¿Tiene el lector en su mano un libro político? La política, en el único sentido profundo que posee, no es una ciencia abstracta, que se nutra y sostenga de ideas generales, de simples y puros raciocinios. Es más, no es una ciencia, ni realmente tiene mucho que ver con la ciencia. La política, y expresar esto no supone invento alguno original, es un arte, y, sobre todo, una estrategia. Por tanto, un libro, si aspira a ser de algún modo un libro político, tiene que resolver o abordar dificultades de orden estratégico. Ha de basarse en hechos y, en mayor o menor escala, extraer de ellos el camino hacia hechos nuevos. No hay política abstracta. No hay tampoco política quieta, en reposo, para ser cumplida o realizada dentro de diez años. Ahora bien, resulta que he trabajado en este libro durante unas semanas en que me he visto forzado a hacer una especie de alto, de vacaciones, en las tareas políticas activas, concretas y diarias, que hasta aquí, desde 1931, constituyen mi labor. En esos años tuve la fortuna de realizar un hallazgo, de cuya importancia y fertilidad está ya dándose perfecta cuanta un ancho sector de jóvenes españoles. Ese hallazgo no fue otro que el de descubrir para España una perspectiva histórica y política, que se nutriese a la vez de las dos únicas palancas hoy de veras eficaces para hacer de España lo que esta generación debe conseguir que sea: una Patria justa, grande y liberadora. He aquí esas dos palancas: una, la idea nacional, la Patria como empresa histórica y como garantía de existencia histórica de todos los españoles; otra, la idea social, la economía socialista, como garantía del pan y del bienestar económico de todo el pueblo. Me cupo, al parecer, la tarea de unificar esas dos banderas, dotarlas de los símbolos emocionales necesarios y señalar y poner las piedras primeras de una organización que las interpretase. Todo eso ya está ahí, anda por España, y creo que de un modo insoslayable y visible. Son las J.O.N.S. Pues este libro ha sido escrito durante las justas semanas que he permanecido al margen del movimiento, por diferencias irresolubles con quienes en él preponderan hoy, y es hijo, por tanto, de un período en cierto modo alejado de la política activa. De ahí su carácter peculiar, su carácter de Discurso, no a estas o a aquellas gentes concretas que tuviese delante, sino a las juventudes de España, categoría genérica, difícilmente puesta por nadie en fila. Es un discurso, por tanto, que tenía que encontrar y buscar expresión, no en un estilo directo —según corresponde a los discursos políticos—, sino en una línea realmente discursiva, general. Eso le veda, pues, una proyección cercana sobre los acontecimientos diarios y le imprime por fuerza un aire de amplitud más ambiciosa. Quizá además ocurre que ciertas cosas hay que decirlas todavía así en España, con cierta envoltura conceptual y sin la responsabilidad de las decisiones políticas a que, de otro lado, pronto o tarde obligarán. Bien estará hacerlo aprovechando las circunstancias en que, según dije antes, me encuentro al escribir estas líneas: fuera de una disciplina concreta de partido. * * * Creo firmemente que el mundo entero, y de modo singular Europa, atraviesa hoy una época de amplias y grandes transformaciones. En la disgregación final, que publico a continuación del Discurso, sostengo el criterio de que las realidades subversivas que presiden hoy la trasmutación europea tienen lugar bajo un signo extraño: el de ser sus ejecutoras y realizadoras, no las fuerzas tradicionalmente revolucionarias, como por ejemplo el marxismo, que habían llegado a nuestra época provistas de una doctrina y de una táctica revolucionarias, sino otras surgidas en estos mismos años, y que se caracterizan tanto por su expresión nacional y por aparecer vinculadas a las juventudes como por conseguir su victoria a costa precisamente del marxismo. Pues bien, este Discurso, ante la creencia de que se avecinan también en España las manifestaciones decisivas de la
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Report "Discurso a las juventudes de España. Ramiro Ledesma"