Las dificultades para escribir una historia de la Falange arrancan ya desde el momento en que intentamos fijar cuál es el objeto de nuestra investigación. ¿Qué debemos entender por Falange Española? Pocos movimientos políticos han sido sometidos a tantas presiones y cambios de matiz como el movimiento falangista. Con treinta años de existencia ha sufrido transformaciones para las que otros partidos políticos han necesitado casi siglos. Nacida en plena eclosión de la revolución fascista en el mundo, copió modos y estilos triunfantes en Alemania e Italia, sobre todo en esta última nación. Siendo sus fundadores de extracción netamente burguesa —no nos olvidemos que su fundador tenía un título nobiliario— pronto las exigencias de supervivencia le forzaron a pactar con un grupo político tan revolucionario y de matiz tan acusadamente proletario como las J.O.N.S. De aquí arranca la primera dificultad para discernir cuáles son entre los principios a los que dio lugar esta operación aglutinante los que poseen una procedencia netamente falangista. Pero aún si, no procediendo con extremado rigor, otorgamos generosamente el calificativo de "falangista" al programa resultante de esta fusión, nos vemos sumidos otra vez, en 1937, en un mar de confusiones por la promulgación del decreto de Unificación. El trasplante de principios resultó en aquella ocasión mucho más complejo: Falange Española, las J.O.N.S. y el Requeté se integran en un bloque político monopolista. Los síntomas de rechazo, como es lógico, no tardaron en manifestarse. Hedilla, en este caso concreto, es todo un ejemplo. Además, mientras la anterior fusión había sido el fruto de negociaciones y cesiones recíprocas, la de 1937 se realiza "por decreto". Las dificultades para aislar y seguir la evolución de las sustancias químicamente puras de la Falange se acrecientan todavía más con la entronización legal del Movimiento como "participación de todos los españoles", culminación del proceso de "des-falangistación" que es dable apreciar desde la pérdida de la segunda guerra mundial por las potencias del Eje. Alguien ha dicho —o le han atribuido— que la Falange se hallaba en la actualidad en estado "gaseoso". La metáfora, hayase pronunciado o no, es perfectamente válida. Y resulta fácil comprender lo difícil que resulta aprender un estado "gaseoso" en las redes de la historia, por muy tupida que elaboremos dicha red. Otra de las dificultades que existen para precisar qué debe entenderse por Falange Española es la prematura muerte de José Antonio, que hizo que la ideología de su partido quedase apenas esbozada. Todo ello agravado por la falta de seguidores —al menos de los acoplados a los engranajes oficiales— capaces de desarrollar de forma coherente y eficaz los principios falangistas. Ahora intentan salvar este reproche diciendo que la Falange es, ante todo, un estilo de vida, no una manera de pensar. Es decir, que es más ética que política. Sin embargo, no debe olvidarse que la Falange nació como movimiento netamente político, es decir, desde sus orígenes fue una asociación que persiguió la conquista del poder, característica que define la esencia de toda agrupación política propiamente dicha. Pretender otorgarle ahora un significado meramente axiológico equivale a yugular el poder de convocatoria que tuvo en la década de los años treinta. Esa carencia de un desenvolvimiento adecuado de los principios joseantonianos ha hecho que proliferara un excesivo culto a los mismos, sin discernir lo que en ellos había de contingente y mudable —precisamente por políticos— de lo que tenían de valor más permanente. Una personalidad tan empapada de la doctrina de José Antonio como Dionisio Ridruejo escribía en 1964 que nunca ha dejado ni dejará "de sentir por la figura de José Antonio el gran respeto y el vivo afecto que me inspiró entonces, aunque muchos de sus pensamientos me parezcan hoy inmaturos y otros contradictorios y equivocados". Hay, sin embargo, otra acepción del vocablo Falange que e
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Report "Historia de La Falange. Eduardo Álvearez Puga"