CARTA A LOS DONANTES DE ORGANOS, A SUS FAMILIAS “Hay pocas desgracias en este mundo que no puedas convertir en un triunfopersonal si tienes voluntad de hierro y la habilidad necesaria” (Clint Easstwood) Acabo de realizar 6 etapas del Camino de Santiago desde O Cebreiro. Este hecho en sí no tiene nada de particular pues son miles las personas que a lo largo del año realizan con distintas motivaciones esta aventura. Pero para mí no ha sido una actividad más. Ha sido la culminación de un reto, el logro de un sueño. Hace más de diez años me trasplantaron los dos pulmones. Desde los primeros momentos fui consciente de lo que este hecho había supuesto en mi vida. Antes del trasplante vivía con serias y severas dificultades respiratorias, ayudado por aporte de oxígeno y siempre con una disnea agobiante y asfixiante. Tras el trasplante, la vida recuperó, con bastantes dificultades y paciencia, cotas de normalidad y vida hasta entonces olvidadas. El milagro del trasplante se había producido por la generosidad desinteresada de un donante (creo que fue una donante) y de su familia que quisieron que la muerte no tuviera su última palabra o que la vida que se apagaba no terminara sin un último acto de generosidad. Así que desde el primer momento tengo un continuo agradecimiento a los donantes y a sus familiares. Agradezco cada día. Siempre he querido subrayar estos rasgos de la donación, sus sellos de identidad: el anonimato, la generosidad desinteresada, la donación gratuita,… la solidaridad plena. Ante el desafío que se me planteó hace un par de meses de poder hacer las últimas etapas del Camino de Santiago lo dudé muy poco. Estaba con un poco de miedo y una tremenda ilusión. Espoleado por los ánimos de casa y del entorno, con el visto bueno y las recomendaciones de la médico que sigue mi evolución y sabiendo que el grupo del Camino de Santiago éramos cuatro personas cercanas. Una persona del grupo también con severas dificultades de salud que demostró una asombrosa y contagiosa tenacidad. Nosotros dos comenzamos en O Cebreiro y los otros dos compañeros de viaje, dos días antes desde Toral (León). Los ánimos que desde el principio nos dieron nos lanzaron en el Camino. Los cuatro formamos un equipo que creció con las dificultades y encantos del camino. No pretendo contar cómo ha sido el Camino. Sólo señalar unas notas que no quiero ni puedo callarme y quiero transmitir. El Camino comenzó ayudado por los duendes o ángeles del camino que aparecieron desde el primer momento. Estos ángeles fueron el grupo de Voluntarios de una entidad financiera que haciendo ellos su camino nos abrieron su vehículo de apoyo y su amistad para hacer más fácil nuestro camino. Nos llevaron las imprescindibles mochilas siempre tan necesarias como pesadas. Ligeros de carga pudimos hacer el camino paso a paso, kilómetro a kilómetro, enfrentados a las dificultades del camino y al cansancio de cada día. Sobre nuestros hombros los esfuerzos, los pensamientos, las conversaciones, los saludos, los silencios, los dolores, las dificultades, los miedos, las alegrías, los retos y logros de cada día. La belleza del paisaje y el acompañamiento de otras personas del camino. Junto a todo esto yo llevaba en mi cabeza y mi corazón, en mis pulmones y en mi respiración (a veces jadeante y costosa; otras profunda y tranquila), el agradecimiento a la persona donante, a sus familiares. A los donantes os he llevado conmigo, me habéis acompañado. A vosotros os he dedicado alguna lágrima y todas las ilusiones y alegrías del Camino que han sido constantes. De los familiares de los donantes me acuerdo todos los días pero siempre hay momentos en que el recuerdo es mayor. Este ha sido uno de ellos y no podía dejarlo guardado sin transmitirlo. Los donantes hacen posible que donde hay muerte haya vida, que donde hay una vida que se ahoga y apaga, aparezca el órgano necesario y la esperanza que lo reanima. Reconocer y agradecer el gesto solidario de la donación es un acto que no se agota, que hay que reiterar cada vez que nos levantamos. Debemos ser conscientes que respiramos gracias a esa donación desinteresada y anónima que ahora recordamos. El Camino de Santiago se ha acabado pero no se ha terminado lo que el camino me ha transmitido. No quiero ser yo quien tenga la última palabra así que utilizo una cita tan sabia como oportuna de Gregorio Marañón y que gracias a los donantes, los trasplantados lo podemos seguir diciendo: “Vivir no es sólo existir, sino existir y crear, gozar y sufrir y no dormir sin soñar” Javier Balza de Vallejo Arana Mayo, 2012
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