Hablar de un tema que tiene que ver con nuestro origen es un privilegio. Para unos, con frecuencia, no significa nada y prefieren, o por lo menos no reconocerlo, por ese detestable y peligroso arribismo que acompaña a muchos colombianos. En estas líneas vamos a hablar de un pueblo en verdad fascinante, como lo son todos los pueblos indígenas nuestros, y como también lo son los pueblos indígenas de este continente: verdaderos caudales de sabiduría, de sensatez y de inteligencia. Pueblos privilegiados que infortunadamente cayeron en las destructoras manos de unos seres marginados de la razón, de la fuerza telúrica y profunda y, por ello mismo, no comprendieron la dimensión de estos seres que alcanzaron una relación profunda con la naturaleza, la fuerza de la vida y, por lo tanto, la dinámica de la existencia. Sin tanto bombo, esos seres excepcionales, forjaron unas culturas emprendedoras, vitales, poco comprendidos, pero profundamente reveladoras de la existencia misma del hombre. Por eso, volviendo a las márgenes del devenir, del nuestro, cada vez que leemos a los cronistas descubrimos al otro hombre, a ese que tiene la capacidad, como dice ÁNGEL MARTÍNEZ, de relatar “hechos contradictorios con magistral inconsciencia”, y lo peor es que “algunos historiadores actuales los transcriben sin comentarios con la mayor desaprensión”. Y es que “Unos relatores declaran por ejemplo, que los indios no tienen fe y, más adelante, escriben sobre rituales, costumbres religiosas y nombre de dioses. Otros nos presentan estas tribus como bárbaras y comentan después sobre su organización social, arte y métodos de cultivo”. Una mirada a este pueblo aguerrido de los Panches, es una epopeya que nos sirve para reconstruir y revivir un pueblo que, como dice el autor en la Introducción, tuvo un final trágico. Y es que ese “nuevo orden exigido por los colonizadores se impuso de forma irreverente, brutal y despiadada en la búsqueda de enriquecimiento, representado en oro, plata, piedras preciosas, tierras y esclavos”. Como todos estos pueblos ellos que sabían “trabajar por el bien común”, también “entendían la relación hombre-naturaleza y no solamente la practicaban con sumo rigor: eran sus custodios desinteresados”. Y es que “su espiritualidad se basaba completamente en la creación. Entre ellos y la naturaleza todo se hacía con moderación buscando siempre el punto de equilibrio”, cosa que podemos ver detenidamente en sus cerámicas, por solo citar un caso. Todavía hay quienes necesitan ver mejor, escuchar, sentir. Este es un caso que vale la pena tener en cuenta. El libro de ÁNGEL MARTÍNEZ, LOS INCONQUISTABLES PANCHES DEL MAGDALENA, nos sirve de soporte para entrar en un tema que necesita explorarse aún más para quitarnos de encima el yugo de la infamia que dejaron enclavada unos cuantos cronistas, que desplegaron en medio de su ignorancia y de su desastre personal (tenemos que ver de dónde venían y cómo llegaron), unas leyendas que en ese entonces y aún hoy, como lo podrán ver los lectores, persisten entre historiadores, o que se creen tales, y otros personajes de esta copiosa fauna de intelectuales, eso dicen ellos que son, que nos tocaron para nuestro infortunio. Buscar en el pueblo Panche, en esta subcultura Caribe, una provisión de nuestra esencia, es también de alguna forma, buscar “en el campo de lo mágico”, el traspaso de “las fronteras de lo material”. Queremos, hoy más que nunca, nosotros, los civilizados habitantes del siglo XXI, descubrir “el poder interno de las cosas”, queremos manipular “la energía para curar enfermedades”, queremos predecir “buenas o malas cosechas”, necesitamos mantener “comunicación con el más allá”. Éste es un libro para conversar con él, un libro que nos permitirá, en buena medida, entender muchas cosas que hoy nos parecen extrañas. El libro de ÁNGEL MARTÍNEZ es una búsqueda que, por fortuna, redescubre el sino de un pueblo que fue víctima de la más osada infamia de todos los tiempos, hecha en nombre de un Dios leja
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Report "Los Panches - Los Inconquistables Panches del Magdalena"