« Por una parte los intelectuales del siglo XIX querían que el pueblo aprendiera a leer y se instruyera, pero poco contribuían para que ello fuera posible. El folletín, en cambio, fue un gran motor: su lectura incentivaba a la gente a alfabetizarse o a mandar a sus niños a la escuela para que luego pudieran participar de ese circuito cultural. Algunas personas cultivadas supusieron que el folletín se reducía a una nueva estratagema comercial, sin darse cuenta de que con él empezaba la literatura de masas y un estilo que unificaba gustos de distintos sectores sociales: burgueses o proletarios, todos se entusiasmaban con las intrigas de los argumentos. Es interesante cómo en aquella época las preferencias de la burguesía estaban más cerca de los niveles populares que de la nobleza: la gente adinerada, por ejemplo, iba a dejarse ver a los teatros clásicos, pero –para disfrutar– elegía los melodramas y las comedias.»
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