La doctrina del santuario es una de las áreas más sensibles de la fe adventista, y ningún teólogo prudente de este movimiento se apresura a entrar en ella descuidadamente. Mi intervención en este campo, por lo tanto, es deliberada y calculada, fundada en la convicción de que nuestra histórica nerviosidad acerca de este punto está fuera de moda y no tiene razón de ser. Tengo la sensación de que ha llegado el tiempo de reflexionar cándida y honestamente, siempre que seamos capaces de hacerlo, sobre este importante tema.