad de las relaciones sociales y políticas. La transición a la democracia electoral se hizo a costa de la clausura de la “imaginación política”, y de la aceptación incondicionada de los parámetros del “nuevo orden mundial” al cual un sector importante de la academia le resulta funcional (Alexander, 2005). En el tercer momento del artículo (IV) reflexiono sobre un acontecimiento intelectual significativo que sin embargo no ha tenido suficiente eco en América Latina. Me refiero a la crítica feroz realizada por Giovanni Sartori (2004), sin duda alguna un cientista político de relevancia especial en la historia de la disciplina, al “modelo norteamericano” de ciencia política. Acto seguido, cierro el cuerpo del artículo con unas palabras acerca de las implicaciones del modo en que las instituciones académicas percibidas como portadoras de un “discurso radical” son deslegitimadas, incluso cuando se admite la calidad de su producción, a la vez que reconozco la complejidad que supone “producir análisis desde el compromiso político”. Por último, la conclusión (V) retoma los argumentos centrales del artículo, y sugiere la conveniencia de que la ciencia política se embarque en un proceso de autocrítica, capitalizando aportes de otros discursos y disciplinas y, sobre todo, apelando a su densificación cultural (Ravecca, 2007) y epistemológica. II. Ciencia política y América Latina: leyendo historias y contextos Los primeros cursos y escuelas de ciencia política aparecieron por los años 60. En México la UNAM creó una Escuela de Estudios Políticos en 1955. Dieter Nohlen (2006) cita además los casos de Colombia (1965), Uruguay (1966), Costa Rica (1968), Chile (1969) y Guatemala (1969). Sin embargo, “en el Cono Sur –liderado por Argentina, con Chile y Uruguay más rezagados– los esbozos de ciencia política fueron truncados por gobiernos autoritarios y sólo con la efervescencia transicional de la redemocratización la disciplina adquiere un nuevo impulso” (Altman, 2005: 4). En efecto, habrá que esperar a los años 80-90’s para que la institucionalización de la disciplina se complete. A título de ilustración, la creación de los cursos de ciencia política de la Universidad de Buenos Aires data de 1985, en 1988 es creado el Instituto de Ciencia Política de la Universidad de la República (Uruguay), y en Ecuador la disciplina todavía estaba en vías de institucionalización. América Latina es un continente sumamente heterogéneo, condición que se expresa también en sus comunidades intelectuales. Para Altman, es posible distinguir tres grupos de países en función del grado de institucionalización de la disciplina: un primer conjunto estaría constituido por los “tres grandes”: Argentina, Brasil y México; un “intermedio” por Chile, Colombia, Costa Rica, Uruguay y Venezuela; y, por último, ubica en un mismo agrupamiento a Bolivia, Cuba, Ecuador, Guatemala, Honduras, Panamá y Perú. De todos modos, tal estrategia de organización de los casos nacionales no está fundamentada en un corpus claro de criterios conceptuales, ni en datos empíricos. Más que esta clasificación, entonces, me interesa la manera en que el número coordinado por Altman, “reconstruye” “la historia de la ciencia política” regional y, asociado a eso, cómo proyecta su futuro académico (el esperable y el deseado). Se ha señalado muchas veces que las trayectorias nacionales han marcado la evolución de las academias politológicas y su grado de desarrollo. En general, nadie niega que el contexto impacte en ese “texto” tan particular que es la ciencia política. Lo interesante es, como decía arriba, cómo ese vínculo es construido por el relato del “historiador de ocasión”, que en este caso es el propio politólogo. Esta superposición de identidades es la que vuelve plausible, interpretativamente, la idea de una conexión entre la concepción misma de la 3 disciplina y la manera de historiarla. De acuerdo a un razonamiento fijado en el sentido común tanto académico como ciudadano (y totalmente imbuido de nociones estrechas de ciencia) los años 60 estuvieron marcados por una radicalización de los estudios políticos bajo la égida del marxismo. Para Nohlen (2006) “hasta finales de los años sesenta prevalecieron corrientes de análisis sociologistas y estructuralistas, el marxismo y el neo-marxismo, predominante entre los intelectuales de América Latina, por un lado, y el cepalismo, predominante entre los economistas de la región, por el otro”. Con la transición a la democracia se abre, entonces, una nueva era para la ciencia política latinoamericana. En la misma dirección, una de las hipótesis manejadas por Garcé (2005) apunta a que en la década de los 90’s tanto el marxismo como el “estructuralismo cepalino” antes dominantes (junto a otros enfoques “sociocéntricos”) pierden terreno, mientras la disciplina politológica retoma con vigor el concepto de la relativa autonomía de la política, y se avoca al estudio del delicado mecanismo democrático. Los politólogos participan, además, del proceso de construcción democrática (sobre este punto ver Guilhot, 1995). En un artículo consagrado a la ciencia política boliviana, Marcelo Varnoux Garay (2005: 93-94) afirma que "se aplicaron amplios componentes de las teorías democráticas desarrolladas por Robert A. Dahl, Giovanni Sartori, Dieter Nohlen, y Arendt Lijphart para organizar el sistema político de partidos sobre la base de una ingeniería constitucional cuyo núcleo fuera el Poder Legislativo”. Si la ola de regímenes autoritarios en el Cono Sur supuso un golpe muy duro para la proto-ciencia política latinoamericana y sus cultores (muchos de ellos, en “aquellos años”, simpatizantes de fuerzas de izquierda radical), los politólogos pasan ahora a otorgar un valor inconmensurable al “Estado de Derecho”, y colocan este desplazamiento de perspectiva como un verdadero “aprendizaje” (González, 1993). De la mano de la hegemonía política de Estados Unidos, que en el terreno académico se expresa en el ascenso del neopositivismo (piénsese en el clarísimo ejemplo de la difusión de la perspectiva neoclásica en el terreno de la ciencia económica vía los “Chicago boys” chilenos- Markoff y Montecinos, 1994; Biglasier, 2001), y en el económico y político en la 4 implantación de los proyectos neoliberales, la anotada postura normativa devino en “revelación” científica. Ahora los derechos propios del liberalismo y la “democracia formal” son el nuevo lenguaje que sí o sí hay que hablar. El resto es o bien balbuceo acientífico, o elección valórica inadmisible. La igualdad social deja de ser el problema a discutir, jerarquizándose la libertad en clave liberal. Se impone una interpretación de la emergencia de las dictaduras donde las mismas resultaron de la polarización y el conflicto sociopolítico (en Uruguay, esta perspectiva se denominó “teoría de los dos demonios”, Rico, 2005; Rossal, 2005). La búsqueda de la igualdad deriva, al menos cuando se radicaliza, en la ausencia de libertad: tal es el razonamiento que se matriza, y que llegará a permear, incluso, a las izquierdas hoy gobernantes (Elías, 2007). La sacralización del consenso parece, entonces, una deriva cuya causa está, al menos parcialmente, en la traumática experiencia autoritaria. La crítica de la izquierda radicalizada de los 60’s deviene una forma de “autocrítica”, ciudadana pero también estrictamente intelectual, de la propia academia. En efecto, el compromiso político de los intelectuales de épocas anteriores habría erosionado y bloqueado una condición sine qua non de la ciencia moderna: la objetividad. Esgrimiendo parámetros epistemológicos propios de un positivismo decimonónico, y analizando el caso ecuatoriano, Mejía Acosta, Freidenberg y Pachano (2005: 151) señalan que “la reflexión sobre la democracia constituyó el telón de fondo de los acercamientos al tema político (en los 90’s). Cabe destacar, sin embargo, que este análisis sobre las condiciones y el futuro de la democracia ha tenido serias limitaciones en la medida en que no se ha llegado a manejar un concepto compartido de democracia, ni siquiera en sus bases más generales. El sesgo ideológico de buena parte de los académicos ha sido un obstáculo en este sentido, ya que ha llevado al rechazo de perspectivas que son ampliamente aceptadas en la ciencia política contemporánea y que se asientan sobre procesos sostenidos de construcción conceptual y teórica” (el subrayado no figura en el original). Así, Biglasier (2001: 12) sugiere que “the more students a country sent to the US economics training, the more likely that neoliberal ideas affect the economics profession in the foreign country” (Biglasier: 12). Corresponde plantearnos la misma pregunta para reflexionar acerca de la ciencia política latinoamericana. Verbigracia, el concepto de la ciencia política norteamericana. La perspectiva “transitológica”, rúbrica que refiere a las acumulaciones de la ciencia política sobre el pasaje del autoritarismo a la democracia, rinde homenaje al posicionamiento ideológico apuntado, el cual privilegia la estabilidad y tiende a descalificar el conflicto. Así, para un autor como Przeworski, la persistencia de los movimientos sociales después de lograda la liberalización tiene el riesgo de desestabilizar a las élites civiles y militares (Przeworski, 1991). Nuevamente, el objetivo es lograr la libertad –a costa de la igualdad–. O’Donnell y Schmitter consideran que si la movilización de los oponentes al régimen es demasiado persistente el régimen autoritario puede nuevamente sentirse indispensable (La política institucional tiene como objetivo la pacificación de la sociedad: en la Región Andina y América Central el problema es la construcción del Estado de Derecho; en el Cono Sur es necesario, para recuperar la democracia, evitar la polarización y el conflicto. El número de la revista coordinado por Altman no es solamente un ejemplo de este culto a la estabilidad “a elevadísimo precio”, sino que además las contribuciones allí reunidas dan cuenta, y las más de las veces son una expresión de, la actual hegemonía político epistemológica de Estados Unidos sobre las ciencias sociales, especialmente la ciencia política En algunos casos el neopositivista funciona como el modelo de ciencia incuestionable, mientras que las teorías que privilegian el orden y la “gobernabilidad”, orientan la mirada. Para Ana María Bejarano y María Emma Wills (2005: 112-113) “la ciencia política (colombiana), en estas décadas, ha pasado de defender causas políticas o paradigmas ideológicos, a comprender y explicar procesos para, a partir de ese conocimiento histórico, sugerir criterios o estrategias para la acción política”. Las autoras celebran la transición hacia la “neutralidad científica”: “No es mera coincidencia que el primer departamento de ciencia política hubiese aparecido en la Universidad de Los Andes, una universidad joven (fundada apenas dos décadas antes), privada, secular, con una orientación claramente Aclaro que me refiero, siempre y únicamente, a la ciencia política “moderna” y plenamente institucionalizada. Algunas contribuciones en la revista reflexionan sobre los “estudios políticos” o las “ciencias políticas” porque en el contexto tematizado no existe una “ciencia política” autónoma. "modernizante". Esto porque la naturaleza privada de la Universidad le permitió al naciente departamento distanciarse de la militancia radical, por entonces tan extendida en los campus universitarios, especialmente en las facultades de sociología donde se practicaba la "sociología comprometida". En la investigación como en la docencia, el departamento de la Universidad de los Andes se inclinó desde el comienzo por el modelo norteamericano: muchos de sus profesores iniciales fueron visitantes venidos de diversas instituciones norteamericanas; algunos de los profesores colombianos habían recibido formación de postgrado en Estados Unidos” (el subrayado no figura en el original). En este relato no hay conexión alguna entre la hegemonía norteamericana en la región, el auge del neoliberalismo y la celebración que esta autora hace de la "ciencia política norteamericana". Tal razonamiento seguramente sería, de acuerdo a su perspectiva, "irracional y anacrónico". Sin embargo, mientras las ciencia política se “modernizaba” y abandonaba la “militancia radical” los gobiernos colombianos se convirtieron en los aliados más férreos de la potencia del norte, y se instalaba el Plan Colombia, uno de los procesos de pérdida de soberanía nacional más intensos de los últimos años. Llama la atención el carácter “periodístico” de las afirmaciones, que se hacen desde un sentido común (e ideológico) bastante lejano del cientificismo reivindicado. Hay una cadena de sentido con claras connotaciones políticas (por “defecto”, esto es, por lo que callan más que por lo que nombran), formada por los siguientes significantes: ciencia – objetividad − modelo norteamericano de ciencia política –esta deriva “trafica” la aceptación del modelo norteamericano de democracia, e incluso el modelo capitalista per se. La interpretación parece ir demasiado lejos (porque el discurso dominante es muy poderoso, y opera precisamente sobre nuestra manera de mirar), pero en realidad el razonamiento es bastante simple: si el intelectual deja de impugnar el orden de cosas vigente eso implica una aceptación del mismo. Dieter Nohlen (2006) no duda en reivindicar la influencia de la ciencia política norteamericana: “en general, el uso de teorías y técnicas de investigación más modernas en los países latinoamericanos depende mucho del contacto que sus respectivos institutos e investigadores tengan con centros de investigación en Estados Unidos y Europa”. Además del tono francamente neocolonial de la afirmación, a la luz de las “teorías y técnicas” mencionadas (“neo-institucionalismo de inspiración racionalista, los análisis basados en las teorías de la elección pública, de la elección colectiva, la ¨teoría de juegos y las técnicas estadísticas”) la mención de Europa (continental) se revela accesoria. Como señala el artículo sobre el caso argentino de la revista chilena, en muchos casos “los estudios que usan estas herramientas son realizados por economistas o por politólogos que colaboran con economistas. En esta línea se inscribe una extensa y fructífera lista de trabajos sobre los sistemas electorales, los mecanismos de selección de candidatos, el comportamiento de los legisladores y la interacción estratégica entre los poderes de gobierno. La jerarquización de las agendas estatal y académica internacional ha dificultado prestar debida atención al análisis de las raíces políticas de problemas nacionales graves como la desigualdad, el desempleo, la pobreza y la inseguridad ciudadana”. (Leiras, Abal Medina (h.) y D'Alessandro, 2005: 82) Esta ajenidad militante respecto de su entorno (política, epistemológica, etcétera) es lo que hace que el programa de reflexión, investigación y acción de la ciencia política convencional no pueda alojar (salvo desde la descalificación apriorística) el viraje a la izquierda de América Latina. La ciencia política convencional no está situada en la era « posneoliberal » sino que se resiste a salir de ella. III. De la epistemología a la política. El giro a la izquierda de América Latina y la ciencia política convencional. ¿Historia de una ceguera? Informada por la tradición filosófica del liberalismo (Kuhnl, 1971; Kammler, 1971), la ciencia política convencional (o “ciencia política liberal”: Loaeza, 2005) no reflexiona sobre la igualdad “social”, salvo aquella que refiere a los derechos liberales. La igualdad “material” no figura como un componente constitutivo de la democracia. Lo fundamental, el núcleo duro del sistema democrático es la igualdad electoral y la igualdad ante la ley. En la versión schumpeteriana (abundantemente incorporada por los politólogos latinoamericanos) la democracia constituye un “método para elegir gobernantes” (Schumpeter, 1984). Desde esta mirada procedimentalista, no resulta alarmante que efectivamente el mundo camine hacia una plutocracia y que la concentración de la riqueza oblitere cualquier ejercicio de ciudadanía “plena” y multidimensionalmente entendida (Borón, 2007). Tampoco lo es el erosionamiento del espacio público (Menéndez-Carrión, 2007), ni la segregación residencial (Katzman, Filgueira y Furtado, 2000), ni el sexismo y el racismo propios de las “formaciones estatales” (Alexander, 2007) en tanto estos fenómenos puedan perfectamente convivir con “el voto”. La ciencia política convencional mira la convivencia humana desde la institucionalidad (o, cuando mucho, desde la “cultura política” en la acepción de Almond y Verba, 1963) y sus ambiciones normativas apuntan a la construcción de una democracia que ostente “elecciones limpias”, y donde se respeten ciertos derechos básicos. Su desvelo es, en suma, la primacía de la libertad en clave liberal -clamor que, las más de las veces, se transfigura en una reivindicación de la economía de mercado. “Ni dictaduras ni utopías sociales”: la doble negación extraída de la novela Sobre Héroes y Tumbas de Ernesto Sábato, concluye lapidariamente la arenga que un patrón le hace a un obrero hambreado que lo aborda para pedirle trabajo. Si bien la acción se ubica a mediados del siglo XX, la equiparación en cuestión fue el axioma incuestionable de la década del 90. Sin embargo, los datos de la experiencia dictaron sentencia y, a pesar de la circulación quizá excesiva del cliché de Fukuyama, la historia no conoció su fin. Y es que los años de la “fiesta neoliberal” y de la celebración del individualismo contrastan con el paisaje de los 2000, cambio de naturaleza que no está siendo atendido (quizá por ser inatendible) por aquellos que adoptaron irracionalmente (y en algunos casos demasiado “racionalmente”) un dogma hoy sumamente puesto en cuestión desde diferentes flancos. Después de la transición a la democracia y de proclamadas las ventajas de la estabilidad institucional y la pacificación, sobrevino la frustración. A la prolongada desarticulación del movimiento popular propia de los 90, le siguió la activación de los movimientos sociales y la llegada de gobiernos de izquierda, que pueden ser interpretadas como la expresión de la lucha por la igualdad en diversos sentidos (Casen y Ravecca, 2008; Moreira y Ravecca, 2008): desde la reivindicación de identidades sistemáticamente postergadas (como la indígena) a la impugnación de las asimetrías sufridas por ciertos sectores o categorías sociales, hasta la renovación del objetivo clásico de redistribución de la riqueza. Una de las dimensiones esenciales de este conflicto consiste en el enfrentamiento a los discursos que legitiman (y por tanto tienden a reproducir) dichas relaciones de subordinación.En este registro, la batalla también ocurre dentro del campo académico. La separación tajante entre filosofía y ciencia política tiende a “quebrar” el ejercicio intelectual, en este sentido: o se “analiza” o se realizan “juicios de valor “. Pero si la economía es, siempre, economía política, lo mismo ocurre con la epistemología: lo epistemológico es, siempre, epistemológico-político El viraje a la izquierda es, entonces, heterogéneo y plural: engloba diferentes causas y contextos de lucha, desde los partidos políticos a los movimientos sociales, desde reivindicaciones económicas hasta la refundación de los arreglos culturales. Pero lo cierto es que, de Venezuela a Uruguay, pasando por Ecuador, la izquierda ha accedido al gobierno, lo cual supone necesariamente que ha alcanzado cuotas importantes de poder en términos de la gestión de estos países. Al mismo tiempo, los movimientos indígenas, piqueteros, de los « sin tierra », y la contestación a la mundialización neoliberal han encontrado terreno fértil en este continente. En este marco, empezar a pensar en la articulación entre la izquierda “social” y la institucional es clave. Frecuentemente se tiende a oponerlas, pensándolas como “incompatibles”. Sin embargo, los movimientos sociales han jugado un rol mayor no solamente en la contestación de los gobiernos anteriores sino también en la conducción gubernamental actual (desde este punto de vista, el caso boliviano es paradigmático). Si bien la condición de heterogeneidad de este proceso es indiscutible, es posible divisar un elemento común absolutamente crucial (que es el que identifica al giro como “a la izquierda”) consistente en un reclamo democrático e igualitario. Y un clamor por llenar de contenido a “la democracia”. En este sentido, la lucha abarca, también, el modo de entender, experimentar y proyectar los fundamentos mismos de la convivencia democrática Para la teoría social y política dominante, el lugar de los movimientos sociales es “estructuralmente” incómodo (Fillieule, 1997). En efecto, tanto el marxismo leninismo que, Sólo por dar un ejemplo muy ilustrativo de cómo las perspectivas teóricas “dialogan” con las coyunturas políticas, y cómo las ciencias sociales están involucradas en el objeto que analizan, piénsese en la producción de Jorge Lazarte y en la de Xavier Albó en el caso boliviano. Para Lazarte (2007) “la propuesta (del Movimiento al Socialismo) de un Estado “plurinacional” no es analíticamente defendible; es políticamente de alto riesgo; y moralmente poco responsable (…)”, mientras que Albó (2007) boga por “un estado plurinacional y unitario en Bolivia”. Ambas miradas están fundamentadas conceptualmente. Vale la pena destacar, sin embargo, que para Varnoux Garay (2005: 94) en Bolivia y “en lo que respecta al tema del Sistema Electoral destacan los trabajos del vocal de la Corte Nacional Electoral, por diez años consecutivos, Jorge Lazarte”. El férreo opositor al gobierno de Morales aparece, en el número especial de la Revista de Ciencia Política de la Universidad Católica de Chile, como un académico destacado y no ideologizado (en oposición a los intelectuales “fascinados” con los movimientos sociales).pesar de su derrota en diferentes frentes, dejó una huella muy profunda en el modo en que la izquierda latinoamericana piensa y se vincula con la realidad, como la perspectiva liberal dominante aún hoy, tienden a su deslegitimación. El liberalismo, obsesionado con la estabilidad institucional y el “respecto por las reglas de juego” los descalifica a priori e impide entenderlos en tanto que protagonistas fundamentales de la política contemporánea. Esto afecta el análisis de las dinámicas regionales actuales. La asimilación de los movimientos sociales al “desorden” y al “caos” es conceptualmente reaccionaria, pues supone una concepción tradicional de política que no se hace cargo de los desplazamientos y la complejidad de su significado y, por lo tanto, piensa como sus únicos protagonistas a los partidos políticos. Pero además, supone una visión elitista de la democracia (otra vez, schumpeteriana), que no reconoce la capacidad transformadora de los actores colectivos, mucho menos si ellos provienen de las clases subalternas. Desde esta perspectiva, y como señala Erik Neveu (2002, 3) : El retorno de la izquierda en tanto sujeto con pretensión de desafiar seriamente la desigualdad es necesariamente conflictivo. Cuando el proyecto igualitario choca contra el muro “material” que las formalidades eufemizan, deviene en un clamor que necesariamente desborda los pálidos libretos “de democracia” propios del proyecto neoliberal. Irrumpe la democracia en sentido aristotélico, o sea, el gobierno de los más (que son los más pobres) a su propio favor (Borón, 2007). Asimismo emerge el “odio a la democracia”, y la defensa que los sectores privilegiados hacen de sus intereses (Rancière, 2006). El neoliberalismo instrumentaliza la institucionalidad formal para instalar una “tangible” plutocracia, despolitizando la gestión de la economía (Menéndez-Carrión, 2007). El neopositivismo anglosajón resulta funcional al neoliberalismo: aporta la desarticulación entre, y la segmentación de, los diferentes componentes que constituyen un “contexto societal”: “sociedad”, “cultura”, “política”, “economía”. Esa desconexión es la que habilita que la democracia vaya de la mano de la desigualdad, porque la instala en el registro de “la política”, que poco tiene que ver con la economía: sólo así el neoliberalismo puede ser democrático (Ravecca, 2007). Que la concepción liberal y pluralista adoptada por buena parte de los politólogos latinoamericanos (que, en tanto categoría social, disfrutan de las ventajas de un modelo de crecimiento que premia a cierta clase media alta profesional, separándola del resto de los trabajadores) coloque al “derecho de propiedad privada” como “fundamental” y “universal”, explica que el viraje a la izquierda pueda ser conceptualizado como “autoritario” (o populista). Paradojalmente, economía y política vuelven a juntarse pero en una manera inversa a la propuesta por el marxismo. A veces, esa condición netamente ideológica del discurso supuestamente neutral de la perspectiva liberal, toma Varnoux Garay (2005: 96) sobre un posible retorno “al punto de partida”, “al extremo que en la actual coyuntura es imprescindible revalorizar la democracia, como sistema de gobierno y forma de vida. BIOGRAFIA: http://www.nohlen.uni-hd.de/es/biografia.html http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/3/1092/11.pdf http://www.periodistasenlinea.org/modules.php?op=modload&name=News&file=article&sid=6086 http://www.ancmyp.org.ar/user/files/03%20Dalla%20V%C3%ADa.pdf Página 31