Descripción de la obra Lo que más le gustaba a Jeruso era despachar detrás del mostrador, atender a los clientes, pesar las frutas y verduras, y hacer las cuentas. Estaba convencido de que podía ser tan bueno como el señor Julián, sin embargo, éste no le daba la oportunidad. Jeruso se dedicaba a repartir pedidos a domicilio; montaba el cajón en su bicicleta y repartía los encargos. Él sabía hacer exhibiciones con la bicicleta y, justamente un día mientras las hacía delante de sus amigos Mario y la Niquetta, le robaron el pedido. Lo buscó y buscó y se peguntó quién sería el ladrón. Jeruso estaba seguro de que el señor Julián y su tía Consuelo lo regañarían, quizá hasta le descontarían de su sueldo el dinero equivalente a lo que perdió. La Niquetta no creía que en el barrio hubiera algún ladrón, al menos que ella conociera, pero alguien tenía que haberse llevado el paquete. Los chicos comenzaron una investigación para recuperar el pedido. Como el autor del robo debía ser un desconocido, concluyeron que la señora de corbata roja era la principal sospechosa, pues quince días atrás había llegado al barrio con unos enormes cajones que podían ser jaulas,y nunca salía de su ático. Entonces, fueron a su casa en busca de la entrega perdida. La señora de la corbata roja les dio la bienvenida, los invitó a pasar y les ofreció unas chocolatinas, en las jaulas tenía aves muy bonitas de numerosos colores provenientes del Amazonas. La señora de la corbata roja explicó a los niños que no había podido salir de su casa porque ella misma cuidaba y Je calentaba los huevos de la canaria. Definitivamente esa amable señora no podía ser culpable del robo. Cuando los niños le contaron todo, ella les ofreció ayuda. Como era pintora les regaló un cuadro para el señor Julián, quien lo dejó arrumbado en su bodega, hasta que un hombre lo compró por muy buen dinero. Como la señora de la corbata roja no era la culpable del robo, los niños encontraron que un chico con guitarra podía ser el nuevo sospechoso, y se dirigieron a visitarlo. El chico de la guitarra los invitó a pasar a su casa, les platicó cosas muy interesantes y preparó palomitas para todos, era muy simpático y llegaron a la conclusión de que él tampoco podía ser culpable. Cuando Jeruso le platicó sobre el robo, el chico de la guitarra se ofreció a ayudarlo;como lo único que tenía era su música, le regaló una canción al señor Julián, ésta era tan divertida, que la gente se juntó en la tienda y tuvieron una fiesta. Todos bailaban entre los cestos de fruta y los sacos de patatas, pero el señor Julián lloraba. Años después contaría que el cantante famoso que sale en la tele, había cantado gratis para él en su tienda. “Ya no quedan sospechosos,” dijo la Niquetta, y los tres se sentaron a pensar, entonces Jeruso recordó al viejo de los cartones que ocupaba el sótano del edificio donde vivía con su tía Consuelo. Los niños bajaron al sótano donde todo estaba muy oscuro. El viejo abrió la puerta de su casa pensando que le traían cartones, luego los invitó a pasar y les mostró, alumbrando con su vela, las cosas maravillosas que había encontrado entre la basura. Los niños se dieron cuenta de que ese hombre viejo y amable no podía ser el culpable. Jeruso le contó sobre el robo y el viejo se ofreció a ayudar, y como no tenía nada, les ofreció dedicarles una jornada de su trabajo. Cuando salieron de la casa del viejo ya era noche, y los niños lo acompañaron a recolectar basura que venderían al siguiente día. Entonces sucedió algo inesperado, el señor Julián se aproximaba agitado, no venía solo, estaba acompañado por los padres de Mario, de la Niquetta y la tía de Jeruso, todos los buscaan preocupados porque ya era muy noche. En medio de la confusión, los niños daban explicaciones, hasta la señora de la corbata roja estaba ahí. El señor Julián explicó al fin que el cajón había aparecido en la bodega, Autor: Pilar Mateos
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