"El idealismo político es, como la automedicación doméstica, una de las más espantosas formas de solipsismo. Cree uno estar pensando en comunidad invisible, tensando hilos de una red que se extiende desde el pasado con exigencias y hacia la utopía con esperanzas: dura los primeros veinte o treinta libros, menos si son buenos, o si uno se emborracha de entusiasmo con manifas o fanzines. Al final, el griterío ensordecedor del bar de copas del piso de abajo estalla en tus neuronas, se echa de menos la vida, aunque sea injusta, aunque sea una mierda, a los amigos, aunque le apuñalaran a uno veinte veces -traicionaban cosas que, a fin de cuentas, tampoco han demostrado plenamente su existencia. Pero todo eso sucede sólo aquí, y fuera el mundo siempre ha sido el mismo -mientras nacíamos, era cavada una fosa."